225. Estribaciones Occidentales de Peña Amaya y Peña Castro desde Cuevas de Amaya
near Cuevas de Amaya, Castilla y León (España)
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▶ Las 6 primeras seleccionan aspectos de interés (con descripción al pie).
▶ Las siguientes se ordenan según el itinerario (asociadas a cada 'waypoint').
📝 TEXTO (5 secciones):
▶ Índice IBP de la ruta,
▶ Preámbulo: antecedentes y motivos,
▶ La Ruta: recorrido y dificultades,
▶ Destacado: rasgos sobresalientes, y
▶ Anécdota: hechos curiosos.
INDICE IBP de Dificultad de la Ruta
Para Criterios y Tabla de Interpretación, Ir a:
https://www.ibpindex.com/index.php/es/
El resultado del análisis IBP es de 63 (para Senderismo): dificultad 'Media para una preparación física 'Media'.
El cómputo del desnivel acumulado de la ruta por parte de IBP es de 513 metros (superior al que estima Wikiloc).
PREÁMBULO
¿’Quién no conoce Peña Amaya’? ¿’Quién no ha estado allí’? Es un destino senderista/montañero popular; para los ‘locales’ y también, más aun lo parece, para los ‘más norteños’. No es de extrañar ese poder gravitacional.
También para mí. Habré trepado a su ‘castillo’ y su desolada meseta no menos de media docena de veces. A airearme en su buena compañía. Fue (mucho) antes de que Wikiloc viera la luz, así que no hay registros que den fe….
Tiene un gran atractivo geológico y paisajístico, con esa forma de lora esbelta, rodeada por dos anillos rocosos. Guarda, además, un valioso significado histórico, especialmente durante el período de colonización romana y La Reconquista.
Pero son muchos menos los montañeros que conocen sus estribaciones de poniente. Allá donde termina la punta occidental de su ‘hermana’ Peña Castro, situada al otro lado del arroyo de Valdeamaya o río Gallinas. Ese es el destino de esta ruta.
Bien es verdad que una parte del aliciente de la presente ruta le viene de tener a Peña Amaya y Peña Castro como inmediato telón de fondo por oriente; tocándolo, incluso. Con sus siluetas recortándose a contrasol.
Pero no era solamente ese el aliciente…..
LA RUTA
Desde el pueblo de Cuevas de Amaya hasta el km 2,5 ascendemos paulatinamente al monte por un camino en buenas condiciones. Parte de él fui en la grata compañía de ‘Blanqui’ (quizá te llegue esa suerte, si vas; ver ANÉCDOTA).
Hasta allí tenemos vistas del sur, de La Meseta de campos. Giramos hacia el norte, dejando el camino. Bellas panorámicas se abren por el oeste y el norte. Es un monte de encinas con espacios abiertos. Iremos por su lomo hasta el km 4,1 (hito geodésico).
Descendemos hasta encontrar enseguida (km 4,3) un camino, y luego (km 5) otro de fino suelo hasta el km 6,9. Allí bajamos hasta una pista que nos pone al pie de las laderas sur-occidentales de Peña Castro (km 8).
Toca de nuevo ascenso monte a través. Sin sendero, pero con fácil orientación. Subiremos hasta los campos encaramitados en una especie de bancales en el km 8,8 (¡¿qué intrépido ha puesto allí terrenos cultivables?!).
En ‘un salto’ podríamos auparnos hasta la cima occidental de Peña Castro, si quisiéramos. Pero nos conformamos con admirar sus ciclópeos escalones pétreos. Aquí no tienen nada que envidiar a los de Peña Amaya.
Bajamos a Puentes de Amaya (km 10,2). En torno a las casi invisibles ruinas del pueblo, damos una vuelta de 1 km (no es necesaria), sin sendero alguno, y penetramos hasta su corazón selvático. Luego llaneamos por un camino hasta el km 13,7.
De nuevo toca monte a través, mayormente, y en subida hasta el km 14,9. A partir del 15 todo es bajada. Nos espera una (otra más) recompensa casi al final, un poco antes de entrar de vuelta en Cuevas de Amaya: su ermita.
