Faro de Budiño

Muy cerca de Vigo, entre los concellos de Porriño y Salceda de Caselas, nos encontramos con unas impresionantes rocas clavadas en la montaña.

Esta zona ha sido desde tiempos inmemoriales lugar de paso y de residencia de varias culturas, desde las que poblaron el valle del río Louro en el paleolítico hasta los más recientes asentamientos romanos. Han quedado restos materiales de todas estas culturas y presidiendo todo ello esa enorme mole granítica llamada Faro de Budiño.

Faro Budiño se formó en la Orogenia Hercínica. Se elevó tras el choque de placas tectónicas de dos pequeños continentes (Laurentia y Báltica) con las del gran continente de Gondwana (actualmente Sudámerica, África, Madagascar, Indostán, Australia y la Antártida).

El macizo es una masa de magma formada a gran profundidad bajo la corteza terrestre y que ha ido emergiendo hacia la superficie, donde ha llegado consolidada después de un lento proceso de enfriamiento, lo que se denomina un plutón postcinético.

Por lo que se refiere a las rocas presentes en la sierra de Faro Budiño, son principalmente granitos de grano medio-grueso y grueso. En algunas zonas de este macizo, la presencia de feldespato potásico ha producido que las rocas tengan el característico color conocido como rosa-Porriño.

En nuestros tiempos el mayor uso de este lugar es la escalada, en diferentes modalidades: clásica, deportiva y boulder. Y en todas estas modalidades, Faro Budiño supone uno de los lugares más importantes de Galicia e incluso de España.

A punto estuvieron de desaparecer estas rocas en tiempos recientes ante el interés de las empresas graniteras pero la acción firme de varios colectivos lo impidieron y consiguieron preservarlas..

Actualmente es una de las escuelas de escalada más importantes de Galicia y gente de todo el mundo viene hasta este lugar a practicar la escalada.

Hay varias formas de subir hasta ellas.
La nuestra comienza en el lugar de Vitureira y desde allí vamos ascendiendo, a veces con fuerte pendiente, hasta colocarnos al pie de las rocas. Después de rodearlas y de un par de pequeñas trepadas ayudados de manos y pies entramos en el Parque forestal.

El resto es muy sencillo aunque no haya señalización del camino a seguir. Por suerte es un camino bastante transitado y está bien marcado por el paso de los montañeros. Además, cuando nosotros lo hicimos, hacía poco que lo habían desbrozado de maleza y hierbas altas y se veía perfectamente el camino a seguir,

El descenso se hace por el otro lado, pasando por la aldea de A Ínsua. Una gran parte es por carretera asfaltada pero de escaso tránsito de coches. Llegados a un punto abandonamos el asfalto y hasta el final del trayecto, otra vez en Vitureira, se hace todo por pistas de tierra y piedras.

Esta caminata, por su longitud es muy sencilla y apta para casi todos a poco acostumbrado que se esté a caminar por el monte. A cambio de el esfuerzo de subir hasta allí arriba tenemos el premio de unos paisajes hermosísimos de todo el valle del Louro y del Miño y de las montañas de Portugal y Galicia.

No hay fuentes ni ningún lugar en el que comprar nada así que lo mejor es llevar algo de beber y de comer en la mochila.