Dehesa de Montejo: Senda de la Tejeda de Tosande *
near Dehesa de Montejo, Castilla y León (España)
Viewed 865 times, downloaded 21 times
Trail photos
Itinerary description
El acceso a la ruta se encuentra cerca del pueblo Dehesa de Montejo, en el aparcamiento situado en el km 207,5 de la CL-626, entre Cervera de Pisuerga y Boedo de Castrejón, en dirección a Guardo.
Comenzamos temprano una de las rutas más atractivas y sencillas, y sin ninguna dificultad técnica, que se puede hacer en Fuentes Carrionas, en una mañana nublada, de manga corta, a finales de junio y con el propósito de disfrutar de una auténtica joya botánica que nos permite vislumbrar cómo fueron los bosques ibéricos del pasado.
El tejo (Taxus Baccarat) es un componente habitual de los bosques de la Cordillera Cantábrica, aunque suele presentarse disperso y aislado. Más inusual resulta la concentración y densidad de tejos en manchas importantes, como la que vamos a ver al cobijo del Hayedo Mayor. La Tejada de Tosande destaca a nivel europeo con unos 800 ejemplares, alguno de ellos de tamaño colosal y de edades próximas al milenio.
Tras dejar el aparcamiento se pasa por el Jardín Interpretativo que nos ilustra sobre el tejo, la propia tejida y las especies arbóreas que nos vamos a encontrar.
Después de pasar por debajo del puente del ferrocarril Bilbao-La Roble, nos da la bienvenida una extensa pradera en la que puede estar pastando ganado, corzos o ciervos, relativamente abundantes por estas latitudes.
Seguidamente el camino sigue por el cauce, normalmente seco, del Arroyo de Tosande, que no abandonaremos hasta llegar al valle que lleva su nombre, pasando por la escombrera de una mina abandonada. Después nos introducimos en un pequeño robledal que nos conduce a una garganta y nos hace imaginar cómo fluía el arroyo en el pasado, para desembocar en un cruce que nosotros seguiremos de frente.
El camino se va adentrando en el valle, entre Peña Orecada (izquierda) y la Peña del Roblillo (derecha), hasta llegar a una verja de madera que impide al ganado vacuno escaparse. Seguimos entre fresnos, brazos y encinas, pudimos mostachos y pinos, para desembocar en un espléndido robledal.
Nos encontramos con el camino de vuelta que dejamos a nuestra izquierda para seguir de frente, mientras el robledal se abre poco a poco hasta desembocar en el Valla de Tosande con un paisaje de cine; cubierto de verdes prados rodeados por bosques y montañas, el lugar nos invita al relax y a disfrutar de todo lo que nos rodea. En este punto puede haber ganado vacuno y debemos girar a la izquierda, pese a no haber un sendero claramente marcado. Los postes señalizados nos llevarán a un precioso hayedo, el Hayedo Mayor, que cruzaremos siempre en ascenso, hasta llegar a una bifurcación donde el sendero continua a través de escalones de madera. Es aquí donde comienza la tejeda propiamente dicha. Podemos ir por la izquierda o por la derecha, ya que el recorrido dibuja un circulo entre los tejos.
El ambiente del hayedo se transforma de forma radical; la espesura se torna lúgubre y umbrosa, la más suave de las brisas hace chirriar las ramas rompiendo la sensación de mutismo y soledad que domina en otros rincones del bosque. Los gruesos y castigados troncos de tejo, mezcla de cortezas vivas de coloraciones rojizas y madera muerta de tonalidad verdosa, contribuye a esa sensación de oscuridad y misterio que empequeñece a todo aquel que visita el lugar, invitándole a escudriñar el entorno aguzando la vista para descubrir pequeños detalles, creados hace cientos si no miles de años por el libre albedrío de la naturaleza: pies caídos de los que emerge vigorosa una nueva planta, tejos que se entrelazan hasta confundirse en uno solo, tocones huecos quemados por el rayo que siguen en pie soportando follajes verdes llenos de vida, troncos engrosados durante muchos cientos de años que uno solo no es capaz de abrazar, ...
La asombrosa longevidad del tejo, su sangre roja y sus particularidades tóxicas, potencialmente letales, explican la condición de árbol mágico y con poderes sobrenaturales que tenía este árbol en las tribus prerromanas que habitaron la Montaña Palentina hasta hace menos de dos mil años. Durante la invasión romana, los guerreros cántabros y astures que eran apresados por las legiones, se suicidaban tragando un preparado de semillas de tejo; una conducta similar con otros pueblos de Europa occidental. Esta asociación del tejo con la muerte estaba presente en el calendario celta, en el que se le atribuían las fechas previas al 1 de noviembre, que era para ellos "la noche de los muertos". Todavía se conserva la tradición, en algunos pueblos, de llevar ramos de tejo a los difuntos en día de Todos los Santos.
Desde aquí el camino nos conduce al Mirador de la Tejida de Tosande, donde seguro a estas alturas entra bien un trago y un bocado al disfrute de espectaculares panorámicas de la parte oriental de la Sierra de la Peña.
