Hiendelaencina - Jadraque
near Hiendelaencina, Castilla-La Mancha (España)
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Exigente etapa del Camino del Cid entre Hiendelaencina y Jadraque, que comienzo
en la Plaza Mayor de Hiendelaencina, una de las mayores de Guadalajara (con unas dimensiones de 80 x 90 metros y ocho calles de salida). La localidad pertenece a los pueblos de la Arquitectura Negra, llamados así por el uso tradicional de la pizarra como elemento constructivo (que confiere a sus edificaciones su característico color oscuro), aunque aquí esta arquitectura es menos patente; esto se debe al fuerte impulso económico que conoció la localidad con la minería de la plata en el siglo XIX, lo cual propició un aumento de la población y una modificación del urbanismo del pueblo (con casas de fachadas regulares y dos plantas, calles rectas y amplias plazas). Así, la iglesia parroquial (bajo la advocación de Santa Cecilia, patrona del pueblo), construida entre 1848 y 1851, es de grandes dimensiones para acoger por entonces varios miles de personas (hoy la población apenas supera el centenar); poseía un retablo del siglo XVII procedente de un convento de Ayllón. En el centro del ágora también hay una fuente de cuatro caños rematada con una bola de piedra de donde salían cuatro nervios de cantos rodados hacia las cuatro esquinas de la plaza. Por uno de los dos callejones que flanquean la iglesia desemboco en otra amplia plaza, la de Don Nicolás Martin Virseda, o del Rastro (donde se celebraba el mercado los jueves). Después regreso a la Plaza Mayor por el otro callejón y la abandono por la calle Santa Cecilia (donde se encontraba el Parador de los mineros), pasando junto a la Ermita de la Soledad. Cruzo un arroyuelo y sigo un camino de ganado en dirección sur, tras dejar atrás un vertedero (de cuya presencia me avisa el olfato). Subo entre apriscos ganaderos de piedra de pizarra, siguiendo por un agreste paraje de jaras (que afortunadamente están en flor, con lo que gana mucho el camino). En la distancia voy
viendo ruinas de explotaciones argentíferas, de los más de 200 pozos que hay diseminadas por el término municipal (fueron abandonándose tras la Primera Guerra Mundial). Mirando al este, se puede ver la mina de San Carlos, la última que permaneció en activo (abierta hasta 1989 en un intento de recuperar la riqueza de antaño, con el lavado de las escombreras, para obtener plata y otros metales). No en vano a Hiendelaencina se la conoce en la comarca como Las Minas.
Tras una suave subida, sigo un camino que sale a la izquierda para bajar hasta el arroyo Diógenes, que se cruza por un puente de piedra (de los tres que lo salvan, asociados a la época de la minería). Luego, al subir, se encuentran otros apriscos o corrales, aquí llamados taínas (también tinadas), que sirven como parideras y como cobertizo o majada para recoger y guardar el ganado; estas explotaciones ganaderas son anteriores al auge de la minería y la han sobrevivido. Por estas tierras, englobadas en el Parque Natural de la Sierra Norte de Guadalajara, pasa una cañada real (la de Galiana), por donde trashuman los rebaños de la Mesta: tras cruzarla, el sendero continúa junto a unos robles y luego desciende, ya con Congostrina a la vista, hasta conectar con un camino, que hay que seguir a la izquierda (salvando el arroyo del Horcajo). Después hay que andar muy atento, pues el sendero está poco marcado, hasta bajar a un camino rural, que sube hasta la CM-1001. Se cruza la carretera junto a una ermita, la de la Soledad (situada junto al cementerio), que podría datar del siglo XV o del XVI, que alberga a la Virgen del mismo nombre y los pasos de Semana Santa. Ahora viene una buena subida por un tramo asfaltado hasta Congostrina, que ocupa un pequeño cerro a los pies de la Sierra de los Lobos. El pueblo todavía tiene alguna vivienda de piedra asentada sobre roca, conservando la arquitectura popular tradicional según el uso de aquella comarca preserrana, y en su plaza se alza la Iglesia de la Asunción, un bello edificio del siglo XVI (construido en mampostería y sillar), con espadaña y atrio porticado.
