El Camino de Santiago. Camino Olvidado, etapa 9/15: Fasgar - Igüeña.
near Fasgar, Castilla y León (España)
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Itinerary description
Para muchos esta es la etapa reina de este Camino, visto lo cual decidí que iba a tomármelo con muchísima calma, esto es, pararse y mirar y respirar. En realidad me lo tomé demasiado al pie de la letra y me sorprendí cuando pasadas dos horas aún seguía en la ermita de Santiago (poco más de 5 km.).
Comienza la etapa en un ascenso que nos va a permitir contemplar el hermosísimo valle del río Urdiales que nace en la falda del pico Tambarón, cuya cuerda muestra un evidente origen glacial. Seguimos el ascenso y de repente el carril queda rodeado de abedules y no puedo evitar entrar en la espesura del bosque para envolverme en ese mar de hojas y cortezas multicolores. Renuente vuelvo a la senda y muy cerca me detengo a beber el agua fresquísima en la fuente de tres caños.
Ya no queda nada para llegar al collado de Campo que nos abre las vistas al campo de Santiago o de Martín Moro, enorme valle glacial cerrado por una impresionante cuerda que llega a superar los dos mil metros en varios de sus picos; nosotros nos encontramos por encima de los mil seiscientos. Cuenta la leyenda que en esa campa se alzó la ermita de Santiago para conmemorar la victoria de las fuerzas cristianas reclutadas entre los mozos de Colinas, Uriales y los Montes, a la voz de "es tan difícil sacar a los moros del Paleiro como cazar un oso vivo". Y del Paleiro sacaron a los moros con la ayuda de Santiago, cuyo caballo blanco realizaba galopadas aéreas con saltos tan largos que abarcaban kilómetros, dejando marcadas unas huellas que todavía muestran orgullosos los vecinos de la comarca.
Y en ese valle glacial, donde ahora pasta tranquilo el ganado, nace el río Boeza, que se encajona en un estrecho barranco cuyo curso seguiremos, dejando atrás la comarca de Omaña para entrar en el Bierzo. El sendero es bellísimo, un bosque de galería que se agarra a unas paredes verticales, abedules, avellanos, servales, robles, alisos, acebos, etc., entre los que discurre la que parece ser una antigua calzada romana. Si elevamos la vista nos escoltan los picos de Arcos del Agua y torres de Vizbueno y un poco más adelante el señor de la sierra de Gistredo, el pico Catoute. En todo momento nos acompaña el estruendo del río, que baja mucho más rápido que nosotros; él lo hace con la agilidad que le dan los saltos de agua, mientras nosotros bajamos pasito a pasito agarrándonos como podemos al terreno y volviendo la vista atrás de vez en cuando, para no perder detalle del maravilloso recorrido, en el que siguen siendo evidentes las acciones glaciales.
Llegamos a "Colinas del Campo de Martín Moro Toledano", donde me detengo a comer algo; no está nada mal, cinco horas para 12 kilómetros y ya hemos hecho la parte principal de la etapa. Desde aquí seguimos por un bonito carril que bordea el río pero que tras lo recorrido, ya no nos hace lanzar más exclamaciones de sorpresa y admiración. Me quedo en el albergue del Catoute (6 eur.).
Comienza la etapa en un ascenso que nos va a permitir contemplar el hermosísimo valle del río Urdiales que nace en la falda del pico Tambarón, cuya cuerda muestra un evidente origen glacial. Seguimos el ascenso y de repente el carril queda rodeado de abedules y no puedo evitar entrar en la espesura del bosque para envolverme en ese mar de hojas y cortezas multicolores. Renuente vuelvo a la senda y muy cerca me detengo a beber el agua fresquísima en la fuente de tres caños.
Ya no queda nada para llegar al collado de Campo que nos abre las vistas al campo de Santiago o de Martín Moro, enorme valle glacial cerrado por una impresionante cuerda que llega a superar los dos mil metros en varios de sus picos; nosotros nos encontramos por encima de los mil seiscientos. Cuenta la leyenda que en esa campa se alzó la ermita de Santiago para conmemorar la victoria de las fuerzas cristianas reclutadas entre los mozos de Colinas, Uriales y los Montes, a la voz de "es tan difícil sacar a los moros del Paleiro como cazar un oso vivo". Y del Paleiro sacaron a los moros con la ayuda de Santiago, cuyo caballo blanco realizaba galopadas aéreas con saltos tan largos que abarcaban kilómetros, dejando marcadas unas huellas que todavía muestran orgullosos los vecinos de la comarca.
Y en ese valle glacial, donde ahora pasta tranquilo el ganado, nace el río Boeza, que se encajona en un estrecho barranco cuyo curso seguiremos, dejando atrás la comarca de Omaña para entrar en el Bierzo. El sendero es bellísimo, un bosque de galería que se agarra a unas paredes verticales, abedules, avellanos, servales, robles, alisos, acebos, etc., entre los que discurre la que parece ser una antigua calzada romana. Si elevamos la vista nos escoltan los picos de Arcos del Agua y torres de Vizbueno y un poco más adelante el señor de la sierra de Gistredo, el pico Catoute. En todo momento nos acompaña el estruendo del río, que baja mucho más rápido que nosotros; él lo hace con la agilidad que le dan los saltos de agua, mientras nosotros bajamos pasito a pasito agarrándonos como podemos al terreno y volviendo la vista atrás de vez en cuando, para no perder detalle del maravilloso recorrido, en el que siguen siendo evidentes las acciones glaciales.
Llegamos a "Colinas del Campo de Martín Moro Toledano", donde me detengo a comer algo; no está nada mal, cinco horas para 12 kilómetros y ya hemos hecho la parte principal de la etapa. Desde aquí seguimos por un bonito carril que bordea el río pero que tras lo recorrido, ya no nos hace lanzar más exclamaciones de sorpresa y admiración. Me quedo en el albergue del Catoute (6 eur.).
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