CIRCULAR POR LA SIERRA DE VALDEPEÑAS DE JAEN DESDE LOS LLANOS DEL ANGEL
near Marroquín Encina Hermosa, Andalucía (España)
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Trail photos
Itinerary description
La verdad es que copiando la idea de un colega sobre esta misma ruta, me apetecía poner de título a esta circular como una competición de "15000 metros vallas u obstáculos".
Es increíble sentirse un intruso pateando esta preciosidad de paisaje, hogar de nuestros padres y abuelos, fuente de recursos en tiempos tan difíciles, coladas transitadas por arrieros, corredores, pastores, recoveros, seteros, cazadores, y tantos otros.
Desgraciadamente, una parte de la España vaciada, que es una pena, que hoy que afortunadamente vivimos de una forma más holgada, y deseosos de ocupar nuestro tiempo de ocio en valorar estos parajes llenos de belleza e historia. Dicho la cual, es verdad que habría de procurarlo con un alto grado de equilibrio, pues hay que reconocer el pánico que puede sufrir el ganadero que tiene sus animales con la paridera y puedan verse alterados por una afluencia incontrolada de personas no deseadas. Lo dicho, sería deseable, como en todos los aspectos de la vida, encontrar un equilibrio donde el disfrutar de unos, nunca suponga la frustración de otros.
Ha sido una jornada estupenda la que hemos disfrutado con las compañeras, si las aguas de los dos meses anteriores han sido beneficiosas, los 48 litros de anoche lo han mejorado y el comienzo no ha podido ser mejor contemplando la estampa del manto verde en los Llanos del Ángel.
Cuando cogemos la vereda del barranco del Majanillo y dejamos a la izquierda el cortijo de los Largos y el cortijo del Majanillo de nuestro amigo Pedro Aceituno, no viene sino a confirmarnos la gran vecindad que se vivió no hace tanto, en estas sierras que en tiempos de penurias se convirtieron en recurso, que con el esfuerzo de los que lo habitaban, supuso la supervivencia mejor que en otras latitudes, debido a la variedad de posibilidades, agricultura, caza, setas, espárragos, cardillos, retama, lucema etc.
Cuando llegamos a la era del cortijo de Peseta, nos da la sensación de un primer objetivo cumplido. Su ubicación en altozano, dispuesta para recibir la fuerza motriz del viento para poder trillar, aventar, envasar, tantas y tantas fanegas de cereal, base de la alimentación de personas y animales necesarios para el trabajo y el sustento. La solería de la era en pedrería perfectamente ajustada, nos recuerda la pericia de los potenciales artesanos. Un poco más abajo, el cortijo de Peseta ubicado en un recodo natural perfecto, nos indica la inteligencia de nuestros ancestros en la buena utilización de los recursos naturales.
Iniciamos el descenso por el camino de Tabernas admirados por el verde del paisaje, salpicado de majanos, que denuncian la gran actividad agrícola en el pasado, es fácil imaginar el tránsito por donde vamos, barcinando con las narrias abiertas a razón de doce gavillas por carga.
En nuestro descenso por el arroyo de los Barrancos, se hace más patente el discurrir del agua, y a la altura de la Ciroladilla alta, divisamos un ejemplar de ciervo que huye seguramente sorprendido por los intrusos. Llegando a la Ciroladilla baja, podemos apreciar un ejemplar de encina extraordinario, no sólo por su porte, que es grandísimo, sino por la redondez y uniformidad de sus formas que parece una coliflor gigante.. En el cortijo de la Ciroladilla baja la los bloques de obra nueva y tejados de uralitas compiten con los ripios antiguos, demostrando con ello que sigue habiendo vida, esto nos lo demuestra un Mastín, que con sus ladridos nos indica que su labor es guardar el ganado.
Ya estamos por este lugar, próximos al limite del término municipal de Valdepeñas de Jaén, así que nos disponemos a ascender por el barranco Viboras por lo que fue la vía pecuaria "Colada de la Ciroladilla" auténticas carreteras comarcales del pasado que a cada paso nos indican con sus vestigios en forma de cimientos y trabas, la actividad de mantenimiento en estas vías tan transitadas.
En mitad del barranco tenemos la fortuna de coincidir con las hermanas Mora Muriana, que suben con entusiasmo, sin duda, por la relación de sus raíces con estos pagos, resultando que somos medio familia y es que en estas sierras las raíces no son tan extensas, en todo caso, profundas.
