FERVENZAS DEL BARRANCO DE GOSOLFRE

El Rego Vao do Da Casa nace en las cercanías de Pino do Val y discurre por un cañón generado por la falla meridiana de Galicia.
La ruta parte de la Capela de San Paio (en la carretera que une Serra de Outes con Pino do Val), construída entre los siglos XVI y XVIII. Allí dejaremos el coche al lado de la capilla y cogeremos un camino que surge a su derecha.
Este camino se convierte en senda y veremos en primer lugar una fervenza a mano derecha en el Río de San Paio.
Seguiremos subiendo por un sendero que se va abriendo paso por la vegetación exuberante, donde el sol penetra en pocos lugares. Todo está lleno de musgo y hay que tener cuidado con no resbalarse. Llegaremos a un lugar donde el Rego de Gosolfre forma una bonita cascada. A partir de este lugar el río de San Pedro toma la denominación de Rego de Vao do da Casa, que es el que vamos a remontar. Veremos una primera fervenza que se abre en dos canales.
Seguimos ascendiendo por la parte inferior del barranco y encontramos la segunda fervenza. Ésta forma una poza en la parte inferior y salta un buen desnivel.
La senda se vuelve tortuosa y gracias a los puntos azules que alguien se encargó de pintar, podemos ir subiendo al lado del río, sin perdernos. Llegamos a otra fervenza llamada la de los exploradores.
El paisaje que nos rodea es como si estuviéramos dentro de una selva. Visualizamos en medio de la vegetación otra cascada. A ésta no se puede llegar facilmente por lo que la fotografíamos desde la distancia.
En varias ocasiones tendremos que cruzar el río principal o alguno de sus afluentes. Para ello han puesto en el camino unos puentes muy rústicos, formados por troncos de madera y con una barandilla no apta para personas con vértigo.
Estamos en la parte de arriba del barranco, encontramos los restos de algún molino que en otra época sirvió a los habitantes de las aldeas para moler el grano de maíz. Es una pena que se vayan perdiendo y nadie haga nada. Aparece otra fervenza más.
Hemos llegado a la parte superior, donde el barranco se abre. Ahora seguimos la senda que va por la otra margen del río y, en pocos pasos, aparece la maravillosa cascada en abanico que vemos a continuación.
Seguimos caminando y admirándonos de la cantidad de saltos de agua que vamos encontrando. Nunca vi un río que tuviera tantas fervenzas.
Intenté seguir el camino de vuelta por la otra vertiente, pero tras pasar estas escaleras, tuve que caminar por una senda muy estrecha, apenas la anchura de la zapatilla, en un terreno muy expuesto, con granito casi vertical hacia arriba y una fuerte pendiente para abajo. Había llovido bastante los días anteriores y el suelo cedió, cayendo por la ladera durante unos metros. Pero debo tener el chasis de acero que sólo fueron unos moratones de nada. Y cometí un gran error, que fue cruzar el río y tratar de volver por donde había venido. No me di cuenta que me había metido en la zona donde se cierra más el barranco y las paredes son graníticas. Me costó una vida entera subir, sin senda, ni camino, por entre la vegetación, una pendiente brutal. Por eso aconsejo que volváis por el camino de ida.