Fuentes de Cesna: Villavieja-Castillo de Turrush-Pueblo Viejo

Me desplazo a Fuentes de Cesna, pedanía del pueblo granadino de Algarinejo, limítrofe con el término municipal de Iznájar, ya de la provincia de Córdoba. Desde la A-45 se toma la salida 72 (Encinas Reales), para continuar por la N-331: luego está la opción de llegar hasta Iznájar y subir unos 8 kilómetros por una estrecha y sinuosa carretera hasta Fuentes de Cesna, o, tras pasar por la aldea del Higueral, por la GR-6400 y a continuación por la GR-5400 (también recorriendo carreteritas con muchas curvas) llegar a la población, donde aparco a su entrada. Enseguida salgo del núcleo urbano por la calle de la Trocha y, siguiendo las indicaciones que llevan al yacimiento arqueológico de Villavieja, llego en poco más de 1 kilómetro frente a las murallas, que cerraban el lado mas accesible del extremo de la meseta donde se asentaba una ciudadela de la Edad del Cobre, hace unos 4 500 años; un farallón rocoso con una altura de hasta 40 metros la protegía por el otro lado. Se trata de un excepcional conjunto patrimonial de la Prehistoria europea, siendo el único asentamiento prehistórico granadino con estructuras murarias perceptibles con claridad desde el cielo. Esta muralla se extendería en un arco de circunferencia de unos trescientos metros de longitud, alcanzando, aunque actualmente se encuentra semienterrada, una altura de algo más de tres metros (hipotéticamente pudo haber alcanzado casi los cinco); consta de tres hileras a cada cara de grandes mampuestos de arenisca porosa, acuñados de manera que tuvieran una pendiente hacia el interior, nivelándose las hiladas con ripios y rellenándose el espacio entre los lienzos de áridos (arenas, gravas, gravones y ripios), para darle consistencia y estabilidad al conjunto (de 2 metros de anchura). Al exterior se reforzaba por una serie de torreones o bastiones adosados, unos pequeños semicirculares de 2 metros de diámetro a modo de contrafuertes, y otros más grandes, circulares, de 5 metros de diámetro, con su interior hueco (posiblemente eran utilizados como lugar de almacenamiento o tenían un uso doméstico). En el yacimiento (que empezó a ser excavado en 2012) se han encontrado objetos de sílex, como puntas de flechas, restos cerámicos (cuencos, contenedores), molinos de mano… Debió ser abandonado definitivamente a principios del II milenio a.C. Recorriendo su perímetro, donde se han habilitado varios miradores con vistas al Genil, a Ventorros de Balerma e Iznájar y a la Sierra de Campo Agro, se entiende a la perfección su gran valor estratégico.

Bajo de la meseta hacia un camino de tierra que pasa por el Cortijo de Fortunencia, desde donde pueden verse los Tajos desde su base: aquí se han encontrado viviendas cueva, que fueron ocupadas en el Medievo (lo atestigua la presencia de mortero de cal), a las que se accedía por un camino excavado en la pared (hoy desdibujado por la erosión).

Tras dejar atrás el cortijo, sigo entre olivos hasta llegar a un camino de tierra que atraviesa el arroyo del Molino; pasado éste, bajo por un pendiente carril cementado, al principio paralelo al arroyo, y que luego sigue en dirección suroeste. Continúo después hacia el sur, con el pinar a mi izquierda, hasta que el camino se introduce en el mismo y va rodeando un cerrete (al que no es necesario subir), llegando al pie de otro cerro donde se encuentran las ruinas del Castillo de Cesna (o de Turrush). Esta fortaleza pudo ser originalmente de época visigoda, perteneciendo al conde Artobás, nieto del rey Witiza, que la entregaría a los musulmanes. Aquí se refugió Abderramán I, tras desembarcar en Almuñécar, poco antes de ser proclamado primer emir independiente de al-Ándalus en el año 756. Luego fue uno de los reductos del rebelde Omar ibn Hafsún, motivando que se dirigiesen contra ella varias expediciones por parte de los Omeyas, hasta que Abderramán III, tras un prolongado asedio, la rindió por hambre; tras la derrota de Ibn Hafsún, el castillo fue ocupado por mercenarios de origen sirio, controlando el territorio y el paso de mercancías y personas entre Córdoba y Granada. Bajo el Califato cordobés surgieron pequeñas alquerías, germen de muchas de localidades actuales, como La Viña, Fuentes de Cesna, El Raso, El Chite o Algarinejo. Ya en época nazarí (de la que se han hallado una gran cantidad de cerámicas), ante los avances de las tropas castellanas desde Priego de Córdoba, los musulmanes levantaron y modificaron numerosas fortificaciones, siendo los baluartes más significativos en el entorno los castillos de Zagra y de Cesna, apoyados por torres atalayas. Ambas fortalezas cambiaron de manos en varias ocasiones hasta que, al parecer, Diego Fernández de Córdoba en 1435 conquistó definitivamente el Castillo de Cesna.
Subo a la plataforma superior del promontorio rocoso, a orillas del pantano de Iznájar, que ocupaba la fortaleza (y hoy los olivos), de la que apenas quedan los restos de tres de sus torres (de las cuatro cuadradas que se disponían en cada esquina) y algunos metros de los muros perimetrales (en los sectores occidental y meridional).

