GR.38.3 Lea Ibilbidea: de Gizaburuaga a Lekeitio e isla de Santa Catalina
near Gizaburuaga, País Vasco (España)
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Itinerary description
El río Lea, nace en la vertiente norte del macizo Oiz, en Munitibar, para desembocar en el mar Cantábrico, en las localidades vizcaínas de Lekeitio y Mendexa.
Hoy, vamos a recorrer un tramo de este recorrido, el que va desde Gizaburuaga hasta su desembocadura en Lekeitio, pero, como estamos alojados en el agroturismo Akuiola, empezaremos en este lugar, por lo que salimos caminando desde casa (Gizaburuaga esta a 200-300 metros), bajando hasta el cauce del río Lea, donde tomamos el sendero que circular paralelo a su curso, por la margen izquierda, que rápidamente nos introduce en un espectacular bosque, por el que caminamos hasta alcanzar los restos de un molino de presa de arco y contrafuerte, en el que nos detenemos un instante.
Luego, continuamos caminando por el sendero, en una mañana gris, típica de esta zona, observando las diferentes construcciones en forma de azud, que se construyeron para aprovechar las aguas del río, hasta salir a la carretera (Lariz), donde caminamos por la acera, para acto seguido, enlazar de nuevo con el sendero, por el que bajamos hasta el cauce del río, que recorremos tomando de referencia las marcas blancas y rojas del GR.38.3, hasta llegar a la altura de un puente, por el que pasamos a la margen derecha, donde la tierra da paso al asfalto, por el que llegamos a Oleta.
En este lugar, existen un par de bares, por lo que se puede hacer parada y fonda, nosotros, seguimos caminando, cruzando de nuevo a la margen izquierda, por la que vamos atravesando verdes praderas, disfrutando del entorno, alternando en la parte final, con una larga pasarela, que salva una zona inundable, hasta alcanzar un camino vecinal que va hacia Mendetxa, que seguimos tan solo en sus metros iniciales, hasta localizar al otro lado del río, un panel direccional, por el que retomamos de nuevo el sendero, por el que ganamos algo de desnivel, aunque en seguida, lo perdemos, para colocarnos de nuevo a la altura del río, alternando tramos de frondoso bosque con otros a cielo abierto.
Unos metros más adelante, llegamos a la altura del puente de Leagi, que actualmente conecta con la carretera, pero en la antigüedad, servía como acceso al Hospital Zaharra, cuyos restos tenemos justo a nuestra espalda: un edificio de planta cuadrada construido en mampostería, que daba servicio a las localidades de Lekeitio, Amoroto, Gizaburuaga, Ispaster y Mendexa.
Tras la pausa, continuamos caminando a cielo abierto, disfrutando de las típicas construcciones de la zona, fotografiamos un caballo, para acto seguido, continuar por el camino principal, qué, nos acerca de nuevo al cauce del río Lea, donde llama la atención, un descampado en el que hay un buen número de barcas, de todos los colores, que da paso a un bonito bosque de encinas, por el que caminamos tomando de referencias las marcas blancas y rojas del GR.38.3, que comparten trayecto con un PR, mientras vemos al otro lado, el Palacio de Zubieta.
La idea, era subir al monte Lumentza, para disfrutar de una panorámica de Lekeitio y toda su costa, pero, mirando el río, vemos que en su desembocadura apenas lleva agua, por lo que la marea estará baja, así que cambiamos de planes y nos acercaremos a la isla de Santa Catalina, aunque antes, cerramos el primer recorrido, caminando por un dique, por el que accedemos al molino Marierrota, un molino de mareas construido en 1555, con el objetivo de suplir a los molinos fluviales en épocas de sequía, que, actualmente alberga un Centro de Interpretación de la Biodiversidad y que está situado junto a la desembocadura del río, por lo que aprovechamos el puente, como marco para la fotografía.
