Circular por, el Miravete ,aldeas de Los Centenares,Las Huelgas,Espumaredas de abajo y de arriba desde Fuente Segura de abajo.

salida desde fuente segura de abajo

río segura

fuente segura de enmedio

izquierda

seguimos caminando en busca del cerro

vista del yelmo

cortijo en ruinas

corral

sima

cota 1157

mirador

senda del miravete

senda umbría de la parra

cabeza de la tortuga

senda y paso estrecho

cruzamos arroyo

Vistas del cortijo del miravete

cortijo del miravete

cruce de arroyo

aldea de los centenares

https://lacontradejaen.com/expropiados-por-la-dictadura/ Información de la contra de Jaén que extraigo para los que no tengáis cobertura en esta zona. Familias de la Sierra de Segura buscan la restitución de las viviendas expropiadas durante la dictadura La memoria histórica es un asunto controvertido en los despachos políticos. Se debate hasta el infinito de la delgada línea que separa el olvido histórico con la compensación por el dolor. La Guerra Civil, y la posterior dictadura, colean hasta hoy en día como esa espina que se queda clavada; como un problema sin resolver. Restituir esta situación es lo que buscan afectados, hijos y nietos de aquellos vecinos de la Sierra de Segura que, por los años 60, se vieron desposeídos de sus casas. Entre 1960 y 1980, unas 2.000 personas tuvieron que dejar sus viviendas en alguna de las 50 aldeas diseminadas por Santiago-Pontones. Los expropiaron sin muchas explicaciones y ahora quieren recuperar lo que consideran legítimamente suyo. A primeros de diciembre, LaContracrónica ya avanzó, en las redes sociales, la reunión inicial para poder materializar un proceso jurídico que promete ser largo y tedioso. Desde entonces, la magia de la red ha conectado a otros hijos de la Sierra que viven en la diáspora pero que se sienten en la misma tesitura. De Barcelona, por ejemplo, les consultan para sumarse a esta causa que están convencidos que ganarán. Pero, ¿cómo se llegó a esta situación? ¿Qué deben hacer para lograr la restitución de las aldeas expropiadas durante la dictadura? Si se resume en pocas palabras, les quitaron sus casas y tierras de cultivo para la construcción del coto de caza. Pero el trasfondo es mucho más profundo. HISTORIA TRAS LA DICTADURA El 10 de marzo de 1941 se publicó la Ley del Patrimonio Forestal del Estado. La norma buscaba reforzar la autoridad del Estado en la toma de decisiones en materia forestal. Era ahí cuando se empezaba a hablar de las comarcas “de interés forestal”. La decisión se tomaba por acuerdo del Consejo de Ministros, como fue el caso de la Sierra de Segura. En ese documento se establecía que los propietarios de las viviendas debían someterse a los planes de repoblación, en régimen de consorcio. Si no se aceptaba, el Ministerio de Agricultura, simplemente, les exigía la entrega de las fincas. No hay que olvidar que la situación social y económica en Pontones por aquella época era “alarmante”. En 1946, el alcalde dirigió al Gobernador Civil una carta para pedir ayuda contra el desempleo en la localidad. Se quejó de la caótica situación en la que había quedado el municipio por la política forestal. Así lo relata Ignacio Martínez en su libro “Segurología”. A partir de la década de los 50, se desarrolla una política activa de deslindes. Se le suma, además, la ley sobre repoblación forestal de las cuencas alimentadoras de pantanos. Implicaba la eliminación de los cultivos agrícolas que se encontraban en la cuenca del Tranco de Beas. La gota que colmó el vaso fue la creación de Coto Nacional Nacional de Caza de Cazorla-Segura, allá por los años 60. Supuso el cambio de uso de una amplia extensión de terreno. Por ende, conllevó la expropiación de una buena parte. Y todos estos espacios, afectados por una u otra normativa, son los que, ahora, se busca restituir por esta plataforma. Para poder lograr la restitución, lo primero es acreditar la condición de interesado o de heredero en su momento. Se hace mediante el estamento o la declaración de herederos. Con el expediente de expropiación en la mano, redactarán un informe pericial de la situación actual de las fincas. Será el paso previo para la reclamación en vía administrativa.

