80. Desfiladero de La Unfrida desde Terradillos de Sedano

INDICE IBP de Dificultad de la Ruta

Para Criterios y Tabla de Interpretación, Ir a:
https://www.ibpindex.com/index.php/es/

El resultado del análisis IBP es de 42 (para Senderismo): dificultad 'Fácil' para una preparación física 'Media'.

El cómputo del desnivel acumulado de la ruta por parte de IBP es de 255 metros (superior al que estima Wikiloc).


Ruta realizada el 4 de julio de 2021 (publicada en Wikiloc el 3 de abril de 2022). Tomamos como guía la información y los mapas disponibles en ‘Sendas de Burgos’ (http://sendasdeburgos.blogspot.com/2017/02/desfiladero-de-la-unfrida.html), si bien invertimos la dirección del recorrido e hicimos algunos desvíos cortos. Empezamos por la parte más difícil (poco), el ascenso y la zona de páramo, con menos vegetación, y a una hora con temperatura más fresca. Dejamos para el final la parte más fácil y protegida del sol, que al final apretaba.

La excursión parte del pueblo de Terradillos de Sedano, custodiado por la prominente Peña Itero en un espigón del páramo, como el altivo mascarón de proa de un buque. Por cierto, mera curiosidad: razones habrá para el ‘apellido’ añadido a Terradillos… Ciertamente, esta localidad se encuentra lejos de la villa de Sedano: en la opción más corta, según Google, la distancia es de 22,6 km y se tarda 24 minutos en hacer el recorrido en vehículo, por carreteras reviradas.

Después de poco más de 2 km de subida ininterrumpida, accedemos al páramo. Bueno, sobre esto hay ‘mucho’ que hablar, como veremos después en la anécdota del día, porque no es páramo, ni es ‘un’ páramo, ni ‘el’ páramo… (únicamente lo era en la ignorancia de quien esto escribe); bello, a mi parecer, de todos modos. Desde luego, tiene abundante y diversa flora, y algunos campos de labranza. Pero hay más…

Tras 3 km llaneando, empezamos a descender; por etapas. Primero, a una zona de sembrados y luego por el desfiladero de La Unfrida, hacia el valle del río San Antón, que después alimentará al más caudaloso Rudrón. En el principio del estío, el angosto desfiladero se halla pletórico de vegetación (entre otras especies de árboles, nos sorprendieron los avellanos). El arroyo que lo recorre apenas acarreaba agua en la superficie, así que el sub-suelo debía acumular mucha humedad para mantener esa frondosidad.

Al término del desfiladero, desembocamos en el valle del río San Antón, más abierto en el espacio de la confluencia entre ambos. Igual de frondoso, sus campos y prados parecen fértiles, aunque con limitado terreno de cultivo. Un crestón calizo al otro lado del río nos confirma el inicio de la etapa final hacia Terradillos. Nos quedan 3 km hasta nuestro destino, por llano. Para ser precisos, tenemos que subir 30 metros en todo ese tramo; pero el calor húmedo, que ya se nota, nos pilla en la sombra.

En suma, el recorrido es sencillo y agradable. No hay dificultades de orientación. Si acaso, levemente, justo al acceder al páramo (“que no es páramo”), y también al dejarlo y tomar la desviación que nos llevará a La Unfrida. En lo demás no hay pérdida: difícilmente puede uno salirse del camino en el desfiladero de La Unfrida y tampoco en el del San Antón. La exigencia física es escasa: longitud razonable, pendiente suave, y buenos caminos. En el verde y florido julio constituye un delicioso paseo.

El final, ya de vuelta en Terradillos, dio para una anécdota; para concluir la grata experiencia con un broche brillante. Entrando en el pueblo, una señora que iba a su huerto nos preguntó: --“¿Qué recorrido habéis hecho?” –“Bueno, primero hemos subido al páramo, luego por La Unfrida, y después…”. No nos permitió continuar. “¿Qué habíamos dicho (mal)?”.

--“La loma, querrán decir”. Lo dijo algo atónita, como sufriendo ante tanta exhibición de ignorancia por nuestra parte. Como queriendo decirnos (sin explicitarlo): “pero si es evidente que el páramo está en la parte opuesta del valle, justo al otro lado de lo que han hecho Vds.; pobrecitos míos”. Todo (sus cuatro palabras) lo percibimos en un tono afable y didáctico.

Y nosotros: --“Claro, claro; vaya despiste; tiene Vd. razón”. Es como no saber distinguir entre el agua y la leche (la loma y el páramo). Y uno se para y mira a un lado del valle y ve el páramo; luego mira al otro lado y ve la loma. Y se pregunta: “¿cuál es el agua y cuál es la leche?; si parecen iguales…”. Pero no, no lo son. Sólo hay que aprender a discriminar entre sus pequeñas-grandes diferencias. No es tan difícil…

Aun cuando fueran iguales páramo y loma (que no lo son; quede eso fuera de duda), la buena señora seguiría teniendo razón: descubrí luego que el paraje señalado por ella como la loma se llama La Loma; con mayúscula, por nombre propio (con independencia de si es una loma común o un páramo); como topónimo, vamos. Anda que no tiene vueltas la cosa…