Collsuspina-Turó de Bellver 100 Cims-Miradors

Antes del amanecer llegamos a Collsuspina, nuestro punto de partida en la jornada de hoy, acompañados por el frío de la madrugada y la ténue luz de la Luna, que aún reina a estas horas. Nos espera una ruta sencilla , sin complicaciones ni subidas muy exigentes, que discurrirá por carretera local poco transitada, caminos, pista, sendas y senderos. Al poco de llegar al aparcamiento, el rey sol aparece y espanta al helor y a la oscuridad, acariciando nuestros rostros, como dando su aquiescencia y beneplácito a nuestra empresa de hoy. Los primeros rayos nos descubren las hermosas casas de piedra de esta población, sus bién cuidadas calles, y a los primeros parroquianos tomando el café matutino, oh sorpresa, en la terraza exterior. Tomando ejemplo, nos sacudimos la pereza urbanita e iniciamos la andadura con una amplia sonrisa. A nuestra espalda , el majestuoso macizo de Montserrat con su eterno halo de misterio, parece prometernos, como siempre, que velará por nosotros, como un fiel escudero. La asafaltada carretera marca el camino hacia el 100 cims de hoy, el Turó de Bellver. Amenizamos la marcha observando a nuestra izquierda el Grony de l'Oller, el Grony, algo mas modesto en cuanto a altura, y divisando en la lejanía, a la derecha, la clara silueta de la Ermita de Sant Gugat de Gavalons. A su izquierda, menos visible, la caseta y la antena en la cima del Turó. A nuestra espalda, gracias a ser un día tan despejado, también distinguimos la Mola y el Montcau. Al pasar junto a las granjas que salpican la ruta, nos asaltan los típicos olores del ganado, y sobresaliendo por encima de todos, el de las purinas porcinas. Las vacas nos observan con mirada incrédula, como preguntandose por un instante a donde vamos, y enseguida se concentran en saborear el verde pasto. La suave subida nos permite mantener una animada charla, recordando anécdotas de pasadas gestas y anticipando futuras empresas. No siempre el esfuerzo nos permite dedicar las energías a estas cuestiones, por lo que aprovechamos la ocasión y sin darnos cuenta estamos en la cima del Turó de Bellver, después de pasar por la "puerta" que custodia el hilo cargado con una suave corriente eléctrica, como se empeñó en comprobar nuestro estimado compañero de fatigas. Un modesto punto geodésico marca el lugar, medio tapado por la caseta y la antena algo mayores en tamaño, pero disfrutando de una hermosa panorámica de los nevados Pirineos. Por anteriores comentarios de otros caminantes y los restos de tierra removida, queremos creer que se han ocupado de limpiar el lugar de vegetación para liberar las vistas, aunque seguramente fué para los periódicos trabajos de conservación de la antena. Las vistas de los Pirineos a un lado, todo el valle al frente, y a la espalda montes hasta donde alcanza la vista, en 360º. Al pie, con un hermoso contraluz, nos aguarda la Ermita de Sant Cugat de Gavalons, y su mirador, desde el que las panorámicas son aún mejores si cabe. Según reza en el cartel informativo tenemos a la izquierda Rasos de Peguera, Cadí, Tossa d'Alp, Puigllançada y Puigmal. Enfrente, Canigó, Puigsacalm, Montcalm y El Far entre otros. A la derecha, Les Guilleries, Cingles de Tavertet y Rupit, Matagalls, Agulles, Turó de l'Home, y claramente distinguible por su forma, el Tagamanent. Toca ahora seguir por sendero, cosa que agradecemos para variar de panorama y pisar algo más mullido que el cemento. El descenso, aunque exige estar atentos, no es muy resbaladizo y pronto llegamos a la Font del Regàs, punto de nacimiento del Riu Congost, principal afluente del Besós. Un inapreciable hilillo de agua y un remozado cartel, dan fe de este hecho. Un pedregoso camino desemboca en la carretera y desde allí seguimos de nuevo por un sendero que sube gradualmente hasta los miradores. No sin dejar de echar un vistazo a los nevados Cingles, nos deleitamos en ambos con las vistas, ya que curiosamente están orientados hacia puntos contrapuestos y entre ambos completan una inigualable panorámica. Montserrat a la espalda, hacia la izquierda Pedraforca, Bastiments, a la derecha Cabrera, Tavertet y otros anteriormente citados, están reflejados en la rosa de los vientos. Toca ahora descender, también de forma suave y poco exigente, lo que nos permite repasar lo vivido durante la jornada, atesorar en nuestras retinas espléndidas imágenes, y poner aún más empeño en planificar la próxima salida. Mas granjas, terneros y una curiosa formación de piedras, nos acompañan hasta llegar als Tres Roures. Árboles monumentales que parecen indicar la dirección hacia el pueblo, que nos recibe con una hermosa senda, flanqueada con rocas verticales, planas y vestidas de verdín, y aunque echamos en falta la banda de música, nos paramos a admirar las primeras casas del pueblo antes de llegar de nuevo al aparcamiento.