Finalizado este primer recorrido, subimos a la carretera, caminamos por la acera, pasando junto a la base del monte Lumentza, donde los chavales están haciendo escalada, mientras observamos como efectivamente, la marea a dejado al descubierto el istmo artificial que une la playa de Isuntza con la isla de Santa Catalina, por el que caminamos con cuidado, ya que en determinados puntos, al estar húmeda la roca, resbala, hasta llegar a la base rocosa de la isla, acondicionada con escalones y barandilla, por los que accedemos, hasta alcanzar los restos de lo que fue el conjunto de una ermita ya citada en el siglo XV y el convento Franciscano del siglo XVII.
Está pequeña isla de apenas seis hectáreas, se puede recorrer a través de un sendero, por el que vamos subiendo, observando la vegetación de la isla, compuesta principalmente por dos especies de pinos (pinaster y nigra), que comparten terreno con encinas, cedros, madreselva y otras especies, mientras oímos los gritos de los cormoranes y sobre todo las gaviotas, posadas en las ramas de los árboles.
Cerca de la cima, obviamos la principal, para dar un rodeo y subir a la más alejada, en la que se ubican los restos de varias fortificaciones militares, que, fueron constantes desde la guerra anglo-española del siglo XVI y se renovaban en cada episodio bélico: la guerra de sucesión española, la de la convención, las guerras napoleónicas y las guerras carlistas, donde ahora, sirven de magnífico mirador.
Atentos a la marea, nos queda una hora para que comience a subir, no queremos mojarnos, así que regresamos sobre nuestros pasos hasta el istmo, por el que llegamos al arenal y caminamos por un lateral, pegados a la pared, hasta salir a la plaza principal, situada junto al puerto y la basílica de la Asunción de Nuestra Señora, construida en la segunda mitad del siglo XV en estilo gótico tardío vasco, reemplazando un edificio más antiguo, que solo se puede visitar durante las celebraciones.
Ahora, la idea es volver en autobús, las salidas son a menos diez a las horas pares (13:50, 15:50, 17:50 ...), así que, comemos una hamburguesa en un local con un zurito y vuelta al alojamiento, para coger las toallas e irnos a la playa, que, ya se está despejando en la costa.
Hoy, vamos a recorrer un tramo de este recorrido, el que va desde Gizaburuaga hasta su desembocadura en Lekeitio, pero, como estamos alojados en el agroturismo Akuiola, empezaremos en este lugar, por lo que salimos caminando desde casa (Gizaburuaga esta a 200-300 metros), bajando hasta el cauce del río Lea, donde tomamos el sendero que circular paralelo a su curso, por la margen izquierda, que rápidamente nos introduce en un espectacular bosque, por el que caminamos hasta alcanzar los restos de un molino de presa de arco y contrafuerte, en el que nos detenemos un instante.
Luego, continuamos caminando por el sendero, en una mañana gris, típica de esta zona, observando las diferentes construcciones en forma de azud, que se construyeron para aprovechar las aguas del río, hasta salir a la carretera (Lariz), donde caminamos por la acera, para acto seguido, enlazar de nuevo con el sendero, por el que bajamos hasta el cauce del río, que recorremos tomando de referencia las marcas blancas y rojas del GR.38.3, hasta llegar a la altura de un puente, por el que pasamos a la margen derecha, donde la tierra da paso al asfalto, por el que llegamos a Oleta.
En este lugar, existen un par de bares, por lo que se puede hacer parada y fonda, nosotros, seguimos caminando, cruzando de nuevo a la margen izquierda, por la que vamos atravesando verdes praderas, disfrutando del entorno, alternando en la parte final, con una larga pasarela, que salva una zona inundable, hasta alcanzar un camino vecinal que va hacia Mendetxa, que seguimos tan solo en sus metros iniciales, hasta localizar al otro lado del río, un panel direccional, por el que retomamos de nuevo el sendero, por el que ganamos algo de desnivel, aunque en seguida, lo perdemos, para colocarnos de nuevo a la altura del río, alternando tramos de frondoso bosque con otros a cielo abierto.
