Chamoso
near Chamoso, Galicia (España)
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SENDEROS DE GLORIA (XXXI)
Hoy, doce de octubre, vestido de legionario y envuelto en la enseña nacional (¡cómo mola llamar así a la bandera!), salí de casa a las nueve y media de la mañana dispuesto a realizar una pequeña ruta a la que le tenía ganas y que se encuentra en el Ayuntamiento de O Corgo.
En cuanto me bajé del coche en la Playa fluvial do Chamoso, entre la niebla y los seis grados de temperatura ambiente, perdí todo mi espíritu patriótico, arrojé la bandera en una papelera y me puse una chaqueta que, desgraciadamente, ocultó los tatuajes de yugos y flechas que con unas calcomanías me había grabado anoche en los bíceps.
De esta guisa tan ordinaria, realicé con paso marcial los seis kilómetros y medio del recorrido que ─para que se hagan una idea─ me llevaron poco más de una hora.
Empapado hasta la rodilla por la humedad reinante y la crecida hierba en algunas partes del recorrido, regresé a casa en donde trato de recomponerme con un cafetito caliente mientras veo "cara al sol" en la ventana, como va mejorando el día.
Precioso paseo para todo tipo de público y de todas las edades, totalmente llano y que les recomiendo si no quieren hacer grandes esfuerzos. Eso sí, elijan otras horas.
Para terminar esta corta jornada de senderista y darle un poco de sentido a la señalada fecha, me acerqué hasta el cercano Pazo de Adai a rendir honores al General Tella y reconciliarme un poco conmigo mismo.
Hoy, doce de octubre, vestido de legionario y envuelto en la enseña nacional (¡cómo mola llamar así a la bandera!), salí de casa a las nueve y media de la mañana dispuesto a realizar una pequeña ruta a la que le tenía ganas y que se encuentra en el Ayuntamiento de O Corgo.
En cuanto me bajé del coche en la Playa fluvial do Chamoso, entre la niebla y los seis grados de temperatura ambiente, perdí todo mi espíritu patriótico, arrojé la bandera en una papelera y me puse una chaqueta que, desgraciadamente, ocultó los tatuajes de yugos y flechas que con unas calcomanías me había grabado anoche en los bíceps.
De esta guisa tan ordinaria, realicé con paso marcial los seis kilómetros y medio del recorrido que ─para que se hagan una idea─ me llevaron poco más de una hora.
Empapado hasta la rodilla por la humedad reinante y la crecida hierba en algunas partes del recorrido, regresé a casa en donde trato de recomponerme con un cafetito caliente mientras veo "cara al sol" en la ventana, como va mejorando el día.
Precioso paseo para todo tipo de público y de todas las edades, totalmente llano y que les recomiendo si no quieren hacer grandes esfuerzos. Eso sí, elijan otras horas.
Para terminar esta corta jornada de senderista y darle un poco de sentido a la señalada fecha, me acerqué hasta el cercano Pazo de Adai a rendir honores al General Tella y reconciliarme un poco conmigo mismo.
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