Retomando el Camino del Cid, dejo la población hacia el este, pasando junto a un pozo con un poste, por un sendero que asciende por la Sierra de los Lobos. Luego, al inicio de la bajada, hay que prestar atención a las marcas del camino, hasta que ya el sendero se convierte en una estrecha senda bien definida que sigue el arroyo de Valdemanquillo (con su cauce seco a la derecha, hasta que se cruza, ascendiendo por la otra ladera). La senda se adentra en un robledal, antes de empezar a bajar, con Pinilla de Jadraque ya a la vista, en un tramo con mucha piedrecita suelta, donde hay que extremar la precaución para evitar caídas. La vereda termina en un camino rural, por el que me desvío a la izquierda para llegar en unos 200 metros a las ruinas del monasterio de San Salvador, fundado en 1218 para monjas cistercienses (posteriormente ocupado por religiosas calatravas). Retomo el camino en dirección sur, hacia el pueblo de Pinilla, distante unos 2 km, al que se entra tras
cruzar el río Cañamares por un puente.
En esta localidad se conserva un bello templo románico (del siglo XII o principios del XIII), la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Asunción, uno de los ejemplos más notables del románico rural de la provincia, con una espadaña de cuatro huecos para las campanas y especialmente un atrio porticado de dos alas, con interesantes capiteles historiados en la cara occidental (el resto ha sufrido varias remodelaciones -como la ampliación del ábside en el siglo XVII- o daños como los provocados por un incendio en el XX).
Dejo, ahora acompañado, el pueblo dirección sur, de nuevo cruzando un puente sobre el Cañamares y caminando por una bonita chopera junto a su ribera. Luego cruzamos las huertas para salir a la carretera, por la que hay que recorrer un tramo de algo más de 1 kilómetro, volviendo hacia el río por un camino que entra en el pequeño pueblo de Medranda. Continúo junto a la orilla del Cañamares, dejando el pueblito a la izquierda (del que destaca la espadaña de la Iglesia de Santa María, del siglo XVII) y su Ermita de San Sebastián (ss. XVI-XVII). El camino gira a la izquierda para salir a la carretera GU-159, por donde nuevamente camino por asfalto, algo menos de 1 kilómetro, hasta tomar un camino a la derecha que discurre junto al río Cañamares; lleva hasta la carretera de acceso a Castilblanco de Henares, pedanía del municipio de Jadraque que se ubica en el tramo bajo del río Cañamares, a escasos metros de su confluencia con el río Henares, conformando amplias y fértiles vegas y frondosos bosques de ribera. Precisamente a la entrada de la población hay una frondosa chopera a orillas del río acondicionada con un par de bancos, donde aprovecho para reponer fuerzas y refrescar los pies, ya un poco machacados.
Hasta hace no muchos años, en la parte alta de la población se conservaban los restos de una antigua torre vigía andalusí construida con las rocas de yeso del entorno, conocida como “el Castillejo”, que tuvo un papel fundamental para el control del valle y le dio nombre al lugar.
Abandonamos el núcleo rural por un camino junto a su iglesia, situada en las afueras de la población, otro magnífico edificio de origen románico, con un bonito atrio y una espadaña triangular con dos campanas. Ahora se sube una cuesta que bordea una valla y ya arriba tomamos dirección hacia el cementerio, llegando a un camino que se acerca al río Henares antes de alcanzar la carretera CM-1053. El camino sigue en paralelo a ella hasta que toca caminar por asfalto, pasando una rotonda, y enfilando la carretera de entrada a Jadraque, la árabe Xaradraq ("campo verde" según algunas interpretaciones etimológicas; o quizá el nombre le venga de “sadrat”, que alude al tratamiento de respeto que se da a los sultanes y príncipes musulmanes). A nuestra derecha se levanta sobre un cerro (del que Ortega y Gasset aseguró que era "el más perfecto del mundo") el castillo, símbolo de Jadraque, llamado del Cid (pero porque allí vivió el primer conde del Cid, Rodrigo Díaz de Vivar y Mendoza). Aunque data del siglo XV, sus cimientos se asientan sobre una fortaleza de origen califal, que formaría parte de la Marca Media). Para algunos estudiosos Jadraque sería la localidad de Castejón, la que "está junto al Henares", según se cita en el Cantar del Mío Cid, adonde se dirigió el de Vivar con su hueste tras dejar de lado Atienza, buscando víveres en el valle del Henares (otros opinan que se trata de la localidad de Castejón de Henares, en el valle del río Dulce).
