Corazón de Las Alpujarras - II

De nuevo por el corazón de las Alpujarras, en esta ruta continuamos lo que empecé el año pasado, pero con senderos mucho menos marcados (seguramente debido al parón por el coronavirus) y más calor, bastante más calor.

Ruta para experimentados, con bastantes momentos en los que el sendero de pierde y otros de campo a través. Largos tramos de pista árida y torrefacta. Ingredientes que pueden parecer de guiso masoquista, pero que es, sin embargo, reconfortante en su dureza.

Las más arduas subidas, las caminatas bajo el sol levantando polvo a cada paso, preparan a fuego lento nuestro cuerpo y nuestra mente para el disfrute máximo de las fuentes y las moreras que, salpicadas a lo largo del recorrido rellenan ampliamente el vaciado previo. ¿Y cómo va a ser igual rellenar una botija llena o medio llena que otra vacía?

Salgo desde Yegen bajando hacia Válor, encontrando antes del pueblo la primera fuente: el “Manantial Cuesta Viñas” de agua carbonatada magnífica, aunque algo descuidado. En el mismo Válor la “Fuente alegre” nos recibe con su frescura. Seguimos hacia Nechite, entrando con la humilde pero fresca “Fuente Martín”, con una pequeña placa que reza: “Nos encanta que disfrutes bebiendo la hermosa agua de manantial. Por favor, lleve su basura a casa para que otros disfruten de la fuente y el agua. Gracias.” Pues ya sabéis.
Continuamos en altura, recorriendo los pueblos serranos Mairena, Júbar, Laroles y el apartado Bayárcal, con el fresco manantial-lavadero de Fuente Jiménez. La subida a Bayárcal la hice siguiendo el original Gr7, lo cual no es fácil, puesto que es casi una escalada con algunos pasos entre linde de fincas muy poco evidentes.
Último tirón del día para alcanzar Paterna del Río y refrescar el gaznate con cerveza proporcionada por el restaurante Miguel, donde Manolo, el camarero extremeño, muestra su buen hacer.
A la mañana siguiente tenía pensado dirigirme a Laujar de Andarax, pero los largos tramos de carretera obligada si no queremos hacer un largo rodeo por montaña (y con la que está cayendo no es plan;), improviso sobre la marcha y cambio el rumbo hacia Alcolea, haciendo una visita a El Castillo de Iniza. Es este un nombre que yo pensaba se debía al aspecto de castillo de la peña, y no a que hubiera un castillo allí arriba... Pero lo hay, o mejor dicho, lo hubo, puesto que son solamente unos restos, casi ni ruinas, lo que lo atestiguan. En todo caso es un promontorio de difícil acceso con sendero poco o nada marcado pero de magníficas vistas. La bajada hacia alcolea desde El Castillo comienza sin sendero, campo traviesa y tirando de habilidades de orientación, con algunos reajustes durante el descenso pero que, finalmente nos dejan en una pista que, ya poco a poco, nos acercará hasta Alcolea.
Alcolea, relativamente alta en la ladera nos recibe, si entramos por el lado de la Iglesia, con un manantial-lavadero que resulta un vergel, en medio del calor sofocante que le rodea. Los moriscos sabían lo que se hacían cuando se establecieron en las Alpujarras.
Y comenzamos con la vuelta a Yegen, a través de Cherín (restaurante Cherín de obligada parada: cerveza fría y buenas tapas) y Ugígar. La llegada a Ugígar la he hecho a través de la rambla seca en un paraje que podría ser del desierto de Nevada que tanto hemos visto en las pelis de indios y vaqueros. Tenéis que atravesarlo.
El último tramo hasta Yegen es en continua subida (500 metros de desnivel), pero que se hace poco a poco y bien.
En fin, una ruta de fábula en tiempo tórrido donde los haya, pero que, más que desmerecer, ha enaltecido su encanto.