182. De Lorilla a Valderredible (tres provincias)
near Sobrepenilla, Cantabria (España)
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Itinerary description
INDICE IBP de Dificultad de la Ruta
Para Criterios y Tabla de Interpretación, Ir a:
https://www.ibpindex.com/index.php/es/
El resultado del análisis IBP es de 57 (para Senderismo): dificultad 'Media' para una preparación física 'Media'.
El cómputo del desnivel acumulado de la ruta por parte de IBP es de 468 metros (superior al que estima Wikiloc).
PREÁMBULO
Siempre me han fascinado los pueblos abandonados (al igual que las ermitas solitarias). La magia del silencio que transpiran sus piedras. Sus calles polvorientas de las que se han adueñado los hierbajos y las zarzas.
Pero, más que nada, sobrecoge el clamor de su historia rota; la poca que pudieron cargar sus moradores en el hatillo al irse; y la mucha que se quedó allí encadenada y vaga ahora cual fantasma en pena entre los restos caídos. Si te detienes, te bisbisean.
Lorilla es uno de esos pueblos desamparados y dejados atrás. Durante la Guerra Civil Española, Lorilla fue blanco de las operaciones militares del frente norte, en la misma línea de trincheras (aún se puede encontrar algún vestigio).
Fue reconstruido por fuera, pero había quedado enfermizo por dentro. A principios de los años 70 del siglo XX, chirriaron los goznes por última vez en la última puerta. Alguna vez llegó a tener 7 vecinos y 28 habitantes en sus recias casas de piedra.
¿De qué vivirían en aquella árida paramera? Azotados por todos los vientos, allí resistieron durante siglos. Con su fornida iglesia y todo. Gentes con entereza, de una pieza. ¿Para qué hacer comparaciones? (Saldríamos derrotados…).
En contrapartida, Lorilla es un lugar privilegiado en paisajes. En el vértice entre Burgos, Palencia y Cantabria. En el borde entre el páramo de La Lora y el valle de Valderredible. Con un desnivel de casi 350 metros sobre el fondo del valle por donde discurre el Ebro.
Tiene, pues, el lugar todos los atractivos para ir y sumirse en él. Hacía tiempo que nos esperaba. Hoy, pródigo en luz, el día nos había dejado sin argumentos para elegir cualquier otra excursión que no fuera ésta.
LA RUTA
No fue difícil diseñar esta ruta sobre mapa, localizando los caminos por los que bajar y subir, por dónde faldear y cómo enlazar tres pueblos en el valle. Se unen así tres provincias: Burgos arriba en el páramo, Cantabria en el descenso, y Palencia en el ascenso, de vuelta.
Partimos de las inmediaciones del despoblado burgalés de Lorilla, en el borde de La Lora. A él se llega tras 4 km de pista áspera, pero viable. Un gran charco helado en medio nos obligó a dejar el vehículo unos 350 metros antes de Lorilla.
Desde las ruinas de Lorilla, bordeamos por arriba los acantilados de caída del páramo al valle hasta el km 2,2. Existe una alternativa más cómoda por un camino paralelo (entre 100 y 300 metros hacia la derecha), pero sin vistas sobre Valderredible.
En el km 2,2 empieza el descenso hasta el km 5,5, con un leve remonte intermedio. Vamos siempre atravesando una larga franja de hayedos, primero, y luego, más abajo, robles.
Ya en el valle, la parte ‘llana’ nunca lo es del todo, sino un ondulado ‘rompe-piernas’. Así llegamos hasta Montecillo (km 7,2) y Sobrepeñilla (km 9,2); pequeños (de ahí el sufijo –illo) pueblos cántabros con iglesias tan sobrias como bellas.
En el km 10 dejamos Cantabria y entramos en Palencia. Seguimos en un agradable entorno de bosques y praderas, hasta el pueblo de Olleros de Paredes Rubias (km 11,1). Pueblo de origen medieval, con calles adoquinadas, fachadas blasonadas, y un humilladero.
A partir de Olleros, empezamos a ascender. La pendiente no tarda en encabritarse. Hay que salvar un desnivel de 275 m hasta el km 13,6, en el borde del páramo. Desde ese punto, sólo queda llanear poco más de 1 km de regreso a Lorilla.
