Desde el cruce de Bojadillas a Hoya Alazor (Moratalla)
near Arroyo Blanco, Murcia (España)
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Trail photos
Itinerary description
La ruta discurre por caminos en su totalidad.
El desnivel es más o menos correcto, pero la altitud me ubica unos cincuenta metros por encima en todo el recorrido.
Situamos el inicio de ruta en el cruce del camino de La Rogativa con el de Bojadillas, justo donde el Arroyo Blanco se une a la Rambla de La Rogativa.
Frente a la carretera de Bojadillas sale un camino pedregoso hace algún requiebro. Se incorpora a otro que, unos metros más adelante, baja del camino de La Rogativa. Aquí se hace más evidente, aunque veremos que los primeros dos kilómetros este vial está bastante roto por las escorrentías de agua.
Ascendemos en paralelo al Arroyo Blanco, que queda abajo a nuestra izquierda. En otoño el amarillo de los chopos le da un encanto especial a esta zona.
La subida es llevadera, y no tardamos en llegar a la Casa de Abajo, uno de los varios cortijos en ruinas que encontraremos hoy. Yo hice aquí una parada a la vuelta, bajo un gran pino.
Lo cierto es que el día es perfecto para caminar: está encapotado, a punto de lluvia, pero sin llover. Es decir, se camina con fresco, pero se puede ir de manga corta. Lo malo es que visualmente los paisajes deslucen sin la presencia del sol.
Las vistas son excepcionales, tanto hacia la Cuerda de la Gitana, donde destaca la singular silueta de Peña Jarota, como hacia el noreste, con la Sierra del Zacatín cerrando el horizonte. A nuestro frente se irán asomando el Servalejo, el Calar Blanco y el Cerro de Villafuerte.
En general caminaremos por lugares abiertos, extensos, con numerosas tablas de cereal y caminos que salen a derecha e izquierda. El nuestro será siempre el más evidente.
Hacemos una breve bajada que nos lleva a cruzar la Rambla del Arroyo Alazor por una chopera que estaba vestida de amarillo. De nuevo se inclina el camino en subida hasta unos campos de nogales y el Cortijo de Salinas (aquí hice mi primera parada de descanso, pero de regreso). El entorno es bucólico, aunque la soledad en estos parajes tan recónditos es intimidante.
De nuevo toca un descenso, progresivo pero prolongado, hasta otro cortijo, el de Matacabras. Éste es más grande que los anteriores. También aquí hay terrazas de nogales, y me llama la atención que del tronco viejísimo de uno que hay a la puerta de la casa ha brotado un joven vástago. Nunca deis por muerto a un árbol.
Aquí llegamos a la pista que va desde El Calar de la Santa al Balneario del Cantalar, y reconozco que me cohibió ver los carteles que advierten del acceso restringido a personal autorizado. Además es domingo y temporada de caza. Pero no he llegado hasta aquí para darme la vuelta tan rápido, así que sigo, y si me encuentro con alguien y me tengo que volver, pues mala suerte.
Pero nada de eso. De hecho me he cruzado con cinco o seis coches en este camino, y nadie me ha dicho nada, nos hemos saludado y sin problema.
Casi todo el desnivel de la ruta está en este camino. De los 1230 msnm donde cogimos el camino a los 1500 del Balneario del Cantalar, y luego hasta los 1600 del Collado Alazor.
Uno de los sitios más imponentes de la ruta está en este camino de ascenso al Cantalar. Cuando la subida nos da una tregua y llanea un par de cientos de metros entraremos en lo que yo llamo "ciudad pétrea". De repente, grandes piedras de caprichosas formas se elevan en vertical, como si fuesen edificios, chimeneas o árboles. A pie de camino tendremos unas cuantas, pero en el cauce del Barranco del Cantalar, a nuestra izquierda, las hay a decenas. Las fotos realizadas no dan una idea de lo que vemos in situ. Es como si fueran las estelas de un cementerio de gigantes.
Un último esfuerzo y llegamos a la embotelladora del Cantalar, mucho más pequeña de lo que suponía. Aquí seguimos subiendo por un camino más estrecho que sube a la derecha, y que tras un zigzag nos dejará, por fin, en el Collado Alazor, techo de la excursión de hoy.
Ahora hacemos una cómoda bajada hasta Hoya Alazor y su cortijo en ruinas. No serán más de dos kilómetros, pero no puedo evitar pensar que en un rato tendré que subir este tramo, otros cien metros de desnivel para las piernas.
Ya en el cortijo pongo fin a la ida, pues aquí ya he estado antes y la intención de esta ruta era conectar La Rogativa con este punto, así que tras las fotos respiro y me resigno a ascender estos cien metros de desnivel.
Es curioso, pensaba que me iba a costar más, pero en un visto y no visto estoy de nuevo en el collado. Estupendo, ahora a descender. Es una gozada recrearse en los paisajes que se abren en este sentido. El Cerro Villafuerte, justo encima de la embotelladora, fue el norte visual en este tramo de ida; ahora lo son los paisajes infinitos, con El Calar de la Santa en el centro, allá abajo.
Además, el sol salió hace un rato y lo que antes era mate ahora brilla, reluce, es casi luminoso.
Los casi trece kilómetros de regreso se hacen bastante llevaderos. Descubro perspectivas nuevas, y hago menos paradas porque la mayoría de fotos ya están hechas.
La llegada al Valle de La Rogativa, con un grupo de buitres planeando, con Peña Jarota inmutable, con mil lomas, cerros y montañas cubiertas de árboles, se convierte es uno de esos momentos de comunión con el lugar. Ya sólo faltan unos minutos para concluir otra jornada maravillosa descubriendo rincones imposibles de Moratalla.
