De Belsué a los acantilados de Cienfuens.

-Inicio, en una curva de la carretera pasado Belsué, a 950 metros de altitud.
-Duración, 4:15h en total, sin contar paradas.
-Desnivel, 350 metros de subidas y bajadas.

Advertencia: el recorrido por la parte alta de los acantilados de Cienfuens, desde la Collada de Travesada al Refugio de Belsué, se realiza fuera de sendero por un terreno agreste de matorral bajo y roca caliza de lapiaz. Hay que estar dispuesto a jabalinear, a abrirse paso entre la fronda para gozar del espectáculo visual que espera al borde de los acantilados. Abstenerse los poco acostumbrados a moverse por estos terrenos montaraces de Guara.

En la carretera hacia Nocito, una vez pasado el desvío a Belsué y tras negociar un par de curvas reviradas, sale una pista con indicador al Pico del Águila y al Dolmen de Belsué.

El carril deja primero un ramal a mano derecha y alcanza una intersección donde seguir por la derecha. Se rebasa la cabaña de Otín para enseguida alcanzar el primer atajo, esta vez señalizado por un triste mojón de piedras.

La senda marcha a cruzar una ladera de formaciones margosas, donde aquella jornada hubo que abrirse paso a bastonazos para salvar una barrara de zarzas. Sin otro impedimento volvemos a conectar con la pista.

Atender a un nuevo alcorce que sale por la derecha y mas arriba atraviesa el trazado de la pista. De esta forma nos ahorramos los virajes del carril con ánimo de subir mas directos a la Collada de la Travesada.

En el nuevo empalme con la pista aparece una caseta ruinosa con su techumbre a medio derruirse. Queda un trecho corto para salir a la despejada y venteada Collada de la Travesada. De la misma parte un carril en descenso hacia el Dolmen de Belsué, y sin hacer caso a la pista principal que viene del Salto del Roldán y va al Refugio de Belsué, se ha de tomar una trocha que se adentra en la ladera conocida como el Paco de A Liana.

La trocha muere pronto, al llegar a una anchura donde hay que adivinar la huella fina de un sendero, traza exigua que al poco desemboca en un prado que según mapas y guías recibe el nombre de la Mallata de Campo Concello.

Servidor investigó a lo largo del campo en busca de sendas que permitieran el avance por la ladera, sin obtener éxito al seguir el rastro mas marcado que sale por el norte. En una segunda intentona sí apareció un amago de camino con rumbo oeste, aunque por desgracia su traza acaba por difuminarse entre el matorral.

Abundante boj y algo de erizón por los que andar a la brava con idea de alcanzar el borde superior de los acantilados de Cienfuens. La línea del GPS en este tramo es sólo orientativa pues lo normal será abrirse paso al buen tuntún.

Las carrascas gustan de crecer en las inmediaciones de la cresta y habrá que sortearlas a fin de ganar la parte alta de los acantilados. Ya arriba parece abrirse el cielo, y no metafóricamente, porque las vistas se desploman hacia los cortados de Cienfuens y al Valle del Flumen.

El avance continúa siendo incomodo y lento por la cresta, con el follaje de las encinas como estorbo y los bojes levantando barreras. Conviene marchar por el borde próximo a los cortados pues se halla mas libre de vegetación, teniendo mucho cuidado en no asomarse demasiado a los precipicios.

El próximo objetivo de la ruta consiste en llegar a un prado que parece inmune a la invasión reinante del matorral, es la Mallata de Lañaecho. Sorprende la existencia de semejante mancha de hierba entre el compacto sotobosque de bojes, y obviando las razones del por qué este campo se libra de las garras de la vegetación, el lugar se antoja propicio para tomar un descanso y refrigerio.

Toca subir por la ladera enmarañada a fin de recuperar el borde del acantilado. A partir de este momento viene un recorrido aéreo e impactante sobre la muralla que se desploma al valle del Flumen. Las paradas y asomadas serán cuantiosas, llevando cuidado en no aproximarse mucho al vacío y en no asustar a los buitres que gustan de apostarse en los cantiles rocosos. Se descubrirán argollas y cuerdas empleadas por los escaladores.

Será una bajada tendida por suelo duro de roca caliza y con afloraciones de lapiaz. Siempre pegados al abismo, ya en un tramo de descenso mas acusado, aparece a lo lejos la silueta de un árbol extraño a estos lares. Es un cedro plantado en la época de la construcción de la presa que anuncia la llegada inminente al refugio de Belsué.

El refugio está cerrado a los visitantes sin llave, con un cobertizo aledaño donde hay un surtidor de agua.

La bajada a la orilla del pantano se puede hacer por un carril abierto en la ladera, o mejor por el tramo de escaleras que llevan a la presa y sus túneles. En este descenso por los escalones asoma la entrada a cavidades investigadas por espeleólogos. Abajo se conecta con una pista que viene de la cercana presa y tomamos en dirección opuesta.

Del carril de subida al refugio parte un senda que avanza a media ladera por encima de una de las colas del embalse. Mas adelante se deja el estrecho que forma el barranco de Señar, donde en época de lluvias se oye el gorgoteo del agua, para luego vadear su cauce y salir al prado de la otra orilla.

Ir por la linde del campo a enlazar con una pista donde aparecen indicadores de la ruta a Belsué y su presa. Se atraviesan laderas de margas y el lecho del barranco Barranquero del que se canaliza el agua para regar los campos cercanos.

Así se llega al primer cruce tomado al comienzo de la jornada, a unos centenares de metros de la carretera de Belsué.