Posibles Dificultades:
Casi todo el recorrido se hace por caminos y pistas forestales en buen estado. Por el borde del páramo no hay sendero, pero se puede caminar. Hay un trozo de carretera local de 600 m (entre el km 7,4 y el 8), saliendo de Montecillo hacia Sobrepeñilla. Desierta.
El único tramo con cierta exigencia física lo constituye la subida (km 11,7 al 13,6) en el regreso al páramo desde Olleros. Un 15% de desnivel mantenido, con algunas rampas algo más fuertes. Con barro, por el deshielo, se hace duro.
La orientación no tiene grandes complicaciones, aunque hay bastantes desvíos. Como siempre, es muy conveniente una guía.
DESTACADO
Era una excursión para vistas holgadas. El tiempo del que disfrutamos estuvo muy colaborador en ese objetivo. Así lo habían pronosticado y por eso fuimos.
Aun así, sorprendidos, en Sobrepeñilla preguntamos a un lugareño si los cielos tan despejados eran frecuentes allí. Levantó una mano con los dedos hacia arriba y los juntó por las puntas como una piña: “¡Así!” (queriendo decir ‘un montón’). “Esto ya es Castilla” (lo dijo como con ganas). Más abajo, hacia el oriente del valle, aún persistían bancos de niebla.
(1) Los Horizontes Panorámicos:
Una vez superado el primer impacto emocional, tras el ‘callejeo’ reconcentrado entre las ruinas de Lorilla, nuestra mirada se elevó y se expandió sin límites.
Por un lado, todo el sur: De este a oeste se desplegaba el plano páramo, aún blanquecino por la escarcha. Por otro, todo el norte: De oeste a este teníamos el valle (Valderredible) y más allá las montañas cantábricas.
El páramo esconde mil secretos; entre otros, el de no ser plano. Pero eso bien lo sabíamos. Nuestro objetivo principal para esta ruta se hallaba al otro lado: en las honduras del valle y en las montañas del más allá.
(2) El Valle de Valderredible:
Desde el páramo de La Lora se dispone de vistas amplias del valle. Despejado, es como un pequeño mundo. Desde las partes más altas del páramo (allá por Sargentes), alguna vez contamos creo que 29 pueblos, entre el fondo y las laderas.
Eso fue cuando, de estudiantes, veníamos aquí en verano a seleccionar patatas de siembra (tarea especializada, no crean…). Ganábamos unas ‘pesetillas’ con las que ayudar a la beca. Mientras comíamos el bocata arriba, contábamos pueblos debajo.
En esta ocasión no los contamos. Sólo nos detuvimos a admirar cómo las gentes se han hecho un hueco en la naturaleza sin apenas desvirtuarla. Al menos desde arriba, se aprecia la armonía (luego, desde abajo, es inevitable encontrar algún pecadillo…).
Asentamientos humanos en torno al curso alto del Ebro.
(3) Las Montañas Cantábricas (del ‘Más Allá’):
Más allá del valle, hacia el norte, se yerguen las montañas. La nieve en las cumbres resaltaba sus siluetas. Al oeste del norte, se alza la Montaña Palentina (descrita en otras rutas, por ej., https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/de-rebolledo-traspena-a-la-lorilla-124854618 ).
Luego, más centrado, el Alto Campóo, la Sierra de Hijar, Brañavieja, el cordal del Pico Tres Mares a Piedrasluengas. Y más hacia el este del norte, más lejanos, destacaban algunos picos de las montañas próximas al Portillo de Lunada: Castro Valnera o Picón del Fraile; creo.
En fin, sin entrar en más detalles, era un desfile, un festival visual.
(4) Los Bosques en la Ladera:
Mientras, entre el páramo y el valle, hay que zigzaguear por la ladera. Está poblada por tupidos bosques de hayas a lo largo de una extensa franja.
Podríamos (se puede hacer sin problema) haber acortado en el descenso a Montecillo (por ej, en el km 2,8, y también más adelante). Pero no lo hicimos. Quisimos alargar nuestra caminata por esos seductores bosques.
