Francia. Gorges de Carança: caminar sobre el agua.

A chispas, que sabe de rutas inmensas por Pirineos.

A lo largo de los años escuchas, o lees, de lugares que aconsejan por su belleza, lo variado del recorrido o el reto que pueda suponer su visita. Algunos, por razones obvias, se pierden en la memoria; otros quedan en algún rincón esperando que, en algún momento, alguien los active o se tenga la oportunidad de conocerlos. Esto es lo que me pasó con las Gorges de Carança.
En alguna ocasión tuve conocimiento sobre este lugar que quedó traspapelado entre los recuerdos y, hace pocos días, el amigo chikito c. lo sacó del olvido cuando nos propuso recorrer esta bonita ruta en el departamento de Pirineos Orientales de Francia.
No es una ruta aconsejable para personas que no estén acostumbradas a pasar por zonas de extremada verticalidad, o que sufran de vértigo. Tampoco para ir acompañado de niños o animales.
Durante el día anterior había llovido y en las zonas umbrías del camino las rocas estaban resbaladizas, cosa muy a tener en cuenta porque se pasa por zonas expuestas susceptibles a una caída.
Atravesando la frontera por Puigcerdá, tomamos la N116 en dirección Saillagouse y desde aquí a la localidad de Mont-Louis, hasta llegar a Thuès-Entre-Valls, donde se inicia la ruta.
Hay una zona de aparcamiento donde se deja el coche previo pago de 5 euros.
A partir de este punto se inicia la ruta pudiendo hacerse de dos formas:
.-Por la margen izquierda, atravesando un pequeño puente metálico y ascender el cauce del río por la repisa excavada en la roca pasando por la represa-desvío del agua.
.- Por la margen derecha, por una senda llamada Roc Madrieu.
En cualquier caso, al ser una ruta circular, las dos rutas terminan por unirse, pero para quien sufra el inconveniente del vértigo la segunda opción es menos expuesta, y se puede volver por el mismo sitio evitando el camino excavado en la ladera, ya que a lo largo del recorrido se va viendo perfectamente, pudiendo decidir si volver sobre sus propios pasos o aventurarse a hacer el regreso por el otro lado del río.
Nosotros escogimos la segunda opción simplemente por la proximidad a donde habíamos aparcado.

DESARROLLO
Tras pasar bajo el viaducto del tren, vemos que la senda está marcada con señales amarillas. Aparecen carteles indicando el riesgo durante el camino y las precauciones a seguir.
Al inicio pasamos muy cerca del río que, paulatinamente, va quedando alejado de la senda conforme vamos subiendo la suave pendiente.
Desde el primer momento sentimos la altura de las paredes rocosas que forman la garganta del río Carança, pero según vamos subiendo por la senda las paredes se separan dando lugar a un valle fluvial más ancho cubierto por un bosque mixto variado y bastante denso en esta ladera. Robles, arces de Montpellier, fresnos, avellanos y hayas son algunos de las especies. No dejamos de pensar que el otoño, en estas gargantas, ha de ser una impresionante y variada paleta de colores, y que sería maravilloso volver para verlos.
El camino es claro y difícil de perder. Pasamos por tramos en los que hay que sortear alguna piedra y algún pequeño arroyo fruto de la reciente lluvia, pero que no llega a ser ningún inconveniente. Encontramos alguna sección en la que se han colocado un cable pasamanos para facilitar el paso dando mayor seguridad.
Desde este lado observamos con claridad el vertiginoso camino excavado en la ladera que va por la margen izquierda del río.
Seguimos ascendiendo sin ninguna dificultad hasta llegar a una enorme roca encajada bajo la que pasamos para llegar, después de un breve recorrido, al punto más alto de nuestro camino: es el llamado salto del Lindou.
Desde aquí se aprecia el valle en toda su amplitud y extensión, y la imponente pared rocosa en la que se ha excavado el camino de vuelta.
A partir de este punto iniciamos un paulatino descenso, y tras pasar algún otro tramo con pasamanos de seguridad, el sendero nos deja a orillas del río junto a una pasarela que cruzaremos para iniciar el regreso.
Encontramos una señalización en amarillo sobre las rocas que nos indica el camino de vuelta por el otro lado del río, pero nosotros continuamos por la misma margen derecha, nuevamente con el río a nuestros pies en dirección al refugio de Carança.
La vegetación es más frondosa, y acebos, helechos y arces (subsp opalus) son más abundantes
Es en este punto cuando la garganta se estrecha y tenemos que pasar al otro lado del río por una pasarela marcada con el n.º 4. Pero si creíamos que la angostura no podía ser mayor llegamos a unas escaleras que nos dejan sobre una pasarela con el n.º 5 sobre la que circulamos (ahora sí), por encima del agua. Tras un corto recorrido por un resalte lateral llegamos a unos peldaños metálicos independientes, y estos nos conducen a otra corta pasarela que termina en un balanceante puente que nos devuelve a la margen derecha.
Tras un breve recorrido junto al río volvemos a encontrar otra pasarela (la más larga de todas). Desde ella, las vistas del río son excelentes y a ello contribuye el generoso caudal que arrastra, fruto de las recientes lluvias.
Hasta llegar al llamado “puente de piedra” se suceden hasta dos nuevas pasarelas, y el camino continúa hasta el refugio de Carança, al que no llegamos.
Volvemos sobre nuestros pasos para llegar a la bifurcación inicial, donde encontramos un pequeño puente fijo sobre el río marcado con el n.º 3. Pasamos a la margen izquierda e iniciamos el retorno acompañando al río en su fluir.
Tras pasar por una presa de derivación del agua del río, una nueva pasarela lateral nos deja en un camino equipado con un cable que da mayor seguridad en los tramos más expuestos.
Poco a poco entramos en la parte más aérea del recorrido, Es lo que se llaman los Balcons de la Tête, y al pasar la última de las pasarelas entramos de lleno en un camino sobre un resalte en la ladera que, como un balcón, recorre esta parte del valle. Es al pasar por un pequeño puente de madera para salvar un torrente lateral cuando se ha horada la roca para permitir el paso, incluso atravesando pequeños túneles.
En algunas ocasiones encontramos pequeños túneles para el mantenimiento de la conducción del agua captada en la pequeña presa, pero no son practicables.
Todo el recorrido está provisto de un cable, y practicamente carece de pendiente.
Ocasionalmente vemos el camino que hicimos en la ida por la ladera de enfrente.
Cuando creíamos que el camino solo seguía un bonito sendero por el bosque, aun nos queda la sorpresa de pasar por un pequeño tunel.
Al salir entramos en una sendero cómodo de andar que desciende suavemente hasta llegar a un edificio de control de las aguas derivadas en la presa. Adosado a sus muros hay carteles indicadores.
Tomamos la senda en descenso que indica el aparcamiento. Al principio tiene bastante pendiente. Llegando a un pequeño viaducto sobre el tendido ferroviario se camina por un auténtico pedregal.
Al pasar el viaducto se convierte en un sendero tranquilo que, después de un corto trecho, nos deja en una última pasarela que tras atravesarla nos deja de nuevo en el aparcamiento.
Hemos andado unos 9 km en menos de cuatro horas. El recorrido se ha hecho tan ameno que parece más corto.
Como dije al principio, en caso de padecer vértigo, se puede hacer el recorrido de vuelta por el mismo sitio de la ida, evitando la parte más expuesta de este segundo tramo.
Espero que, si llegáis a hacerla, la disfrutéis tanto como nosotros.

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