El Cañuelo: torres vigía

Ruta por los alrededores de la aldea de El Cañuelo, pedanía de Priego de Córdoba, visitando algunas de las torres vigías de época medieval que aún permanecen en pie en este término municipal. Este pequeño núcleo de población existe al menos desde el siglo XVIII, aunque como cortijada dependiente de Zamoranos hasta mediados del XIX. Aparco a la entrada del mismo (viniendo desde
la A-333R2), desde donde ya se divisa la Torre Alta, una de las dos atalayas (vocablo árabe que significa “centinela”) a las que subiré.

En el término municipal de Priego existían quince torres atalayas, de las que de tres no quedan restos (otras tres son fortificaciones más complejas, como son el castillejo de Barcas, el Jardín del Moro o castillo de Tiñosa y Sierra Leones). Fueron levantadas mayormente durante el reinado del sultán nazarí Yusuf I, para proteger a la villa de Priego (Madinat Baguh), frontera noroeste del reino de Granada con la Corona de Castilla tras ser reconquistada a los calatravos en octubre de 1332 durante el reinado de Muhammad IV. Se ordenó la construcción de “almorabitos", torres o rábitas en la frontera cristiano-nazarí (probablemente señalada por el curso del río Salado, por lo cual las torres están alineadas en su margen derecho preferentemente), aprovechando el relieve abrupto de las Subbéticas cordobesas, siendo ocupadas por morabitos (ermitaños o monjes soldados encargados de la defensa de las fronteras). La comarca de Priego quedaría de parte musulmana y los términos de Luque, Zuheros, Carcabuey (hasta 1339) y Cabra en la cristiana. En 1341 Alfonso XI reconquistó la ciudad de Priego, dejando la frontera más allá de Alcalá la Real (siendo reformadas las torres para su reutilización por los cristianos hasta la finalización de la Guerra de Granada y en la revuelta morisca de la Alpujarra, o, más recientemente, durante la Guerra civil española como puestos de vigilancia); pero incluso hay referencias de su existencia ya desde el inicio del Emirato de Córdoba, por lo que no se puede descartar que varias de estas torres atalayas se levantasen durante el Emirato o el Califato, a raíz de la revuelta muladí de Umar Ibn Hafsun.
Todas se encontraban conectadas visualmente bien con otra torre o directamente con el castillo de Priego, de ahí su ubicación siempre en lugares elevados (aproximadamente entre los 600 y los 900 metros de altitud) con una excelente visibilidad, para dar la voz de alarma en caso de ataque con señales de fuego y humo (por lo que igualmente se conocen como almenaras, término también de origen árabe que hace referencia al “lugar donde hay luz”); no eran estructuras para resistir un asedio, por lo que la parte superior de las mismas (la plataforma de señales) no tenía merlatura (almenas), puesto que no se preveía un combate, sino que su principal cometido era el control y la visualización de los caminos y pasos naturales que llevaban a la localidad y la transmisión de mensajes de aviso en caso de incursiones enemigas, frecuentes en las poblaciones de frontera.
Hoy estas torres, pese a estar catalogadas como Bien de Interés Cultural en la categoría de Monumento, se hallan en una lamentable situación de abandono.

Empiezo la ruta bajando por la calle San Luis para cruzar el arroyo del Letrado, donde se encuentra la Fuente Baja y un pequeño merendero, y tomando el camino del Tarajal, entre fincas de olivos, hasta las ruinas del Cortijo de las Torres; desde aquí atrocho entre los olivos, en fuerte subida, hasta llegar a la Torre Alta, situada a 659 msnm en la raspa del macizo de las Tres Torres, sobre una meseta alargada donde se ubicó un oppidum íbero, con importantes fortificaciones dispuestas en anillos que siguen las curvas de nivel en todo el contorno de la meseta (salvo en las vertientes donde las pendientes caen en talud en profundos tajos de roca natural, de 20 a 30 metros de altura). Este poblado perduró desde época íbero-romana hasta la invasión musulmana, habiendo aparecido en las laderas tumbas de incineración ibéricas y restos de cerámica sobre todo romana. Incluso también se han encontrado un cuchillo de cobre de tipología correspondiente a la Edad del Bronce y pequeñas puntas de flecha de bronce de los siglos VII-VI a.C. (del período Orientalizante, en época tartésica). De la existencia de la torre ya existen referencias en las crónicas islámicas con el nombre de Hisn Aliya (o Alliya, que significa precisamente fortificación alta). Como la mayoría de estas atalayas, está realizada con mampostería (de piedra caliza local), de estructura cilíndrica (de 4 metros de anchura por 9-10 de alto aproximadamente), macizada en su mitad inferior (aunque esta torre presenta una oquedad que parece haber sido hecha recientemente, sin saberse el porqué) y con un habitáculo a media altura (a unos 5 metros, al que se accedía por una puerta-ventana con la ayuda de una escala).