El castillo actual fue construido por orden del cardenal don Pedro Gonzalo de Mendoza, entonces obispo de Sigüenza, y miembro del linaje Mendoza (una de las familias nobiliarias que más protegieron las artes durante el Renacimiento). Se edificó más con carácter residencial que militar. Muerto Rodrigo Díaz de Vivar y Mendoza (hijo del cardenal), su única hija se casó con el Duque del Infantado, quedando el castillo incluido en el patrimonio de la rama mayor de los Mendoza, que fueron abandonándolo a su suerte; en el siglo XIX pasó a ser propiedad de los Duques de Osuna y cuando se arruinó la Casa Infantado-Osuna y sus bienes fueron subastados, el ayuntamiento de Jadraque
lo compró en 1899, cuando estaba en ruinas.
Tras cruzar un puente sobre el Henares, entramos en Jadraque, donde nos recibe la Ermita de la Soledad. El pueblo también cuenta con varias casonas hidalgas (de los siglos XVII y XVIII), destacando las de la Alcarria y la Inquisición (en la que se alojó la esposa de Felipe V, doña Isabel de Farnesio) o la de Verdugo -sede de la Fundación Perlado Verdugo-, antigua casona de Juan Arias de Saavedra en la que se conservan los frescos de la Saleta de Jovellanos (cobijo temporal en 1809, de Gaspar Melchor de Jovellanos), algunos atribuidos a Goya (quien, por cierto, retrató al Cid lanceando un toro en su serie de grabados sobre la tauromaquia). Terminamos la etapa en la Plaza Mayor, junto a la Iglesia Parroquial de San Juan Bautista, del siglo XVI, que contiene un interesante retablo barroco, una talla atribuida a Pedro de Mena y un lienzo de Zurbarán (“Cristo flagelado recogiendo sus vestiduras").
en la Plaza Mayor de Hiendelaencina, una de las mayores de Guadalajara (con unas dimensiones de 80 x 90 metros y ocho calles de salida). La localidad pertenece a los pueblos de la Arquitectura Negra, llamados así por el uso tradicional de la pizarra como elemento constructivo (que confiere a sus edificaciones su característico color oscuro), aunque aquí esta arquitectura es menos patente; esto se debe al fuerte impulso económico que conoció la localidad con la minería de la plata en el siglo XIX, lo cual propició un aumento de la población y una modificación del urbanismo del pueblo (con casas de fachadas regulares y dos plantas, calles rectas y amplias plazas). Así, la iglesia parroquial (bajo la advocación de Santa Cecilia, patrona del pueblo), construida entre 1848 y 1851, es de grandes dimensiones para acoger por entonces varios miles de personas (hoy la población apenas supera el centenar); poseía un retablo del siglo XVII procedente de un convento de Ayllón. En el centro del ágora también hay una fuente de cuatro caños rematada con una bola de piedra de donde salían cuatro nervios de cantos rodados hacia las cuatro esquinas de la plaza. Por uno de los dos callejones que flanquean la iglesia desemboco en otra amplia plaza, la de Don Nicolás Martin Virseda, o del Rastro (donde se celebraba el mercado los jueves). Después regreso a la Plaza Mayor por el otro callejón y la abandono por la calle Santa Cecilia (donde se encontraba el Parador de los mineros), pasando junto a la Ermita de la Soledad. Cruzo un arroyuelo y sigo un camino de ganado en dirección sur, tras dejar atrás un vertedero (de cuya presencia me avisa el olfato). Subo entre apriscos ganaderos de piedra de pizarra, siguiendo por un agreste paraje de jaras (que afortunadamente están en flor, con lo que gana mucho el camino). En la distancia voy
viendo ruinas de explotaciones argentíferas, de los más de 200 pozos que hay diseminadas por el término municipal (fueron abandonándose tras la Primera Guerra Mundial). Mirando al este, se puede ver la mina de San Carlos, la última que permaneció en activo (abierta hasta 1989 en un intento de recuperar la riqueza de antaño, con el lavado de las escombreras, para obtener plata y otros metales). No en vano a Hiendelaencina se la conoce en la comarca como Las Minas.
