Cillaperlata Sierra de la Llana

En día nublado y gris iniciamos la ruta Miguel Ángel y el que suscribe partiendo de la plaza mayor de Cillaperlata cuando son las 10.24. Los primeros metros los hacemos por el asfalto hasta que, al cabo de medio kilómetro más o menos, llegamos a un cruce a la derecha que va al encuentro del paraje de las ruinas del monasterio de San Juan de la Hoz, el cual se halla al pie del estrecho cañón (hoz) excavado en la roca calcárea por el arroyo del Coto. Iremos a verlo pero al final de nuestro recorrido, cuando demos por terminado nuestro itinerario circular.
Después de haber llaneado un poco, y llegados a la cancela que da paso a la zona del mencionado monasterio (10.52), tomamos a la izquierda un camino bien marcado y con señales de senda de pequeño recorrido blancas y moradas, las cuales nos van a acompañar durante gran parte de nuestra ruta. Y recalco gran parte y no la totalidad porque, si bien nuestra idea es hacer este recorrido que, al parecer, es un clásico en esta zona, nosotros nos vamos a desviar del mismo en algunas ocasiones, aunque luego volvamos al itinerario que nos hemos descargado de Wikiloc (ruta de inakiandarin).
Ascendemos de forma brusca y directa por un paisaje cerrado en el que abundan el roble y el boj. Ganamos altura en poco tiempo y adivinamos a nuestra izquierda el amplio valle del Ebro con sus localidades más importantes de la zona. Más allá de Cillaperlata está la cercana Trespaderne. Pero la densa vegetación nos impedirá casi en todo momento disfrutar de una panorámica despejada. Después del repecho inicial, el camino, sigue ascendiendo pero de forma menos pendiente. Al principio hay unos pocos zigzags, pero luego toma un rumbo más directo y continuado hacia el sureste. Nos paramos en algunos momentos a contemplar lo que hemos dejado atrás: una galería vegetal frondosa y algunos huecos entre los que ver el valle. También nos detenemos a probar los frutos de los madroños que nos salen al paso. Todavía no están maduros. Los más dulces tenemos que recogerlos del suelo. Estamos transitando por el término que el mapa del IGN denomina La Cuesta.
Después de una subida cómoda pero constante, un pequeño corredor entre rocas (11.21), bien reconocible, da paso a un terreno menos pendiente pero igualmente denso de vegetación idéntica a la que nos ha venido acompañando. Descendemos algo sin perder mucha altura. Llegamos a las 12.40 al Campo Orihuela (839m). Se trata de un descampado tras el que se abre el valle casi ciego que queda al sur del Alto de los Castros (939). No subimos a él. Queda a nuestra derecha. La vegetación es muy tupida y no se atisba ningún sendero que nos lleve a su cumbre. A nuestra izquierda, igual de inalcanzable, está el Alto Tozo (938), un cono casi perfecto a juzgar por las curvas de nivel concéntricas que vemos en la cartografía.
Bajamos al encuentro de una pista en las cercanías del manantial de Pregielles. La vegetación es más o menos la misma pero notamos algo menos de humedad. Hay más pinar. Nuestra ruta nos llevaría hacia la derecha, hacia el oeste, en busca de las ruinas de la granja de Valdenubla. Pero optamos por girar a la izquierda, hacia el este, en busca del arroyo que baja de Villanueva de los Montes y que busca su confluencia con el Ebro. Ya en su curso bajo, el mapa lo denomina Arroyo de los Cantarillos. Llegamos a una zona llana, otro valle casi ciego que desagua por este arroyo, el cual se abre paso por una zona acañonada entre el Alto Tozo y la Peña la Yedra.
Tenemos que llegar al punto en el que nuestra pista, que va hacia Villanueva de los Montes, se cruza con el arroyo, que en estas fechas se encuentra seco. Una vez dentro, siguiendo una senda casi imperceptible, un microclima húmedo parece dominarlo todo. Vamos principalmente por el cauce. La vegetación es la misma que hemos mencionado antes pero abundan espesas capas de musgo. El vallejo toma un rumbo norte. Bajamos por espacio de 25 minutos por el barranco. Acertamos a ver algunas peñas calcáreas cuando la densa vegetación nos permite la visión. Podríamos continuar más y, tal vez, llegar hasta el paraje de El Collado, el que nos uniría a una pista que une Palazuelos de Cuesta urría con Quintanaseca. Pero optamos por dar media vuelta y dejar este bonito recorrido para otra ocasión. Regresamos al camino en busca del recorrido circular que estaba en nuestros planes iniciales. Si hemos marcado esta ruta como de dificultad moderada es por este tramo y otro similar por el que nos vamos a adentrar más adelante. Quien quiera hacer nuestra ruta sin los trozos “difíciles”, puede asumir tranquilamente que está ante una ruta fácil.
Ahora regresamos sobre nuestros pasos pasando de nuevo por el colladito de Pregielles y para entrar en el vallejo excavado por los arroyos de Fuente Regundido y Fuente Somera, los cuales, al unirse, se transforman en el Arroyo del Coto. Llegamos a la parte más baja de la pista una vez atravesada una cancela que separa el municipio de Oña, del de Cillaperlata.
