99. De Talamillo (del Tozo) a La Gargantilla (del Infierno)
near Talamillo del Tozo, Castilla y León (España)
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Itinerary description
INDICE IBP de Dificultad de la Ruta
Para Criterios y Tabla de Interpretación, Ir a:
https://www.ibpindex.com/index.php/es/
El resultado del análisis IBP es de 47 (para Senderismo): dificultad 'Fácil' para una preparación física 'Media'.
El cómputo del desnivel acumulado de la ruta por parte de IBP es de 367 metros (superior al que estima Wikiloc).
Hacía nueve días, había llegado hasta el llamado ‘Portillo del Infierno’, partiendo desde Ordejón de Arriba, de paso a Peña Ulaña y con destino a Peña Castillo (*). En esa ocasión, el portillo no me pareció tan ‘fiero’ como sugiere su apellido. Me refiero al portillo en sí, el lugar de tránsito actual. Su camino se hallaba en estado aceptable y con pendiente ligera, tanto en la vertiente norte como en la sur de la elevación montañosa que lo cruza.
(*) https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/portillo-del-infierno-pena-ulana-y-pena-castillo-101324391
Sin embargo, muy próxima al portillo, por su lado oeste, hay una profunda garganta, una hendidura entre las rocas macizas, que ‘antiguamente’ también debió utilizarse como lugar de paso. En mi visita previa no pude inspeccionarla como era debido porque estaba totalmente embarrada; era impracticable. Explorada hoy, he comprobado que no se aprecia su verdadera naturaleza hasta que no penetras en sus entrañas y la recorres por dentro de principio a fin.
En esta ocasión, hemos iniciado su ascenso por el norte, desde abajo. En su primer tramo (unos 250 metros), un amplio sendero discurre entre alegre vegetación primaveral, que dulcifica los agrestes y retorcidos muros aledaños. Pero, al girar a la izquierda, se nos abre ‘otro mundo’ durante 250 metros más: una honda canal rocosa, con un suelo abrupto y resbaladizo, pedregoso y descarnado; con una escarpada inclinación y un cierto culebreo; aprisionada entre paredes de varias decenas de metros de altura; sombría. Intimida verla y emociona recorrerla. ‘Una gozada’. Ahora. Mas no quiero imaginarme cómo sería subir (o bajar) por ahí cargado, o con animales, en un día gris o lluvioso (o de noche…). El ‘inframundo’: ‘La Gargantilla del Infierno’.
Pero, vayamos al inicio. La ruta comienza en la población de Talamillo del Tozo, recorre un suave valle de campos bendecidos por el colorido primaveral, hasta llegar al enclave de La Gargantilla. En la travesía nos acompañan dos cadenas de cerros, una a cada lado, de moderada elevación. Más prominentes, pero aún lejanas, las montañas palentinas emergen al fondo. Conforme nos acercamos a La Gargantilla, el entorno se hace cada vez más sugerente: torturados pliegues en las rocas perfilan el cordal bajo Peña Ulaña.
Encaramos la parte baja de La Gargantilla. El pórtico de acceso encandila ya desde cientos de metros antes. Y a continuación viene lo que hemos descrito más arriba sobre ese paraje. Queremos disfrutarlo doblemente. Así que, llegados a la mitad, y antes de girar a la izquierda y continuar por la canal, nos damos un respiro emocional (añadiendo suspense para ‘el plato fuerte’). Cruzamos una alambrada (con 'puerta') y seguimos rectos por el sinclinal de Peña Ulaña hasta que el barro nos impide avanzar. Volvemos y retomamos la parte tenebrosa de La Gargantilla, hasta arriba. Imprescindible.
Una vez remontada, continuamos por la larga hondonada que se despliega en el valle interior del cordal. Nos acercamos a su lado norte, admirando el valle exterior y los horizontes septentrionales. En un día luminoso, todo resulta bello; sobre todo, si lo es. Queremos ahora disfrutar también de los valles y horizontes meridionales, pero una alambrada nos impide cruzar la hondonada hasta a su flanco sur. Encontramos un hueco (km 9); basta separar un poco los alambres de espino, flojos ahí, y luego dejarlos en su posición original; parece hecho así a propósito.