Tras una suave subida, sigo un camino que sale a la izquierda para bajar hasta el arroyo Diógenes, que se cruza por un puente de piedra (de los tres que lo salvan, asociados a la época de la minería). Luego, al subir, se encuentran otros apriscos o corrales, aquí llamados taínas (también tinadas), que sirven como parideras y como cobertizo o majada para recoger y guardar el ganado; estas explotaciones ganaderas son anteriores al auge de la minería y la han sobrevivido. Por estas tierras, englobadas en el Parque Natural de la Sierra Norte de Guadalajara, pasa una cañada real (la de Galiana), por donde trashuman los rebaños de la Mesta: tras cruzarla, el sendero continúa junto a unos robles y luego desciende, ya con Congostrina a la vista, hasta conectar con un camino, que hay que seguir a la izquierda (salvando el arroyo del Horcajo). Después hay que andar muy atento, pues el sendero está poco marcado, hasta bajar a un camino rural, que sube hasta la CM-1001. Se cruza la carretera junto a una ermita, la de la Soledad (situada junto al cementerio), que podría datar del siglo XV o del XVI, que alberga a la Virgen del mismo nombre y los pasos de Semana Santa. Ahora viene una buena subida por un tramo asfaltado hasta Congostrina, que ocupa un pequeño cerro a los pies de la Sierra de los Lobos. El pueblo todavía tiene alguna vivienda de piedra asentada sobre roca, conservando la arquitectura popular tradicional según el uso de aquella comarca preserrana, y en su plaza se alza la Iglesia de la Asunción, un bello edificio del siglo XVI (construido en mampostería y sillar), con espadaña y atrio porticado.
Retomando el Camino del Cid, dejo la población hacia el este, pasando junto a un pozo con un poste, por un sendero que asciende por la Sierra de los Lobos. Luego, al inicio de la bajada, hay que prestar atención a las marcas del camino, hasta que ya el sendero se convierte en una estrecha senda bien definida que sigue el arroyo de Valdemanquillo (con su cauce seco a la derecha, hasta que se cruza, ascendiendo por la otra ladera). La senda se adentra en un robledal, antes de empezar a bajar, con Pinilla de Jadraque ya a la vista, en un tramo con mucha piedrecita suelta, donde hay que extremar la precaución para evitar caídas. La vereda termina en un camino rural, por el que me desvío a la izquierda para llegar en unos 200 metros a las ruinas del monasterio de San Salvador, fundado en 1218 para monjas cistercienses (posteriormente ocupado por religiosas calatravas). Retomo el camino en dirección sur, hacia el pueblo de Pinilla, distante unos 2 km, al que se entra tras
cruzar el río Cañamares por un puente.
En esta localidad se conserva un bello templo románico (del siglo XII o principios del XIII), la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Asunción, uno de los ejemplos más notables del románico rural de la provincia, con una espadaña de cuatro huecos para las campanas y especialmente un atrio porticado de dos alas, con interesantes capiteles historiados en la cara occidental (el resto ha sufrido varias remodelaciones -como la ampliación del ábside en el siglo XVII- o daños como los provocados por un incendio en el XX).
