En torno a Caniles
near Caniles, Andalucía (España)
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En realidad, el cortijo de Caniles se encuentra al noroeste de donde comenzamos la ruta. El origen es la antigua fábrica de orujo, también llamada Caniles y parte esencial de nuestras vivencias.
Por investigación de nuestro acompañante José Maria Morillas el nombre se podría haber producido en base a lo siguiente: esta palabra pertenece a la tercer declinación del latín puesto que CANALIS acaba en consonante (la S) y su genitivo acaba en -IS. También podemos comprobar que el Nominativo plural de la 3ª Declinación acaba en ES. Esta terminación en ES nos estaría indicando que es el sujeto de una supuesta oración gramatical que es el Nominativo Plural. Este nominativo plural acaba en ES. Ya tendríamos la palabra buscada CANIL(ES). Por corrupción semántica del latín al castellano la A se transformó en i de en medio: Can(i)les.
Esta zona frente al cerro de Alcalá, pudiera haber sido un entresijo de canales, procedentes del agua que lleva el hoy llamado río Torres, abasteciendo a los asentamientos antiguos romanos y posteriormente árabes; de hecho se han encontrado numerosos vestigios que datan de dichas épocas.
La ruta la comenzamos a la vera del río hasta el cortijo de "La Tosquilla", con intención de cruzar el río a dicha altura y seguir hacia el cortijo de Tumbapavos, pero el caudal de agua nos impidió hacerlo y tuvimos que volver otra vez al puente de Caniles para seguir rumbo al mencionado cortijo.
Realmente este sendero, centrado en la visita a los cortijos de los viejos tiempos, nos deja una visión de añoranza de lo que era antaño la vida en estos entornos rurales, ausentes de electricidad y por supuesto de todo el consumismo de hoy día; aunque no por ello la vivencia era más triste, todo se centraba en amenas tertulias, mucha sexualidad, prueba de ello la abundancia de hijos. Las enfermedades no era gran problema. El contacto con personas del entorno no era proclive a contagios.
Seguro que estos cortijos medio derruidos, será objeto de melancolía del agobio y malestar que se vive en las grandes ciudades.
Os dejo que hagáis la ruta y con una historia de aquellos tiempos donde el instinto superaba al pensamiento, propiciando una efusiva floración de apetitos carnales en las largas noches de invierno, al calor de una chimenea y a la luz de un candil. Hoy hemos caído en la sosería del pensamiento, y el instinto pierde fuerza. Por tal motivo propongo apagar el televisor, fuente de estadísticas, muertes y devaneos de inútiles políticos, sumidos en obstinación hacia sus glorias, y a cambio os ofrezco una ficción tosca y picante que supera la puritana exquisitez cultural y que pudiera acercarse a la realidad de aquella época.
Siempre he mantenido que lo que vulgarmente se llama infierno o purgatorio, puede encontrarse aquí mismo en la tierra, y esto viene al caso del relato que les voy a contar de mis años infantiles por tierras de Caniles (cortijo entre Mancha Real y Jimena), a petición de Pacificación, recluida en un convento de clausura y de Francisco en un convento de frailes, ambos en contra de su voluntad.
Hace muchos años y por la temporada de recogida de aceituna, la fábrica de Carbonell y Cia. de Caniles, cuya actividad era la extracción de aceite de orujo, contaba por estas fechas con gran afluencia de gente, procedente de los pueblos de alrededor, como Mancha Real, Torres, Jimena… En estas fechas se formaba una pequeña aldea de temporeros, residiendo en casillas que la Cía. había construido para tal fin; además contaba con la afluencia de otros residentes de cortijos limítrofes que eran los siguientes:
Al oeste Caniles Viejo y el cerro de Alcalá, famoso por la gran cantidad de monedas encontradas de otros pueblos históricos de la antigüedad asentados por aquí; al norte Las Piedras de Moya y el Rodeo, al sur Tumbapavos, al Este el Zarcejo con su maravilloso barranco de espárragos y esparto, bajo la omnipresencia del gran Aznatín, desde esta cara parece más gigante. Muy cerca de Caniles y al este se encuentra la famosa Venta, regentada por la ya fallecida Josefa, donde los obreros en horas libres tomaban sus buenos vinos peleones y a palo seco.