En la parte alta están los hayedos; tanto en el descenso como después en el ascenso. A pesar de hallarse ahora desnudas, las esbeltas hayas inspiran. Los restos de nieve añadían encanto. En otoño, con su colorido, éste debe ser un paseo de ensueño.
Luego, más abajo, hay áreas de robles. No son tan vistosos como las hayas, pero aún mantienen bastantes hojas de color crema que ornamentan el escenario. Los robledales van dando lugar o se intercalan con las praderas, ya con vivo verde.
(5) Los Pueblos:
Del despoblado de Lorilla, nuestro ‘gancho’ inicial, ya hemos hablado. Nos detuvimos en sus ruinas al inicio y volvimos a hacerlo al final de la ruta. A cierta distancia, su ‘línea del cielo’ puede dejarte boquiabierto.
Montecillo y Sobrepeñilla, parecidos en el diminutivo de sus nombres (como Lorilla; mismo patrón), también se hermanan en su aspecto real. En ambos destacan sus iglesias de origen románico. Pequeñas iglesias que encandilan, con sus espadañas apuntando al infinito.
Olleros de Paredes Rubias está casi al lado de los otros dos y, sin embargo, tiene un aire claramente distinto, como menos rural (ni mejor ni peor). Hasta su iglesia tiene otro estilo arquitectónico. No es sólo que pertenezca a otra provincia y región.
ANÉCDOTA
Algo me pasa con los perros. Todos vienen a mí. Y siempre lo hacen moviendo el rabo, amistosamente. Me pregunto si….
Ocurrió en Montecillo, justo antes de entrar. ¿Dónde estaría el dueño? Dos perros se lanzaron de improviso sobre nosotros. Uno era un gran(dísimo) mastín. El otro parecía sólo un amiguete de correrías, un ‘coleguilla’ a su sombra (hay fotos).
El mastín era joven (‘como un mozalbete de 18 años…’, para entendernos). Pero, ¡vaya boca! Les enseñé y blandí mi cachava. “¡Eh, eeh, eeeh, …chavaaales!”. El comparsa se detuvo, pero el mastín no. Seguro que pensó que yo estaba de broma.
Se abalanzó sobre mí. Literalmente. Primero, ‘se me subió a las barbas’, por delante. Casi me tira. Le aparté como buenamente pude. ¡Vaya mole! ¡Anda, que si le da por mover las mandíbulas!
Mientras, yo (para calmarMe) me puse a soltarle piropos; lo más dicharachero y desenfadado que pude. Eso, ‘por fuera’ (la ‘procesión’ iba por dentro). El perrazo no se ofendió ni se dio por aludido. Volvió a la carga.
‘Si no me dejas por delante, me subiré por detrás’, debió de pensar. ‘Te Me subiré a la chepa’, dijo en su jerga de tipo confiado. De pronto noté que, efectivamente, tenía sus patas sobre mis hombros. (‘¡Dios, que no abra la boca; o, al menos, que no la cierre!’).
«Subirse a las barbas de alguien» o, aún más coloquial, «Subirse a la chepa», significan «perder el respeto al superior, o quererse igualar con quien le excede», dice la RAE. Vamos, lo que ocurre cuando alguien se toma demasiadas confianzas y se aprovecha de otro.
Juraría que el mastín lo hizo sin intención de ‘faltarme al respeto’. Está en la naturaleza de su raza (decididos, seguros de sí mismos; y también nobles y hasta cariñosos) y en el deseo de jugar por parte de este jovenzuelo. ¡Ya, pero pueden pesar hasta 90-100 kg!
Mientras tanto, mi acompañante permanecía petrificada, detrás. El dedo de la cámara de fotos se le había ‘encasquillado’, por lo visto. En ese momento tendría la cabeza en asuntos más vitales. De la propia trifulca no tenemos, pues, fotografías. Sólo de un poco después, cuando las ‘aguas’ (el perro y nosotros) se calmaron.
Curiosamente, a mi acompañante ni tocarla. Casi ni caso. Curioso. Es mi imán perruno. Hubo otro caso después, con ‘Sultán’, en Sobrepeñilla, aunque en esa ocasión el amo sí estaba y se anticipó a tiempo.
...Ahora que recapacito, sí, muy guay la experiencia; pero, ¿y las pulgas, o los chinches, o las garrapatas…? No he notado nada, pero… era un perro de campo o de monte, y en contacto con vacas bajo su custodia.