Apreciamos algo de agua circulando por el arroyo pero poco después vuelve a deaparecer bajo tierra cuando alcanzamos el punto más bajo de la pista. Andes de ascender siguiendo hacia el oeste, para continuar con la ruta circular, nos adentramos en un nuevo estrecho. Se trata de la hoz que más tarde veremos desde su parte inferior, en las inmediaciones del monasterio de San Juan de la Hoz. Descendemos entre las rocas por un cañon de estrechas paredes. Tenemos que sortear un caos de bloques que nos obliga a adentrarnos por un pasadizo oscuro en el que la roca ha adquirido gruesas capas de calcita, como si estuviéramos en una cueva. Aquí encontramos el punto álgido de humedad de todo nuestro recorrido. Nos ayuda llevar una linterna frontal para sortear este caos y continuar descendiendo.
Proseguimos algo más hasta toparnos con una rampa de toba, que es caliza descompuesta, por la que decidimos no continuar evitando de esta forma problemas al ascender en el regreso. Pero estamos a apenas doscientos metros en línea recta de la cascada seca que hay en las inmediaciones del monasterio.
Volvemos al punto de inicio y seguimos por el itinerario clásico. Ahora toca subir para salir de este valle cuya única salida natural es el barranco que acabamos de abandonar.
En menos de diez minutos de subida llegamos a una pradera a los pies de la granja en ruinas de Valdenubla (13.55). Solo quedan algunas de las paredes y es casi imposible acercarse por la maleza que la rodea. De entrar en el recinto ya ni hablamos. Tras emplear unos minutos tratando de encontrar infructuosamente una manera de acceder al interior, abandonamos y seguimos ruta. Esta vez, pasada la granja, encontramos una senda ascendente que, curiosamente, es la que nos deja más cerca de las ruinas.
Iniciamos la segunda subida de inclinación entre mediana y fuerte del día. También es una senda bien marcada en una galería vegetal y con las ubicuas chapas blancas y moradas que nos marcan el camino para no perdernos. Tengo la sensación de que son demasiadas.
Esta parte, al dar al sur, es algo menos húmeda que aquella que habíamos ascendido del principio. Hay más pinos, siendo la especie arbórea dominante. Hemos pasado de un paisaje oceánico con arbolado caducifolio en el fondo del valle que acabamos de dejar atrás a otro más típicamente mediterráneo. Ya no se ve la abundancia de setas con las que nos hemos topado en la primera mitad de la ruta.
Veinte minutos tardamos en llegar a la parte alta desde la cual tenemos magníficas panorámicas hacia el sur (Valdenublo, la Talanquera, el Gargalón) y hacia el norte con la vega del río Ebro. Este es el corazón de la Sierra de la Llana.
Lo que nos queda es una prolongada bajada hacia el Ebro. Seguimos por espesa capa vegetal pero tenemos algunas ocasiones en las que esta se despeja y nos deja contemplar a nuestra derecha los cuchillares calcáreos que han sido horadados por el agua del Arroyo del Coto. Vemos imponentes cortados de variadas tonalidades por efecto de los compuestos químicos que el agua lleva disueltos consigo. Es el dominio del buitre.
En cuarenta minutos desde la zona alta, llegamos a unos campos de labor ya al nivel del río Ebro. Estamos en las ruinas del antiguo Barrio de Arriba de Cillaperlata (15.09), también conocido como de La Revilla. La maleza se los está comiendo, o quién sabe, si dando consistencia a los sillares y paredes que continúan en pie.
Falta poco para llegar al final de la ruta. Pero aún nos queda alcanzar la necrópolis altomedieval con sus 84 tumbas antropomorfas excavadas en la roca (15.17). Estamos en las inmediaciones del monasterio en el que haremos la parada para comer. Pero antes nos acercamos a la base de la colada calcárea del estrecho cañón que da nombre al monasterio. Apenas nos adentramos una decena de metros en la hoz, pues una colada calcárea de unos cuatro metros nos impide continuar. Hay unos peldaños tallados en la roca pero no nos planteamos subirlos ante la posibilidad de un resbalón.
Regresamos sobre nuestros pasos para ver la bodega del monasterio, excavada bajo la roca del cortado. Y unos metros más adelante, llegamos al monasterio propiamente dicho. Quedan unas pocas paredes y los sillares inferiores que dibujan la traza de lo que fue este monasterio románico pero fundado en tiempos visigóticos, al parecer.
Tres cuartos de hora empleamos en comer por fin después de cinco horas si beber ni probar bocado.
El resto es fácil de adivinar. Cuando son las 16.20, cerramos el círculo en la cancela de acceso al recinto, la misma con la que nos habíamos encontrado al principio. Y a las 16.35 llegamos a Cillaperlata dando por terminada nuestra ruta. Es recomendable hacerla, especialmente en otoño, como ha sido el caso en esta jornada de noviembre.