Despeñaperros (Jaén) Las Correderas-Castro Ferral-Huerta de Juan Santos(II)
near Santa Elena, Andalucía (España)
Viewed 5362 times, downloaded 42 times
Trail photos
Itinerary description
29.01.12
Segunda edición de otra ruta anterior con incursiones en otros lugares
El día de los Inocentes era un buen día para quitarse de en medio. Así, quién evita la ocasión,...
Diseñé sobre el mapa una ruta circular sobre un trazado en gran parte inédito para mi. Suponía ascender desde Las Correderas (grupo de casas en ruina, antiguo núcleo de la Nuevas Poblaciones de Sierra Morena precozmente abandonado que más tarde se convertiría en Venta al pie del nuevo camino abierto por el desfiladero de Despeñaperros) por una cansina pista durante seis kilómetros hasta el primer punto de interés, las ruinas del Castillo de Ferral descender desde ese lugar por el camino del muradal (o muladar) pasando por lugares con evocadores topónimos a la gran batalla que por aquí se dio: el collado de las matanzas y el cerro de las calaveras. Parece, según quienes han investigado el evento, que fue el lugar más al sur que alcanzaron las tropas cristianas en su primera intención del periplo que siguieron hacia la confrontación. Desde estos parajes y con la inestimable ayuda de aquél hombre de anónima identidad (al que años después se le bautizó como Martín Alhaja o Halaja) las tropas de Alfonso VIII y demás comitiva encontraron una vía alternativa que les marcó dicho personaje, enigmática figura de la historia, vulgar pordiosero para algunos y elevado a la categoría de San Isidro labrador, por otros.
Rodrigo Ximénez de Rada, arzobispo de Toledo, uno de los cuatro adalides cristianos,gracias al cual conocemos detalladamente los acontecimientos, nos refiere de esta manera la llegada providencial del pastor al que describe así en su De Rebus Hispaniae:
“…muy desaliñado en su ropa y persona, que tiempo atrás había guardado ganado en aquellas montañas y se había dedicado allí mismo a la caza de conejos y liebres”
Miré a Trufa, no obstante, que me devolvió una ojeada complaciente lo que me decidió a lanzarnos por el pendiente cortafuegos que teníamos delante y que sabía era parte del camino que baja del puerto del muradal al arroyo del rey y no la pista que zigzaguea para encontrarse con este más adelante, justo en el punto donde nos introduciremos en ese tesoro existente en este parque natural: la huerta de Juan Santos y sus parajes.
Allí, donde acaba ese amplio cortafuegos que se ha apropiado del viejo camino medieval se desvía a la izquierda un camino que pronto se va encerrando descendiendo cómodamente junto al cauce de arroyos que solo ven su contenido tras la lluvia.Pronto atisbamos la primera indicación de que la zona estuvo humanizada, un muro de pizarra (mientras que en la Sierra de Segura es característico el uso de la toba en la construcción, aquí la materia prima es la pizarra) que sirve de soporte a la curva del camino atravesado por un arroyo, con el fin de darle consistencia.
El lugar comienza a tornarse fantástico, la forestación deja atrás el pino de repoblación de las últimas décadas apareciendo bosque de ribera entremezclado con arbustos mediterráneos. En una curva a la izquierda se aparece súbitamente la casa del paraje con su horno aceptáblemente conservado delante, un amplio espacio bien soleado para la época en la que nos encontramos a pesar de estar cercado por monte alto. Se encuentra conformado en terrazas, donde se asentaron junto al arroyo del Vivero por un lado, único que encontramos con un aceptable caudal de agua, y el de Juan Santos por el otro, los ricos huertos que conformaron este vergel hundido en la confluencia de tres barrancos. Estamos a dos kilómetros de la autovía, por donde transitan miles de personas diariamente y aquí parece que se ha detenido el tiempo para siempre. Pero esto solo es el aperitivo, cuando sopeso las posibilidades de salir de allí sin tener que regresar por donde vine solo me queda una posibilidad, hacia delante por el curso del arroyo, ya sin sendero disfrutando de un recorrido no apto para los sentidos pues se ven desbordados por el encanto de esta “guinda” inesperada que, por si fuera poco, me lleva sin dificultad alguna al punto de inicio de esta agradable miniaventura.
Como estaba ansioso por compartirlo, aprovecho la primera ocasión y con la impagable compañía de mis amigos andarines y la necesaria presencia de Trufa repito ruta un mes después con alguna que otra pequeña variante o incursión preparatoria de nuevas correrías.