Posibles Dificultades:
En una ruta diseñada ‘sobre mapa’ y por parajes agrestes, vas siempre ‘a la aventura’. No sabes lo que te puedes encontrar. Eres el que abre la senda. Reconozco que, al comienzo, me acompañaban las dudas. Era una ruta ‘experimental’.
Pero, en realidad, todo fue más fácil de lo esperado (o es que hice bien el trazado con antelación). No hubo dificultades significativas. Simplemente, la ruta es algo larga (se puede acortar un par de km), aunque a mí todo se me hizo breve.
No esconderé que en torno a un 25-30% del recorrido se hace monte a través. Pero es sólo ligeramente incómodo; nada más. Con vegetación baja; sin maleza. El resto son caminos en buen estado. Los desniveles se acometen sin problemas.
La mayor dificultad fue localizar y atravesar la rendija hasta la iglesia de Puentes de Amaya, donde se arrebujan sus ruinas. Entre espesa maleza. Hay que tener buen ojo para que no te pase desapercibida; y luego protegerse de las ortigas, las zarzas, etc.
DESTACADO
Lo admito. Uno de los señuelos que me movieron a esta ruta era tener un ángulo nuevo de Peña Amaya y Peña Castro; por el oeste. Me encontré con eso y con mucho más. Todo no cabe para ser destacado. Selecciono algunos trazos.
(1) El Monte de Cuevas de Amaya y las Vistas:
En Cuevas no hay cuevas (que yo sepa). En su término, sí está constatada la presencia de castros prerromanos atribuidos a los cántabros. También hubo algunos asentamientos, ya romanizados, durante el siglo IV. Nada queda a la vista.
Por el monte se camina placenteramente. Es abierto y adehesado; con perspectivas. Aparte de La Meseta, al sur, destacan las vistas de oeste a norte: desde la Montaña Palentina hasta los acantilados de La Lora sobre Valderredible.
Y, por supuesto, hacia el este, las corpulentas Peña Castro, más inmediata, y Peña Amaya, más huidiza. En las primeras horas de la mañana, con el sol de frente, se perfilaban oscuras al contraluz. En la soledad, sobrecogen las sombras de sus siluetas.
(2) Los Roquedos de Peña Castro:
Durante el recorrido llegamos a las laderas de Peña Castro. Podríamos encaramarnos hasta arriba, pero ya conocía su largo lomo, en una ruta previa: [*] https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/pena-castro-y-valdeamaya-104342571 .
En esta parte de Peña Castro, los graderíos rocosos son particularmente intimidatorios; tanto como bellos; con alguna ‘cluse’, incluso. Presentan, no obstante, resquicios por donde colarse. Con ganas me quedé, pero era demasiado para la mañana.
Peña Amaya nos queda sólo ligeramente más apartada. Esa mole y ese emblema ciertamente merecen una ruta en exclusiva. Pronto le llegará su hora.
(3) Puentes de Amaya:
Existió como poblado y algo queda, pero no lo ves. Ha sido engullido totalmente por la fronda, en el hondón y el humedal de Valdeamaya. Escasos restos de alguna pared solitaria hacen pensar que alguna vez fue habitado; ‘hace siglos’.
Pero no fue hace tanto. Fue abandonado a principios de los años 70 del siglo pasado. La naturaleza lo ha convertido en una selva impenetrable. Tanto que, tratando de encontrar acceso a su iglesia, circundé el lugar 360 grados durante casi un km.
Por fin, al final, pura chiripa (y fe hasta las cejas), vi (creí ver) una tímida fisura en la maleza. Con la ‘escafandra' puesta, logré llegar hasta las ruinas de su iglesia…. Enorme satisfacción. En mi anterior visita [*] de hacía un año fui incapaz.
Decía entonces y digo ahora: “…No puede uno dejar de sentir admiración por aquellas sufridas y heroicas gentes que lo habitaron; y por las que, finalmente, tuvieron que desarraigarse…”.
