De Ribadiso a Pedrouso, Camino Francés

Henos aquí que estamos ya en nuestra sexta etapa. En ella nosotros recorrimos los km que separan Ribadiso de O Pedrouso.

Como siempre comenzamos a caminar muy temprano y sólo las flores de la vera del camino eran testigos de nuestro paso. Al poco de empezar, El Camino entra en Arzúa por una senda paralela a la carretera nacional.

Ya en Arzúa visitamos La capilla de La Magdalena perteneciente a un convento fundado por Los Agustinos en el S. XVI como hospital para atender a los peregrinos que por allí pasaban.

Muy cerquita se encuentra La Iglesia de Santiago construida en granito en el S. XX sobre un templo anterior.

Nuestros pies nos llevan ahora por las últimas calles de Arzúa cuyas casas asoportaladas y revestidas de madera se despiertan con el eco de los pasos de los peregrinos que por ellí transitan.

Caminamos unos pasos y una fuente de piedra revestida ofrece su agua generosamente a todos por igual.

Pasamos por As Barrosas, Preguntoño, en donde tenemos que salvar la nacional 547 a través de un túnel, y A Peroxa. Y vuelve el peregrino a encontrarse con el bosque gallego que lo recibe con los brazos abiertos. La frondosidad de sus ramas son cobijo seguro contra los rayos del sol cuando aparece por aquellos pagos haciendo que la peregrinación sea llevadera y amena.

Continuamos por As Quintas, A Calzada y Outeiro encontrándonos siempre con la amabilidad de la gente a nuestro paso y los necesarios sellos par la credencial.

Boavista, A Salceda, As Ras y A Brea nos ven pasar igual que a otros muchos a lo largo de los siglos.

Las hortensias del camino saludan a los viandantes ofreciéndole una paleta variada de azules que contrasta con el verde de los árboles y el gris amarronado de la senda,

En Cerceda un área de descanso permite al peregrino tomarse un respirito y descansar del peso de la mochila.

Lo mismo sucede en Santa Irene, después de la cual volvemos a salvar la nacional caminando a través de un túnel.

Poco antes de llegar a nuestro destino en O Pedrouso, nos dejamos llevar por la tranquilidad de A Rúa con las parras en las paredes de las casas y los tradicionales hórreos vigilándonos desde sus humildes atalayas.

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