Todo el vallejo de la hondonada interior es un vergel alfombrado de diminutas flores. Nos detenemos, prendados, a cada paso. Cruzamos, finalmente, al otro lado. Recorta el cordal por el sur una hilera interminable de peñascos colgantes y aristados. Los bosques debajo exhiben una gama infinita de verdes. Dos buitres nos sorprenden alzando el vuelo a pocos metros. Apenas dos fotos tiradas a ver qué sale (apenas nada). Nos vamos moviendo entre el borde de los cantiles y la ladera interior del vallejo; ‘cual sabuesos’: no queremos perdernos nada.
Hasta que…, por fin, humanos; bueno, ‘un’ humano. Vemos la silueta de una persona junto al borde, mirando a un lado y a otro hacia el vallejo. Es un campesino, con una vara de arrear el ganado: --“¿Un domingo por aquí; de trabajo?”. –“Estoy buscando siete vacas extraviadas (y al vaquero)”. –“Pues no hemos visto vacas ni a nadie en muchos kilómetros”. Él llevaba por allí más de una hora. Al cabo, preocupado y desesperanzado, nos dijo que se iba. Desapareció como por ensalmo entre unos riscos. Parecía imposible. “¿Se habrá caído por el precipicio?”, nos preguntamos.
Sorprendentemente, uno de esos caprichos azarosos, sólo unos 15 segundos después vimos algo que se movía en la lejanía, entre los arbustos: “¡Oigáaa…, espéereee!”, voceamos al aire... Unos segundos más y el hombre no nos habría oído. Volvió a subir; agitado. Efectivamente, alguien se aproximaba: una, dos, …siete vacas; …y el vaquero, voceándolas (“negrilla!, “majita!”, “ratina!”…). Coincidencias… Justo en el momento y en el lugar oportuno. Ahí estábamos…(mensajeros involuntarios de esperanza…). A su modo austero y parco en palabras, el lugareño nos hizo un gesto de agradecimiento casi imperceptible (excepto para los ‘expertos’ conocedores del alma de estas tierras).
Continuamos contentos, como cuando se hace una ‘buena obra’. Aunque en este caso fue fortuita y ajena a nuestro empeño, sí fue meritorio el resultado (el ‘hallazgo de las vacas perdidas’). El azar nos recompensó a los pocos minutos. Pero, ‘a su bola’, no lo hizo con una consecuencia relacionada (por ej., un vaso de leche), sino con un bonito caballo; solitario, surgido ‘de la nada’ en la inmensidad de la vaguada interior. Recompensa visual, únicamente: huidizo, nervioso, no se dejó acercar (y no insistimos, más allá de susurrarle: “guapetóoon”).
Poco después, en el km 12, encontramos una segunda alambrada sin puerta. No necesitamos buscar mucho para encontrar un paso (será la intuición de los ‘monteros’, basada en la experiencia). Por donde nosotros cruzamos, los alambres estaban algo flojos; como para facilitar la superación del obstáculo sin percances. Sólo hubo que separarlos un poco, suavemente, y después todo quedó como estaba.
Nos reencontramos, finalmente, con el borde rocoso del lado norte que habíamos dejado atrás hacía varios km. Abajo seguía el valle y sus montañosos horizontes septentrionales, con trazas de nieve ribeteando la cordillera cantábrica por el noroeste. Ya sólo nos quedaba el plácido descenso hacia Talamillo: entre los verdes y amarillos en las lindes del camino y en los campos, los bordados grises en las cimas que arropan el valle, y el intenso azul del cielo salpicado de pequeñas nubes.
No esperábamos tanto de esta excursión. No porque esperáramos poco de ella, sino porque nos regaló más que mucho.
Las demandas de la ruta son relativamente bajas. Las alambradas pueden conllevar algún trastorno porque bloquean el libre tránsito, pero las cruzamos sin merma de nuestros deseos de exploración. La exigencia física es limitada, con excepción de la rampa de La Gargantilla. La orientación es fácil en el valle norte: el enorme portón en V a la entrada de La Gargantilla (y la antena de Peña Ulaña) sirve de faro. Luego, arriba, no hay senderos; los bordes rocosos del sur y el norte del vallejo interior marcan los límites. Hay que prestar atención al inicio del camino que baja hacia Talamillo.
Otra ruta muy cercana (con escala en Talamillo del Tozo) nos dejó encantados el día de Año Nuevo de 2022: https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/de-los-valcarceres-a-talamillo-91794892
Para Criterios y Tabla de Interpretación, Ir a:
https://www.ibpindex.com/index.php/es/
El resultado del análisis IBP es de 47 (para Senderismo): dificultad 'Fácil' para una preparación física 'Media'.