encina centenaria

acortamos senda

cruzamos pista y bajamos campo a través hasta coger senda

cementerio de las canalejas

historia de los tres mirlos blancos: https://www.facebook.com/100020463587482/posts/881568585868586/ Copio texto de su autor Javier morote por si no tenéis cobertura. TRES MIRLOS BLANCOS. Si has visitado el cementerio de San Casimiro en Las Canalejas, difícilmente habrás salido sin plantearte una recurrente pregunta: ¿qué historia susurran esas tres cruces blancas? En efecto, muchos han visitado este cementerio, más muy pocos conocen la conmovedora historia de los TRES MIRLOS BLANCOS. Presta mucha atención, porque lo que te cuento ahora, no lo olvidarás jamás: Corría el año 1947, en la Iglesia de Las Canalejas se desposaban Pedro Jiménez Guevara, nacido en 1923 y Rafaela Romero Pérez, conocida en la aldea como “Fortunata”, nacida en 1921. Ambos naturales de Las Canalejas. Fijaron su residencia en las “casas de en medio”, entre el huerto del Haza y el camino a los Archites. Un año después de los desposorios, el 23/07/1948, nacía su primera hija: María Jiménez Romero. Su segunda hija Francisca Jiménez Romero, nacería el 18/02/1950. Eran tiempos en los que no existían las ecografías y los padres se enteraban del sexo de los hijos en el momento del alumbramiento. Del sexo… y de más cosas, ya que el siguiente parto de Fortunata, el 8/04/1953, vino con anécdota: mellizos. Nacerían Ramona Jiménez Romero y Eladio Jiménez Romero. Pero las sorpresas no terminaron aquí: el 1/08/1955, nacerían Martina Jiménez Romero e Isabel Jiménez Romero, otro parto de mellizos. Curiosamente Martina nace con el pelo rubio e Isabel con el cabello moreno. El último hijo lo bautizaron como Atilano Jiménez Romero y nacería el 27/05/1957. Por tanto, el matrimonio, muy fértil, engendró entre 1948 y 1957 a siete hijos. Es decir: en nueve años dieron a luz a siete vástagos. Eran tiempos duros, más si cabe para una familia tan numerosa. El padre, muy trabajador y de carácter difícil, encontró tajo en las minas de carbón de Caborana, concejo de Aller, ¡Asturias! y venía por la aldea tan solo dos o tres veces al año. Mientras, la admirable Fortunata tenía que dar amparo y comida a sus numerosos retoños, además de cuidar a los animales, atender los huertos, etc. Aunque afortunadamente era aldea solidaria y, tanto los familiares como los vecinos, siempre estaban dispuestos a prestar ayuda. El matrimonio sufrió en propia carne la injusticia de pasar media vida trabajando con la ilusión de comprar unos huertos y una casa para que, una vez conseguido, todo les fuera expropiado. En Las Canalejas había: Iglesia, bares, posada, cartero, escuela, forja…; pero no servicio médico. El doctor más cercano estaba en Pontones, pero a veces había que ir a buscarlo a Santiago de la Espada. Cuando alguien enfermaba gravemente, se mandaba a buscarlo por aquellos caminos maltratados y con suerte podría tardar uno o dos días en asistir al paciente. Huelga decir que, entre los bártulos del doctor, lo que más abundaba era la carencia de medicinas e instrumental médico. Por ello, no es de extrañar que cuando la niña María de ocho años de edad enfermó, no recibiera la atención médica necesaria. María era risueña y dispuesta, por lo que a su madre le preocupó mucho que se negara a comer, incluso cuando le arrimaba chocolate. A Fortunata le quitaba el sueño que la fiebre no abandonara a su querida hija. Era costumbre que cuando alguien en casa enfermaba, se le dispusiera un catre y una almohada en la cocina-comedor de la planta baja, al