GR 283 : Arántzazu- Etzegarate
near Arantzazu, País Vasco (España)
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Itinerary description
Aránzazu encarna la aportación vasca a las vanguardias artísticas del siglo XX, a la vez que es un centro importante de producción cultural. Fue punto de partida del euskara batua, entre otras cosas. De Aránzazu ascendemos a las campas de Urbia. Los megalitos y las cabañas del lugar demuestran que está habitado desde hace tiempo. No podemos tomar un caldo en la Venta de Urbia al estar cerrado. Desde Olza, llegaremos al paso de San Adrián, histórica ruta de comunicación con Castilla que ha visto innumerables sucesos e idas y venidas desde la época romana y cruza Aizkorri de un lado a otro. Siguiendo la ruta, por Añabaso, nos acercamos a la frontera entre Navarra, Álava y Gipuzkoa.
A 731m de altitud se encuentra el santuario Arántzazu , ( y un barrio) ,perteneciente al municipio de Oñate encajado entre barrancos y montañas, “abundante en espinos” (que es lo que en vasco significa Arantzazu) y escenario donde en el siglo XV se encontró una talla de la Virgen María.
Destaca en él su impresionante fachada, con sus tres torres, la Piedad y los 14 apóstoles. Estas dos últimas, obras de Jorge Oteiza. Tras cruzar las puertas de hierro, obra de Eduardo Chillida, descubrimos un imponente retablo mayor de 600 m², concebido en madera policromada por Lucio Muñoz. Las vidrieras fueron realizadas por Xabier Álvarez de Eulate. La cripta fue adornada con las pinturas de Néstor Basterretxea.
La parte trasera del Santuario de Arantzazu comenzó en 1950 y estuvieron dirigidas por los arquitectos Sáenz de Olza y Laorga.
Dejamos atrás el santuario hacia las campas de Urbía ( a 1134m) que están a los pies del Aizkorri.
Desde las campas de Urbia nos dirigimos al túnel de San Adrian (también conocido como el paso de Lizarrate) entre las sierras de Aitzkorri y Alzania. Se trata de una cueva natural de 55 metros de longitud y ubicada a unos 1.000 metros de altitud que a modo de túnel permite salvar el cresterio rocoso de los Montes Vascos en la frontera entre las provincias Gipuzkoa y Álava
Fueron los pastores de la Edad del Bronce los primeros transeúntes del túnel. Después llegarían los romanos, que según se piensa, hicieron una calzada que pasaba por el túnel, ya que eligieron este camino para adentrarse en la meseta. Y es que hay una calzada pasando el túnel, pero esta data del siglo XI y se construyó cuando el paso se convirtió en trecho del Camino de Santiago.
Con la conquista de Araba y Gipuzkoa por Castilla (1199-1200) el paso se convierte en uno de los ejes de comunicación entre la Meseta, el Cantábrico y Europa.
Los reyes de Castilla, desde 1200, convirtieron en estratégica esta vía, que unía Castilla con Francia sin pasar por Navarra, y a cuyo auge contribuyó la siuiente fundación de las vecinas Salvatierra de Álava, Vilafranca de Ordicia o Tolosa. Fue también ruta alternativa del Camino de Santiago y hay testimonos fehacientes de conocidos peregrinos europeos: el monje alemán Herman Künig von Vach (s. XV); el noble francés, Antoine Laling, acompañante del futuro Felipe I el Hermoso de Castilla; el cartógrafo holandés Jan Janssonius (s. XVI); JB Venturino, que viajó en el séquito del patriarca de Alejandría (s. XVI)… Hasta entrado el siglo XVII.
El primer tramo conocido data de mediados del siglo XVI, y es un trazado solamente apto para caminantes o caballerías, con encintados laterales de piedra y una espina central de cantos, con un relleno de cascajo en su interior. Su anchura, 2,30 metros. La traza que ha llegado hasta nuestros días procede del siglo XVIII y no coincide con el anterior, pues presenta pendientes más suaves y curvas más amplias, de forma que podía ser utilizado por los carros. También es más ancha, con una media de tres metros y medio, y para su construcción hubo que realizar voladuras y ejecutar muros de contención.