El cómputo del desnivel acumulado de la ruta por parte de IBP es de 367 metros (superior al que estima Wikiloc).
Hacía nueve días, había llegado hasta el llamado ‘Portillo del Infierno’, partiendo desde Ordejón de Arriba, de paso a Peña Ulaña y con destino a Peña Castillo (*). En esa ocasión, el portillo no me pareció tan ‘fiero’ como sugiere su apellido. Me refiero al portillo en sí, el lugar de tránsito actual. Su camino se hallaba en estado aceptable y con pendiente ligera, tanto en la vertiente norte como en la sur de la elevación montañosa que lo cruza.
(*) https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/portillo-del-infierno-pena-ulana-y-pena-castillo-101324391
Sin embargo, muy próxima al portillo, por su lado oeste, hay una profunda garganta, una hendidura entre las rocas macizas, que ‘antiguamente’ también debió utilizarse como lugar de paso. En mi visita previa no pude inspeccionarla como era debido porque estaba totalmente embarrada; era impracticable. Explorada hoy, he comprobado que no se aprecia su verdadera naturaleza hasta que no penetras en sus entrañas y la recorres por dentro de principio a fin.
En esta ocasión, hemos iniciado su ascenso por el norte, desde abajo. En su primer tramo (unos 250 metros), un amplio sendero discurre entre alegre vegetación primaveral, que dulcifica los agrestes y retorcidos muros aledaños. Pero, al girar a la izquierda, se nos abre ‘otro mundo’ durante 250 metros más: una honda canal rocosa, con un suelo abrupto y resbaladizo, pedregoso y descarnado; con una escarpada inclinación y un cierto culebreo; aprisionada entre paredes de varias decenas de metros de altura; sombría. Intimida verla y emociona recorrerla. ‘Una gozada’. Ahora. Mas no quiero imaginarme cómo sería subir (o bajar) por ahí cargado, o con animales, en un día gris o lluvioso (o de noche…). El ‘inframundo’: ‘La Gargantilla del Infierno’.
Pero, vayamos al inicio. La ruta comienza en la población de Talamillo del Tozo, recorre un suave valle de campos bendecidos por el colorido primaveral, hasta llegar al enclave de La Gargantilla. En la travesía nos acompañan dos cadenas de cerros, una a cada lado, de moderada elevación. Más prominentes, pero aún lejanas, las montañas palentinas emergen al fondo. Conforme nos acercamos a La Gargantilla, el entorno se hace cada vez más sugerente: torturados pliegues en las rocas perfilan el cordal bajo Peña Ulaña.
Encaramos la parte baja de La Gargantilla. El pórtico de acceso encandila ya desde cientos de metros antes. Y a continuación viene lo que hemos descrito más arriba sobre ese paraje. Queremos disfrutarlo doblemente. Así que, llegados a la mitad, y antes de girar a la izquierda y continuar por la canal, nos damos un respiro emocional (añadiendo suspense para ‘el plato fuerte’). Cruzamos una alambrada (con 'puerta') y seguimos rectos por el sinclinal de Peña Ulaña hasta que el barro nos impide avanzar. Volvemos y retomamos la parte tenebrosa de La Gargantilla, hasta arriba. Imprescindible.
Una vez remontada, continuamos por la larga hondonada que se despliega en el valle interior del cordal. Nos acercamos a su lado norte, admirando el valle exterior y los horizontes septentrionales. En un día luminoso, todo resulta bello; sobre todo, si lo es. Queremos ahora disfrutar también de los valles y horizontes meridionales, pero una alambrada nos impide cruzar la hondonada hasta a su flanco sur. Encontramos un hueco (km 9); basta separar un poco los alambres de espino, flojos ahí, y luego dejarlos en su posición original; parece hecho así a propósito.
Todo el vallejo de la hondonada interior es un vergel alfombrado de diminutas flores. Nos detenemos, prendados, a cada paso. Cruzamos, finalmente, al otro lado. Recorta el cordal por el sur una hilera interminable de peñascos colgantes y aristados. Los bosques debajo exhiben una gama infinita de verdes. Dos buitres nos sorprenden alzando el vuelo a pocos metros. Apenas dos fotos tiradas a ver qué sale (apenas nada). Nos vamos moviendo entre el borde de los cantiles y la ladera interior del vallejo; ‘cual sabuesos’: no queremos perdernos nada.