amparo de la lumbre y al cuidado de todos. Un día, mientras Fortunata barría la puerta, algo terrible presintió que la hizo soltar la escoba súbitamente y correr hacia el catre de su primogénita María. Se la encontró agonizando y al poco muriendo. Nadie en la familia se imaginaba que estas fiebres pudieran provocar la muerte de tan cándido ser. El día 5 de febrero de 1956 la alegre María recorrió sus últimos metros recostada ya en su humilde ataúd blanco, camino del cementerio. Allí fue enterrada en el mismo hueco donde yacía su abuela materna Francisca, años antes fallecida y que todavía es recordada por su gran bondad. Mientras tanto, Ramona, la tercera hija de Fortunata pasaba largas temporadas en el cortijo del “Haza de abajo”, entre las aldeas de La Losilla y Los Archites. Allí la cuidaba su tía materna Isabel Romero y su marido Miguel Blanco, que eran muy buenas personas. Con mucho gusto, este matrimonio acogió durante largas temporadas a algunos hijos de Fortunata, para aliviarla en su crianza y manutención. Ramona, de tres años de edad, subía cada cierto tiempo a Las Canalejas junto a su tía, para pasar unos días con su madre y hermanos. Tras la muerte de María, quisieron llevar a la niña para que Fortunata la pudiera disfrutar unos días, ayudando a aliviar su duelo. En la aldea se recordaba cómo el mellizo de Ramona, Eladio, salía corriendo de la casa cuando sentía a su hermana llegar por el sendero. La última vez que Ramona regresó a Las Canalejas llamó mucho la atención cuando, al abrazarse con su mellizo, ésta le espetó: -¡Hay hijo mío!- lo que provocó el asombro y las risas del vecindario, por tan ocurrente saludo en una niña de tres años. Nada hacía presagiar que aquella entrañable niña rolliza y más sana que una manzana, muriera repentinamente a los dos días, sin que se le conociera enfermedad ni fiebre alguna. Era el 27 de febrero de 1956. Habían pasado tan solo 22 días desde que falleciera su hermana María. Las mellizas Isabel y Martina, nacieron con desigual fortuna: la primera iba espumándose y ganando en vigor con el paso de los días, pero a Martina le tocó en suerte la parte implacable de aquella vida. Desde el principio se mostraba tristona, sin apetito y reticente a la vida. Fortunata, luchadora y dispuesta, aprovechó una visita del médico para valorar a otro enfermo de la aldea y le rogó que atendiera a Martina. La madre regresó a casa llorando, tras oír por boca del médico que su hija estaba más agarrada a la muerte que a la vida. Y aunque brusco y cruel a los ojos de hoy en día, aquel médico poco se equivocó y Martina, se fue apagando como una candela, hasta que se le apagó la vida. Tenía catorce meses, cuando sepultaron su cuerpecito, junto al de sus hermanas María y Ramona. La causa real de estas tres muertes se piensa que fue la difteria, pero esto solo Dios lo sabe, porque nunca se hizo una valoración médica en condiciones. Los vecinos cuentan que Fortunata, cada vez que presenciaba el último latido de una hija, arrancaba a gritar como queriendo expulsar el dolor agarrado a sus entrañas. Era tan dramático el estallido que a las vecinas se les metieron en las sienes aquellos alaridos y, tiempo después, cada vez que escuchaban por la calle algún grito, aún salían despavoridas pensando que a Fortunata se le había muerto otro hijo. Al padre le pilló lejos la muerte de sus tres hijas. Por lo que, no solo se perdió los entierros, sino que conoció de sus muertes muchos días después. Se recuerdan unas palabras de Fortunata ante la muerte de sus tres hijas: “-Dicen que no