Corçà-Casavells-Castell D'Empordà

Un , ahora aún, tímido sol invernal, comienza a despejar la niebla que nos ha acompañado en la aproximación a esta pequeña población, que vive a la sombra de otra más conocida, La Bisbal D'Empordà. A nuestra espalda , entre árboles, se adivina la silueta del Castell de Caramany y una de sus almenas, y enfrente, la Església de Sant Julià y Santa Basilissa. La hermosa Plaça del Firal nos ofrece cobijo para el vehículo, y enseguida iniciamos la ruta. El camino alternará una parte de cemento, algo de asfalto, y la mayor parte por pista de tierra. La orografía es practicamente plana, salvo la corta subida a Castell D'Emporda. Nos detenemos en la Ermita de Sant Sebastià, en las afueras del pueblo, donde el castillo se muestra para nuestros ojos, algo más generosamente. Ya pisamos tierra, y al llegar a la casa de colonias, girando a la derecha,unas vallas amarillas entreabiertas nos invitan a pasar, a pesar del cartel de "camino particular". Burros, cabras y ponys, esperan plácidamente , suponemos, la llegada de alborotadores niños, para jugar con ellos. A la derecha una pequeña elevación del terreno, debe ser el Puig Cornell, que con sus humildes 76 metros de altura, no parece haber merecido el honor de ser incluido en la llista de 100 Cims. Al pasar el túnel de la carretera, apenas nos molesta el ruido de tráfico, entretenidos como estamos elucubrando sobre la ausencia de lluvia y de verdor en los campos. El pequeño núcleo de Casavells, nos permite admirar su Palau y la Església de Sant Genís. Sus calles limpias y los edificios de piedra, muy bien cuidados y engalanados, nos entretienen largos momentos. En el Pou, como niños, jugamos con su mecanismo, sin ser capaces de hacer manar el preciado elemento, y nos conformamos con contemplar el paisaje a nuestro alrededor, y allá a lo lejos nuestro próximo destino, Castell D'Emporda. Pronto desvelamos la incógnita de como pasar el Riu Daró, puesto que es pasto de nuestras botas, pisando sin clemencia y con determinación su seco cauce. Una batida de cazadores nos barra el paso, nos informan de que el camino está cerrado por la caza de jabalíes y nos indican que podemos girar a la derecha, hacia el Molí del Senyor, para caminar sin peligro. El único inconveniente será repetir un trecho, para ir y venir de la visita a Sant Martí de Llaneres. Hermoso y decorado con gusto, este conjunto arquitectónico, nos cautiva en su modestia, por los hermosos detalles que observamos. La limpieza de sus paredes y tejados, el emparrado de la fachada, los techos que se insinúan por las ventanas, y su bonito jardín. Llegamos ahora a la única subida del día, el acceso a Castell D'Empordá, que con un desnivel de 40 metros por una suave pendiente asfaltada, no nos amilana como curtidos senderistas que somos. La cumbre de la loma está ocupada por un hotel con "encanto" para turistas, como anuncia su publicidad y atestiguan los rótulos en inglés, con un espléndido mirador para solazarse con las vistas del valle y de las estrellas en la noche. Un paseo por el bosque y el Santuari del Remei, completan la oferta. Para la bajada, pasamos por las empedradas calles, entre las casas, y llegando al arco que indica que se acaba el pueblo, tomamos el sendero que desemboca en la Font Verda, sin agua y sin caño. De nuevo por pista de tierra y entre campos en barbecho, hacemos fotos al lejano Massís del Montgrí, con su inconfundible silueta de "Bisbe Dorment", a la más cercana Torreguinarda y a varias masías, para llegando al pueblo, recorrer y visitar todos los recovecos de su barri antic. En resumen, ha sido una jornada, para variar, tránquila y apacible en los esfuerzos, pero intensa en vivir el momento y el entorno.