Para Criterios y Tabla de Interpretación, Ir a:
https://www.ibpindex.com/index.php/es/
El resultado del análisis IBP es de 57 (para Senderismo): dificultad 'Media' para una preparación física 'Media'.
El cómputo del desnivel acumulado de la ruta por parte de IBP es de 468 metros (superior al que estima Wikiloc).
PREÁMBULO
Siempre me han fascinado los pueblos abandonados (al igual que las ermitas solitarias). La magia del silencio que transpiran sus piedras. Sus calles polvorientas de las que se han adueñado los hierbajos y las zarzas.
Pero, más que nada, sobrecoge el clamor de su historia rota; la poca que pudieron cargar sus moradores en el hatillo al irse; y la mucha que se quedó allí encadenada y vaga ahora cual fantasma en pena entre los restos caídos. Si te detienes, te bisbisean.
Lorilla es uno de esos pueblos desamparados y dejados atrás. Durante la Guerra Civil Española, Lorilla fue blanco de las operaciones militares del frente norte, en la misma línea de trincheras (aún se puede encontrar algún vestigio).
Fue reconstruido por fuera, pero había quedado enfermizo por dentro. A principios de los años 70 del siglo XX, chirriaron los goznes por última vez en la última puerta. Alguna vez llegó a tener 7 vecinos y 28 habitantes en sus recias casas de piedra.
¿De qué vivirían en aquella árida paramera? Azotados por todos los vientos, allí resistieron durante siglos. Con su fornida iglesia y todo. Gentes con entereza, de una pieza. ¿Para qué hacer comparaciones? (Saldríamos derrotados…).
En contrapartida, Lorilla es un lugar privilegiado en paisajes. En el vértice entre Burgos, Palencia y Cantabria. En el borde entre el páramo de La Lora y el valle de Valderredible. Con un desnivel de casi 350 metros sobre el fondo del valle por donde discurre el Ebro.
Tiene, pues, el lugar todos los atractivos para ir y sumirse en él. Hacía tiempo que nos esperaba. Hoy, pródigo en luz, el día nos había dejado sin argumentos para elegir cualquier otra excursión que no fuera ésta.
LA RUTA
No fue difícil diseñar esta ruta sobre mapa, localizando los caminos por los que bajar y subir, por dónde faldear y cómo enlazar tres pueblos en el valle. Se unen así tres provincias: Burgos arriba en el páramo, Cantabria en el descenso, y Palencia en el ascenso, de vuelta.
Partimos de las inmediaciones del despoblado burgalés de Lorilla, en el borde de La Lora. A él se llega tras 4 km de pista áspera, pero viable. Un gran charco helado en medio nos obligó a dejar el vehículo unos 350 metros antes de Lorilla.
Desde las ruinas de Lorilla, bordeamos por arriba los acantilados de caída del páramo al valle hasta el km 2,2. Existe una alternativa más cómoda por un camino paralelo (entre 100 y 300 metros hacia la derecha), pero sin vistas sobre Valderredible.
En el km 2,2 empieza el descenso hasta el km 5,5, con un leve remonte intermedio. Vamos siempre atravesando una larga franja de hayedos, primero, y luego, más abajo, robles.
Ya en el valle, la parte ‘llana’ nunca lo es del todo, sino un ondulado ‘rompe-piernas’. Así llegamos hasta Montecillo (km 7,2) y Sobrepeñilla (km 9,2); pequeños (de ahí el sufijo –illo) pueblos cántabros con iglesias tan sobrias como bellas.
En el km 10 dejamos Cantabria y entramos en Palencia. Seguimos en un agradable entorno de bosques y praderas, hasta el pueblo de Olleros de Paredes Rubias (km 11,1). Pueblo de origen medieval, con calles adoquinadas, fachadas blasonadas, y un humilladero.
A partir de Olleros, empezamos a ascender. La pendiente no tarda en encabritarse. Hay que salvar un desnivel de 275 m hasta el km 13,6, en el borde del páramo. Desde ese punto, sólo queda llanear poco más de 1 km de regreso a Lorilla.
