Circular torres y portillo de Sibirana desde el Pígalo

Esta ruta, circular, discurre por el límite occidental del Paisaje Protegido de la Sierra de Santo Domingo, toda ella por bosque de pinos, carrascas e incluso hayas y acebos, con algunos campos de labor abandonados.
Comienza en el aparcamiento del pozo del Pígalo, a donde podemos llegar en coche por una pista apta para turismos que parte de la localidad de Luesia. Este paraje es muy bonito, especialmente por las pozas que ha creado el río Arba, y vale la pena emplear algo de tiempo en disfrutar del entorno.

Empezamos a andar regresando 1 km por la pista por la que hemos llegado para tomar otra pista hacia la derecha que va ascendiendo con suavidad por la valle de Sibirana. A los 50 minutos, en un cruce, hay que seguir de frente; pero antes es recomendable ir a la derecha para visitar las impresionantes torres de Sibirana y la ermita de Santa Quiteria, esta última en ruinas. Concluida la visita, de unos 20 minutos, regresamos al cruce para continuar ascendiendo el valle.
Más adelante, cuando llevamos una hora y media caminando, tomaremos una pista que sale hacia la derecha señalizada como "Portillo de Sibirana" para seguir ascendiendo hasta este collado, al que llegamos cuando llevamos 1 hora y tres cuartos.

Para continuar, tomaremos una nueva pista que arranca a la derecha pocos metros antes del portillo. Aunque al principio desciende un poco, en seguida continúa ascendiendo. Cuando llevamos 2 horas y 20 minutos, debemos tomar una pista a la derecha, esta sin señalizar. Tras algunos subibajas alcanzaremos el punto más alto de la jornada, con 1071 m, y empezaremos el descenso para llegar a otro cruce (3 horas y 12 minutos) y continuar por la derecha: un suave ascenso y seguimos descendiendo.
No dejamos ya la pista principal excepto si tomamos un corto tramo de senda medieval para saltarnos una lazada y llegar al Pígalo tras 4 horas y 25 minutos, un paraje que vale la pena visitar, en especial el famoso pozo.

Tras la visita, 6 o 7 minutos más y estaremos en el aparcamiento, poniendo fin a una andada muy cómoda por un paraje lleno de encanto.