Epílogo circular Camino de Santiago. Etapa 4: Cee ~ Fisterra.
near Cee, Galicia (España)
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Trail photos
Itinerary description
En esta etapa vamos a recorrer los últimos kilómetros que nos separan de nuestra primera meta: Fisterra y su emblemático faro.
Nada más comenzar a caminar un cartel nos anuncia que entramos en el municipio de Corcubión y en el primer desvío el primer mojón del día nos anuncia (no sé si muy bien) los kilómetros que nos separan de la meta.
Enseguida podemos disfrutar de unas vistas preciosas sobre la ría y acceder al casco histórico de Corcubión, declarado en 1985 Conjunto Histórico-Artístico, con bonitas casas de piedra y muy bien conservado.
Pasamos por la plaza Castelao y junto a la Iglesia de San Marcos, una construcción de estilo gótico marinero (siglos XIV-XV), que conserva restos románicos de otro anterior en la capilla mayor.
Por un sendero estrecho encajonado entre muros de piedra nos acercamos al pequeño núcleo de O Vilar. Al llegar a la carretera debemos cruzar tres carriles sin paso de peatones, por lo cual hay que hacerlo con precaución. Al otro lado encontramos una zona de recreo, un cruceiro y también el albergue de San Roque.
Tomamos una pista que baja por el bosque y que enlaza con la carretera a la altura de A Amarela y a partir de aquí continuamos con precaución por un cómodo arcén. Llegamos a la altura de Estorde, donde divisamos su bonita playa y enseguida encontramos un cartel que anuncia la entrada al concello de Fisterra.
Seguimos por el arcén de la carretera y pronto llegamos a las casas de Sardiñeiro, al pasarlo y mirar atrás tenemos una bonita postal del pueblo y su playa. Pasamos Sardiñeiro de Abaixo y continuamos por la acera de la carretera hasta desembocar en una pista de tierra.
Tras un sombreado tramo entre pinos y eucaliptos podemos disfrutar de la magnífica vista hacia Fisterra y su cabo.
En descenso llegamos a la carretera y a la altura de un mirador la cruzamos y seguimos un sendero a la izquierda que parece bajar a la preciosa y solitaria cala de Talón. En breve volvemos a la carretera y continuamos hasta una bajada de asfalto que nos acerca al inicio de la playa de Langosteira, que ocupa casi dos kilómetros de litoral y se caracteriza por sus aguas tranquilas y cristalinas, así como por la calidad de la arena.
Al parecer este era el lugar escogido por los peregrinos para cumplir el primer ritual de purificación, el baño en el mar para eliminar el polvo de toda la ruta. Se puede rodear por un agradable paseo peatonal o por la arena a la orilla del mar, o bien alternar ambas posibilidades hasta alcanzar el barrio marinero de San Roque.
Llegamos ante la Cruz de Baixar, un cruceiro situado sobre un penedo en un bonito mirador con vistas a la playa y el puerto. Siguiendo la acera de la carretera entramos en el casco urbano, pasamos ante el edificio del concello y poco después superamos la plaza de Santa Catalina, donde está la parada de autobuses y muy cerca el puerto. También se encuentra en la zona el albergue público, aquí quien lo desee puede solicitar la Fisterrana, un documento laico, gratuito y en galego, donde el alcalde de la villa certifica nuestro periplo desde Santiago hasta aquí, el Finis Terrae.
Salimos del pueblo y pronto encontramos un bello cruceiro gótico, a su lado está la iglesia de Santa María das Areas, cuyo origen como hospital de peregrinos data de los siglos XII-XIII. Aquí se custodia una talla de Cristo crucificado (el popular Santo da Barba Dourada, obra del siglo XIV y rodeado de leyendas), así como un frontispicio renacentista en piedra con una imagen de Santiago peregrino. La iglesia también cuenta con una Puerta Santa que sólo abren en los años santos jacobeos.
Continuamos por un andadero junto a la carretera , vamos en suave ascenso y casi siempre con vistas al mar, en la otra orilla de la ría distinguimos los montes Pindo y Carnota. Pronto alcanzamos la estatua de bronce que representa a un peregrino luchando contra el viento y poco más adelante vemos a nuestra izquierda el curioso y polémico cementerio del arquitecto César Portela, formado por 14 cubos de granito que miran al mar. Según parece ningún cuerpo ha sido enterrado allí y el proyecto, que ha recibido prestigiosos premios de arquitectura, ha quedado como un lugar que visitan los peregrinos. De hecho, el primer y único inquilino fue un peregrino que en 2011 abrió uno de los nichos, guardó sus bártulos dentro y vivió allí durante dos meses.
Sin pérdida posible continuamos hasta el final de la carretera, donde está el aparcamiento, un cruceiro levantado sobre un penedo y un edificio de madera para venta de artesanías y souvenirs, donde una placa recuerda al físico Stephen Hawking, que visitó este lugar en 2008.
Llegamos al deseado mojón del kilómetro 0 y continuamos hacia el emblemático faro de Fisterra. Este faro, construido en 1853, a 138 m. sobre el mar es obra del ingeniero Félix Uhagón y tiene categoría de faro de primer orden. Originariamente funcionaba con lámpara de aceite pero después de diversas reformas se electrificó con lámparas de incandescencia.