Posibles Dificultades:
Casi todo el recorrido se hace por caminos y pistas forestales en buen estado. Por el borde del páramo no hay sendero, pero se puede caminar. Hay un trozo de carretera local de 600 m (entre el km 7,4 y el 8), saliendo de Montecillo hacia Sobrepeñilla. Desierta.
El único tramo con cierta exigencia física lo constituye la subida (km 11,7 al 13,6) en el regreso al páramo desde Olleros. Un 15% de desnivel mantenido, con algunas rampas algo más fuertes. Con barro, por el deshielo, se hace duro.
La orientación no tiene grandes complicaciones, aunque hay bastantes desvíos. Como siempre, es muy conveniente una guía.
DESTACADO
Era una excursión para vistas holgadas. El tiempo del que disfrutamos estuvo muy colaborador en ese objetivo. Así lo habían pronosticado y por eso fuimos.
Aun así, sorprendidos, en Sobrepeñilla preguntamos a un lugareño si los cielos tan despejados eran frecuentes allí. Levantó una mano con los dedos hacia arriba y los juntó por las puntas como una piña: “¡Así!” (queriendo decir ‘un montón’). “Esto ya es Castilla” (lo dijo como con ganas). Más abajo, hacia el oriente del valle, aún persistían bancos de niebla.
(1) Los Horizontes Panorámicos:
Una vez superado el primer impacto emocional, tras el ‘callejeo’ reconcentrado entre las ruinas de Lorilla, nuestra mirada se elevó y se expandió sin límites.
Por un lado, todo el sur: De este a oeste se desplegaba el plano páramo, aún blanquecino por la escarcha. Por otro, todo el norte: De oeste a este teníamos el valle (Valderredible) y más allá las montañas cantábricas.
El páramo esconde mil secretos; entre otros, el de no ser plano. Pero eso bien lo sabíamos. Nuestro objetivo principal para esta ruta se hallaba al otro lado: en las honduras del valle y en las montañas del más allá.
(2) El Valle de Valderredible:
Desde el páramo de La Lora se dispone de vistas amplias del valle. Despejado, es como un pequeño mundo. Desde las partes más altas del páramo (allá por Sargentes), alguna vez contamos creo que 29 pueblos, entre el fondo y las laderas.
Eso fue cuando, de estudiantes, veníamos aquí en verano a seleccionar patatas de siembra (tarea especializada, no crean…). Ganábamos unas ‘pesetillas’ con las que ayudar a la beca. Mientras comíamos el bocata arriba, contábamos pueblos debajo.
En esta ocasión no los contamos. Sólo nos detuvimos a admirar cómo las gentes se han hecho un hueco en la naturaleza sin apenas desvirtuarla. Al menos desde arriba, se aprecia la armonía (luego, desde abajo, es inevitable encontrar algún pecadillo…).
Asentamientos humanos en torno al curso alto del Ebro.
(3) Las Montañas Cantábricas (del ‘Más Allá’):
Más allá del valle, hacia el norte, se yerguen las montañas. La nieve en las cumbres resaltaba sus siluetas. Al oeste del norte, se alza la Montaña Palentina (descrita en otras rutas, por ej., https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/de-rebolledo-traspena-a-la-lorilla-124854618 ).
Luego, más centrado, el Alto Campóo, la Sierra de Hijar, Brañavieja, el cordal del Pico Tres Mares a Piedrasluengas. Y más hacia el este del norte, más lejanos, destacaban algunos picos de las montañas próximas al Portillo de Lunada: Castro Valnera o Picón del Fraile; creo.
En fin, sin entrar en más detalles, era un desfile, un festival visual.
(4) Los Bosques en la Ladera:
Mientras, entre el páramo y el valle, hay que zigzaguear por la ladera. Está poblada por tupidos bosques de hayas a lo largo de una extensa franja.
Podríamos (se puede hacer sin problema) haber acortado en el descenso a Montecillo (por ej, en el km 2,8, y también más adelante). Pero no lo hicimos. Quisimos alargar nuestra caminata por esos seductores bosques.
En la parte alta están los hayedos; tanto en el descenso como después en el ascenso. A pesar de hallarse ahora desnudas, las esbeltas hayas inspiran. Los restos de nieve añadían encanto. En otoño, con su colorido, éste debe ser un paseo de ensueño.