A partir del lugar donde se alza la torre, la meseta baja en suave declive o en pequeños escalonamientos hacia el noreste; siguiendo una veredita entre almendros llego frente a un pinar, al lado del camino del Tarajal, que continúo en dirección hacia esta aldeíta. El camino desemboca en una carretera y tras cruzarla sigo por el olivar hasta llegar a otro camino terrizo que baja hasta el río Salado (después de su unión con el Zagrilla). Frente a mí, a 490 metros de altitud, se alza la Torre de Barcas, también Bien de Interés Cultural, pero no incluido en la lista de atalayas de Priego por no presentar las mismas características: se trataría de un pequeño castillejo que albergaba una guarnición militar (de unos treinta miembros), encargada del mantenimiento y vigilancia del resto de torres que conformaban el sistema de vigilancia de Priego y, a diferencia de las otras atalayas, preparada para el ataque. Según algunos historiadores, fue construida durante el siglo XV por los castellanos, de estructura cuadrada y formando parte de un complejo más grande, por lo que a veces también se la conoce como castillo de Barcas.

No cruzo el río, por no mojarme los pies o el calzado (el vado tiene unos 3 metros de ancho, llegando el agua al menos hasta las pantorrillas), volviendo por el camino del Tarajal hasta el Cerro de las Tres Torres, junto al pinar. Voy cresteando en busca de la Torre Bajera (también llamada Torre Baja o del Cañuelo), sin claro sendero (con precaución al caminar por el canchal), pasando por donde se ubicaba la Torre Media (o de los Pradillos). Esta torre también formaba parte del complejo de las Tres Torres -entre Torre Alta y Torre Bajera, más próxima a ésta, a unos 350 metros-, así llamado porque las tres se encuentran en este macizo (constituido a base de margas y calizas) de forma alargada y orientado de Noreste a Suroeste, elevándose gradualmente desde la parte más septentrional, donde se encuentra la Torre Bajera. Esta torre intermedia debía levantarse sobre la cota 596, a 1 kilómetro en línea recta en dirección oeste de la aldea de El Cañuelo, poniendo en comunicación la Torre del Morchón, la Torre Bajera, Torre Alta y la Torre Alhama. De ella apenas quedan restos, cascotes y fragmentos de piedra caliza de diversos tamaños - algunos posiblemente tallados-, revueltos y semienterrados.

Finalmente llego a la atalaya situada a menor cota (520 metros) de este complejo, emplazada en un lugar que vigilaba el paso más oriental a Priego y al valle del Salado por el norte. Debió de controlar un área muy concreta, al ser un punto poco dominante, pese a lo cual desde ella se divisa por el norte la Torre del Morchón y hacia el suroeste la de Fuente Alhama (a través de las cuales se podía establecer contacto con la comarca de Luque, Baena y Alcaudete).
Al igual que Torre Alta, bajo la ventana que mira en su dirección, a ras de suelo hay una excavación en su pared practicada recientemente, quizás por algún buscador de tesoros.

Bajo hacia el arroyo del Letrado, que cruzo por un badén inundable, y sigo su curso en busca de un molino harinero (al parecer llamado Churriana), cuyas muelas eran movidas por las abundantes agua de este arroyo (aguas hoy captadas en Fuente Tójar, bajando casi seco). Luego subo hacia la aldea, recorriendo el olivar que la rodea por esta parte, hasta poder entrar por la calle de las Pozuelas. Visito una fuente pública junto al antiguo lavadero en la calle La Fuente, pasando luego junto a la Parroquia de Nuestra Señora del Rosario (cuyas vidrieras fueron diseñadas por el pintor y consumado maestro del vitralismo, Antonio Povedano, que pasó su infancia en El Cañuelo) y junto a la Ermita de la Cruz, antes de concluir esta interesante ruta desde el punto de vista histórico.