Garraf R2-Port Ginesta-Castelldefels R2

Esta humilde ruta está enmarcada en mi modesto proyecto de recorrer el litoral catalán, intentando caminar, siempre que sea posible, cerca del mar. Esta proximidad viene determinada y limitada, por peligrosas carreteras, zonas privadas, costa abrupta, o, debo confesar, para evitar caminar por la engorrosa arena. La ruta que nos ocupa se ha calificado como moderada, exclusivamente por el tramo delimitado entre "Dreta Sender" y "C-31", por ser algo empinado y resbaladizo, requiriendo cierta precaución para evitar resbalones, sobre todo en caso de lluvia. El resto discurre por cómodos senderos, asfalto y zonas urbanas.
Comparto el andén con una abigarrada multitud que, destilando angustia y desasosiego, lanza miradas desesperadas a los paneles inforamativos y agudiza el oido para escuchar los avisos por megafonía, aunque todos sabemos que es una hazaña imposible, solo al alcance de unas pocas personas dotadas de ese superpoder. La salida de ejes de un tren en Sitges el día anterior, ha generado un caos descomunal en la red de cercanías; retrasos y anulaciones de trenes, asi como traslados por carretera, en la época de mayor utilización de este medio de transporte. Con apenas veinte minutos de retraso llego a la estación de Garraf, con su plaza aun vestida con sus mejores galas como mudo testigo, ahora, de sus alegres festejos. Un amable paisano, seguramente acostumbrado a los despistes, se dirige a nosotros con una incansable letanía, "playa por escaleras, playa por allí". Se lo agradezco con una inclinación de cabeza, e informo por mi cuenta a varios pasajeros, cuando preguntan por los autobuses para ir a Vilanova, de que deben retroceder hasta Castelldefels que es desde donde salen. No penseis que tengo el citado superpoder, simplemente tuve suerte de estar al lado de quien si lo tiene, y escuché las explicaciones que dió a sus acompañantes. Aunque estemos en Agosto y haya escasez de personal, parece que en jornadas como la de hoy, deberían haber unos cuantos informantes a pie de andén, para evitar semejantes descalabros. Transitando hasta la playa, unas voces estentóreas me hacer recordar anteriores experiencias. Una empleada del servicio de limpieza, grita mientras se agita de un lado a otro, profiriendo jaculatorias que la protejan de las avispas que han colonizado la papelera, temiendo por su vida. Durante mucho tiempo padecí la misma fobia, por haber sido picado por varias avispas al dirigir inadvertidamente el chorro de la manguera a su avispero, mientras regaba. Ahora ya con el trauma superado, paso tranquilo por su lado, mientras compruebo que son solo dos o tres, no un enjambre, las que por allí vuelan. En la playa varias personas me miran con curiosidad, imagino que por mi indumentaria, manga larga,botas y sombrero de ala ancha, hasta que me doy cuenta de que están rodando un anuncio, y tal vez evaluaban si pertenecía a la producción, por si me acercaba al bufé del que ellos picoteaban. Continúo mi camino admirando el espléndido Celler Güell, que como su nombre indica es de estilo modernista, obra de Gaudí. Un coche aparcado bloquea la entrada al GR-92, obligandome a meter barriga para superar el lance. Esperemos que sea esto y el copioso sudor, el tributo debido a pagar por disfrutar de la jornada de hoy. Aunque estrecho, el GR permite un buen agarre al caminar, y relajado, me embeleso contemplando el hermoso edificio del Celler Güell y la enhiesta Torre del Garraf. Enlazo con las maravillosas panorámicas del mar, del litoral, del nuboso cielo, y al fondo, del conjunto del puerto y la oronda peña que preside las casas de Garraf. Entre espinosa vegetación típica de la zona, a ratos por rocoso camino, y bajo la sombreada pineda, tomo el empinado sendero, resbaladizo y alfombrado de guijarros, que desciende hasta desembocar en la C-31, donde cruzando con presteza, me permito admirar desde el altozano la pequeña Cala Ginesta. Apenas concurrida, parece empequeñecer ante el incomparable contraluz que me regalan el mar , el sol, y junto con Port Ginesta, el litoral, que se me antoja infinito por desaparecer en la distancia. Me recreo entre los paquebotes, perdido entre ensoñaciones infantiles de viajes a lugares recónditos, luchando, o no, contra piratas y monstruos marinos. Despertando del trance por el estruendo del tráfico, me preparo para un largo trecho por el paseo marítimo, que se inicia en las Botigues de Sitges, lejos de la orilla y de la arena, pero cerca de donde paseantes, patinadoras y empleadas de mantenimiento de las playas, protagonizan escenas cotidianas, a juzgar por la complicidad que observo, con habituales del lugar. Pocas distracciones encuentro en este dilatado tramo, tal vez por la poca ocupación de la playa, pero me entretengo mirando al cielo e intentando capturar aviones en vuelo. Poco después de dejar atrás el monumento "Donar i Rebre", con la estación de Castelldefels Platja a la espalda, giro a la izquierda para iniciar el tramo urbano, que diseñado a mi antojo, me permite disfrutar de la parte cultural de la ruta. Comienzo con la Casa Güell, ya en Castelldefels, obra del arquitecto Francesc Berenguer, que al estar medio oculta por la vegetación, me obliga a hacer equilibrios y ponerme de puntillas para salvar la valla, consiguiendo el preciado trofeo. Continúo con el templo de la Mare de Déu del Carme, que gracias a su original diseño, me permite seguir jugando con contraluces y aviones. Una explícita placa informa de su apuesta por la defensa de la vida. El retorcido pino y sus verticales parientes salpican el "Passeig del Pitort", que me acompaña hasta la plaça d'Asturies, donde a falta de agua en los estanques, recibo del generoso cielo un refrescante chubasco que apenas me empapa, pero es suficiente para aliviar la calor. La "Font de la Pineda" también aparece huérfana del preciado líquido, pero me puedo resarcir en el "Parc de l'Olla del Rei", donde los estanques contienen suficiente agua, de un fuerte color verdoso y mas fuerte si cabe su olor, para que los patos naden y las tórtolas beban. Como estoy llegando al final de la ruta en tiempo y hora, me recreo sobre la pasarela que cruza la C-32, mirando los veloces autos, el lejano castillo, y me embeleso con los orgullosos y bien cuidados huertos urbanos, donde hasta las gallinas parecen felices. La sonrisa de complicidad de un lindo gatito me recuerda que en breve llegaré a la estación, y toca cambiarme de camiseta para evitar parecer un apestado, cuando me una a mis congéneres. Los veo llegar en procesión, imagino que desde los autobuses que unen Vilanova con Castelldefels, todos con cara de circunstancias, algunos con maletas o cochecitos, la mayoría con los bártulos playeros. En el andén no cabe ni un alfiler, pero siguen llegando viajeros en un reguero sin fin. Anuncian que en breve se restablecerá el servicio entre Garraf y Vilanova, y también la llegada de un tren con destino Barcelona; si, es cierto, he sido capaz de entenderlo. Por intervención divina en forma de milagro, o por arte de birlibirloque, magia en estado puro, aunque el tren llega repleto,todos cabemos y nos acomodamos. Que tiempos aquellos en que subiendo a un borreguero no hacía falta sujetarte a la barra, porque estabas perfectamente asegurado por la marea humana que te anclaba en tu sitio del vagón. Como curiosidad diré, que en la siguiente estación, Gavà, estuvimos una hora parados por una incidencia en Viladecans. Con lo que creo que pagué con creces el tributo debido por esta inolvidable jornada, y, si los dioses lo tienen a bien, por alguna de las me quedan por disfrutar.