Georuta central Ulia con JM Alquézar (CVC)

Quedamos en la iglesia del Corazón de María con el experto y entusiasta mendizale Jesus Mari Alquézar, presidente de honor del Club Vasco Camping, que nos guiará en una agradable mañana otoñal por la geo-ruta central de Ulía.
Somos unas 40 personas a las que se nos unirán otras más en “El Centro de Interpretación del Monte Ulía” para formar un grupo de cerca de 50.
Tras los duros repechos iniciales de Zemorilla llegamos a la pista asfaltada del antiguo trazado del tranvía eléctrico que venía de Ategorrieta; desde el mirador Ulía contemplamos unas vistas maravillosas de la ciudad.
En otra parada del ascenso, el guía nos explica, cerca de una de ellas, las tres charcas artificiales de anfibios que se crearon en puntos bajos (vaguadas naturales) del monte Ulia, tras la correspondiente adecuación del terreno e impermeabilización con material plástico.
Son charcas de poco más de 50 cm de profundidad, destacando la presencia del tritón palmeado y el sapo partero común.
Ya en la cima, tras la incorporación de los nuevos caminantes, bordeamos las antiguas instalaciones del tiro a plato de Basollúa y dejamos atrás el mirador desde el que se puede contemplar de nuevo el frente litoral de Jaizkibel, después de la reciente poda del arbolado que impedía sus magníficas vistas.
Iniciamos el descenso de lo que el guía denomina, como una de las “Selvas Secretas de Ulia”: el marojal de Barrakaldea (senda no catalogada), un bosque cerrado de espesa vegetación que finaliza en la pista hormigonada que desciende al emisario submarino, donde van a parar las aguas residuales tratadas en la” Estación Depuradora de Aguas Residuales de Loiola” provenientes de los 10 municipios del Añarbe.
Abandonando la pista del emisario, bajamos por sendero entre arbolado hasta dar con la ruta tradicional, el sendero Talaia a media ladera, que va de Donosti al Faro de la Plata.
Descendemos por senda a la parte occidental de la bella cala Illurgita, en forma de concha y de difícil acceso por su densa vegetación que la rodea.
El camino llega frente al mar, desde donde además de las espectaculares vistas de los farallones de la parte oriental del monte, con el Faro de la Plata al fondo, empezamos a ver los primeros puntos de interés geológico de la parte central.
Jesús M. Alquézar nos explica que la erosión del viento, lluvia y oleaje sobre las areniscas de más de 50 millones de antigüedad, ha configurado un paisaje característico con infinidad de abrigos, cuevas... y geoformas de una gran belleza.
Destacan ,entre otras, las que llevan unas irisaciones ocre/pardas debido al hierro disuelto, que te recuerdan a pinturas rupestres, como se puede ver en una de las fotos.
Llegamos luego a uno de los valles colgados en forma de “uve” desde cuyo borde se pueden ver las increíbles paredes lisas inclinadas sobre el mar.
La siguiente parada es en el mirador desde el que se contempla la punta de Mompás, la costa guipuzcoana y una de las canteras de las que se extraía la piedra de arenisca que se utilizó para la construcción de muchas de las casas del barrio de Gros y de la iglesia de San Ignacio, según explicaciones del guía.
Ascendemos por la calzada empedrada por la que se transportaba la arenisca procedente de las canteras.
Esta calzada la descubrió en su día el gran Josetxo Mayor que hasta entonces estaba totalmente cubierta de maleza.
El bueno de Josetxo, hoy con más de 80 años, se dedicó desde 1986 a limpiar y acondicionar los caminos del monte Ulía , al principio los “findes” y ya jubilado, todos los días hasta hace muy poco.
Era admirable verle en pleno esfuerzo generoso a su edad, con sus herramientas manuales: azada, rastrillo, escoba, cincel, martillo...
Desbrozaba, desmontaba piedras, las cortaba, las daba forma, las colocaba de nuevo... y así construyó infinidad de escaleras, por algunas de las cuales hoy hemos caminado.
Finalmente recibió la medalla al mérito ciudadano de la ciudad.
Sobre la base de un pitón de roca erosionada de la calzada se colocó una placa: Avenida Josetxo.
Nos desviamos entre abundante arbolado hasta las ruinas del caserío Barraca, otro de los secretos de la “Selva de Ulía”, según señala el guía.
La última parada es en la fuente/lavadero de Kutralla que habitualmente ya no lleva agua, el guía indica que antiguamente venían a lavar la ropa muchos donostiarras, citando como anecdótico la que traían hasta aquí en carretas las lavanderas del hotel Londres.
Volvemos al punto de inicio donde acaba esta preciosa etapa circular de 8,4 km y 360 m de ascenso acumulado en la que hemos seguido descubriendo nuevos secretos de este entorno privilegiado, todavía bastante desconocido para muchos donostiarras.