El mítico Curavacas
near Vidrieros, Castilla y León (España)
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Trail photos
Itinerary description
Por fin llegó el día, y mi ilusión por conseguir la ansiada Diplomatura en Curavacas se cumplió. Y fue un placer. Un placer que no dudo concederá a todo amante de las montañas cuando lleguen a su cima. Un placer, aunque conseguirlo es algo costoso dada la dureza de las rampas y el esfuerzo añadido de caminar sobre la movidiza pedrera. Pero todo lo compensa la belleza de sus retorcidos riscos y, sobre todo, las magníficas vistas desde la cima. Hacia el oeste resplandece por sus tonos claros una imponente pirámide, es el elegante Espigüete, pareja de hecho del Curavacas; al fondo, hacia el norte, la larga cadena de altas cumbres de los Picos de Europa; y lo más interesante, desde mi punto de vista, el resto del paisaje que nos rodea, la inmejorable ilustración de un libro abierto que explica el modelado de la glaciación que existió en estas montañas, comprobando que estamos en el borde de un circo glaciar con el Pozo Curavacas, su glaciar laguna, a nuestros pies, y al fondo, el circo perfectamente definido por los picos Alto de Fuentes Carrionas, Tres Provincias , Infierno y Peñaprieta, que encierra en él las Fuentes Carrionas, la laguna donde nace el río Carrión, que inicia su andadura siguiendo el trazo inconfundible del característico perfil en artesa del Valle de Pineda, valle glaciar que durante millones de años fue modelando la enorme lengua de hielo recogido de los circos glaciares circundantes. Todo un espectáculo.
LA RUTA
Iniciamos la ruta en Vidrieros por la calle Chica, en dirección noroeste, por la pista que sigue paralela al arroyo Valdenievas hasta atravesar por un puente el arroyo Cabriles, donde nos desviaremos para tomar la senda que sube a su lado, en dirección norte. Cuando finaliza llegamos a la pradera, Majada Cabriles, donde se nos abre en todo su esplendor la imagen del colosal Curavacas, con su característico tono verdinegro. Estamos en la única parte del recorrido donde se camina con comodidad. Enseguida nos encontramos con las primeras lenguas de cantos sueltos que se desprenden de la famosa pedrera formada por los infinitos cantos que se han ido desprendiendo de los bloques de conglomerados, roca de la que está hecha la montaña, otra de sus características que la hacen tan peculiar. Siguiendo los hitos marcados ascendemos en dirección nordeste, vislumbrando al final el llamado Callejo Grande. Cuando la ladera lo permite es aconsejable salirse de la pedrera a la derecha donde el suelo, con menos cantos, es más firme.
En la parte alta de esa especie de canal, se ve a la derecha un pequeño collado, cubierto de praderas, pero no hay que subir a él, aunque dan ganas por dejar de pisar tanta piedra, sino virar hacia la izquierda, a pesar de que ahora el Callejo parezca más un callejón sin salida, y continuar por ese infernal revoltijo de rocas y pasadizos que, aunque parezca increíble, después de haber dejado a la derecha los riscos de El Hospital y Diente del Oso, nos conduce a la cima, donde una estrecha ventana con una roca central nos deja ver la ansiada imagen del gran Valle de Pineda, por el que discurre el Carrión. Dos hitos sobre dos rocas paralelas nos indican que debemos girar hacia el norte y encarar la parte final del recorrido por la Llana que, como su nombre indica, es una loma de poca pendiente pero que puede ser peligrosa con agua o nieve, sobre rocas que, dando un rodeo, nos conduce definitivamente a la cumbre, señalada por un vértice geodésico derruido y adornada por una cruz y una curiosa campana o cencerro que podemos hacer sonar para celebrar que estamos tocando el cielo.
La vuelta se hace por el mismo camino que hemos subido.
LA RUTA
Iniciamos la ruta en Vidrieros por la calle Chica, en dirección noroeste, por la pista que sigue paralela al arroyo Valdenievas hasta atravesar por un puente el arroyo Cabriles, donde nos desviaremos para tomar la senda que sube a su lado, en dirección norte. Cuando finaliza llegamos a la pradera, Majada Cabriles, donde se nos abre en todo su esplendor la imagen del colosal Curavacas, con su característico tono verdinegro. Estamos en la única parte del recorrido donde se camina con comodidad. Enseguida nos encontramos con las primeras lenguas de cantos sueltos que se desprenden de la famosa pedrera formada por los infinitos cantos que se han ido desprendiendo de los bloques de conglomerados, roca de la que está hecha la montaña, otra de sus características que la hacen tan peculiar. Siguiendo los hitos marcados ascendemos en dirección nordeste, vislumbrando al final el llamado Callejo Grande. Cuando la ladera lo permite es aconsejable salirse de la pedrera a la derecha donde el suelo, con menos cantos, es más firme.
En la parte alta de esa especie de canal, se ve a la derecha un pequeño collado, cubierto de praderas, pero no hay que subir a él, aunque dan ganas por dejar de pisar tanta piedra, sino virar hacia la izquierda, a pesar de que ahora el Callejo parezca más un callejón sin salida, y continuar por ese infernal revoltijo de rocas y pasadizos que, aunque parezca increíble, después de haber dejado a la derecha los riscos de El Hospital y Diente del Oso, nos conduce a la cima, donde una estrecha ventana con una roca central nos deja ver la ansiada imagen del gran Valle de Pineda, por el que discurre el Carrión. Dos hitos sobre dos rocas paralelas nos indican que debemos girar hacia el norte y encarar la parte final del recorrido por la Llana que, como su nombre indica, es una loma de poca pendiente pero que puede ser peligrosa con agua o nieve, sobre rocas que, dando un rodeo, nos conduce definitivamente a la cumbre, señalada por un vértice geodésico derruido y adornada por una cruz y una curiosa campana o cencerro que podemos hacer sonar para celebrar que estamos tocando el cielo.
La vuelta se hace por el mismo camino que hemos subido.
Waypoints
Photo
8,078 ft
Pozo Curavacas, Valle de Pineda y Picis de Europa al fondo
El Valle de Pineda boedeando el Curavacas
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