(4) Ermita de Cuevas de Amaya:
Había estado en Cuevas hacía poco más de un año, en otra ruta, que combinó cuatro ruedas y dos piernas [**]: https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/ruta-de-las-20-ermitas-entre-villadiego-y-sotresgudo-104290285 .
Aquella vez me dirigí en exclusiva a la ermita de Nuestra Señora de Campo Redondo. Ahora la dejé para el final, como ‘guinda’ de la tarta. Es rústica, pero con aire auténtico; de estilo popular.
Está construida en mampostería. Aunque reformada posteriormente (siglo XVIII), conserva partes del primer gótico (siglo XIII-XIV), así como varios canecillos y un friso ajedrezado románicos en su alero norte, y una singular espadaña.
Lo más impresionante de todo es su ubicación. Sobresale por su majestuosidad, encabalgada en una ladera de las estribaciones que se inclinan hacia el pueblo desde septentrión.
Unas antenas y unos sillones desvencijados (para contemplar el atardecer desde aquella atalaya, supongo) chirrían en el entorno, pero puedes borrarlos fácilmente de tu retina.
ANÉCDOTA
Las 7:50 h am. Primeros diez pasos en el pueblo de Cuevas de Amaya. ‘Blanqui’ se me acercó jugando con un palitroque. Su nombre invitaría a una interacción desenfadada. …De haberlo sabido (su nombre) en ese momento.
Lo que yo veía era una mastín. Cachorra, pero crecidita. Dejó enseguida su ‘juguete’ y se me encaró, ladrando; sin complejos, dominante. Como diciendo: “¿Y tú qiénerez, ¡eh!? Parezez un eztraño. Y yo zoy la guardiana”.
No tuve más remedio que descolgarme la cachava y enseñársela. Eso fue peor. La encabritó (la ‘emperró’). Pero a mí me dio confianza: “Muerde ahí primero, si quieres”. La silbé apaciguador. Nada. “¡A mí con cachabaz!. Me laz como. ¡Como al palitroque!”.
Su dueña salió de casa, aún a distancia, y me dijo: --“Guárdela”. Lo hice. Magia instantánea. Blanqui dejó de ladrar y de mirarme por encima del hombro…. Bueno, tal vez fue porque percibió la actitud amistosa de su ama hacia mí.
Lo cierto es que, a partir de ese momento, nos hicimos amigos íntimos. Al menos por parte de Blanqui, a juzgar por el resultado. La mujer la llevó a casa, la metió en una especie de redil, y le dijo: --“¡Ahí quieta!”. Yo enfilé mi camino ya en las afueras.
Cinco segundos duró Blanqui retenida. Saltó por encima de la valla y se vino detrás de mí. La señora (--“Ay, disculpe…”) también se vino. La perra quería jugar (conmigo); a la dueña, ni caso (sólo remosquetas y requiebros). ‘A su bola’.
Charlamos un poco la mujer y yo mientras caminábamos, alejándonos del pueblo. Hasta me preguntó por la edad y me dijo que yo parecía ‘mucho’ más joven. Gracias, Santa Lucía. Un comienzo optimista de ruta. Nada podría torcerse.
Viéndonos en tan buenos términos a Blanqui y a mí (y a este último, de fiar), la mujer se volvió y nos dejó en comandita. --“No le diga nada. Ya volverá”. A duras penas contuve las ganas, pero nada dije. Aún me siguió durante más de un km. A su ama ya no se la veía.
Finalmente, Blanqui dudó. Miró hacia adelante; miró hacia atrás. Optó por quien le aseguraba la pitanza. Inteligente. ‘Blanqui’, por cierto, era blanquita; pelopaja (dejo dos fotos).
¡Si es que tengo una mano para ellos (y ellas, al parecer; según Blanqui)…!
▶ Las 6 primeras seleccionan aspectos de interés (con descripción al pie).
▶ Las siguientes se ordenan según el itinerario (asociadas a cada 'waypoint').
