Cádiz. Conil. Acantilados de Levante.

Primera Parte. Acantilados de Levante: de Cala Fuente del Gallo a Puerto de Conil

“A por atún y a ver al duque” decían los comerciantes europeos que en época del Ducado de Medina Sidonia venían a la subasta del atún. Nosotros vamos a por atún y a ver a nuestro amigo Felipe, que tiene más tronío que todos los duques juntos y que se desenvuelve por los acantilados como atún en el atlántico sin almadraba que lo atrape y que lleva días poniéndonos los dientes largos con lo que está disfrutando en la Ruta Gastronómica del Atún de este año.

Pero esto empezó mucho antes. Fueron los fenicios, listos y comerciantes donde los haya, los primeros que observaron el ir y venir de los atunes; a ellos se les atribuye el arte de pesca conocido como la almadraba, un laberinto de redes que se coloca en el paso de los atunes hacía el Mediterráneo desde el Atlántico durante los meses de abril a junio, cuando pasan para reproducirse.

En esta época, cuando van a desovar, es cuando su carne es más grasa, sabrosa e ideal para consumir en fresco. A la vuelta, la almadraba de retorno entre julio y septiembre el atún es más seco y es el más utilizado para la mojama.

La almadraba es un arte de pesca de las más antiguas del mundo, fenicios, romanos… hasta llegar a los pescadores gaditanos, que siguen pescando el atún salvaje con este arte transmitido de padre a hijos.

El trabajo previo empieza en tierra unos meses antes, donde se montan las paredes de redes que luego se trasladan y fijan al fondo del mar, las anclas utilizadas dormitan en el cementerio de anclas que hay junto al Puerto de Conil hasta este momento.

Se trata de conducir a los atunes hacía las redes colocadas a modo de paredes verticales bajo el agua con ayuda de barcos, boyas y hasta 700 anclas de entre 300 y 400 kilos cada una. Se monta un laberinto-embudo donde una vez reunidos los atunes en lo que llaman “el copo”, los pescadores más experimentados saltan al agua para seleccionar los mejores ejemplares y proceder a su captura. En este momento se produce la “levantá” que consiste en subir las redes con los atunes a la superficie y posteriormente se realiza el “ronqueo” que es el despiece del atún con cuchillo de manera manual y artesanal.

Recomiendo el libro de Sara Amado Pareja, “Almadraberos, chanqueros y atunes. Análisis de las almadrabas conileñas”, un trabajo excelente de esta antropóloga conileña que nos cuenta todos los antecedentes históricos, secretos y curiosidades de este arte de pesca.
Y como la cabra tira al monte, no se va uno de Conil sin hacer algo de senderismo y nos lanzamos a los Acantilados como si no hubiera un mañana.

Iniciamos la ruta desde la Playa Fuente del Gallo hasta el Puerto Pesquero y el Cementerio de Anclas para recorrer los Acantilados de Levante, andando por encima de donde vuelan las gaviotas,

Al día siguiente recorremos los Acantilados de Poniente desde el Faro de Roche hasta la Cala de Roche donde disfrutamos de baños en algunas de las calas y de las maravillosas vistas que nos brinda la altura de estos acantilados. Seguimos caminando por encima de las gaviotas…

Hay lugares que te gustan, otros te enamoran, muchos te seducen, algunos te fascinan y otros te cautivan y atrapan para formar parte de tu vida, de la apacible, de la que gusta recordar, de esa vida que compensa todas las vidas.

A mí, debo ser hombre fácil, me ocurre esto con mucha frecuencia y aquí me tienes practicando una poligamia con la Costa de Cádiz, las Alpujarras, el Pirineo, la Sierra de las Nieves… un adulterio de pecado grave, de los que no hay penitencia que te redima.
Y ahora, al alba por los Acantilados de Conil y al caer la tarde por sus calles, jugando al escondite con el viento, con el fresco atlántico, buscando la sombra de un patio,… y sin remordimiento, he descubierto que hay corazón para todas las tierras, sólo que hay que quererlas y respetarlas siempre.

Este es mi romance con los Acantilados de Conil… si te gusta tengo superado lo de los celos y podemos compartir esta aventura…