La Fábrica de Caniles juntaba un enorme montón de orujillo; a mis ojos parecía una gran montaña y en su cima llana podíamos jugar al fútbol, al escondite, al pañuelo y otros juegos picantes de zagales-as y zagalones-as. Mi madre siempre cuando venía de la era de orujo, me regañaba con saña, tenía que meterme en el pilón de la casa propiedad de Carbonell, cedida para ocupar todo el año, un poco mejor que otras, puesto que mi padre era el maestro “Pérez”, bajo las órdenes del encargado el señor “Virgil”. Podíamos estar satisfechos, nuestra casa estaba fuera de peligro, otras en cambio a la orilla del río Torres, tenían una situación complicada, toda vez que las nubes fuertes le hacía crecer mucho en caudal y a veces anegaba estas casas. Cuentan mis padres que, en tiempos de la guerra civil española, hubo una gran riada y murieron más de una decena de personas ahogadas en el río. Por temor, cuando las nubes eran fuertes, los vecinos acudían y se refugiaban en mi vivienda.
Era el caliente (pared lindante a los hornos de la fábrica), el lugar de encuentro de todos los chavales y chavalas, a falta de bares o discotecas, allí poníamos nuestras manos para calentarlas y al mismo tiempo charlar de nuestros juegos y cotilleos.
Siempre sale a relucir lo más picante, a la misma vez lo más interesante, a falta de otros entretenimientos, salió de los labios de una gran zagalona, yo diría la mujer de mis sueños, un concurso para ver quién de los zagalones tenía más grande eso que todos sacamos para mear. Consistía en que la bella moza haría una paja a aquel que la tuviera más hermosa dentro de los participantes; si en tiempo de dos minutos, el varón no se corría, la moza daría al mozo una peseta, y si se corría el caso contrario; pero Rafael “el Gato”, un muchacho con pelos en las pelotas, fue aún más atrevido, sabedor de las grandes dotes que poseía; propuso que si el elegido aguantaba dos minutos sin correrse, tendría derecho a estar una hora en privado con Dulce Paz, la joven con grandes dotes femeninos.
Al fin prosperó la iniciativa del “Gato”, pero con una condición, tendría que haber unos guardianes en torno al lugar del encuentro, para avisar si venía “Virgil”, siempre atento a cualquier travesura de los mozuelos.
El concurso comenzó dos días después, nombraron testigos a un servidor y al más pequeñín “Paquillo El Chato”, como era lógico ganó el que todos conocíamos, Rafael “El Gato”, este se acercó a la dama, se bajó los pantalones nuevamente y la bella muchacha de cuentos de hadas, cogió entre su mano derecha el hermoso “falo” ,al principio suave, después con gran intensidad masturbó durante dos minutos, sin que surgiera el líquido proveniente del orificio del capullo; pasados los dos minutos, “El Gato” siguió masturbándose el mismo (ya fuera de concurso) y poco después surgió un líquido blanco que jamás había visto, ni tampoco “Paquillo El Chato”... Vi cómo se quedó asombrado. El ganador y la bella echaron su rato en una cueva dentro del orujo, un día más tarde, sobre todo para reponer el lógico desgaste.
A partir de entonces, entre los jóvenes era signo de virilidad que con las pajas nos corriéramos y cuál era el pene más tieso y más grande; tanto repercutió esta necesidad, que un día “Paquillo El Chato”, para demostrar que él se vaciaba, roció su pequeño pene con un caldo blanco, procedente de unas plantas llamadas popularmente “caldos borriqueros”. Ni que decir tiene, el preciado elemento se le hinchó, produciéndole gran malestar y surgió la necesidad de revelar tan malogrado incidente a su familia, la cual tuvo que asear con agua caliente durante un mes y frotar con una pomada recetada por el médico de Jimena.