📝 TEXTO (5 secciones):
▶ Índice IBP de la ruta,
▶ Preámbulo: antecedentes y motivos,
▶ La Ruta: recorrido y dificultades,
▶ Destacado: rasgos sobresalientes, y
▶ Anécdota: hechos curiosos.
INDICE IBP de Dificultad de la Ruta
Para Criterios y Tabla de Interpretación, Ir a:
https://www.ibpindex.com/index.php/es/
El resultado del análisis IBP es de 63 (para Senderismo): dificultad 'Media para una preparación física 'Media'.
El cómputo del desnivel acumulado de la ruta por parte de IBP es de 513 metros (superior al que estima Wikiloc).
PREÁMBULO
¿’Quién no conoce Peña Amaya’? ¿’Quién no ha estado allí’? Es un destino senderista/montañero popular; para los ‘locales’ y también, más aun lo parece, para los ‘más norteños’. No es de extrañar ese poder gravitacional.
También para mí. Habré trepado a su ‘castillo’ y su desolada meseta no menos de media docena de veces. A airearme en su buena compañía. Fue (mucho) antes de que Wikiloc viera la luz, así que no hay registros que den fe….
Tiene un gran atractivo geológico y paisajístico, con esa forma de lora esbelta, rodeada por dos anillos rocosos. Guarda, además, un valioso significado histórico, especialmente durante el período de colonización romana y La Reconquista.
Pero son muchos menos los montañeros que conocen sus estribaciones de poniente. Allá donde termina la punta occidental de su ‘hermana’ Peña Castro, situada al otro lado del arroyo de Valdeamaya o río Gallinas. Ese es el destino de esta ruta.
Bien es verdad que una parte del aliciente de la presente ruta le viene de tener a Peña Amaya y Peña Castro como inmediato telón de fondo por oriente; tocándolo, incluso. Con sus siluetas recortándose a contrasol.
Pero no era solamente ese el aliciente…..
LA RUTA
Desde el pueblo de Cuevas de Amaya hasta el km 2,5 ascendemos paulatinamente al monte por un camino en buenas condiciones. Parte de él fui en la grata compañía de ‘Blanqui’ (quizá te llegue esa suerte, si vas; ver ANÉCDOTA).
Hasta allí tenemos vistas del sur, de La Meseta de campos. Giramos hacia el norte, dejando el camino. Bellas panorámicas se abren por el oeste y el norte. Es un monte de encinas con espacios abiertos. Iremos por su lomo hasta el km 4,1 (hito geodésico).
Descendemos hasta encontrar enseguida (km 4,3) un camino, y luego (km 5) otro de fino suelo hasta el km 6,9. Allí bajamos hasta una pista que nos pone al pie de las laderas sur-occidentales de Peña Castro (km 8).
Toca de nuevo ascenso monte a través. Sin sendero, pero con fácil orientación. Subiremos hasta los campos encaramitados en una especie de bancales en el km 8,8 (¡¿qué intrépido ha puesto allí terrenos cultivables?!).
En ‘un salto’ podríamos auparnos hasta la cima occidental de Peña Castro, si quisiéramos. Pero nos conformamos con admirar sus ciclópeos escalones pétreos. Aquí no tienen nada que envidiar a los de Peña Amaya.
Bajamos a Puentes de Amaya (km 10,2). En torno a las casi invisibles ruinas del pueblo, damos una vuelta de 1 km (no es necesaria), sin sendero alguno, y penetramos hasta su corazón selvático. Luego llaneamos por un camino hasta el km 13,7.
De nuevo toca monte a través, mayormente, y en subida hasta el km 14,9. A partir del 15 todo es bajada. Nos espera una (otra más) recompensa casi al final, un poco antes de entrar de vuelta en Cuevas de Amaya: su ermita.
Posibles Dificultades:
En una ruta diseñada ‘sobre mapa’ y por parajes agrestes, vas siempre ‘a la aventura’. No sabes lo que te puedes encontrar. Eres el que abre la senda. Reconozco que, al comienzo, me acompañaban las dudas. Era una ruta ‘experimental’.
