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88. Hayedo de Urrez (y más allá)

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Trail stats

Distance
8.12 mi
Elevation gain
1,617 ft
Technical difficulty
Moderate
Elevation loss
1,617 ft
Max elevation
5,161 ft
TrailRank 
36
Min elevation
3,720 ft
Trail type
Loop
Coordinates
385
Uploaded
April 9, 2022
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near Urrez, Castilla y León (España)

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Itinerary description

INDICE IBP de Dificultad de la Ruta

Para Criterios y Tabla de Interpretación, Ir a:
https://www.ibpindex.com/index.php/es/

El resultado del análisis IBP es de 62 (para Senderismo): dificultad 'Media' para una preparación física 'Media'.

El cómputo del desnivel acumulado de la ruta por parte de IBP es de 561 metros (superior al que estima Wikiloc).


Ruta realizada el 17 de octubre de 2020 (publicada en Wikiloc el 9 de abril de 2022).

Empezamos con la clara idea de hacer el recorrido clásico del hayedo de Urrez (hay numerosas muestras senderistas sobre él en Wikiloc). Pero, a mitad del ascenso, y ya dentro del hayedo, nos dijimos que el trayecto era corto y que queríamos más. Así que continuamos ascendiendo hasta la meseta de La Cerca. Llegados allí, vimos que ya todo sería descenso. Atrayéndonos las lomas peladas hacia la derecha, por la Sierra Mesada, La Barda, y Vallejo Minguerra, nos dijimos que queríamos aquello también. La razón es que aportaban un hermoso contraste con respecto al cerrado bosque previo. Y así lo hicimos. Pero, una vez en esas lomas, todavía habría otro reajuste más de nuestros pasos y su rumbo. Vimos la dehesa de robles más allá, ya en dirección a Villasur de Herreros; y no nos pudimos refrenar.

Como se puede apreciar, el resultado final tuvo poco que ver con el plan original. A pesar de estas inconsistencias y, aunque nuestro comportamiento pueda parecer algo frívolo o caótico, nos teníamos por gente seria y concienzuda; de fiar. Dicen, sin embargo, que las palabras valen menos que los hechos y que “por sus hechos los conoceréis”. Así que no sé ya qué pensar. Pero vayamos a los hechos, luego de exteriorizar una primera impresión.

Nuestra visita otoñal se reveló como algo tempranera para el despliegue de las típicas variaciones cromáticas en los árboles. Sólo en algunas áreas apartadas, el pigmento amarillo de las hojas emergía sobre el verde. La transformación otoñal parecía más precoz en las hayas, más vivaces y pizpiretas; los robles, más sobrios y circunspectos, se resistían a perder su oliváceo atuendo. Los pinos, a lo suyo, con su traje de semana para toda la vida; ahorrativos; alguien tiene que resistir tenaz en el caos del cambio. ¡Vaya cuadrilla! (dicho sea cariñosamente; aquí sí que no cabe otra interpretación).

La ruta comienza en el agradable pueblo de Urrez, con su mamut de paja y ramas desafiando a la intemperie; a la salida, trasmitiendo fortaleza y decisión al caminante. Salimos por el lado sur, de donde parten varios caminos. Elegimos el que continúa más recto en dirección sur (de los dos centrales, el de la derecha). Nos acerca primero a unas granjas, antes de adentrarnos en el bosque. Aun habiendo elegido la opción correcta en el inicio, aún (ahora con acento; qué cosas…) nos quedan más bifurcaciones. Tras pasar unas tenadas abandonadas, nosotros escogimos una vía ‘equivocada’, la de la izquierda (km 1,9; hay que elegir la derecha, de nuevo). La izquierda, junto al arroyo de Urrez, nos encerró en el barranco de Valdesondo.