Pasaron tres años, “El Chato”, me indicó su pene había alcanzado una gran dimensión a partir de los caldos borriqueros, seguro desbancaría al "Gato", hasta ahora dueño y señor de la damisela de nuestros sueños. Así fue, el día de la cita en la cueva del orujo, (por cierto, ignorábamos el peligro de un derrumbe, afortunadamente nunca sucedió), estaba yo de guardián por si venía el encargado de la fábrica; había pasado media hora de la cita, cuando observé como “Virgil”, salía de la báscula y se dirigía hacia nosotros, rápidamente me dirigí a la pareja avisando del peligro; pero no podía imaginar que el pene de mi amigo se pusiera tan grande, tanto lo fue, que no la pudo sacar de su sitio y aconteció el descubrimiento por parte de la autoridad competente.
Las familias muy apesadumbradas y en favor de la dignidad y la castidad, yo diría hipocresía, decidieron castigar severamente a la pareja, enviando a Dulce Paz, hoy Pacificación, a un convento de monjas de clausura y al “Chato”, hoy Francisco, a un convento de monjes. Así se encarceló severamente en el infierno, una de las gracias naturales más placenteras del único paraíso que conozco:
EL JUEGO DE LA PAJA
Esa cálida mano de aldeana,
que masturbó mi secreto en apuesta,
no disfrutó el trofeo de quien gana
al fracasar corrido que se apresta.
Es mi júbilo regresar mañana,
cuando aborde su encanto haciendo gesta,
y ese celo trivial de puritana,
que siempre pavonea en toda fiesta,
entregue su atributo entre las piernas,
tan jugoso y requerido en contienda,
por nuestros cruces de miradas tiernas,
y este picor de mi gracia en sus pechos,
donde coge tersura a toda rienda,
deje al fin, cuerpo y ánimo satisfechos.
Y ese caldo borriquero,
que como semen proviene,
no es tal esencia de pene,
sino orgullo mensajero
para ser siempre primero,
cual alarde a veces hiere,
cuando ser hombre se quiere
antes que niño inocente,
con tierna fantasía en mente,
y el juego que se requiere.
ANTONIO PEREZ-MANCHA REAL
Por investigación de nuestro acompañante José Maria Morillas el nombre se podría haber producido en base a lo siguiente: esta palabra pertenece a la tercer declinación del latín puesto que CANALIS acaba en consonante (la S) y su genitivo acaba en -IS. También podemos comprobar que el Nominativo plural de la 3ª Declinación acaba en ES. Esta terminación en ES nos estaría indicando que es el sujeto de una supuesta oración gramatical que es el Nominativo Plural. Este nominativo plural acaba en ES. Ya tendríamos la palabra buscada CANIL(ES). Por corrupción semántica del latín al castellano la A se transformó en i de en medio: Can(i)les.
Esta zona frente al cerro de Alcalá, pudiera haber sido un entresijo de canales, procedentes del agua que lleva el hoy llamado río Torres, abasteciendo a los asentamientos antiguos romanos y posteriormente árabes; de hecho se han encontrado numerosos vestigios que datan de dichas épocas.
La ruta la comenzamos a la vera del río hasta el cortijo de "La Tosquilla", con intención de cruzar el río a dicha altura y seguir hacia el cortijo de Tumbapavos, pero el caudal de agua nos impidió hacerlo y tuvimos que volver otra vez al puente de Caniles para seguir rumbo al mencionado cortijo.
Realmente este sendero, centrado en la visita a los cortijos de los viejos tiempos, nos deja una visión de añoranza de lo que era antaño la vida en estos entornos rurales, ausentes de electricidad y por supuesto de todo el consumismo de hoy día; aunque no por ello la vivencia era más triste, todo se centraba en amenas tertulias, mucha sexualidad, prueba de ello la abundancia de hijos. Las enfermedades no era gran problema. El contacto con personas del entorno no era proclive a contagios.
Seguro que estos cortijos medio derruidos, será objeto de melancolía del agobio y malestar que se vive en las grandes ciudades.
