ESAS ENCINAS DE HOJA AMARILLA...

que algunos llaman quejigos...
Pues si, esta es una ruta para ver esos quejigos en su mayor esplendor otoñal.
Comienza el solitario paseante su ruta en el collado Valhondo donde ha dejado su coche. Sube a un altillo y se cree alguien con una vista 360º del entorno. Hay que bajar al rio Jarama, piensa. Como el camino mas lógico es enlazar con otro que baja por el barranco del arroyo del Valle no se lo piensa y allá va en busca de dicho camino. Error. El barranco adquiere un desnivel pronunciado y muy incómodo. Logra enlazar pero piensa que es la última vez que le verán en dicho barranco. El camino es magnífico, a veces a nivel del cauce y le sitúa en la propia vega del Jarama. Va al encuentro de unos farallones que caen a pico en el propio cauce. Impresionante. Remonta el rio hasta una pequeña isleta y sigue por la margen derecha hasta un estrechamiento de varios metros de altura por los dos lados. Varios buitres vigilan al paseante en este paso. Algún kilómetro mas alla se conecta con la carretera a Valdesotos. Tramo por la misma y puente medieval a la vista. Lo atraviesa y por la margen izquierda penetra en un corral natural que con mínimos arreglos cumple su función perfectamente. Construcción rural minimalista, piensa. Penetra ya en el curso mas visitado de la llamada hoz del Jarama. El paseante se encuentra con otros paseantes y se saludan. En todo este recorrido, unos 35. Quizá 37.. o quizá mas... Este tramo de la Hoz, conocido ya de otras veces por el paseante le sigue pareciendo impresionante. Llega al monasterio de Bonaval. Vallado y en ruinas: ¿Cuánto durará? Piensa que será de las últimas generaciones en verlo. El paseante busca cruzar el Jarama por algún sitio. Puentes no hay y la última vez que vadeó el rio tuvo los pies mojados varias horas. Y hoy no lleva menos agua que la última vez. Otra vez será y vuelve por la hoz hasta al inicio de la misma. De nuevo en el puente medieval. El paseante tiene hambre y come al lado del mismo. Después, se dirige a Valdesotos por el arroyo Palancares y enlaza con el GR10 camino de Tortuero. Como a un kilómetro del pueblo unos perros, encerrados en una perrera, ladran al paseante. Este piensa que por qué, si él no ha ladrado nunca a nadie. Entra en Tortuero y pasa sobre el puente medieval. Y sale por el camino de los muchos huertos. Desproporcionados para el tamaño del pueblo, piensa. Coge el camino del arroyo de la Concha, que forma un desfiladero de grandes proporciones. Otra maravilla. Llega a la carretera y remonta ruta por una loma que ha sufrido un anterior incendio. No hay camino pero la dirección está clara. Atarcede, ya se escondió el sol en esta tarde otoñal, casi invernal. El paseante llega a su coche y mira su GPS: 24 kilómetros. Piensa en quejigos, puentes, hoces, pueblos, monasterios, desfiladeros, buitres... Y le parece que ha estado haciendo una ruta extraordinaria. Y que la mejorará una próxima vez... sin el primer tramo de bajada, claro...