Nos dimos cuenta al cabo y retrocedimos. [Hemos eliminado ese apéndice para no confundir]. No fue, sin embargo, ni mucho tiempo invertido, ni tiempo perdido: bonito bosque de sombras y humedad. Una vez retomada la senda correcta, después de los titubeos iniciales con tantos desvíos, ya todo fue más fácil; con un sendero marcado por el que incluso nos cruzamos con algunos corredores de ‘cross’. Senda de oxigenación, por lo visto. Y no es de extrañar; nos hallamos inmersos en un apretado bosque de pinos con grandes manchas de hayas y robles. En muchos tramos, nos desplazamos por una suerte de fantástico túnel vegetal. Serpenteamos, ascendiendo, por la ladera del frondoso barranco.

Subimos después por un cortafuegos y luego por una amplia pista hasta La Cerca y Peña Calderón, desde donde iniciamos el descenso. Primero, hasta Peña Aguda. Siempre sumergidos en el bosque. Después, sin embargo, deseosos de espacios abiertos y perspectivas, nos desviamos a la derecha. Las lomas desarboladas de toda esa zona nos desplegaban las panorámicas. Además de ese significativo complemento en una ruta muy boscosa hasta ese momento, terminamos llegando a una extensa dehesa de fornidos robles. Desde allí, tomamos un camino que nos devuelve a Urrez; ya en línea directa (aunque no recta).

Físicamente, el recorrido conlleva ciertas demandas, aparte de su longitud y su pendiente. Hay unas cuantas rampas fuertes, tanto de subida como de bajada; además, en este caso, con suelo resbaladizo, por causa de la tierra y gravilla sueltas. Pero hacía fresco y el entorno inmediato o el paisaje fueron siempre deslumbrantes, así que soportamos muy bien el cansancio y las lógicas penalidades. Por su parte, la orientación es algo compleja en los inicios, y también en la parte más alta. Hay muchos caminos, desvíos y entrecruces. Luego, en el descenso, el trayecto queda más a la vista, con las varias opciones evidentes. Es, pues, aconsejable llevar soporte técnico para la orientación.

Fue una excursión de las que se graban en la mente y en el cuerpo (así hay muchas…). Destacaría tres aspectos en ella. Por un lado, en el ascenso, tenemos el fantástico bosque de hayas o, más bien, las manchas de hayas entre los pinos y otra variada vegetación; dependiendo de la altitud, la humedad y las umbrías en las distintas zonas. Esa sensación de aislamiento total, con apenas el sonido del regato del arroyo de Urrez (en esa época y en un día frío, hasta los pájaros se recogen) es placentera. Aunque algo pronto para la explosión del cambio otoñal, había, no obstante, algunos reductos de extasiante colorido.

Por otro, aparte de las hayas, están los robles; particularmente, en las dehesas de la parte baja del descenso. En ellos, a diferencia de las hayas, no es tanto el colorido lo que llama la atención. De hecho, los robles aún estaban ‘algo verdes’ para el otoño. Empezaban a amarillear, y lo hacían con su tono más apagado que el de las hayas. Lo que cautiva la mente por parte de los robles son su irregular forma y su gran volumen. Transmiten un ‘saber estar’ ahí, firmes (psicológicamente hablando; porque, físicamente, muchos están inclinados o retorcidos). Tipos íntegros, de una pieza (“se os echa de menos” ‘en estos tiempos’). A su lado, te sientes seguro. Y todo ello en una dehesa amplia, ordenada, limpia.

Finalmente, las vistas panorámicas. Durante el ascenso y gran parte de la larga cima, estamos rodeados de bosque con alto arbolado. Pero desde Peña Calderón, en La Cerca, y luego, descendiendo, en Peña Aguda, el espacio se nos abre hacia abajo. Por el este, tenemos vistas espectaculares de los pantanos y de los picos Trigaza y San Millán en la Sierra de La Demanda. Por el norte y el oeste, se estira la infinita meseta; incluyendo, a nuestros pies, las lomas herbosas, pálidas y salpicadas de brezo desflorado. Y aun así ‘nos echaron el guante’, llevándonos a dar un considerable (y bien empleado) rodeo.

Al final, sin pretenderlo en los inicios, recorrimos una exigente ruta; tanto como gratificante. No; no seamos cicateros: fue mucho más gratificante que exigente. Esa es la verdad.

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