Os dejo que hagáis la ruta y con una historia de aquellos tiempos donde el instinto superaba al pensamiento, propiciando una efusiva floración de apetitos carnales en las largas noches de invierno, al calor de una chimenea y a la luz de un candil. Hoy hemos caído en la sosería del pensamiento, y el instinto pierde fuerza. Por tal motivo propongo apagar el televisor, fuente de estadísticas, muertes y devaneos de inútiles políticos, sumidos en obstinación hacia sus glorias, y a cambio os ofrezco una ficción tosca y picante que supera la puritana exquisitez cultural y que pudiera acercarse a la realidad de aquella época.
Siempre he mantenido que lo que vulgarmente se llama infierno o purgatorio, puede encontrarse aquí mismo en la tierra, y esto viene al caso del relato que les voy a contar de mis años infantiles por tierras de Caniles (cortijo entre Mancha Real y Jimena), a petición de Pacificación, recluida en un convento de clausura y de Francisco en un convento de frailes, ambos en contra de su voluntad.
Hace muchos años y por la temporada de recogida de aceituna, la fábrica de Carbonell y Cia. de Caniles, cuya actividad era la extracción de aceite de orujo, contaba por estas fechas con gran afluencia de gente, procedente de los pueblos de alrededor, como Mancha Real, Torres, Jimena… En estas fechas se formaba una pequeña aldea de temporeros, residiendo en casillas que la Cía. había construido para tal fin; además contaba con la afluencia de otros residentes de cortijos limítrofes que eran los siguientes:
Al oeste Caniles Viejo y el cerro de Alcalá, famoso por la gran cantidad de monedas encontradas de otros pueblos históricos de la antigüedad asentados por aquí; al norte Las Piedras de Moya y el Rodeo, al sur Tumbapavos, al Este el Zarcejo con su maravilloso barranco de espárragos y esparto, bajo la omnipresencia del gran Aznatín, desde esta cara parece más gigante. Muy cerca de Caniles y al este se encuentra la famosa Venta, regentada por la ya fallecida Josefa, donde los obreros en horas libres tomaban sus buenos vinos peleones y a palo seco.
La Fábrica de Caniles juntaba un enorme montón de orujillo; a mis ojos parecía una gran montaña y en su cima llana podíamos jugar al fútbol, al escondite, al pañuelo y otros juegos picantes de zagales-as y zagalones-as. Mi madre siempre cuando venía de la era de orujo, me regañaba con saña, tenía que meterme en el pilón de la casa propiedad de Carbonell, cedida para ocupar todo el año, un poco mejor que otras, puesto que mi padre era el maestro “Pérez”, bajo las órdenes del encargado el señor “Virgil”. Podíamos estar satisfechos, nuestra casa estaba fuera de peligro, otras en cambio a la orilla del río Torres, tenían una situación complicada, toda vez que las nubes fuertes le hacía crecer mucho en caudal y a veces anegaba estas casas. Cuentan mis padres que, en tiempos de la guerra civil española, hubo una gran riada y murieron más de una decena de personas ahogadas en el río. Por temor, cuando las nubes eran fuertes, los vecinos acudían y se refugiaban en mi vivienda.
Era el caliente (pared lindante a los hornos de la fábrica), el lugar de encuentro de todos los chavales y chavalas, a falta de bares o discotecas, allí poníamos nuestras manos para calentarlas y al mismo tiempo charlar de nuestros juegos y cotilleos.
Siempre sale a relucir lo más picante, a la misma vez lo más interesante, a falta de otros entretenimientos, salió de los labios de una gran zagalona, yo diría la mujer de mis sueños, un concurso para ver quién de los zagalones tenía más grande eso que todos sacamos para mear. Consistía en que la bella moza haría una paja a aquel que la tuviera más hermosa dentro de los participantes; si en tiempo de dos minutos, el varón no se corría, la moza daría al mozo una peseta, y si se corría el caso contrario; pero Rafael “el Gato”, un muchacho con pelos en las pelotas, fue aún más atrevido, sabedor de las grandes dotes que poseía; propuso que si el elegido aguantaba dos minutos sin correrse, tendría derecho a estar una hora en privado con Dulce Paz, la joven con grandes dotes femeninos.
