11. 14.05.22 CARCABOSO - OLIVA DE PLASENCIA
near Carcaboso, Extremadura (España)
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Itinerary description
DEL PARAÍSO AL INFIERNO
Ayer, pasé la tarde reposando en la habitación de un hostal. Me veo muy bien de fuerzas, pero las ampollas de los pies entorpecen mi camino; aún no sé lo que es caminar sin que me duela cada pisada. Se que es pasajero, pero mientras estén ahí, condicionarán bastante la planificación de las etapas. A veces, puedo ser yo el que decide de dónde a donde ir por la proximidad de los pueblos. Otras en cambio, es el camino, el que me obliga a recorrer grandes distancias porque entre salida y llegada, no hay nada donde comer, nada donde dormir.
Esta mañana salí de Carcaboso temprano bajo un cielo gris que pesaba. La previsión meteorológica anunciaba agua. Un hombre que caminaba a mi paso, me indicó que podía acortar el camino más de un kilómetro, le hice caso y pronto dejé atrás los campos de cultivo y ganadería para entrar en uno de los tramos más bonitos que he recorrido hasta ahora.
Un sendero serpenteaba entre encinas y alcornoques. Suaves gramíneas, flores blancas, amarillas y moradas, lo estrechaban tanto, que a veces tenía que poner un pie detrás de otro como si caminase por una cuerda. Aquí y allá, rocas cubiertas de líquenes se ofrecían para el reposo. A mi derecha, la sierra de Gredos se levantaba azulada e imponente añadiendo más colores a la paleta. Paré a comer una manzana, a beber. Me tumbé en la hierba bajo un alcornoque gigante. Cualquier excusa era buena para retener el tiempo.
No llovió. El sol despejó las nubes y ahora dominaba el cielo y la tierra. Fui consciente cuando una carretera se cruzó en mi camino. Estaba en el desvío a Oliva de Plasencia y tendría que andar 7 kilómetros por ella hasta llegar a mi destino. Sin apenas arcén, con cada coche que pasaba, debía saltar a la cuneta para evitar ser atropellado. El calor dilató los kilómetros. Los árboles huyeron de la carretera llevando su sombra consigo. No quería pensar. No podía sentir. Sólo una idea en mi mente: caminar, caminar.
Ayer, pasé la tarde reposando en la habitación de un hostal. Me veo muy bien de fuerzas, pero las ampollas de los pies entorpecen mi camino; aún no sé lo que es caminar sin que me duela cada pisada. Se que es pasajero, pero mientras estén ahí, condicionarán bastante la planificación de las etapas. A veces, puedo ser yo el que decide de dónde a donde ir por la proximidad de los pueblos. Otras en cambio, es el camino, el que me obliga a recorrer grandes distancias porque entre salida y llegada, no hay nada donde comer, nada donde dormir.
Esta mañana salí de Carcaboso temprano bajo un cielo gris que pesaba. La previsión meteorológica anunciaba agua. Un hombre que caminaba a mi paso, me indicó que podía acortar el camino más de un kilómetro, le hice caso y pronto dejé atrás los campos de cultivo y ganadería para entrar en uno de los tramos más bonitos que he recorrido hasta ahora.
Un sendero serpenteaba entre encinas y alcornoques. Suaves gramíneas, flores blancas, amarillas y moradas, lo estrechaban tanto, que a veces tenía que poner un pie detrás de otro como si caminase por una cuerda. Aquí y allá, rocas cubiertas de líquenes se ofrecían para el reposo. A mi derecha, la sierra de Gredos se levantaba azulada e imponente añadiendo más colores a la paleta. Paré a comer una manzana, a beber. Me tumbé en la hierba bajo un alcornoque gigante. Cualquier excusa era buena para retener el tiempo.
No llovió. El sol despejó las nubes y ahora dominaba el cielo y la tierra. Fui consciente cuando una carretera se cruzó en mi camino. Estaba en el desvío a Oliva de Plasencia y tendría que andar 7 kilómetros por ella hasta llegar a mi destino. Sin apenas arcén, con cada coche que pasaba, debía saltar a la cuneta para evitar ser atropellado. El calor dilató los kilómetros. Los árboles huyeron de la carretera llevando su sombra consigo. No quería pensar. No podía sentir. Sólo una idea en mi mente: caminar, caminar.
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