duele el corazón; pero cuando se te mueren tres hijas sí que duele”-. Y en efecto, para el corazón hay golpes difíciles de sobrellevar y tras estos terribles acontecimientos, Fortunata enfermó “de los nervios”, que era como antes se llamaba a la depresión. Ya nunca levantó cabeza y siempre la acompañaría un áurea de luto y melancolía. En el último parto, el de Atilano, el niño nació rollizo, sano, hermoso y guapo. Pero Fortunata pagó un alto precio por su existencia, porque el parto la dejó moribunda. La familia dio aviso al médico de Pontones que, tras revisarla, les dijo que no contaran con ella. Le suministró unos medicamentos y se marchó pidiéndole a Juan Francisco Blanco, de 18 años y sobrino de Fortunata, que si la madre no se moría en los próximos minutos, le diera un grito desde Collado Salido, donde se divisaba gran parte del camino que el médico debía de recorrer de vuelta a Pontones. A Fortunata le quedarían cosas que hacer en la vida, porque el milagro se obró y la madre que yacía como muerta, despertó a la vida. Y allá que salió el bueno de su sobrino corriendo para dar voces al médico desde el collado: -¡Fortunata está viva!-, gritaba Juan Francisco agradecido. Pero Fortunata ya siempre llevaría, como atadas a su cuerpo, las secuelas de los partos y la pérdida de sus hijas. Cuando toda la familia marchó definitivamente, en enero de 1971, para Granollers Fortunata viajaba ya enferma del hígado, del corazón, había sufrido una embolia, depresión, etc. Por lo que muy pronto fue llevada por sus hijos a los mejores médicos de Barcelona y disfrutó de todas las comodidades y servicios que podría ofrecerles el mundo moderno. Dejaba atrás años de padecimientos y carencias. Y es por todas aquellas vivencias que muchos canalejeros le decían: “-El día que usted se muera tiene la Gloria ganá-“. Y esa obstinada muerte la alcanzó en Granollers en el año 1980, a la corta edad de 60 años, cansada quizá de los sinsabores de la vida y merecedora del descanso eterno en Las Canalejas celeste. Se marchó con la satisfacción de haber visto casarse a los cuatro hijos que le quedaban y de haber disfrutado de nueve de sus nietos. Se marchó tranquila y dulcemente, como quien se sabe propietario del deber cumplido. Su pena fue no haberse podido llevar al cementerio de Granollers a sus tres mirlos blancos que hoy siguen reposando en el cementerio de Las Canalejas, bajo tres cruces blancas alineadas y delimitadas por un corro de piedras. ¿Y qué fue del resto de la familia? El padre muere en 1994, con 72 años, a causa de un atropello. Un año después, en 1995, Atilano, el menor de los hermanos, murió de cáncer, con 38 años. Eladio, muere de cáncer en el año 2010, a la edad de 58 años. De los siete hijos, todavía quedan con vida Francisca e Isabel, quienes han tenido la generosidad de compartir su historia conmigo, para que nadie olvide que un día, en las casas de en medio de Las Canalejas existió una gran familia. Querido lector, ahora que ya sabes la historia de las tres cruces del cementerio, te ruego que, cuando regreses a Las Canalejas lleves aprendidos estos versos: “Caminante de eternidad que el cementerio visitas póstrate ante las cruces para escuchar su verdad: hay tres niñas durmiendo de corazón sereno. Hay tres mirlos blancos, volando hacia el cielo.” (Poema del autor, dedicado a María, Ramona y Martina) La foto que os comparto de las niñas María, Ramona y Martina, ha sido facilitada por sus hermanas Francisca e Isabel. Es la primera vez que se publica. #JavierMoroteFotografia #sierradesegura #LasCanalejas

