Eriste - Aigüeta de La Vall - cascadas de Tamarrius - cascada de La Espigantosa

Preciosa caminata para hacer en primavera, algo dura por la subida final a Espigantosa.

La idea primera era subir a la Pleta de Aigüeta de La Vall, pero no fue posible debido al que el puente de La Sarra, a unos 1750 m., esta en tan mal estado que han tenido que clausurarlo.
Existe un paso para vadear el río unos 50 metros más arriba, justo encima de la cascada que se ve desde el puente, pero las recientes lluvias han convertido los riachuelos en feroces barrancos que bajan con un caudal formidable, por lo que en absoluto era aconsejable vadear el cauce.

Se inicia el camino en la misma localidad de Eriste, existe aparcamiento de sobra en todo el tramo de carretera si bien estacioné un poco lejos para tener el coche a la sombra.

Desde Eriste se toma el PR-HU 36 (señalizado) que asciende por una muy hermosa senda empedrada bajo arbolado, es una autentica delicia de camino.
Más adelante, el camino sigue al norte (WP 04), un punto en el cual veremos delante la traza de un sendero que deberemos tomar.

La senda asciende muy fuerte por la empinada ladera que parece una montaña gigante, se superan unas pedreras fáciles y se pasa un cruce con la senda que proviene de Guayente. Ahora el caminito es mas suave y aunque bastante aéreo, no ofrece complicaciones alcanzando un colladito que evita el Tusal del Tiro.

Emprendemos la descansada senda que incluso desciende ligeramente y en unos 40 minutos alcanzamos el puente de La Sarra, que es el que he citado que no se puede pasar. No hay manera e atravesar al fuerte corriente, bueno ni lo intenté porque me parecería una grave imprudencia.

Desando mis pasos hasta un punto en que, de subida, he visto un destacado mojón y una traza de sendero que entre el arbolado, ataja hacia las cascadas de Tamarrius (Barranco de Aigüeta de La Val). Tenía en mente que, hace muchos años, alguien me reseñó esta senda. Con el riesgo de bajar 200 m. y luego tener que volver a subirlos, hago el intento.

Al principio hay pocoa senda entre una especie de canal repleta de rocas. Mucha atención para no sufrir un percance, despacito y en unos 100 m. de descesno se ve ya la senda más clara.
Cuando ésta se acerca al profundo barranco, el rugir del agua precipitándose en decenas de saltos imponentes, asusta un poco; más aún cuando el sendero se hace muy estrecho y discurre por una ladera tan inclinada que obliga a usar las manos en arboles y arbustos (abundantes) . En ningún momento llega a resultar peligrosa, entre otras cosas porque hay mucho arbolado y es casi imposible caer al cauce. Pero seguro que a mas de un senderista inexperto se le atragantaría un poco. Por tanto, paciencia, prudencia y atención para recorrerla en muy pocos minutos.

Llegaremos a un "aforador" o punto de medición del caudal de los barrancos. Excelente punto para observar las cascadas de Tamarrius, escondidas en la peligrosa garganta. Más abajo hay tantos saltos que no sé exactamente cual es la auténtica que lleva el nombre.
Lo que sí alegra el cuerpo es comprobar que en adelante la senda es mas ancha y cómoda, bajando al puente de Tamarrius (muy chulo) y desde aquí, por la pista que comunica Eriste y la cascada de Espigantosa, ascenderemos a la misma sin mas dificultad que el cansancio.

La pista tiene una buena parte del recorrido de hormigón, lo cual es de tener en cuenta (es bastante dura)

Tengo tiempo de sobra para disfrutar de la cascada y vuelvo tranquilamente, haciendo fotos a las flores.

También tomé el desvío a la antigua fundición, son 10 minutos por muy buen sendero hasta los restos recuperados de este punto cultural.

Dentro del recinto de la fundición había un sarrio más musculado que Lebron James, con el ruido de las cascadas no me oyó llegar. Tuve el tiempo justo para apartarme de la puerta para que saliera a una velocidad asombrosa. Solo lo digo como anécdota de lo que puede ser un buen día o....el día que un sarrio te dejó K.O. de una embestida.

De regreso, crucé de nuevo el puente de Tamarrius porque la pista es demasiado pesada. Desde éste, se baja por un cómodo caminito hacia Eriste, donde conocí a un gracioso perro que, si mal no recuerdo, lo llaman "Americano". Llevaba en la boca un palo más largo que su cuerpo, un tronco de boj. Siempre me hace gracia que las anécdotas nunca te las esperas.