Bajo del cerro por donde se levantaba la fachada norte (de la que no quedan restos de muralla) por un pendiente carril hasta el olivar. Desde aquí sigo el camino de vuelta a Fuentes de Cesna, ahora en pronunciada subida hasta el mirador de la Erilla, a casi kilómetro y medio (dada la estación del año conviene madrugar para que el Sol no esté muy alto y aprovechar las sombras de los olivos y de algunas laderas).

Llego finalmente a este mirador, con la era que le da nombre. El Barrio de la Erilla (junto con las Cuevas, el Corralón, el Barrio Alto, la Asomaílla y el Hornillo) era uno de los seis (el más alejado) que conformaban el antiguo pueblo de Fuentes de Cesna, así llamado por ser rico en aguas que procedían de tres manantiales: la Fuente de la Plaza, la de Enmedio y la del Caño. Situado en la falda del Tajo de las Fuentes (o de las Cuevas), éste se derrumbó parcialmente el 4 de febrero de 1940 a consecuencia de las cuantiosas lluvias caídas en las semanas anteriores; el tajo, ante la acometida de tanta agua,se abrió en grietas por donde se desmoronaron toneladas de rocas y lodo, formando a un alud de 600 metros de alto por 300 de anchura, que dejó un manto de escombros de tres metros de altura, matando a 19 vecinos (tres cuerpos no pudieron rescatarse) y sepultando 11 viviendas, mientras otras muchas quedaron semiderruidas (la quinta parte aproximadamente del municipio fue arrasada). Luego hubo un segundo corrimiento de tierra en 1963, sin víctimas pero causando más daño a las casas, que propició la actual ubicación del pueblo (en el paraje llamado ”Hoya de las Viñas”).

Sigo por el camino cementado (por arriba discurre la Trocha, senda que comunicaba la Erilla con el resto del pueblo), llegando a la Fuente del Caño, manantial por excelencia del pueblo, con sus cuatro caños; también era abrevadero para las bestias y la corriente de agua procedente de la fuente alimentaba el lavadero en la parte inferior (el cual conserva las piedras donde las mujeres frotaban la colada); este lugar fue el epicentro de los corrimientos de tierra del año 63.

Poco después, por el ahora llamado Sendero de la Fuente de Enmedio, me adentro en el Barrio del Hornillo: aquí se encuentra este nacimiento de agua, pura y cristalina, que servía también de lavadero (utilizando dos piedras planas orientadas hacia el manantial, donde las mujeres frotaban sus ropas, metiéndose a veces dentro del agua para lavar).
Saliendo del sendero se encuentra la parte delantera de la que fue iglesia dedicada a San Jerónimo, que acogió también a la Virgen de Lourdes, cuya imagen procesiona cada 15 de agosto desde la iglesia actual hasta este lugar.
Me adentro ahora por el sendero del Barrio Alto, que discurre por donde se encontraban edificios significativos como las escuelas, el estanco y la oficina de correos. Por último, paseo por la plaza, lugar donde los manijeros iban a buscar a los jornaleros para trabajar en el campo (por lo que éstos solían decir “vamos hacer plaza") y donde se colocaban los puestos que en San Juan vendían los productos típicos de la tierra (como las perillas de San Juan). La Fuente de La Plaza se encontraba donde ahora está el depósito de agua (la actual fuente se encontraba en el patio interior de una casa particular de una familia de tenderos conocida como "los Mejías").

Apenas unos 500 metros más adelante está el actual Fuentes de Cesna, al que me encamino para finalizar la ruta, dejando atrás este magnético lugar, donde ahora se enseñorea la vegetación, con casas y calles comidas por los higuerones, las pitas y las chumberas, a los pies del espectacular tajo que causó su pérdida.