Segunda edición de otra ruta anterior con incursiones en otros lugares
El día de los Inocentes era un buen día para quitarse de en medio. Así, quién evita la ocasión,...
Diseñé sobre el mapa una ruta circular sobre un trazado en gran parte inédito para mi. Suponía ascender desde Las Correderas (grupo de casas en ruina, antiguo núcleo de la Nuevas Poblaciones de Sierra Morena precozmente abandonado que más tarde se convertiría en Venta al pie del nuevo camino abierto por el desfiladero de Despeñaperros) por una cansina pista durante seis kilómetros hasta el primer punto de interés, las ruinas del Castillo de Ferral descender desde ese lugar por el camino del muradal (o muladar) pasando por lugares con evocadores topónimos a la gran batalla que por aquí se dio: el collado de las matanzas y el cerro de las calaveras. Parece, según quienes han investigado el evento, que fue el lugar más al sur que alcanzaron las tropas cristianas en su primera intención del periplo que siguieron hacia la confrontación. Desde estos parajes y con la inestimable ayuda de aquél hombre de anónima identidad (al que años después se le bautizó como Martín Alhaja o Halaja) las tropas de Alfonso VIII y demás comitiva encontraron una vía alternativa que les marcó dicho personaje, enigmática figura de la historia, vulgar pordiosero para algunos y elevado a la categoría de San Isidro labrador, por otros.
Rodrigo Ximénez de Rada, arzobispo de Toledo, uno de los cuatro adalides cristianos,gracias al cual conocemos detalladamente los acontecimientos, nos refiere de esta manera la llegada providencial del pastor al que describe así en su De Rebus Hispaniae:
“…muy desaliñado en su ropa y persona, que tiempo atrás había guardado ganado en aquellas montañas y se había dedicado allí mismo a la caza de conejos y liebres”
Miré a Trufa, no obstante, que me devolvió una ojeada complaciente lo que me decidió a lanzarnos por el pendiente cortafuegos que teníamos delante y que sabía era parte del camino que baja del puerto del muradal al arroyo del rey y no la pista que zigzaguea para encontrarse con este más adelante, justo en el punto donde nos introduciremos en ese tesoro existente en este parque natural: la huerta de Juan Santos y sus parajes.
Allí, donde acaba ese amplio cortafuegos que se ha apropiado del viejo camino medieval se desvía a la izquierda un camino que pronto se va encerrando descendiendo cómodamente junto al cauce de arroyos que solo ven su contenido tras la lluvia.Pronto atisbamos la primera indicación de que la zona estuvo humanizada, un muro de pizarra (mientras que en la Sierra de Segura es característico el uso de la toba en la construcción, aquí la materia prima es la pizarra) que sirve de soporte a la curva del camino atravesado por un arroyo, con el fin de darle consistencia.
El lugar comienza a tornarse fantástico, la forestación deja atrás el pino de repoblación de las últimas décadas apareciendo bosque de ribera entremezclado con arbustos mediterráneos. En una curva a la izquierda se aparece súbitamente la casa del paraje con su horno aceptáblemente conservado delante, un amplio espacio bien soleado para la época en la que nos encontramos a pesar de estar cercado por monte alto. Se encuentra conformado en terrazas, donde se asentaron junto al arroyo del Vivero por un lado, único que encontramos con un aceptable caudal de agua, y el de Juan Santos por el otro, los ricos huertos que conformaron este vergel hundido en la confluencia de tres barrancos. Estamos a dos kilómetros de la autovía, por donde transitan miles de personas diariamente y aquí parece que se ha detenido el tiempo para siempre. Pero esto solo es el aperitivo, cuando sopeso las posibilidades de salir de allí sin tener que regresar por donde vine solo me queda una posibilidad, hacia delante por el curso del arroyo, ya sin sendero disfrutando de un recorrido no apto para los sentidos pues se ven desbordados por el encanto de esta “guinda” inesperada que, por si fuera poco, me lleva sin dificultad alguna al punto de inicio de esta agradable miniaventura.
Como estaba ansioso por compartirlo, aprovecho la primera ocasión y con la impagable compañía de mis amigos andarines y la necesaria presencia de Trufa repito ruta un mes después con alguna que otra pequeña variante o incursión preparatoria de nuevas correrías.
Waypoints
You can add a comment or review this trail
Comments