A partir del siglo XV, Arlaban hará dura competencia a San Adrián en la pugna por convertirse en la «puerta de Gipuzkoa» y atraer al mayor número posible de pasajeros y mercancías. San Adrián tiene todas las de perder; discurre a más altura, el paraje está despoblado, su mantenimiento es más costoso. Finalmente, Arlaban se hace con el título de Camino Real de Coches, la N-I de la época, mientras que San Adrian, que cuenta solo con la ventaja de ser un trayecto más corto, se tiene que conformar con ser Camino Real de Postas, es decir, del correo, que exigía rapidez. A partir del siglo XVIII, la calzada de San Adrián entra en desuso y la falta de mantenimiento acentuó su mal estado. A pesar de ello, en 1813 fue empleada por el ejército hispano-británico para intentar cortar la retirada de las tropas francesas tras su derrota en Gasteiz. Sus últimos estertores los dio con el establecimiento en 1855 en el túnel de San Adrián de un pequeño destacamento de Mikeletes (milicias forales), destinado a cobrar impuestos y controlar el contrabando. En 1913 un incendio fortuito destruyó lo que quedaba del cuartel de los txapelgorri y de una posada, de forma que en la actualidad solo queda en pie una ermita, que a su vez había sido reconstruida de nueva planta a finales de la centuria anterior.
San Adrián siempre ha despertado la curiosidad de las gentes que lo atravesaban. En algunos casos, dejaron descripciones muy gráficas del túnel. Por ejemplo, Andrea Navagiero, embajador de Venecia en la Corte de Madrid, indicaba en 1528 que «tiene de largo un tiro de ballesta». El geógrafo alemán Georg Braun contaba cuarenta años más tarde que «al llegar al túnel se encuentra un grato albergue en el que se proporcionan agradables comidas a los peregrinos, especialmente a los que llevan bien provista la bolsa». Y la condesa de Aulnoy, francesa, que atravesó el túnel en 1679 con cuatro criados, dos literas y una docena de mulas, encontró una curiosa utilidad a las peñas que bordean la cueva: «…peñascos en los que se mataría a buen seguro un amante desesperado a poco que lo desease».
Dejamos el túnel de San Adrián y llegamos a la Venta de Otsaurte donde reponemos fuerzas y retomamos los 5 km que quedan hasta Etzegarate donde pernoctamos en el Hotel Alai.
A 731m de altitud se encuentra el santuario Arántzazu , ( y un barrio) ,perteneciente al municipio de Oñate encajado entre barrancos y montañas, “abundante en espinos” (que es lo que en vasco significa Arantzazu) y escenario donde en el siglo XV se encontró una talla de la Virgen María.
Destaca en él su impresionante fachada, con sus tres torres, la Piedad y los 14 apóstoles. Estas dos últimas, obras de Jorge Oteiza. Tras cruzar las puertas de hierro, obra de Eduardo Chillida, descubrimos un imponente retablo mayor de 600 m², concebido en madera policromada por Lucio Muñoz. Las vidrieras fueron realizadas por Xabier Álvarez de Eulate. La cripta fue adornada con las pinturas de Néstor Basterretxea.
La parte trasera del Santuario de Arantzazu comenzó en 1950 y estuvieron dirigidas por los arquitectos Sáenz de Olza y Laorga.
Dejamos atrás el santuario hacia las campas de Urbía ( a 1134m) que están a los pies del Aizkorri.
Desde las campas de Urbia nos dirigimos al túnel de San Adrian (también conocido como el paso de Lizarrate) entre las sierras de Aitzkorri y Alzania. Se trata de una cueva natural de 55 metros de longitud y ubicada a unos 1.000 metros de altitud que a modo de túnel permite salvar el cresterio rocoso de los Montes Vascos en la frontera entre las provincias Gipuzkoa y Álava
Fueron los pastores de la Edad del Bronce los primeros transeúntes del túnel. Después llegarían los romanos, que según se piensa, hicieron una calzada que pasaba por el túnel, ya que eligieron este camino para adentrarse en la meseta. Y es que hay una calzada pasando el túnel, pero esta data del siglo XI y se construyó cuando el paso se convirtió en trecho del Camino de Santiago.
