Campo de Cariñena / Circular Atalaya de Encinacorba
near Encinacorba, Aragón (España)
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Trail photos
Itinerary description
Encinacorba es un pequeño pueblo situado en un lugar excepcional al pie de la Sierra de Algairén. Se puede llegar a él por varios caminos agrícolas y forestales, pero solo por una carretera, la CV-669, que parte de Cariñena y te deja a la entrada de la población 7 kilómetros después.
Para iniciar la ruta deberemos cruzarlo de punta a punta, paseo corto que podemos aprovechar para echarle un vistazo a su iglesia mudéjar o a los edificios renacentistas de sus calles.
El itinerario sigue, en parte, el recorrido señalizado en azul como R27, pero hace una variación a la ida para subir más directamente hasta el pico por unas sendas un poco más abruptas. La vuelta se hace prácticamente entera por las vías señalizadas. Dicho esto, hay que advertir que la señalización ese encuentra en muy mal estado, con una buena parte de las balizas caídas o a punto de hacerlo. Así que no perdamos la atención porque hay varios cruces de caminos.
Partimos, pues, de Encinacorba, en este caso desde un poste bien plantado con el nombre de nuestro destino y la señalización PR-Z44. Los siguientes indicadores no dejarán que nos perdamos y, tras cruzar la vía del ferrocarril, seguiremos por la izquierda (hay poste, pero en malas condiciones). Unos cientos de metros después, al llegar a un pequeño tramo pavimentado, giraremos a la izquierda.
Acabamos de dejar la ruta señalizada, pero no hay problema porque prácticamente solo tenemos una opción: seguir el camino que acabamos de tomar. Para orientarnos, podemos buscar con la vista un muro grisáceo. Es un depósito de agua al lado del cual habremos de pasar.
Una vez rebasado, llegaremos a un cruce y renunciaremos a girar a izquierda o derecha. Nuestra ruta sigue de frente, por una trocha de peor calidad que igual la maleza nos oculta un poco, pero que identificaremos bien. El camino se empina y aparece lleno de piedras y socavones. Las paradas para tomar aire nos servirán para disfrutar del paisaje: la sierra, enfrente, y Encinacorba y el Campo de Cariñena, a nuestra espalda.
Alcanzaremos un collado tras la rampa más empinada y en este un cartel que las gentes de buena voluntad tratan de mantener orientado en el suelo nos dirá que sigamos por la izquierda. Hemos vuelto a la ruta azul, que seguiremos por pista forestal en perfecto estado hasta encontrar, a mano derecha un camino como el que hemos dejado y que identificaremos porque una cruz pintada sobre una piedra nos advierte de que salimos de nuevo del trazado oficial.
Lo seguiremos hasta su confluencia con otro que tomaremos hacia la derecha. Y ya, sin dejar este, llegaremos al pie de la Atalaya. Podemos alcanzarla monte arriba o, como hemos hecho, rodeando el cabezo para subir por el camino trazado. Un cartel y un vértice geodésico nos saludarán y nos invitarán a disfrutar de unas estupendas vistas 360º.
Volvemos por el mismo camino hasta el collado y, ahora sí, en vez de elegir la trocha por la que hemos subido, seguimos todas las indicaciones azules hasta Encinacorba. Disfrutaremos de una pista forestal que discurre entre preciosos pinares, quizá la mejor opción para subir si lo hacemos en verano, porque el bosque nos ofrecerá protección.
Hay varios cruces, no despistarse.
Para iniciar la ruta deberemos cruzarlo de punta a punta, paseo corto que podemos aprovechar para echarle un vistazo a su iglesia mudéjar o a los edificios renacentistas de sus calles.
El itinerario sigue, en parte, el recorrido señalizado en azul como R27, pero hace una variación a la ida para subir más directamente hasta el pico por unas sendas un poco más abruptas. La vuelta se hace prácticamente entera por las vías señalizadas. Dicho esto, hay que advertir que la señalización ese encuentra en muy mal estado, con una buena parte de las balizas caídas o a punto de hacerlo. Así que no perdamos la atención porque hay varios cruces de caminos.
Partimos, pues, de Encinacorba, en este caso desde un poste bien plantado con el nombre de nuestro destino y la señalización PR-Z44. Los siguientes indicadores no dejarán que nos perdamos y, tras cruzar la vía del ferrocarril, seguiremos por la izquierda (hay poste, pero en malas condiciones). Unos cientos de metros después, al llegar a un pequeño tramo pavimentado, giraremos a la izquierda.
Acabamos de dejar la ruta señalizada, pero no hay problema porque prácticamente solo tenemos una opción: seguir el camino que acabamos de tomar. Para orientarnos, podemos buscar con la vista un muro grisáceo. Es un depósito de agua al lado del cual habremos de pasar.
Una vez rebasado, llegaremos a un cruce y renunciaremos a girar a izquierda o derecha. Nuestra ruta sigue de frente, por una trocha de peor calidad que igual la maleza nos oculta un poco, pero que identificaremos bien. El camino se empina y aparece lleno de piedras y socavones. Las paradas para tomar aire nos servirán para disfrutar del paisaje: la sierra, enfrente, y Encinacorba y el Campo de Cariñena, a nuestra espalda.
Alcanzaremos un collado tras la rampa más empinada y en este un cartel que las gentes de buena voluntad tratan de mantener orientado en el suelo nos dirá que sigamos por la izquierda. Hemos vuelto a la ruta azul, que seguiremos por pista forestal en perfecto estado hasta encontrar, a mano derecha un camino como el que hemos dejado y que identificaremos porque una cruz pintada sobre una piedra nos advierte de que salimos de nuevo del trazado oficial.
Lo seguiremos hasta su confluencia con otro que tomaremos hacia la derecha. Y ya, sin dejar este, llegaremos al pie de la Atalaya. Podemos alcanzarla monte arriba o, como hemos hecho, rodeando el cabezo para subir por el camino trazado. Un cartel y un vértice geodésico nos saludarán y nos invitarán a disfrutar de unas estupendas vistas 360º.
Volvemos por el mismo camino hasta el collado y, ahora sí, en vez de elegir la trocha por la que hemos subido, seguimos todas las indicaciones azules hasta Encinacorba. Disfrutaremos de una pista forestal que discurre entre preciosos pinares, quizá la mejor opción para subir si lo hacemos en verano, porque el bosque nos ofrecerá protección.
Hay varios cruces, no despistarse.
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