Luego, más abajo, hay áreas de robles. No son tan vistosos como las hayas, pero aún mantienen bastantes hojas de color crema que ornamentan el escenario. Los robledales van dando lugar o se intercalan con las praderas, ya con vivo verde.
(5) Los Pueblos:
Del despoblado de Lorilla, nuestro ‘gancho’ inicial, ya hemos hablado. Nos detuvimos en sus ruinas al inicio y volvimos a hacerlo al final de la ruta. A cierta distancia, su ‘línea del cielo’ puede dejarte boquiabierto.
Montecillo y Sobrepeñilla, parecidos en el diminutivo de sus nombres (como Lorilla; mismo patrón), también se hermanan en su aspecto real. En ambos destacan sus iglesias de origen románico. Pequeñas iglesias que encandilan, con sus espadañas apuntando al infinito.
Olleros de Paredes Rubias está casi al lado de los otros dos y, sin embargo, tiene un aire claramente distinto, como menos rural (ni mejor ni peor). Hasta su iglesia tiene otro estilo arquitectónico. No es sólo que pertenezca a otra provincia y región.
ANÉCDOTA
Algo me pasa con los perros. Todos vienen a mí. Y siempre lo hacen moviendo el rabo, amistosamente. Me pregunto si….
Ocurrió en Montecillo, justo antes de entrar. ¿Dónde estaría el dueño? Dos perros se lanzaron de improviso sobre nosotros. Uno era un gran(dísimo) mastín. El otro parecía sólo un amiguete de correrías, un ‘coleguilla’ a su sombra (hay fotos).
El mastín era joven (‘como un mozalbete de 18 años…’, para entendernos). Pero, ¡vaya boca! Les enseñé y blandí mi cachava. “¡Eh, eeh, eeeh, …chavaaales!”. El comparsa se detuvo, pero el mastín no. Seguro que pensó que yo estaba de broma.
Se abalanzó sobre mí. Literalmente. Primero, ‘se me subió a las barbas’, por delante. Casi me tira. Le aparté como buenamente pude. ¡Vaya mole! ¡Anda, que si le da por mover las mandíbulas!
Mientras, yo (para calmarMe) me puse a soltarle piropos; lo más dicharachero y desenfadado que pude. Eso, ‘por fuera’ (la ‘procesión’ iba por dentro). El perrazo no se ofendió ni se dio por aludido. Volvió a la carga.
‘Si no me dejas por delante, me subiré por detrás’, debió de pensar. ‘Te Me subiré a la chepa’, dijo en su jerga de tipo confiado. De pronto noté que, efectivamente, tenía sus patas sobre mis hombros. (‘¡Dios, que no abra la boca; o, al menos, que no la cierre!’).
«Subirse a las barbas de alguien» o, aún más coloquial, «Subirse a la chepa», significan «perder el respeto al superior, o quererse igualar con quien le excede», dice la RAE. Vamos, lo que ocurre cuando alguien se toma demasiadas confianzas y se aprovecha de otro.
Juraría que el mastín lo hizo sin intención de ‘faltarme al respeto’. Está en la naturaleza de su raza (decididos, seguros de sí mismos; y también nobles y hasta cariñosos) y en el deseo de jugar por parte de este jovenzuelo. ¡Ya, pero pueden pesar hasta 90-100 kg!
Mientras tanto, mi acompañante permanecía petrificada, detrás. El dedo de la cámara de fotos se le había ‘encasquillado’, por lo visto. En ese momento tendría la cabeza en asuntos más vitales. De la propia trifulca no tenemos, pues, fotografías. Sólo de un poco después, cuando las ‘aguas’ (el perro y nosotros) se calmaron.
Curiosamente, a mi acompañante ni tocarla. Casi ni caso. Curioso. Es mi imán perruno. Hubo otro caso después, con ‘Sultán’, en Sobrepeñilla, aunque en esa ocasión el amo sí estaba y se anticipó a tiempo.
...Ahora que recapacito, sí, muy guay la experiencia; pero, ¿y las pulgas, o los chinches, o las garrapatas…? No he notado nada, pero… era un perro de campo o de monte, y en contacto con vacas bajo su custodia.
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