El edificio anexo al faro es la Sirena, popularmente conocida como la vaca de Fisterra. Obra de Ángel García del Hoyo que entró en funcionamiento en 1889 para los días en que la niebla impedía ver la luz del faro. Emite dos sonidos estridentes cada minuto, con un alcance de 25 millas (46 km) en tiempo medio.
El tercer edificio que compone el conjunto arquitectónico es el Semáforo, situado a más altura que el propio faro. Data de 1879 y su misión original era la de emitir señales para la marina de guerra. Actualmente, este edificio, rehabilitado por César Portela, es una hospedería de turismo rural.
LEYENDA
Hay autores que identifican el Cabo Fisterra con el antiguo promontorio nerio, otros sitúan en este lugar al Ara Solis, en la que se practicaba culto al Sol. Hay cerca de este lugar una serie de piedras vinculadas a leyendas de tipo religioso: las piedras santas, las piedras manchadas de vino, a silla de piedra, la tumba de Orcabella, etc.
Según el historiador clásico Lucio Floro, Décimo Junio Bruto, en el año 137 a. de J., llegó a este promontorio y no quiso marcharse sin antes contemplar como el Sol se sumergía en el mar chirriando como un hierro al rojo vivo que se introduce en el agua.
O CENTULO
Desde este emblemático faro podemos contemplar el Centulo, antiguamente conocido como Centulo (demonio), donde innumerables buques como el Captain, el Blas de Lezo o el Bitten entre otros, naufragaron. Está a 700 metros de la costa y se eleva 25 metros sobre el nivel del mar. Además se puede disfrutar de una de las más hermosas vistas de la costa y de las más impresionantes puestas de sol. Los alrededores de esta roca, que limita la forma de la concha del crustáceo al que le debe su nombre, son zonas de duro trabajo para los marineros del litoral.
Bajando unas escaleras llegamos a la punta del cabo que será nuestro mirador sobre el acantilado, donde entre las rocas destacan una cruz de granito, una antena y la pequeña escultura de una vieja bota peregrina.
Nuestro primer objetivo ya está cumplido, con una acción tan simple y profunda como sentarnos un momento a mirar el mar desde las rocas. Ya no es posible caminar más allá, porque por fin alcanzamos el mítico lugar que hasta hace apenas 500 años era considerado el Fin del Mundo.
Etapa fácil, bien señalizada e imprescindible para todo peregrino que así lo desee.
Nada más comenzar a caminar un cartel nos anuncia que entramos en el municipio de Corcubión y en el primer desvío el primer mojón del día nos anuncia (no sé si muy bien) los kilómetros que nos separan de la meta.
Enseguida podemos disfrutar de unas vistas preciosas sobre la ría y acceder al casco histórico de Corcubión, declarado en 1985 Conjunto Histórico-Artístico, con bonitas casas de piedra y muy bien conservado.
Pasamos por la plaza Castelao y junto a la Iglesia de San Marcos, una construcción de estilo gótico marinero (siglos XIV-XV), que conserva restos románicos de otro anterior en la capilla mayor.
Por un sendero estrecho encajonado entre muros de piedra nos acercamos al pequeño núcleo de O Vilar. Al llegar a la carretera debemos cruzar tres carriles sin paso de peatones, por lo cual hay que hacerlo con precaución. Al otro lado encontramos una zona de recreo, un cruceiro y también el albergue de San Roque.
Tomamos una pista que baja por el bosque y que enlaza con la carretera a la altura de A Amarela y a partir de aquí continuamos con precaución por un cómodo arcén. Llegamos a la altura de Estorde, donde divisamos su bonita playa y enseguida encontramos un cartel que anuncia la entrada al concello de Fisterra.
Seguimos por el arcén de la carretera y pronto llegamos a las casas de Sardiñeiro, al pasarlo y mirar atrás tenemos una bonita postal del pueblo y su playa. Pasamos Sardiñeiro de Abaixo y continuamos por la acera de la carretera hasta desembocar en una pista de tierra.
Tras un sombreado tramo entre pinos y eucaliptos podemos disfrutar de la magnífica vista hacia Fisterra y su cabo.
En descenso llegamos a la carretera y a la altura de un mirador la cruzamos y seguimos un sendero a la izquierda que parece bajar a la preciosa y solitaria cala de Talón. En breve volvemos a la carretera y continuamos hasta una bajada de asfalto que nos acerca al inicio de la playa de Langosteira, que ocupa casi dos kilómetros de litoral y se caracteriza por sus aguas tranquilas y cristalinas, así como por la calidad de la arena.
Al parecer este era el lugar escogido por los peregrinos para cumplir el primer ritual de purificación, el baño en el mar para eliminar el polvo de toda la ruta. Se puede rodear por un agradable paseo peatonal o por la arena a la orilla del mar, o bien alternar ambas posibilidades hasta alcanzar el barrio marinero de San Roque.