Unos metros más adelante, llegamos a la altura del puente de Leagi, que actualmente conecta con la carretera, pero en la antigüedad, servía como acceso al Hospital Zaharra, cuyos restos tenemos justo a nuestra espalda: un edificio de planta cuadrada construido en mampostería, que daba servicio a las localidades de Lekeitio, Amoroto, Gizaburuaga, Ispaster y Mendexa.
Tras la pausa, continuamos caminando a cielo abierto, disfrutando de las típicas construcciones de la zona, fotografiamos un caballo, para acto seguido, continuar por el camino principal, qué, nos acerca de nuevo al cauce del río Lea, donde llama la atención, un descampado en el que hay un buen número de barcas, de todos los colores, que da paso a un bonito bosque de encinas, por el que caminamos tomando de referencias las marcas blancas y rojas del GR.38.3, que comparten trayecto con un PR, mientras vemos al otro lado, el Palacio de Zubieta.
La idea, era subir al monte Lumentza, para disfrutar de una panorámica de Lekeitio y toda su costa, pero, mirando el río, vemos que en su desembocadura apenas lleva agua, por lo que la marea estará baja, así que cambiamos de planes y nos acercaremos a la isla de Santa Catalina, aunque antes, cerramos el primer recorrido, caminando por un dique, por el que accedemos al molino Marierrota, un molino de mareas construido en 1555, con el objetivo de suplir a los molinos fluviales en épocas de sequía, que, actualmente alberga un Centro de Interpretación de la Biodiversidad y que está situado junto a la desembocadura del río, por lo que aprovechamos el puente, como marco para la fotografía.
Finalizado este primer recorrido, subimos a la carretera, caminamos por la acera, pasando junto a la base del monte Lumentza, donde los chavales están haciendo escalada, mientras observamos como efectivamente, la marea a dejado al descubierto el istmo artificial que une la playa de Isuntza con la isla de Santa Catalina, por el que caminamos con cuidado, ya que en determinados puntos, al estar húmeda la roca, resbala, hasta llegar a la base rocosa de la isla, acondicionada con escalones y barandilla, por los que accedemos, hasta alcanzar los restos de lo que fue el conjunto de una ermita ya citada en el siglo XV y el convento Franciscano del siglo XVII.
Está pequeña isla de apenas seis hectáreas, se puede recorrer a través de un sendero, por el que vamos subiendo, observando la vegetación de la isla, compuesta principalmente por dos especies de pinos (pinaster y nigra), que comparten terreno con encinas, cedros, madreselva y otras especies, mientras oímos los gritos de los cormoranes y sobre todo las gaviotas, posadas en las ramas de los árboles.
Cerca de la cima, obviamos la principal, para dar un rodeo y subir a la más alejada, en la que se ubican los restos de varias fortificaciones militares, que, fueron constantes desde la guerra anglo-española del siglo XVI y se renovaban en cada episodio bélico: la guerra de sucesión española, la de la convención, las guerras napoleónicas y las guerras carlistas, donde ahora, sirven de magnífico mirador.
Atentos a la marea, nos queda una hora para que comience a subir, no queremos mojarnos, así que regresamos sobre nuestros pasos hasta el istmo, por el que llegamos al arenal y caminamos por un lateral, pegados a la pared, hasta salir a la plaza principal, situada junto al puerto y la basílica de la Asunción de Nuestra Señora, construida en la segunda mitad del siglo XV en estilo gótico tardío vasco, reemplazando un edificio más antiguo, que solo se puede visitar durante las celebraciones.
Ahora, la idea es volver en autobús, las salidas son a menos diez a las horas pares (13:50, 15:50, 17:50 ...), así que, comemos una hamburguesa en un local con un zurito y vuelta al alojamiento, para coger las toallas e irnos a la playa, que, ya se está despejando en la costa.
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