Tras un pronunciado descenso por sendero pedregoso, la senda sigue descendiendo en zigzag por otro bonito hayedo para desembocar en el camino que utilizamos de subida y volver al aparcamiento pasando de nuevo por la garganta y la escombrera de la mina hasta llegar de nuevo al puente del ferrocarril.
Comenzamos temprano una de las rutas más atractivas y sencillas, y sin ninguna dificultad técnica, que se puede hacer en Fuentes Carrionas, en una mañana nublada, de manga corta, a finales de junio y con el propósito de disfrutar de una auténtica joya botánica que nos permite vislumbrar cómo fueron los bosques ibéricos del pasado.
El tejo (Taxus Baccarat) es un componente habitual de los bosques de la Cordillera Cantábrica, aunque suele presentarse disperso y aislado. Más inusual resulta la concentración y densidad de tejos en manchas importantes, como la que vamos a ver al cobijo del Hayedo Mayor. La Tejada de Tosande destaca a nivel europeo con unos 800 ejemplares, alguno de ellos de tamaño colosal y de edades próximas al milenio.
Tras dejar el aparcamiento se pasa por el Jardín Interpretativo que nos ilustra sobre el tejo, la propia tejida y las especies arbóreas que nos vamos a encontrar.
Después de pasar por debajo del puente del ferrocarril Bilbao-La Roble, nos da la bienvenida una extensa pradera en la que puede estar pastando ganado, corzos o ciervos, relativamente abundantes por estas latitudes.
Seguidamente el camino sigue por el cauce, normalmente seco, del Arroyo de Tosande, que no abandonaremos hasta llegar al valle que lleva su nombre, pasando por la escombrera de una mina abandonada. Después nos introducimos en un pequeño robledal que nos conduce a una garganta y nos hace imaginar cómo fluía el arroyo en el pasado, para desembocar en un cruce que nosotros seguiremos de frente.
El camino se va adentrando en el valle, entre Peña Orecada (izquierda) y la Peña del Roblillo (derecha), hasta llegar a una verja de madera que impide al ganado vacuno escaparse. Seguimos entre fresnos, brazos y encinas, pudimos mostachos y pinos, para desembocar en un espléndido robledal.
Nos encontramos con el camino de vuelta que dejamos a nuestra izquierda para seguir de frente, mientras el robledal se abre poco a poco hasta desembocar en el Valla de Tosande con un paisaje de cine; cubierto de verdes prados rodeados por bosques y montañas, el lugar nos invita al relax y a disfrutar de todo lo que nos rodea. En este punto puede haber ganado vacuno y debemos girar a la izquierda, pese a no haber un sendero claramente marcado. Los postes señalizados nos llevarán a un precioso hayedo, el Hayedo Mayor, que cruzaremos siempre en ascenso, hasta llegar a una bifurcación donde el sendero continua a través de escalones de madera. Es aquí donde comienza la tejeda propiamente dicha. Podemos ir por la izquierda o por la derecha, ya que el recorrido dibuja un circulo entre los tejos.
El ambiente del hayedo se transforma de forma radical; la espesura se torna lúgubre y umbrosa, la más suave de las brisas hace chirriar las ramas rompiendo la sensación de mutismo y soledad que domina en otros rincones del bosque. Los gruesos y castigados troncos de tejo, mezcla de cortezas vivas de coloraciones rojizas y madera muerta de tonalidad verdosa, contribuye a esa sensación de oscuridad y misterio que empequeñece a todo aquel que visita el lugar, invitándole a escudriñar el entorno aguzando la vista para descubrir pequeños detalles, creados hace cientos si no miles de años por el libre albedrío de la naturaleza: pies caídos de los que emerge vigorosa una nueva planta, tejos que se entrelazan hasta confundirse en uno solo, tocones huecos quemados por el rayo que siguen en pie soportando follajes verdes llenos de vida, troncos engrosados durante muchos cientos de años que uno solo no es capaz de abrazar, ...
La asombrosa longevidad del tejo, su sangre roja y sus particularidades tóxicas, potencialmente letales, explican la condición de árbol mágico y con poderes sobrenaturales que tenía este árbol en las tribus prerromanas que habitaron la Montaña Palentina hasta hace menos de dos mil años. Durante la invasión romana, los guerreros cántabros y astures que eran apresados por las legiones, se suicidaban tragando un preparado de semillas de tejo; una conducta similar con otros pueblos de Europa occidental. Esta asociación del tejo con la muerte estaba presente en el calendario celta, en el que se le atribuían las fechas previas al 1 de noviembre, que era para ellos "la noche de los muertos". Todavía se conserva la tradición, en algunos pueblos, de llevar ramos de tejo a los difuntos en día de Todos los Santos.
Desde aquí el camino nos conduce al Mirador de la Tejida de Tosande, donde seguro a estas alturas entra bien un trago y un bocado al disfrute de espectaculares panorámicas de la parte oriental de la Sierra de la Peña.
Tras un pronunciado descenso por sendero pedregoso, la senda sigue descendiendo en zigzag por otro bonito hayedo para desembocar en el camino que utilizamos de subida y volver al aparcamiento pasando de nuevo por la garganta y la escombrera de la mina hasta llegar de nuevo al puente del ferrocarril.
Waypoints
You can add a comment or review this trail
Comments