Chamorga - Antequera (ruta de los piratas).

La “ruta de los piratas" es una mezcla entre los senderos PR-TF 5 (Chamorga - Igueste de San Andrés) y el camino de acceso a la bahía de Antequera. Cogeremos el sendero a la altura del cementerio de la Punta de Anaga (justo después del Km 9 de la TF 123), pararemos por Las Casillas y, cuando lleguemos al barranco de Antequera, bajaremos por su cauce hasta la playa. La vuelta la haremos en barco.

La ruta se llama así porque durante los siglos XVII a XIX se estableció una ruta comercial muy importante entre el norte de África, Canarias y América, de tal forma que todos los barcos que partían desde esos dos continentes, cargados de todo tipo de mercancías valiosas, pasaban por delante de la costa de esta zona de Anaga. Los piratas que querían atacar esos barcos solían utilizar la bahía de Antequera como refugio, ya que por su posición queda a resguardo del alisio y suele tener aguas tranquilas, además de quedar algo oculta a los puestos de vigilancia en la costa. También era un importante punto de entrada para quienes lanzaban ataques sobre Tenerife.

El pirata más famoso de esta zona fue Cabeza de Perro, que nació en Igueste de San Andrés en torno al 1800. Su nombre real era Ángel García. El hombre no era muy agraciado y su cabeza recordaba a la de un perro, de ahí el apodo. Tras una infancia tormentosa decidió dedicarse a navegar, única actividad que le hacía sentirse libre y acabó por convertirse en un pirata. Se dedicó a realizar ataques sobre todo en América y en el norte de África y era especialmente sanguinario. Normalmente mataba a todos los tripulantes y hundía el navío para no dejar pruebas. Nunca hizo ataques en Canarias.
Vivía en Cuba pero de vez en cuando volvía a Tenerife a descansar.
Durante el saqueo a un barco de pasajeros que cubría la ruta La Habana - Nueva York, justo cuando iba a hundir el barco, descubrió en un camarote escondidas a una madre y a su hija de 2 años. En vez de acuchillarlas decidió tirarlas por la borda. Mientras abandonaba el barco pudo oír cómo la niña decía “upa mamá, upa…”, lo cual le impresionó y le creó grandes remordimientos. El caso es que la niña y la madre no murieron, sino que quedaron a flote asidas a un resto del barco y fueron rescatadas unas horas después por otro buque. La madre contó lo que había ocurrido y dio una descripción del pirata, que desde entonces quedaría fichado.

Cabeza de perro decidió dejar la piratería y establecerse en Tenerife para comprar tierras y dedicarse a la agricultura, así que compra un billete en un barco y viene para la isla. Cuando se baja en el puerto de Santa Cruz, su aspecto llama un poco la atención. Viene vestido totalmente de blanco, con un sombrero y una cotorra en el hombro. Los niños que había por la zona empiezan a meterse con él y a llamarlo “Cabeza de Perro” y a tirarle piedras. La policía portuaria viene a poner orden y en ese momento el pirata amenaza a los niños con un cuchillo cuyo mango tiene esculpida la cabeza de un perro. La policía lo identifica, lo meten preso en el castillo de Paso Alto y es condenado a muerte. Durante su ingreso en prisión elabora una maqueta del barco que utilizaba para sus ataques, un bergantín llamado “El Audaz” y lo entrega en ofrenda la Virgen del Carmen. Es fusilado frente a la ermita de Regla (más o menos por donde está el auditorio). La maqueta del barco se guarda actualmente en una iglesia de Los Realejos.

Se piensa que Cabeza de Perro nunca existió, sino que es un personaje inspirado en el corsario Amaro Pargo, que aparece en la novela "Sor Milagros o secretos de Cuba: novela histórica contemporánea ilustrada”. De Amaro Pargo sí que hay documentación sobre su existencia. Está enterrado en la ermita de Santo Domingo (frente a Correos de La Laguna), era amigo de la monja incorrupta (su hermana, que era monja, era una de sus cuidadoras) y se dedicaba sobre todo al comercio, aunque obtuvo una patente de corso para atacar barcos enemigos de la corona española. Una patente de corso (en latín corso = carrera) es un permiso que otorga la corona para perseguir “a la carrera” barcos enemigos y quedarse a cambio con una parte del botín.