Circular por los alrededores de Adahuesca
near Adahuesca, Aragón (España)
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Itinerary description
Pequeña ruta circular por los alrededores de Adahuesca para hacer en una matinal.
Salimos de esta pequeña localidad para adentrarnos en el camino de las Luperas en dirección a la Ermita de Treviño.
La ermita de Nuestra Señora del Treviño en Adahuesca (siglo XIII) es el único resto de un antiguo monasterio del que apenas existen referencias históricas y que se completaba con un claustro. Aún se puede recrear con la imaginación el cuadrado claustro, plantado hace tiempo de laureles, hoy de cipreses. Esbeltas columnas soportaban las arquerías de medio punto. En su centro se abría un aljibe cuyas aguas socorrían a la villa en años estériles de lluvias. Construido en pleno siglo XIV, fue demolido en 1965, ante la amenaza de ruina.
Quizá su nombre, Treviño, derive de estar y haber estado siempre entre viñedos..., aunque dice la leyenda que en Treviño confluían los limites de tres diócesis y que los tres prelados podrían reunirse en torno a una mesa, sin que ninguno de ellos saliera de sus límites diocesanos. Historia o leyenda, lo cierto es que la palabra Treviño parece derivar del latín trifinium: tres fronteras, límite de tres propiedades, regiones o gentes.
La cabecera es poligonal al exterior y semicircular al interior y la nave se cubre con bóveda de cañón apuntado. La cornisa que recorre cabecera y nave es soportada por canecillos toscamente decorados con motivos geométricos, rollos o rostros humanos.
La portada del muro de los pies se abre en arco de medio punto. Queda enmarcado por una moldura con puntas de diamante y su tímpano acoge un crismón trinitario. Sobre ella se abre una ventana con la misma decoración de puntas de diamante.
La portada principal se abre al muro norte y presenta cinco arquivoltas, capiteles y una imposta decorados con motivos geométricos, una decoración de rollos en el intradós del arco y restos de una moldura de ajedrezado jaqués. Con posterioridad se añadió un porche gótico y se policromó todo el conjunto. El grueso de los canteros románicos debieron limitarse a la labra de sillares para los muros y dovelas para los arcos. Sólo los más dotados alcanzaron a componer piezas decoradas, las más de las veces con repertorios vegetales o geométricos como las arquivoltas o los capiteles de la portada, o como en los canecillos que soportan la cornisa, con toscos rostros humanos, todos anónimos, ya fueran prebostes de la iglesia, canteros, nobles o plebeyos.
Los principios que tenían como base los maestros del románico eran la monumentalidad, la solidez y la perdurabilidad. Para aplicarlos era necesario dominar la bóveda de piedra. Además, su forma cóncava, remitía simbólicamente a la bóveda celeste. Pero el grosor de los muros iba a impedir abrir grandes ventanas: la escasa luz genera ese ambiente especial que se percibe al penetrar en un templo románico.
Los muros interiores solían picarse para obtener unos planos lo suficientemente rugosos como para recibir pinturas murales; y es que en la época del románico casi nunca se dejaban los muros vistos. Además, siempre resultaba más barato desplegar un programa pictórico que encargar piezas labradas.
Aún pueden verse en el ábside restos de pinturas que representan a Jesús resucitado apareciéndose a santa María Magdalena. Son didácticas y expresivas. El dibujo se perfila con gruesas líneas negras que enmarcan los colores, planos y brillantes (rojo, azul, blanco).
Dentro y fuera del templo, colores puros e intensos para los capiteles, los fustes o las arquivoltas, completaban el trabajo de los canteros.
El día de Viernes Santo los habitantes de Adahuesca, vestidos de romanos, acudían y aún acuden al Treviño y después de la misa, reparten galletas y vino.
Según la tradición, la Virgen obraba multitud de prodigios en quienes acudían a su iglesia. Las “presentallas” y exvotos de cera y plata, con formas de pies, manos, pechos y ojos que se veían colgados del rejado de la ermita, daban cuenta de milagrosas curaciones. En el siglo XVIII aún se podían ver allí la camisa y los zapatos de una mujer que, estando rezando, fue alcanzada por un rayo y salió ilesa.
Tras esta pequeña visita al exterior de la Ermita nos dirigimos a una pista en donde torceremos a mano derecha en bajada hasta llegar primero al Barranco de Alcantariella y después a la fuente que lleva el mismo nombre. Tras una parada seguimos por donde hemos venido unos metros y rompemos al poco rato por una pista a la izquierda en donde tras una pequeña subida encontramos una cabaña de pastores, la dejamos a nuestra derecha y seguimos la pista que nos ha de llevar a la carretera.
Tras caminar unos metros por la misma la cruzamos y pillamos la Cañada real para poco después desviarnos a mano derecha e iniciar el regreso a Adahuesca.
Salimos de esta pequeña localidad para adentrarnos en el camino de las Luperas en dirección a la Ermita de Treviño.
