El Camino de Santiago. Camino Olvidado, etapa 6/15: La Pola de Gordón - La Magdalena.
near La Pola de Gordón, Castilla y León (España)
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Trail photos
Itinerary description
Tengo que reconocer que todavía estoy procesando la etapa de hoy, ya que es complicado interiorizar lo vivido en una jornada que, sin duda, entra en el top 3 de etapas en los Caminos de Santiago que he recorrido (las otras 2 serían Jaca a Sta. Cruz de la Seros por San Juan de la Peña y Poladura de la Tercia a Chanos de Somerón).
La etapa comienza por un tramo de asfalto hasta los Barrios de Gordón, desde donde se toma un carril que irá ascendiendo sin remisión hasta el collado del Fito. Es una subida larga y tendida, sin grandes desniveles pero sin tregua, que se inicia a la sombra de un bosque mixto que se va abriendo conforme ganamos altura hasta llegar a las Brañuelas, donde la ruta hace un quiebro (por cierto, bastante mal indicado) para acceder al Portillo. Aquí ya somos conscientes de la altura a la que estamos, al ver abajo y a lo lejos la infinidad de picos de la cordillera Cantábrica. Pasamos la collada Umbrales bajo los picos Miezca y Santiago, torturados por imposibles pliegues tectónicos y ya vemos a lo lejos el collado del Fito, que separa el pico los Amargones de peña la Rueda. Allí alcanzaremos los 1.674 m., la máxima altura del Camino Olvidado.
Al otro lado del Puerto nos esperan la peña de Santas Martas, que hemos de bordear y cerrandonos el paso el Alto de la Viesca y la peña los Machos, unidas por otros retorcidos pliegues. Hasta aquí la ruta ha sido espectacular, tupidos bosques, altos cerros, profundos valles, etc. Lo que pasa es que al rodear el Santas Martas siguiendo el curso del arroyo Calderones, entramos en un paisaje onírico. Primero unos farallones calizos que se yerguen sobre un enorme canchal y después el escarpado desfiladero de los Calderones, una imponente garganta donde el tiempo se detiene. Es imposible expresar con palabras el sobrecogimiento, estupor y admiración, que se siente en este entorno que te hace ser consciente de tu propia insignificancia.
Cuesta salir del sueño y seguir adelante, pero finalmente llego a Piedrasecha, donde me detengo a almorzar en el restaurante Manadero. Después sigo por la carretera, hasta que veo un carril por el que parece que puedo atajar el resto de la ruta. Efectivamente, ahorro más de un kilómetro, además de evitar otros 4 de asfalto, por contra aumento el desnivel y dejo de pasar por las aldeas de Viñayo y Otero de Dueñas. Finalmente llegó al bar el Cruce, donde me dan las llaves del albergue de la Magdalena-Canales (10 eur.)
La etapa comienza por un tramo de asfalto hasta los Barrios de Gordón, desde donde se toma un carril que irá ascendiendo sin remisión hasta el collado del Fito. Es una subida larga y tendida, sin grandes desniveles pero sin tregua, que se inicia a la sombra de un bosque mixto que se va abriendo conforme ganamos altura hasta llegar a las Brañuelas, donde la ruta hace un quiebro (por cierto, bastante mal indicado) para acceder al Portillo. Aquí ya somos conscientes de la altura a la que estamos, al ver abajo y a lo lejos la infinidad de picos de la cordillera Cantábrica. Pasamos la collada Umbrales bajo los picos Miezca y Santiago, torturados por imposibles pliegues tectónicos y ya vemos a lo lejos el collado del Fito, que separa el pico los Amargones de peña la Rueda. Allí alcanzaremos los 1.674 m., la máxima altura del Camino Olvidado.
Al otro lado del Puerto nos esperan la peña de Santas Martas, que hemos de bordear y cerrandonos el paso el Alto de la Viesca y la peña los Machos, unidas por otros retorcidos pliegues. Hasta aquí la ruta ha sido espectacular, tupidos bosques, altos cerros, profundos valles, etc. Lo que pasa es que al rodear el Santas Martas siguiendo el curso del arroyo Calderones, entramos en un paisaje onírico. Primero unos farallones calizos que se yerguen sobre un enorme canchal y después el escarpado desfiladero de los Calderones, una imponente garganta donde el tiempo se detiene. Es imposible expresar con palabras el sobrecogimiento, estupor y admiración, que se siente en este entorno que te hace ser consciente de tu propia insignificancia.
Cuesta salir del sueño y seguir adelante, pero finalmente llego a Piedrasecha, donde me detengo a almorzar en el restaurante Manadero. Después sigo por la carretera, hasta que veo un carril por el que parece que puedo atajar el resto de la ruta. Efectivamente, ahorro más de un kilómetro, además de evitar otros 4 de asfalto, por contra aumento el desnivel y dejo de pasar por las aldeas de Viñayo y Otero de Dueñas. Finalmente llegó al bar el Cruce, donde me dan las llaves del albergue de la Magdalena-Canales (10 eur.)
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