Pero, en realidad, todo fue más fácil de lo esperado (o es que hice bien el trazado con antelación). No hubo dificultades significativas. Simplemente, la ruta es algo larga (se puede acortar un par de km), aunque a mí todo se me hizo breve.
No esconderé que en torno a un 25-30% del recorrido se hace monte a través. Pero es sólo ligeramente incómodo; nada más. Con vegetación baja; sin maleza. El resto son caminos en buen estado. Los desniveles se acometen sin problemas.
La mayor dificultad fue localizar y atravesar la rendija hasta la iglesia de Puentes de Amaya, donde se arrebujan sus ruinas. Entre espesa maleza. Hay que tener buen ojo para que no te pase desapercibida; y luego protegerse de las ortigas, las zarzas, etc.
DESTACADO
Lo admito. Uno de los señuelos que me movieron a esta ruta era tener un ángulo nuevo de Peña Amaya y Peña Castro; por el oeste. Me encontré con eso y con mucho más. Todo no cabe para ser destacado. Selecciono algunos trazos.
(1) El Monte de Cuevas de Amaya y las Vistas:
En Cuevas no hay cuevas (que yo sepa). En su término, sí está constatada la presencia de castros prerromanos atribuidos a los cántabros. También hubo algunos asentamientos, ya romanizados, durante el siglo IV. Nada queda a la vista.
Por el monte se camina placenteramente. Es abierto y adehesado; con perspectivas. Aparte de La Meseta, al sur, destacan las vistas de oeste a norte: desde la Montaña Palentina hasta los acantilados de La Lora sobre Valderredible.
Y, por supuesto, hacia el este, las corpulentas Peña Castro, más inmediata, y Peña Amaya, más huidiza. En las primeras horas de la mañana, con el sol de frente, se perfilaban oscuras al contraluz. En la soledad, sobrecogen las sombras de sus siluetas.
(2) Los Roquedos de Peña Castro:
Durante el recorrido llegamos a las laderas de Peña Castro. Podríamos encaramarnos hasta arriba, pero ya conocía su largo lomo, en una ruta previa: [*] https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/pena-castro-y-valdeamaya-104342571 .
En esta parte de Peña Castro, los graderíos rocosos son particularmente intimidatorios; tanto como bellos; con alguna ‘cluse’, incluso. Presentan, no obstante, resquicios por donde colarse. Con ganas me quedé, pero era demasiado para la mañana.
Peña Amaya nos queda sólo ligeramente más apartada. Esa mole y ese emblema ciertamente merecen una ruta en exclusiva. Pronto le llegará su hora.
(3) Puentes de Amaya:
Existió como poblado y algo queda, pero no lo ves. Ha sido engullido totalmente por la fronda, en el hondón y el humedal de Valdeamaya. Escasos restos de alguna pared solitaria hacen pensar que alguna vez fue habitado; ‘hace siglos’.
Pero no fue hace tanto. Fue abandonado a principios de los años 70 del siglo pasado. La naturaleza lo ha convertido en una selva impenetrable. Tanto que, tratando de encontrar acceso a su iglesia, circundé el lugar 360 grados durante casi un km.
Por fin, al final, pura chiripa (y fe hasta las cejas), vi (creí ver) una tímida fisura en la maleza. Con la ‘escafandra' puesta, logré llegar hasta las ruinas de su iglesia…. Enorme satisfacción. En mi anterior visita [*] de hacía un año fui incapaz.
Decía entonces y digo ahora: “…No puede uno dejar de sentir admiración por aquellas sufridas y heroicas gentes que lo habitaron; y por las que, finalmente, tuvieron que desarraigarse…”.
(4) Ermita de Cuevas de Amaya:
Había estado en Cuevas hacía poco más de un año, en otra ruta, que combinó cuatro ruedas y dos piernas [**]: https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/ruta-de-las-20-ermitas-entre-villadiego-y-sotresgudo-104290285 .