fuente de las canalejas y continuamos por camino de los alguaciles

iglesia de las canalejas nuestra señora de la concepción

https://www.facebook.com/100020463587482/posts/960785201280257/ Pongo historia de su autor Javier morote por si no tenéis cobertura: LA DEVOCIÓN RELIGIOSA EN LAS ALDEAS PERDIDAS DE PONTONES Y SANTIAGO: Ocurrió. Era una posibilidad porque las cosas malas vienen solas; aunque uno tiende a pensar que los infortunios ocurren a otros. Ocurrió. Y en aquellos tiempos, en aquellas aldeas, pocos eran los recursos a los que acudir. Escaso el refugio, exiguo el amparo. Exiguo… o abundante. Porque ante tanta precariedad, ante el bloqueo sobre qué decisión tomar, él sabía que la Virgen le estaba esperando para sosegar su amargura. Y hacia la Iglesia de Las Canalejas se encaminó, para postrarse ante su altar y musitar una Salve a su Purísima Concepción. Y tras una promesa, algún ofrecimiento, más de un rezo y bastantes lágrimas, salió del Templo, mucho más tranquilo. La esperanza y la paz habían regresado a su serrana alma. Es el milagro de la fe, que da a quien pide y acompaña a quien padece. La vida cotidiana en las Aldeas Perdidas de Pontones y Santiago era inseparable de las costumbres religiosas. En las más de sesenta aldeas diseminadas por toda esta sierra, la espiritualidad popular era de vital importancia. Los serranosegureños sentían la necesidad de acudir a la fe y a sus Santos para solicitar amparo ante las dificultades del día a día, en unos tiempos donde la vida era áspera y severa, tantas veces cruel. Así, podríamos afirmar con rotundidad que, sin esta espiritualidad cristiana, no se podría entender antropológica ni etnológicamente a estas poblaciones serranas. La vida del serranosegureño giraba en torno a dos pilares fundamentales: uno era la búsqueda del sustento para su familia y otro el favor de las tradiciones, en las que la religiosidad era crucial. Y toda esta religiosidad natural, tan necesaria para su estabilidad emocional, tenía como epicentro espiritual a la Iglesia de las Canalejas. En efecto, para los serranos era un consuelo poder entrar en la Iglesia, arrodillarse frente al Altar y rezarle a su Santo objeto de devoción. También hacer ofrecimientos, participar en procesiones, realizar donativos para obras de caridad, etc. Como ya os he comentado en textos anteriores, en Las Canalejas existía desde tiempos remotos una Hermandad de la Purísima Concepción a través de la cual se canalizaban las costumbres religiosas de estas sierras. La inmensa mayoría de familias pertenecían a esta Hermandad, para lo cual era necesario pagar una cuota anual. La Hermandad tenía como objetivo principal recaudar dinero para organizar las fiestas patronales (que en Las Canalejas recibía el nombre de “Función”), mantener el edificio de la Iglesia, restaurar los Santos, etc. Su misión era, por tanto, mantener viva la llama de la fe y la tradición religiosa en la comunidad serrana, en comunión con el párroco. Para esta misión era de vital importancia que los serranos tuvieran Santos a los que rezar y con los que poder desarrollar su devoción cristiana, al igual que objetos y ornamentos litúrgicos para materializar los actos religiosos. Así, en la iglesia de Las Canalejas se encontraban los siguientes elementos religiosos y de culto: 1. La imagen de la Purísima Concepción. Patrona de esas aldeas y la que más devoción suscitaba. Esta imagen sustituyó a una anterior en 1958, tal como se refleja en los gastos de la hoja 222 del libro de contabilidad de la Hermandad de la Purísima: “Por la imagen (de la) Purísima Concepción, comprada por la Hermandad según factura y de embalaje según la carta y portes hasta Orcera y portes de Orcera a Pontones”. Fue Consuelo Rescalvo quien trajo la Virgen de Pontones a Las Canalejas. Vemos que la Virgen importó 1695 Ptas. El porte hasta Orcera 125 Ptas, el porte de Orcera hasta Pontones 92 Ptas y de Pontones hasta Las Canalejas 45 Ptas. Por tanto, el total de la operación costó 1957 Ptas. La anterior Purísima tenía pelo natural. Una de las que ofreció su pelo negro para la peluca fue Fortunata Romero Pérez. Contaba con una bonita tez morena y un azulado manto de seda con el filo dorado. Parece que se le rompieron las manos y dijeron de comprar una nueva. Esa Virgen tan bonita, cuando llegó la nueva, fue llevada a Pontones por el párroco Don Manuel, quien la rodeó con una manta de cuadros y la cargó en la mula. Se comentaba que iba a ser reparada, pero aquella imagen ya nunca regresó a la aldea. 2. La imagen del Niño Jesús. Patrón de la aldea y que procesionaba junto a la Purísima en la Función. Es una imagen de molde encargada seguramente en Olot. 3. El llamado “Crucificado de Sidi Ifni”, del que puedes leer un artículo que publiqué hace unas semanas. 4. La imagen de la Virgen de los Dolores. Cuyo vestido negro estaba confeccionado con la tela de una antigua sotana del párroco. 5. Una Sagrada Familia. 6. Otro Niño Jesús más pequeño que el anteriormente citado. 7. Un Sagrado Corazón de Jesús. 8. Un Cuadro de la Virgen de la Cabeza. 9. Un tapiz con motivos religiosos. 