Al fin prosperó la iniciativa del “Gato”, pero con una condición, tendría que haber unos guardianes en torno al lugar del encuentro, para avisar si venía “Virgil”, siempre atento a cualquier travesura de los mozuelos.
El concurso comenzó dos días después, nombraron testigos a un servidor y al más pequeñín “Paquillo El Chato”, como era lógico ganó el que todos conocíamos, Rafael “El Gato”, este se acercó a la dama, se bajó los pantalones nuevamente y la bella muchacha de cuentos de hadas, cogió entre su mano derecha el hermoso “falo” ,al principio suave, después con gran intensidad masturbó durante dos minutos, sin que surgiera el líquido proveniente del orificio del capullo; pasados los dos minutos, “El Gato” siguió masturbándose el mismo (ya fuera de concurso) y poco después surgió un líquido blanco que jamás había visto, ni tampoco “Paquillo El Chato”... Vi cómo se quedó asombrado. El ganador y la bella echaron su rato en una cueva dentro del orujo, un día más tarde, sobre todo para reponer el lógico desgaste.
A partir de entonces, entre los jóvenes era signo de virilidad que con las pajas nos corriéramos y cuál era el pene más tieso y más grande; tanto repercutió esta necesidad, que un día “Paquillo El Chato”, para demostrar que él se vaciaba, roció su pequeño pene con un caldo blanco, procedente de unas plantas llamadas popularmente “caldos borriqueros”. Ni que decir tiene, el preciado elemento se le hinchó, produciéndole gran malestar y surgió la necesidad de revelar tan malogrado incidente a su familia, la cual tuvo que asear con agua caliente durante un mes y frotar con una pomada recetada por el médico de Jimena.
Pasaron tres años, “El Chato”, me indicó su pene había alcanzado una gran dimensión a partir de los caldos borriqueros, seguro desbancaría al "Gato", hasta ahora dueño y señor de la damisela de nuestros sueños. Así fue, el día de la cita en la cueva del orujo, (por cierto, ignorábamos el peligro de un derrumbe, afortunadamente nunca sucedió), estaba yo de guardián por si venía el encargado de la fábrica; había pasado media hora de la cita, cuando observé como “Virgil”, salía de la báscula y se dirigía hacia nosotros, rápidamente me dirigí a la pareja avisando del peligro; pero no podía imaginar que el pene de mi amigo se pusiera tan grande, tanto lo fue, que no la pudo sacar de su sitio y aconteció el descubrimiento por parte de la autoridad competente.
Las familias muy apesadumbradas y en favor de la dignidad y la castidad, yo diría hipocresía, decidieron castigar severamente a la pareja, enviando a Dulce Paz, hoy Pacificación, a un convento de monjas de clausura y al “Chato”, hoy Francisco, a un convento de monjes. Así se encarceló severamente en el infierno, una de las gracias naturales más placenteras del único paraíso que conozco:
EL JUEGO DE LA PAJA
Esa cálida mano de aldeana,
que masturbó mi secreto en apuesta,
no disfrutó el trofeo de quien gana
al fracasar corrido que se apresta.
Es mi júbilo regresar mañana,
cuando aborde su encanto haciendo gesta,
y ese celo trivial de puritana,
que siempre pavonea en toda fiesta,
entregue su atributo entre las piernas,
tan jugoso y requerido en contienda,
por nuestros cruces de miradas tiernas,
y este picor de mi gracia en sus pechos,
donde coge tersura a toda rienda,
deje al fin, cuerpo y ánimo satisfechos.
Y ese caldo borriquero,
que como semen proviene,
no es tal esencia de pene,
sino orgullo mensajero
para ser siempre primero,
cual alarde a veces hiere,
cuando ser hombre se quiere
antes que niño inocente,
con tierna fantasía en mente,
y el juego que se requiere.
ANTONIO PEREZ-MANCHA REAL
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