Circular de Belmez

Ruta por el término municipal de Belmez, en el Valle del Guadiato, al que se llega cómodamente desde Córdoba por la N-432, aparcando en el polígono industrial. Desde aquí me dirijo hacia el este, por la carretera N-432a, rodeando antiguas explotaciones mineras. Esta comarca fue la principal zona carbonífera del sur de Europa, instalándose en la zona varias empresas mineras desde mediados del siglo XIX, aunque la hegemónica fue la Sociedad Minera y Metalúrgica de Peñarroya. Esto originó una fuerte inmigración para trabajar en los pozos mineros, lo que provocó la secesión de Peñarroya y de Pueblonuevo del Terrible en 1886. También la llegada del ferrocarril para dar salida a la producción minera, con la creación en el siglo XIX de la línea Almorchón-Belmez (y luego Belmez-Córdoba). El agotamiento de los yacimientos en la década de los sesenta del pasado siglo, llevó al cierre de las instalaciones mineras. Pero en el paisaje han quedado los vestigios de esta época, como los castilletes metálicos que extraían el mineral de pozos de hasta 300 metros de profundidad (hubo hasta 16 en la cuenca; el del Pozo Aurora se ve al otro lado de la carretera y más adelante, a la derecha, el del Pozo Belmez). Junto a la carretera también arranca la Vía Verde de La Maquinilla, que lleva a Peñarroya-Pueblonuevo por la plataforma de La Maquinilla, antiguo ferrocarril minero que hacía el trayecto entre las estaciones de Cabeza de Vaca y El Porvenir de la Industria.

Tras poco más de 2 kilómetros por carretera, me desvío por un camino a la derecha, entre explotaciones mineras, que me acerca a la vía férrea; junto al arroyo de la Sierra, quedan restos de calzada romana (parte de la Corduba-Emerita), antes de pasar bajo las vías e incorporarme a la Vereda de Córdoba, que discurre junto al Guadiato. Algo más adelante cruzo la vía (precaución: desde los años setenta esta línea no lleva pasajeros pero pueden pasar trenes de mercancías -la última estación en uso es Alhondiguilla-Villaviciosa), y subo por la ladera de Sierra Palacios para visitar la cueva-mina de La Fosforita (así llamada por el alto contenido de fósforo de sus paredes). Hay que decir que se encuentra en propiedad privada. La entrada, antes parcialmente tapiada pero por la que se podía acceder a su interior, está cerrada y con la advertencia de prohibición del paso (desde arriba sí puede observarse la grieta, con cuidado).

De vuelta al camino principal, cruzo el río por un puentecito de piedra, pero una cancela cerrada con un cordel “impide” continuar por este camino (que parece que es público, según senderistas buenos conocedores de la zonas). Aunque podría cruzarla, prefiero volver por la Vereda de Córdoba, pasando junto a las ruinas de la estación Cabeza de Vaca, de cuya anterior importancia habla el que se convirtiera en terminal de la línea Córdoba-Belmez (partiendo desde ella ramales hacia las minas). Después encuentro un vado para cruzar tranquilamente el Guadiato y, tras un titubeo inicial, continúo junto a su ribera, hasta salir a un carril que me permite incorporarme (pasando por una cancela que sí puede abrirse) a un camino rural, el Camino a la Vega del Fresno, junto al poste que indica la dirección hacia el dolmen de Casas de Don Pedro (o Sierra Palacios III), declarado BIC y siguiente objetivo de la ruta. Este tramo se corresponde con uno de los senderos de Paisajes con Historia. Al poco de cruzar el arroyo Fresnedoso, se encuentra el dolmen, en un espacio musealizado con interesantes paneles informativos. Se descubrió durante el curso de unos trabajos agrícolas, para poner en riego unos terrenos cercanos al arroyo, en 1986, que destruyeron parcialmente la cubierta de la cámara y el túmulo que la recubría; ese mismo año se realizó una excavación de urgencia de parte de la cámara (completada en 2001).