10. Y los necesarios objetos y ornamentos litúrgicos: cáliz, custodia, patena candelabros, albas, sotanas, estolas, etc. EL SORTEO DE LOS SANTOS. Si nos paramos a pensar el cruel final que tuvo tan fértil vida religiosa no podemos evitar que el alma se nos llene de congoja. Debido a que en el fondo de las expropiaciones forzosas y de la forma como se hicieron primaba una profunda ignorancia y desprecio hacia la rica cultura serrana, la administración no diseñó ningún procedimiento que, en coordinación con el obispado, salvaguardara, al menos, los objetos sacros que contenía la Iglesia. Objetos que atesoraban el corazón espiritual de la vida serrana. Tanto es así, que los mismos aldeanos, viendo que la aldea, con su Iglesia, se abandonaba irremediablemente, decidieron poner a salvo aquellos Santos de mayor devoción. Y la fórmula elegida fue sortearlos entre los miembros de la Hermandad que todavía quedaran por esos lares. Así, un día de 1973, se dio aviso por las aldeas para que se acudiera a la Iglesia de Las Canalejas. Allí, con unos papelillos, se sortearon: la Purísima, el Niño Jesús y el Sagrado Corazón de Jesús. Depende de a quién le tocó, el Santo terminó en uno u otro paradero. Mi propuesta, tal como la describí en un artículo anterior, es que todos estos Santos puedan recuperarse y ser admirados en un Museo de las Aldeas Perdidas que se construyera en la aldea de Los Centenares, respetando la arquitectura tradicional. ¿Y qué ocurrió con el resto de elementos de culto? Pues… como la puerta de la Iglesia ya quedó abierta, aquel que tuvo el deseo, y llegó antes que otros, se llevó lo que quiso… a donde quiso. No podemos describir lo que ocurrió como un “expolio”, porque expoliar es apropiarse de algo que pertenece a otra persona. En este caso, todo lo que quedó en la Iglesia iba a ser abandonado, asolado y reclamado por nadie, por no contemplar la administración un destino organizado para estos. Más bien podríamos decir que muchos objetos religiosos se salvaron de la destrucción gracias a que fueron retirados a tiempo. Tanta pérdida, desde una perspectiva cultural, fue lamentable. Hay quien se consuela recordando que, al menos, las máquinas respetaron el edificio de la Iglesia y no lo derrumbaron. Pero ¿acaso dejar de mantener el Templo no es una condena a muerte igualmente? Baste ver cómo se encuentra actualmente aquella bonita Iglesia que fue el centro neurálgico de la fe en la sierra. La destrucción y la ruina de esta Iglesia se coló en forma de gotera por el tejado. Fue pudriendo las vigas de madera, disolviendo la cal y, finalmente, precipitando el derrumbe de la techumbre y el campanario. Hoy aquella Iglesia donde tantos acontecimientos religiosos ocurrieron, no es más que cuatro paredes maltrechas entre montones de ruina. Todavía no he logrado comprender qué beneficio aportó tanta desolación. PROYECTO ALDEAS PERDIDAS: EL REGRESO DE LA PURÍSIMA. Dentro de las acciones que estamos realizando relacionadas con el “Proyecto aldeas perdidas”, se nos ocurrió en justicia una actuación simbólica, pero al mismo tiempo necesaria, oportuna y reivindicativa: el regreso de la Purísima Concepción, foco devocional de la fe serrana, a su altar en la Iglesia de Las Canalejas. Para ello, pedimos una fotografía a la familia que custodia la imagen. Con dicha fotografía nos pusimos en contacto con una empresa de publicidad. Queríamos imprimir la imagen en un tablón rígido de PVC con tintas especiales, resistentes al agua, a las inclemencias meteorológicas y a los rayos UV. Así, obtuvimos una reproducción en 2D similar al tamaño real de la Virgen, preparada para durar varios años. Así, el día 18 de abril del presente 2022, subimos a la aldea y pusimos a la Virgen en el mismo lugar del altar del que nunca debió salir. La emoción emergía a flor de piel: era la primera vez en cincuenta años que la Virgen regresaba, aún simbólicamente, a su querida aldea de Canalejas. Se cantó la Salve, se gritaron varios ¡vivas! y se hizo una oración para pedir por todos los serranosegureños. Los vivos y los que ya nos han dejado. Ese hermoso día, algunos canalejeros se reencontraron después de cincuenta años. Aquello que ocurrió y la crudeza con la que todo sucedió produjo heridas que apenas han podido cicatrizar. Que la Purísima Concepción, de nuevo en su altar, nos acompañe allá donde estemos. Y a ti querido lector, te invito a pasar por esta Iglesia y rezar por aquellos serranos que tanto padecieron. Aquellos que quizá mucho ganaron, pero también mucho perdieron. Nota: En la época narrada todavía no se había materializado el término municipal de Santiago-Pontones. Las expropiaciones para el Coto afectaron sobre todo a aldeas de Pontones y en un segundo plano a algunas de Santiago. También se vio afectada alguna de Hornos. #JavierMoroteFotografia #AldeasPerdidas #sierradesegura #Pontones #LasCanalejas

izquierda senda del barranco del lobo

collado salido

senda del barranco del lobo a la izquierda

arroyo y senda del barranco lobo

senda del barranco del lobo

cascada de las huelgas

cortijo de las huelgas

zona de las huelgas

cascada cerrada de parrete

antigua casa forestal de las huelgas

senda del miravete

senda del pinar del risco

cortijo de las espumaredas de abajo

izquierda

cortijo espumaredas de arriba

barrera

tornajo

dejamos camino de las espumaredas a la derecha

izquierda

cortijo en ruinas

tornajos

cogemos sendero a la derecha

fuente segura de abajo