Aquella vez me dirigí en exclusiva a la ermita de Nuestra Señora de Campo Redondo. Ahora la dejé para el final, como ‘guinda’ de la tarta. Es rústica, pero con aire auténtico; de estilo popular.
Está construida en mampostería. Aunque reformada posteriormente (siglo XVIII), conserva partes del primer gótico (siglo XIII-XIV), así como varios canecillos y un friso ajedrezado románicos en su alero norte, y una singular espadaña.
Lo más impresionante de todo es su ubicación. Sobresale por su majestuosidad, encabalgada en una ladera de las estribaciones que se inclinan hacia el pueblo desde septentrión.
Unas antenas y unos sillones desvencijados (para contemplar el atardecer desde aquella atalaya, supongo) chirrían en el entorno, pero puedes borrarlos fácilmente de tu retina.
ANÉCDOTA
Las 7:50 h am. Primeros diez pasos en el pueblo de Cuevas de Amaya. ‘Blanqui’ se me acercó jugando con un palitroque. Su nombre invitaría a una interacción desenfadada. …De haberlo sabido (su nombre) en ese momento.
Lo que yo veía era una mastín. Cachorra, pero crecidita. Dejó enseguida su ‘juguete’ y se me encaró, ladrando; sin complejos, dominante. Como diciendo: “¿Y tú qiénerez, ¡eh!? Parezez un eztraño. Y yo zoy la guardiana”.
No tuve más remedio que descolgarme la cachava y enseñársela. Eso fue peor. La encabritó (la ‘emperró’). Pero a mí me dio confianza: “Muerde ahí primero, si quieres”. La silbé apaciguador. Nada. “¡A mí con cachabaz!. Me laz como. ¡Como al palitroque!”.
Su dueña salió de casa, aún a distancia, y me dijo: --“Guárdela”. Lo hice. Magia instantánea. Blanqui dejó de ladrar y de mirarme por encima del hombro…. Bueno, tal vez fue porque percibió la actitud amistosa de su ama hacia mí.
Lo cierto es que, a partir de ese momento, nos hicimos amigos íntimos. Al menos por parte de Blanqui, a juzgar por el resultado. La mujer la llevó a casa, la metió en una especie de redil, y le dijo: --“¡Ahí quieta!”. Yo enfilé mi camino ya en las afueras.
Cinco segundos duró Blanqui retenida. Saltó por encima de la valla y se vino detrás de mí. La señora (--“Ay, disculpe…”) también se vino. La perra quería jugar (conmigo); a la dueña, ni caso (sólo remosquetas y requiebros). ‘A su bola’.
Charlamos un poco la mujer y yo mientras caminábamos, alejándonos del pueblo. Hasta me preguntó por la edad y me dijo que yo parecía ‘mucho’ más joven. Gracias, Santa Lucía. Un comienzo optimista de ruta. Nada podría torcerse.
Viéndonos en tan buenos términos a Blanqui y a mí (y a este último, de fiar), la mujer se volvió y nos dejó en comandita. --“No le diga nada. Ya volverá”. A duras penas contuve las ganas, pero nada dije. Aún me siguió durante más de un km. A su ama ya no se la veía.
Finalmente, Blanqui dudó. Miró hacia adelante; miró hacia atrás. Optó por quien le aseguraba la pitanza. Inteligente. ‘Blanqui’, por cierto, era blanquita; pelopaja (dejo dos fotos).
¡Si es que tengo una mano para ellos (y ellas, al parecer; según Blanqui)…!
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Comments (2)
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Hola, Maisid: definitivamente has pateado más que un servidor estos andurriales en torno a la Peña Amaya. Aunque no creo que los hayas recorrido tanto en BBT como yo. Ahora utilizó mucho menos la bici, pero hace unas cuantos años pedaleé por todos esos caminos con entusiasmo. Como los conozco bien me he permitido valorar vuestro recorrido.
Gracias, Manu Arroyo. Sí, son lugares inspiradores. Calan hondo y te elevan alto. Ciertamente, alguna ruta ciclista tuya he visto por esos mismos caminos (y me acordé al recorrerlos).