La ermita de Nuestra Señora del Treviño en Adahuesca (siglo XIII) es el único resto de un antiguo monasterio del que apenas existen referencias históricas y que se completaba con un claustro. Aún se puede recrear con la imaginación el cuadrado claustro, plantado hace tiempo de laureles, hoy de cipreses. Esbeltas columnas soportaban las arquerías de medio punto. En su centro se abría un aljibe cuyas aguas socorrían a la villa en años estériles de lluvias. Construido en pleno siglo XIV, fue demolido en 1965, ante la amenaza de ruina.
Quizá su nombre, Treviño, derive de estar y haber estado siempre entre viñedos..., aunque dice la leyenda que en Treviño confluían los limites de tres diócesis y que los tres prelados podrían reunirse en torno a una mesa, sin que ninguno de ellos saliera de sus límites diocesanos. Historia o leyenda, lo cierto es que la palabra Treviño parece derivar del latín trifinium: tres fronteras, límite de tres propiedades, regiones o gentes.
La cabecera es poligonal al exterior y semicircular al interior y la nave se cubre con bóveda de cañón apuntado. La cornisa que recorre cabecera y nave es soportada por canecillos toscamente decorados con motivos geométricos, rollos o rostros humanos.
La portada del muro de los pies se abre en arco de medio punto. Queda enmarcado por una moldura con puntas de diamante y su tímpano acoge un crismón trinitario. Sobre ella se abre una ventana con la misma decoración de puntas de diamante.
La portada principal se abre al muro norte y presenta cinco arquivoltas, capiteles y una imposta decorados con motivos geométricos, una decoración de rollos en el intradós del arco y restos de una moldura de ajedrezado jaqués. Con posterioridad se añadió un porche gótico y se policromó todo el conjunto. El grueso de los canteros románicos debieron limitarse a la labra de sillares para los muros y dovelas para los arcos. Sólo los más dotados alcanzaron a componer piezas decoradas, las más de las veces con repertorios vegetales o geométricos como las arquivoltas o los capiteles de la portada, o como en los canecillos que soportan la cornisa, con toscos rostros humanos, todos anónimos, ya fueran prebostes de la iglesia, canteros, nobles o plebeyos.
Los principios que tenían como base los maestros del románico eran la monumentalidad, la solidez y la perdurabilidad. Para aplicarlos era necesario dominar la bóveda de piedra. Además, su forma cóncava, remitía simbólicamente a la bóveda celeste. Pero el grosor de los muros iba a impedir abrir grandes ventanas: la escasa luz genera ese ambiente especial que se percibe al penetrar en un templo románico.
Los muros interiores solían picarse para obtener unos planos lo suficientemente rugosos como para recibir pinturas murales; y es que en la época del románico casi nunca se dejaban los muros vistos. Además, siempre resultaba más barato desplegar un programa pictórico que encargar piezas labradas.
Aún pueden verse en el ábside restos de pinturas que representan a Jesús resucitado apareciéndose a santa María Magdalena. Son didácticas y expresivas. El dibujo se perfila con gruesas líneas negras que enmarcan los colores, planos y brillantes (rojo, azul, blanco).
Dentro y fuera del templo, colores puros e intensos para los capiteles, los fustes o las arquivoltas, completaban el trabajo de los canteros.
El día de Viernes Santo los habitantes de Adahuesca, vestidos de romanos, acudían y aún acuden al Treviño y después de la misa, reparten galletas y vino.
Según la tradición, la Virgen obraba multitud de prodigios en quienes acudían a su iglesia. Las “presentallas” y exvotos de cera y plata, con formas de pies, manos, pechos y ojos que se veían colgados del rejado de la ermita, daban cuenta de milagrosas curaciones. En el siglo XVIII aún se podían ver allí la camisa y los zapatos de una mujer que, estando rezando, fue alcanzada por un rayo y salió ilesa.
Tras esta pequeña visita al exterior de la Ermita nos dirigimos a una pista en donde torceremos a mano derecha en bajada hasta llegar primero al Barranco de Alcantariella y después a la fuente que lleva el mismo nombre. Tras una parada seguimos por donde hemos venido unos metros y rompemos al poco rato por una pista a la izquierda en donde tras una pequeña subida encontramos una cabaña de pastores, la dejamos a nuestra derecha y seguimos la pista que nos ha de llevar a la carretera.
Tras caminar unos metros por la misma la cruzamos y pillamos la Cañada real para poco después desviarnos a mano derecha e iniciar el regreso a Adahuesca.
Waypoints
Waypoint
1,997 ft
Adahuesca
Adahuesca
Waypoint
1,837 ft
Barranco de la Alcantariella
Senda
Waypoint
2,034 ft
Cabaña1
Waypoint
1,917 ft
Camino de Azlor
Camino de Azlor
Waypoint
1,982 ft
Camino de las Luperas
Adahuesca
Waypoint
2,087 ft
Camino y Camino de Los Valles
Camino y Camino de Los Valles
Waypoint
2,068 ft
Cañada Real de San Román
Límite de Municipio / Provincia
Waypoint
1,948 ft
Ermnita
Waypoint
1,840 ft
Fuente de la Alcantariella
Comments (1)
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Hola Alfonso
Feliz Navidad, Felices fiestas en compañía de tus seres queridos y mucha montaña para el 2017