Nuestro siguiente objetivo es el pozo de Hundideros, antiguo vestigio con sus piletas de abrevadero. En este lugar centenario, aparte de la foto de rigor, aprovechamos para reparar energías con el bocadillo y las cantimploras.
Ascendemos y recuperamos la senda de la via pecuaria, en las ruinas del cortijo Tenazas, desde cuya flamante era, mucho más resistente al paso del riempo, fotografiamos también al cortijo Alanque, prácticamente a escasos 200 metros y continuamos para ascender al collado de la Cereceda donde nos reciben unas ovejas que no parecen reparar de nuestra presencia, embobadas en su paraíso particular. La pastora nos recibe amablemente, resultando ser cuñada de nuestro vecino Luis Machuca, cuyo cortijo la Cereceda alta, rebasamos con nuestra marcha, para a continuación dejarnos por la derecha abajo el cortijo de Periche y a pocos metros terminamos en la era del cortijo de los Nonos y la presencia de una alambrada infranqueable, nos impiden poder admirarlo estando a escasos metros.
La reflexión en este punto, es la gran cantidad de cortijos alineados a lo largo de esta vía pecuaria en todo un alarde de vecindad que debió ser en el pasado no tan lejano.
Cuando descendemos a través de la cañada de los Robles, se puede apreciar la diferencia de vegetación entre la finca de Hoya amarguilla y la de la solana de los Morales, la quietud que se respira en este entorno es especial, la vista y el oído se alimentan formando un mosaico de sensaciones, solo perceptible en mentes capaces de apreciarlo.
Cuando llegamos a los Rasos de tabernas nos saluda el cortijo de Josefa Aceituno, única superviviente de una extensa familia de 20 miembros que albergó este cortijo. Mi frustración viene después en el intento de enseñar a las compañeras el pozo situado en el cortijo de Brigido donde venía a lavar la buena de Josefa, hemos sido advertidos por el pastor que a lo lejos ha visto como invadimos el espacio de sus ovejas con sus crías recién paridas.
Aceptando la llamada de atención como más que razonable, enfilamos el último tramo de nuestra ruta siguiendo el curso del arroyo Cabañeros en su viaje hacia la vertiente del río San Juan por el término de Castillo de Locubin.
Los llanos del Ángel, principio y final de nuestra ruta, nos esperan con una imagen bucólica de las ovejas pastando tranquilas en este precioso paraje.
Hemos disfrutado un día más y solo nos queda agradecer a las compañeras haber hecho posible que pasemos un buen rato.
Está no quita otra.
Es increíble sentirse un intruso pateando esta preciosidad de paisaje, hogar de nuestros padres y abuelos, fuente de recursos en tiempos tan difíciles, coladas transitadas por arrieros, corredores, pastores, recoveros, seteros, cazadores, y tantos otros.
Desgraciadamente, una parte de la España vaciada, que es una pena, que hoy que afortunadamente vivimos de una forma más holgada, y deseosos de ocupar nuestro tiempo de ocio en valorar estos parajes llenos de belleza e historia. Dicho la cual, es verdad que habría de procurarlo con un alto grado de equilibrio, pues hay que reconocer el pánico que puede sufrir el ganadero que tiene sus animales con la paridera y puedan verse alterados por una afluencia incontrolada de personas no deseadas. Lo dicho, sería deseable, como en todos los aspectos de la vida, encontrar un equilibrio donde el disfrutar de unos, nunca suponga la frustración de otros.
Ha sido una jornada estupenda la que hemos disfrutado con las compañeras, si las aguas de los dos meses anteriores han sido beneficiosas, los 48 litros de anoche lo han mejorado y el comienzo no ha podido ser mejor contemplando la estampa del manto verde en los Llanos del Ángel.
Cuando cogemos la vereda del barranco del Majanillo y dejamos a la izquierda el cortijo de los Largos y el cortijo del Majanillo de nuestro amigo Pedro Aceituno, no viene sino a confirmarnos la gran vecindad que se vivió no hace tanto, en estas sierras que en tiempos de penurias se convirtieron en recurso, que con el esfuerzo de los que lo habitaban, supuso la supervivencia mejor que en otras latitudes, debido a la variedad de posibilidades, agricultura, caza, setas, espárragos, cardillos, retama, lucema etc.