Con la conquista de Araba y Gipuzkoa por Castilla (1199-1200) el paso se convierte en uno de los ejes de comunicación entre la Meseta, el Cantábrico y Europa.
Los reyes de Castilla, desde 1200, convirtieron en estratégica esta vía, que unía Castilla con Francia sin pasar por Navarra, y a cuyo auge contribuyó la siuiente fundación de las vecinas Salvatierra de Álava, Vilafranca de Ordicia o Tolosa. Fue también ruta alternativa del Camino de Santiago y hay testimonos fehacientes de conocidos peregrinos europeos: el monje alemán Herman Künig von Vach (s. XV); el noble francés, Antoine Laling, acompañante del futuro Felipe I el Hermoso de Castilla; el cartógrafo holandés Jan Janssonius (s. XVI); JB Venturino, que viajó en el séquito del patriarca de Alejandría (s. XVI)… Hasta entrado el siglo XVII.
El primer tramo conocido data de mediados del siglo XVI, y es un trazado solamente apto para caminantes o caballerías, con encintados laterales de piedra y una espina central de cantos, con un relleno de cascajo en su interior. Su anchura, 2,30 metros. La traza que ha llegado hasta nuestros días procede del siglo XVIII y no coincide con el anterior, pues presenta pendientes más suaves y curvas más amplias, de forma que podía ser utilizado por los carros. También es más ancha, con una media de tres metros y medio, y para su construcción hubo que realizar voladuras y ejecutar muros de contención.
A partir del siglo XV, Arlaban hará dura competencia a San Adrián en la pugna por convertirse en la «puerta de Gipuzkoa» y atraer al mayor número posible de pasajeros y mercancías. San Adrián tiene todas las de perder; discurre a más altura, el paraje está despoblado, su mantenimiento es más costoso. Finalmente, Arlaban se hace con el título de Camino Real de Coches, la N-I de la época, mientras que San Adrian, que cuenta solo con la ventaja de ser un trayecto más corto, se tiene que conformar con ser Camino Real de Postas, es decir, del correo, que exigía rapidez. A partir del siglo XVIII, la calzada de San Adrián entra en desuso y la falta de mantenimiento acentuó su mal estado. A pesar de ello, en 1813 fue empleada por el ejército hispano-británico para intentar cortar la retirada de las tropas francesas tras su derrota en Gasteiz. Sus últimos estertores los dio con el establecimiento en 1855 en el túnel de San Adrián de un pequeño destacamento de Mikeletes (milicias forales), destinado a cobrar impuestos y controlar el contrabando. En 1913 un incendio fortuito destruyó lo que quedaba del cuartel de los txapelgorri y de una posada, de forma que en la actualidad solo queda en pie una ermita, que a su vez había sido reconstruida de nueva planta a finales de la centuria anterior.
San Adrián siempre ha despertado la curiosidad de las gentes que lo atravesaban. En algunos casos, dejaron descripciones muy gráficas del túnel. Por ejemplo, Andrea Navagiero, embajador de Venecia en la Corte de Madrid, indicaba en 1528 que «tiene de largo un tiro de ballesta». El geógrafo alemán Georg Braun contaba cuarenta años más tarde que «al llegar al túnel se encuentra un grato albergue en el que se proporcionan agradables comidas a los peregrinos, especialmente a los que llevan bien provista la bolsa». Y la condesa de Aulnoy, francesa, que atravesó el túnel en 1679 con cuatro criados, dos literas y una docena de mulas, encontró una curiosa utilidad a las peñas que bordean la cueva: «…peñascos en los que se mataría a buen seguro un amante desesperado a poco que lo desease».
Dejamos el túnel de San Adrián y llegamos a la Venta de Otsaurte donde reponemos fuerzas y retomamos los 5 km que quedan hasta Etzegarate donde pernoctamos en el Hotel Alai.
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