Durante el Neolítico Medio (4200 a.C.), grupos ganaderos y de agricultores se establecen en Sierra Palacios (al principio en sus laderas y después en localizaciones más elevadas), en las cercanías del arroyo Fresnedoso. El territorio lo marcan con la erección de un menhir (después se colocaría un segundo al lado), simbolizando sus derechos de posesión (y constituyendo un espacio sagrado, a cuyo alrededor se realizaban rituales). Al final del Neolítico (3200-2700 a.C.), la intensificación de la actividad agrícola y ganadera provocó un aumento demográfico, que conllevó una competencia por el territorio y sus recursos, y el ascenso de unas élites; fue entonces cuando se integraron los menhires en una cámara funeraria (estructura megalítica, circular o elíptica, sin corredor de acceso), para los miembros de un linaje principal. En el suelo pavimentado se hallaron restos humanos (probablemente dos hembras), con su ajuar funerario (puntas de flecha y láminas de sílex en esta primera fase de ocupación). El acceso se estrechaba por la inclinación de los bloques u ortostatos laterales, y la estructura se cubrió con un túmulo de arcilla, el mayor de la zona (51 m de longitud por 48 de anchura y 7 de altura), bien visible en la llanura. Éste dolmen fue saqueado y, tras el cierre de la cámara por la filtración de la tierra del túmulo, se construye el corredor (pasa a ser un dolmen, con su cubierta-a diferencia de los tholos, que se cubren por aproximación de hiladas de menor tamaño, una falsa cúpula), ya en el Calcolítico (a mediados del III milenio a.C.); tiene lugar ahora la segunda ocupación, con un enterramiento probablemente del mismo linaje, pero con ajuar de cobre (una punta y dos punzones), además de vasijas con decoración incisa y cuentas de collar, tras el cual se sella definitivamente la sepultura.
Este dolmen y otro cercano (a unos 2.5 kilómetros más adelante, el de la Fuente del Corcho, en terreno privado), son los únicos excavados de un total de trece identificados en el término municipal, que constituyen la necrópolis de Sierra Palacios.

Inicio la vuelta a Belmez desandando el camino hasta que se bifurca, siguiendo por el de la izquierda, que termina en la carretera CO-6408 (que enlaza Belmez con la aldea de Doña Rama); sigo de frente por la pista asfaltada que lleva al embalse de Sierra Boyera, construido entre 1969 y 1974 sobre el cauce del Guadiato (en su ladera había un poblado ibero). Después, sigo por la calle Hoyo (un camino de tierra hasta que entra en el pueblo), dejando el vértice geodésico (pico Apolinar) a la izquierda, y con el Castillo de Belmez al frente. Ya en el pueblo, giro por la empinada calle de Santiago, llegando a otra con escalones, desde la cual una rampa escalonada zigzaguea para salvar el desnivel hasta el castillo, situado a unos 570 msnm. De origen árabe, fue reconstruido tras la conquista cristiana en el siglo XIII (la muralla y la Torre del Homenaje son del XV, cuando perteneció a la Orden de Calatrava; también fue posesión de la Orden de Alcántara). A su amparo, llegaron vecinos de Fuente Obejuna, dando origen a la población de Belmez. Fue reparado en parte por los franceses tras ocuparlo durante la Guerra de la Independencia trasladándose desde el castillo de Belalcázar, más vulnerable a la artillería (crearon aspilleras para las armas de fuego y mejoraron el acceso para introducir pertrechos, caballería y cañones). Finalmente fue usado como almacén de la explotación minera adyacente.
Se accede por una puerta en uno de los cubos, a través de una entrada en recodo (que estaba protegida por una torre albarrana). Su planta se adapta al terreno, rodeada por cinco torres semicilíndricas; se conserva el aljibe, conocido como “pisada de caballo”, que, por su situación, siempre tiene agua. Entro en la Torre del Homenaje, de 11 metros de altura; con precaución se puede acceder por una estrecha y empinada escalera a la terraza, donde divisar una panorámica de 360 grados (las Sierras Boyera y Palacios, Fuente Obejuna, Espiel y Peñarroya), que nos hace entender su gran valor estratégico, custodiando el camino viejo de Los Pedroches.

En la bajada salgo de la rampa por un camino de tierra pasando junto a una cantera de roca caliza, para rodear el castillo por su cara oeste y norte, recorriendo el “Paseo Mirador del Castillo”, y apreciando su ubicación sobre la pared caliza cortada a pico, que lo hacían inexpugnable por este flanco. De nuevo en la calle del Castillo, bajo por la del Coso, pasando junto al bonito templo parroquial de la Anunciación, con su esbelta torre campanario coronada por dos parejas de cigüeñas. Continúo por la calle Córdoba, principal eje de la población, pasando al lado del Ayuntamiento (siglo XIX) y, casi al final de la calle, junto a un imponente edificio de 4 pisos, amenazando ruina, la Fábrica de Harinas Salamanca (o, como era conocida, la Gran Fábrica de Harinas).
Termino así una interesante ruta por el pasado histórico de Belmez, que se remonta nada menos que a la Prehistoria.