Cuando llegamos a la era del cortijo de Peseta, nos da la sensación de un primer objetivo cumplido. Su ubicación en altozano, dispuesta para recibir la fuerza motriz del viento para poder trillar, aventar, envasar, tantas y tantas fanegas de cereal, base de la alimentación de personas y animales necesarios para el trabajo y el sustento. La solería de la era en pedrería perfectamente ajustada, nos recuerda la pericia de los potenciales artesanos. Un poco más abajo, el cortijo de Peseta ubicado en un recodo natural perfecto, nos indica la inteligencia de nuestros ancestros en la buena utilización de los recursos naturales.
Iniciamos el descenso por el camino de Tabernas admirados por el verde del paisaje, salpicado de majanos, que denuncian la gran actividad agrícola en el pasado, es fácil imaginar el tránsito por donde vamos, barcinando con las narrias abiertas a razón de doce gavillas por carga.
En nuestro descenso por el arroyo de los Barrancos, se hace más patente el discurrir del agua, y a la altura de la Ciroladilla alta, divisamos un ejemplar de ciervo que huye seguramente sorprendido por los intrusos. Llegando a la Ciroladilla baja, podemos apreciar un ejemplar de encina extraordinario, no sólo por su porte, que es grandísimo, sino por la redondez y uniformidad de sus formas que parece una coliflor gigante.. En el cortijo de la Ciroladilla baja la los bloques de obra nueva y tejados de uralitas compiten con los ripios antiguos, demostrando con ello que sigue habiendo vida, esto nos lo demuestra un Mastín, que con sus ladridos nos indica que su labor es guardar el ganado.
Ya estamos por este lugar, próximos al limite del término municipal de Valdepeñas de Jaén, así que nos disponemos a ascender por el barranco Viboras por lo que fue la vía pecuaria "Colada de la Ciroladilla" auténticas carreteras comarcales del pasado que a cada paso nos indican con sus vestigios en forma de cimientos y trabas, la actividad de mantenimiento en estas vías tan transitadas.
En mitad del barranco tenemos la fortuna de coincidir con las hermanas Mora Muriana, que suben con entusiasmo, sin duda, por la relación de sus raíces con estos pagos, resultando que somos medio familia y es que en estas sierras las raíces no son tan extensas, en todo caso, profundas.
Nuestro siguiente objetivo es el pozo de Hundideros, antiguo vestigio con sus piletas de abrevadero. En este lugar centenario, aparte de la foto de rigor, aprovechamos para reparar energías con el bocadillo y las cantimploras.
Ascendemos y recuperamos la senda de la via pecuaria, en las ruinas del cortijo Tenazas, desde cuya flamante era, mucho más resistente al paso del riempo, fotografiamos también al cortijo Alanque, prácticamente a escasos 200 metros y continuamos para ascender al collado de la Cereceda donde nos reciben unas ovejas que no parecen reparar de nuestra presencia, embobadas en su paraíso particular. La pastora nos recibe amablemente, resultando ser cuñada de nuestro vecino Luis Machuca, cuyo cortijo la Cereceda alta, rebasamos con nuestra marcha, para a continuación dejarnos por la derecha abajo el cortijo de Periche y a pocos metros terminamos en la era del cortijo de los Nonos y la presencia de una alambrada infranqueable, nos impiden poder admirarlo estando a escasos metros.
La reflexión en este punto, es la gran cantidad de cortijos alineados a lo largo de esta vía pecuaria en todo un alarde de vecindad que debió ser en el pasado no tan lejano.
Cuando descendemos a través de la cañada de los Robles, se puede apreciar la diferencia de vegetación entre la finca de Hoya amarguilla y la de la solana de los Morales, la quietud que se respira en este entorno es especial, la vista y el oído se alimentan formando un mosaico de sensaciones, solo perceptible en mentes capaces de apreciarlo.
Cuando llegamos a los Rasos de tabernas nos saluda el cortijo de Josefa Aceituno, única superviviente de una extensa familia de 20 miembros que albergó este cortijo. Mi frustración viene después en el intento de enseñar a las compañeras el pozo situado en el cortijo de Brigido donde venía a lavar la buena de Josefa, hemos sido advertidos por el pastor que a lo lejos ha visto como invadimos el espacio de sus ovejas con sus crías recién paridas.
Aceptando la llamada de atención como más que razonable, enfilamos el último tramo de nuestra ruta siguiendo el curso del arroyo Cabañeros en su viaje hacia la vertiente del río San Juan por el término de Castillo de Locubin.
Los llanos del Ángel, principio y final de nuestra ruta, nos esperan con una imagen bucólica de las ovejas pastando tranquilas en este precioso paraje.
Hemos disfrutado un día más y solo nos queda agradecer a las compañeras haber hecho posible que pasemos un buen rato.
Está no quita otra.
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