Garabitos (desde Vieja Hacienda)

Otro acceso hacia el (extenso y solitario) macizo de Garabitos es desde el edificio de La Vieja Hacienda (en la carretera Cartagena al Puerto de Mazarrón).
Hay frente a ella una aparentemente desusada pista de paintball y un camino que hemos de seguir y que nos llevará hasta alcanzar una vieja senda con también viejas señales de GR -blancas y rojas- . Siguiéndolas alcanzaremos sin excesiva dificultad el alto del macizo de las Rellanas (o de Garabitos, como le llamo yo).
Ante nuestros ojos se extiende una gran extensión de Morras, sembrados, vaguadas, apostaderos de caza, pistas, …, y al fondo la Morra de Garabitos, que con sus 576 mts es la segunda mayor “cima” de las montañas que dan al mar de Cartagena, tras La Muela y por encima del Roldán.
Se adivinan viejas sendas, algunos hitos de piedra y, sobre todo, se ve con claridad una pista que, rodeando todo el círculo montañoso, baja hasta la carretera. Así pues, las opciones para llegar a la Morra de Garabitos son variadas. En esta ruta quise hacer alguna “cumbre”: la de las Casas, la de Garabitos y la del Quemado, haciendo de esa manera, pista y monte a través, como se señala en el track.
En un punto de la ruta, también señalado, bajo al Barranco del Cañarico para continuar una senda que me llevará a la pista que conduce hasta un caserío cercano a la carretera. En el Barranco hay que estar atento a la continuidad del sendero, pues está “oculto” en una estrecha depresión del margen izquierdo del Barranco, prácticamente enfrente del lugar donde hemos llegado al mismo. Pasaremos al lado de una casa en ruinas y otra más arrriba habitada y tras ella alcanzaremos la pista antedicha.
Siguiendo la pista llegaremos sin pérdida a la carretera y, tras unos centenares de metros por su arcén, al lugar donde hemos dejado el coche.
Prácticamente toda la zona del macizo de Las Rellanas carece de arbolado, pero ofrece unas panorámicas excelentes en sus 360 grados que bien merecen la pena, y por su escasa afluencia de personal nos transmite una gran tranquilidad que bien se puede aprovechar para relajar nuestro atribulado día a día.