Llegamos ante la Cruz de Baixar, un cruceiro situado sobre un penedo en un bonito mirador con vistas a la playa y el puerto. Siguiendo la acera de la carretera entramos en el casco urbano, pasamos ante el edificio del concello y poco después superamos la plaza de Santa Catalina, donde está la parada de autobuses y muy cerca el puerto. También se encuentra en la zona el albergue público, aquí quien lo desee puede solicitar la Fisterrana, un documento laico, gratuito y en galego, donde el alcalde de la villa certifica nuestro periplo desde Santiago hasta aquí, el Finis Terrae.
Salimos del pueblo y pronto encontramos un bello cruceiro gótico, a su lado está la iglesia de Santa María das Areas, cuyo origen como hospital de peregrinos data de los siglos XII-XIII. Aquí se custodia una talla de Cristo crucificado (el popular Santo da Barba Dourada, obra del siglo XIV y rodeado de leyendas), así como un frontispicio renacentista en piedra con una imagen de Santiago peregrino. La iglesia también cuenta con una Puerta Santa que sólo abren en los años santos jacobeos.
Continuamos por un andadero junto a la carretera , vamos en suave ascenso y casi siempre con vistas al mar, en la otra orilla de la ría distinguimos los montes Pindo y Carnota. Pronto alcanzamos la estatua de bronce que representa a un peregrino luchando contra el viento y poco más adelante vemos a nuestra izquierda el curioso y polémico cementerio del arquitecto César Portela, formado por 14 cubos de granito que miran al mar. Según parece ningún cuerpo ha sido enterrado allí y el proyecto, que ha recibido prestigiosos premios de arquitectura, ha quedado como un lugar que visitan los peregrinos. De hecho, el primer y único inquilino fue un peregrino que en 2011 abrió uno de los nichos, guardó sus bártulos dentro y vivió allí durante dos meses.
Sin pérdida posible continuamos hasta el final de la carretera, donde está el aparcamiento, un cruceiro levantado sobre un penedo y un edificio de madera para venta de artesanías y souvenirs, donde una placa recuerda al físico Stephen Hawking, que visitó este lugar en 2008.
Llegamos al deseado mojón del kilómetro 0 y continuamos hacia el emblemático faro de Fisterra. Este faro, construido en 1853, a 138 m. sobre el mar es obra del ingeniero Félix Uhagón y tiene categoría de faro de primer orden. Originariamente funcionaba con lámpara de aceite pero después de diversas reformas se electrificó con lámparas de incandescencia.
El edificio anexo al faro es la Sirena, popularmente conocida como la vaca de Fisterra. Obra de Ángel García del Hoyo que entró en funcionamiento en 1889 para los días en que la niebla impedía ver la luz del faro. Emite dos sonidos estridentes cada minuto, con un alcance de 25 millas (46 km) en tiempo medio.
El tercer edificio que compone el conjunto arquitectónico es el Semáforo, situado a más altura que el propio faro. Data de 1879 y su misión original era la de emitir señales para la marina de guerra. Actualmente, este edificio, rehabilitado por César Portela, es una hospedería de turismo rural.
LEYENDA
Hay autores que identifican el Cabo Fisterra con el antiguo promontorio nerio, otros sitúan en este lugar al Ara Solis, en la que se practicaba culto al Sol. Hay cerca de este lugar una serie de piedras vinculadas a leyendas de tipo religioso: las piedras santas, las piedras manchadas de vino, a silla de piedra, la tumba de Orcabella, etc.
Según el historiador clásico Lucio Floro, Décimo Junio Bruto, en el año 137 a. de J., llegó a este promontorio y no quiso marcharse sin antes contemplar como el Sol se sumergía en el mar chirriando como un hierro al rojo vivo que se introduce en el agua.
O CENTULO
Desde este emblemático faro podemos contemplar el Centulo, antiguamente conocido como Centulo (demonio), donde innumerables buques como el Captain, el Blas de Lezo o el Bitten entre otros, naufragaron. Está a 700 metros de la costa y se eleva 25 metros sobre el nivel del mar. Además se puede disfrutar de una de las más hermosas vistas de la costa y de las más impresionantes puestas de sol. Los alrededores de esta roca, que limita la forma de la concha del crustáceo al que le debe su nombre, son zonas de duro trabajo para los marineros del litoral.
Bajando unas escaleras llegamos a la punta del cabo que será nuestro mirador sobre el acantilado, donde entre las rocas destacan una cruz de granito, una antena y la pequeña escultura de una vieja bota peregrina.
Nuestro primer objetivo ya está cumplido, con una acción tan simple y profunda como sentarnos un momento a mirar el mar desde las rocas. Ya no es posible caminar más allá, porque por fin alcanzamos el mítico lugar que hasta hace apenas 500 años era considerado el Fin del Mundo.
Etapa fácil, bien señalizada e imprescindible para todo peregrino que así lo desee.
Waypoints
Comments (4)
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Una etapa corta y fácil que se hace bien por la mañana y luego disfrutar de la gastronomía de la zona.
Bien pensado ;)
Un 10 a O´Pirata.
Gracias por tu comentario y valoración, manolorive.
Gran trabajo!
Gracias anetxu_rio!