Hasta que…, por fin, humanos; bueno, ‘un’ humano. Vemos la silueta de una persona junto al borde, mirando a un lado y a otro hacia el vallejo. Es un campesino, con una vara de arrear el ganado: --“¿Un domingo por aquí; de trabajo?”. –“Estoy buscando siete vacas extraviadas (y al vaquero)”. –“Pues no hemos visto vacas ni a nadie en muchos kilómetros”. Él llevaba por allí más de una hora. Al cabo, preocupado y desesperanzado, nos dijo que se iba. Desapareció como por ensalmo entre unos riscos. Parecía imposible. “¿Se habrá caído por el precipicio?”, nos preguntamos.
Sorprendentemente, uno de esos caprichos azarosos, sólo unos 15 segundos después vimos algo que se movía en la lejanía, entre los arbustos: “¡Oigáaa…, espéereee!”, voceamos al aire... Unos segundos más y el hombre no nos habría oído. Volvió a subir; agitado. Efectivamente, alguien se aproximaba: una, dos, …siete vacas; …y el vaquero, voceándolas (“negrilla!, “majita!”, “ratina!”…). Coincidencias… Justo en el momento y en el lugar oportuno. Ahí estábamos…(mensajeros involuntarios de esperanza…). A su modo austero y parco en palabras, el lugareño nos hizo un gesto de agradecimiento casi imperceptible (excepto para los ‘expertos’ conocedores del alma de estas tierras).
Continuamos contentos, como cuando se hace una ‘buena obra’. Aunque en este caso fue fortuita y ajena a nuestro empeño, sí fue meritorio el resultado (el ‘hallazgo de las vacas perdidas’). El azar nos recompensó a los pocos minutos. Pero, ‘a su bola’, no lo hizo con una consecuencia relacionada (por ej., un vaso de leche), sino con un bonito caballo; solitario, surgido ‘de la nada’ en la inmensidad de la vaguada interior. Recompensa visual, únicamente: huidizo, nervioso, no se dejó acercar (y no insistimos, más allá de susurrarle: “guapetóoon”).
Poco después, en el km 12, encontramos una segunda alambrada sin puerta. No necesitamos buscar mucho para encontrar un paso (será la intuición de los ‘monteros’, basada en la experiencia). Por donde nosotros cruzamos, los alambres estaban algo flojos; como para facilitar la superación del obstáculo sin percances. Sólo hubo que separarlos un poco, suavemente, y después todo quedó como estaba.
Nos reencontramos, finalmente, con el borde rocoso del lado norte que habíamos dejado atrás hacía varios km. Abajo seguía el valle y sus montañosos horizontes septentrionales, con trazas de nieve ribeteando la cordillera cantábrica por el noroeste. Ya sólo nos quedaba el plácido descenso hacia Talamillo: entre los verdes y amarillos en las lindes del camino y en los campos, los bordados grises en las cimas que arropan el valle, y el intenso azul del cielo salpicado de pequeñas nubes.
No esperábamos tanto de esta excursión. No porque esperáramos poco de ella, sino porque nos regaló más que mucho.
Las demandas de la ruta son relativamente bajas. Las alambradas pueden conllevar algún trastorno porque bloquean el libre tránsito, pero las cruzamos sin merma de nuestros deseos de exploración. La exigencia física es limitada, con excepción de la rampa de La Gargantilla. La orientación es fácil en el valle norte: el enorme portón en V a la entrada de La Gargantilla (y la antena de Peña Ulaña) sirve de faro. Luego, arriba, no hay senderos; los bordes rocosos del sur y el norte del vallejo interior marcan los límites. Hay que prestar atención al inicio del camino que baja hacia Talamillo.
Otra ruta muy cercana (con escala en Talamillo del Tozo) nos dejó encantados el día de Año Nuevo de 2022: https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/de-los-valcarceres-a-talamillo-91794892
Waypoints
Comments (2)
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Information
Easy to follow
Scenery
Moderate
Precioso recorrido por paisajes engalanados de primavera. Una gozada. Muchas gracias, Maisid, por compartir la ruta.
Gracias, Manu Arroyo. Sí, es una preciosa ruta primaveral. Eso, aparte del enigmático portillo. Veré tu crónica (para re-degustar).