El sendero mágico: Las esculturas con piedras Joaquín Sesé en el camino a la Ermita de San Martín en la Sierra de Capella.

Un abrigo rocoso bajo el Tozal d´el Soldau cobija los restos de la ermita rupestre de San Martín, domina un frondoso barranco que ofrece una panorámica espectacular sobre la confluencia de los ríos Isábena y Ésera.
La excursión hasta San Martín ofrece también otros atractivos añadidos, las esculturas de animales hechas con piedras por Joaquín Sesé, un vecino de Capella, y que hacen del camino una autentica delicia
Acceso:
Se encuentra a 2,5 km en dirección sur. A pie, cruzamos el puente medieval de Capella y seguimos a la derecha el sendero GR 1 para enlazar en el primer cruce a la izquierda con el PR-HU 125 . Lo dejaremos a 1,5 km, en una bifurcación junto a un campo de almendros. Seguimos por la pista a la derecha otros 200 m. hasta encontrar a mano izquierda el sendero que asciende al paso de La Canal. Tras media hora de ascenso tomaremos un desvío a la derecha que nos lleva a la val contigua y a la ermita.
La ermita ocupa una pequeña meseta conocida como "Santa Eulalia", ocupándola por completo. Se mimetiza perfectamente con el entorno, sobre todo por la vegetación que crece sobre y entorno a ella. El acceso al interior del templo, así como a la cabecera se ha de efectuar rodeándolo por su lado norte y trepando por ladera a poniente del templo. Un estrecho paso entre el muro sur y la roca permite acceder a una mínima plataforma ante el cilindro absidal. En los últimos años se ha realizado una fabulosa limpieza del entorno (estaba cubierto de vegetación) que permite ver el gran eremitorio así como las construcciones ganaderas de su parte trasera y también por medio de una cornisa vallada, el punto del que surge el manantial. Es una verdadera exquisitez para cualquier senderista. (El desnivel aprox.de la ruta es 366 m).
Ya solo queda regresar, no obstante, en ella existen dos desvíos: el primero a escasos metros, hacia las ruinas de la ermita de Santa Eulalia, de la que queda todo el basamento. El segundo, hacia un conjunto de tres lagares rupestres, muy bien señalizados y limpios, donde se hacía vino.