El desnivel es más o menos correcto, pero la altitud me ubica unos cincuenta metros por encima en todo el recorrido.
Situamos el inicio de ruta en el cruce del camino de La Rogativa con el de Bojadillas, justo donde el Arroyo Blanco se une a la Rambla de La Rogativa.
Frente a la carretera de Bojadillas sale un camino pedregoso hace algún requiebro. Se incorpora a otro que, unos metros más adelante, baja del camino de La Rogativa. Aquí se hace más evidente, aunque veremos que los primeros dos kilómetros este vial está bastante roto por las escorrentías de agua.
Ascendemos en paralelo al Arroyo Blanco, que queda abajo a nuestra izquierda. En otoño el amarillo de los chopos le da un encanto especial a esta zona.
La subida es llevadera, y no tardamos en llegar a la Casa de Abajo, uno de los varios cortijos en ruinas que encontraremos hoy. Yo hice aquí una parada a la vuelta, bajo un gran pino.
Lo cierto es que el día es perfecto para caminar: está encapotado, a punto de lluvia, pero sin llover. Es decir, se camina con fresco, pero se puede ir de manga corta. Lo malo es que visualmente los paisajes deslucen sin la presencia del sol.
Las vistas son excepcionales, tanto hacia la Cuerda de la Gitana, donde destaca la singular silueta de Peña Jarota, como hacia el noreste, con la Sierra del Zacatín cerrando el horizonte. A nuestro frente se irán asomando el Servalejo, el Calar Blanco y el Cerro de Villafuerte.
En general caminaremos por lugares abiertos, extensos, con numerosas tablas de cereal y caminos que salen a derecha e izquierda. El nuestro será siempre el más evidente.
Hacemos una breve bajada que nos lleva a cruzar la Rambla del Arroyo Alazor por una chopera que estaba vestida de amarillo. De nuevo se inclina el camino en subida hasta unos campos de nogales y el Cortijo de Salinas (aquí hice mi primera parada de descanso, pero de regreso). El entorno es bucólico, aunque la soledad en estos parajes tan recónditos es intimidante.
De nuevo toca un descenso, progresivo pero prolongado, hasta otro cortijo, el de Matacabras. Éste es más grande que los anteriores. También aquí hay terrazas de nogales, y me llama la atención que del tronco viejísimo de uno que hay a la puerta de la casa ha brotado un joven vástago. Nunca deis por muerto a un árbol.
Aquí llegamos a la pista que va desde El Calar de la Santa al Balneario del Cantalar, y reconozco que me cohibió ver los carteles que advierten del acceso restringido a personal autorizado. Además es domingo y temporada de caza. Pero no he llegado hasta aquí para darme la vuelta tan rápido, así que sigo, y si me encuentro con alguien y me tengo que volver, pues mala suerte.
Pero nada de eso. De hecho me he cruzado con cinco o seis coches en este camino, y nadie me ha dicho nada, nos hemos saludado y sin problema.
Casi todo el desnivel de la ruta está en este camino. De los 1230 msnm donde cogimos el camino a los 1500 del Balneario del Cantalar, y luego hasta los 1600 del Collado Alazor.
Uno de los sitios más imponentes de la ruta está en este camino de ascenso al Cantalar. Cuando la subida nos da una tregua y llanea un par de cientos de metros entraremos en lo que yo llamo "ciudad pétrea". De repente, grandes piedras de caprichosas formas se elevan en vertical, como si fuesen edificios, chimeneas o árboles. A pie de camino tendremos unas cuantas, pero en el cauce del Barranco del Cantalar, a nuestra izquierda, las hay a decenas. Las fotos realizadas no dan una idea de lo que vemos in situ. Es como si fueran las estelas de un cementerio de gigantes.
Un último esfuerzo y llegamos a la embotelladora del Cantalar, mucho más pequeña de lo que suponía. Aquí seguimos subiendo por un camino más estrecho que sube a la derecha, y que tras un zigzag nos dejará, por fin, en el Collado Alazor, techo de la excursión de hoy.
Ahora hacemos una cómoda bajada hasta Hoya Alazor y su cortijo en ruinas. No serán más de dos kilómetros, pero no puedo evitar pensar que en un rato tendré que subir este tramo, otros cien metros de desnivel para las piernas.
Ya en el cortijo pongo fin a la ida, pues aquí ya he estado antes y la intención de esta ruta era conectar La Rogativa con este punto, así que tras las fotos respiro y me resigno a ascender estos cien metros de desnivel.
Es curioso, pensaba que me iba a costar más, pero en un visto y no visto estoy de nuevo en el collado. Estupendo, ahora a descender. Es una gozada recrearse en los paisajes que se abren en este sentido. El Cerro Villafuerte, justo encima de la embotelladora, fue el norte visual en este tramo de ida; ahora lo son los paisajes infinitos, con El Calar de la Santa en el centro, allá abajo.
Además, el sol salió hace un rato y lo que antes era mate ahora brilla, reluce, es casi luminoso.
Los casi trece kilómetros de regreso se hacen bastante llevaderos. Descubro perspectivas nuevas, y hago menos paradas porque la mayoría de fotos ya están hechas.
La llegada al Valle de La Rogativa, con un grupo de buitres planeando, con Peña Jarota inmutable, con mil lomas, cerros y montañas cubiertas de árboles, se convierte es uno de esos momentos de comunión con el lugar. Ya sólo faltan unos minutos para concluir otra jornada maravillosa descubriendo rincones imposibles de Moratalla.
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