Dejo, ahora acompañado, el pueblo dirección sur, de nuevo cruzando un puente sobre el Cañamares y caminando por una bonita chopera junto a su ribera. Luego cruzamos las huertas para salir a la carretera, por la que hay que recorrer un tramo de algo más de 1 kilómetro, volviendo hacia el río por un camino que entra en el pequeño pueblo de Medranda. Continúo junto a la orilla del Cañamares, dejando el pueblito a la izquierda (del que destaca la espadaña de la Iglesia de Santa María, del siglo XVII) y su Ermita de San Sebastián (ss. XVI-XVII). El camino gira a la izquierda para salir a la carretera GU-159, por donde nuevamente camino por asfalto, algo menos de 1 kilómetro, hasta tomar un camino a la derecha que discurre junto al río Cañamares; lleva hasta la carretera de acceso a Castilblanco de Henares, pedanía del municipio de Jadraque que se ubica en el tramo bajo del río Cañamares, a escasos metros de su confluencia con el río Henares, conformando amplias y fértiles vegas y frondosos bosques de ribera. Precisamente a la entrada de la población hay una frondosa chopera a orillas del río acondicionada con un par de bancos, donde aprovecho para reponer fuerzas y refrescar los pies, ya un poco machacados.
Hasta hace no muchos años, en la parte alta de la población se conservaban los restos de una antigua torre vigía andalusí construida con las rocas de yeso del entorno, conocida como “el Castillejo”, que tuvo un papel fundamental para el control del valle y le dio nombre al lugar.
Abandonamos el núcleo rural por un camino junto a su iglesia, situada en las afueras de la población, otro magnífico edificio de origen románico, con un bonito atrio y una espadaña triangular con dos campanas. Ahora se sube una cuesta que bordea una valla y ya arriba tomamos dirección hacia el cementerio, llegando a un camino que se acerca al río Henares antes de alcanzar la carretera CM-1053. El camino sigue en paralelo a ella hasta que toca caminar por asfalto, pasando una rotonda, y enfilando la carretera de entrada a Jadraque, la árabe Xaradraq ("campo verde" según algunas interpretaciones etimológicas; o quizá el nombre le venga de “sadrat”, que alude al tratamiento de respeto que se da a los sultanes y príncipes musulmanes). A nuestra derecha se levanta sobre un cerro (del que Ortega y Gasset aseguró que era "el más perfecto del mundo") el castillo, símbolo de Jadraque, llamado del Cid (pero porque allí vivió el primer conde del Cid, Rodrigo Díaz de Vivar y Mendoza). Aunque data del siglo XV, sus cimientos se asientan sobre una fortaleza de origen califal, que formaría parte de la Marca Media). Para algunos estudiosos Jadraque sería la localidad de Castejón, la que "está junto al Henares", según se cita en el Cantar del Mío Cid, adonde se dirigió el de Vivar con su hueste tras dejar de lado Atienza, buscando víveres en el valle del Henares (otros opinan que se trata de la localidad de Castejón de Henares, en el valle del río Dulce).
El castillo actual fue construido por orden del cardenal don Pedro Gonzalo de Mendoza, entonces obispo de Sigüenza, y miembro del linaje Mendoza (una de las familias nobiliarias que más protegieron las artes durante el Renacimiento). Se edificó más con carácter residencial que militar. Muerto Rodrigo Díaz de Vivar y Mendoza (hijo del cardenal), su única hija se casó con el Duque del Infantado, quedando el castillo incluido en el patrimonio de la rama mayor de los Mendoza, que fueron abandonándolo a su suerte; en el siglo XIX pasó a ser propiedad de los Duques de Osuna y cuando se arruinó la Casa Infantado-Osuna y sus bienes fueron subastados, el ayuntamiento de Jadraque
lo compró en 1899, cuando estaba en ruinas.
Tras cruzar un puente sobre el Henares, entramos en Jadraque, donde nos recibe la Ermita de la Soledad. El pueblo también cuenta con varias casonas hidalgas (de los siglos XVII y XVIII), destacando las de la Alcarria y la Inquisición (en la que se alojó la esposa de Felipe V, doña Isabel de Farnesio) o la de Verdugo -sede de la Fundación Perlado Verdugo-, antigua casona de Juan Arias de Saavedra en la que se conservan los frescos de la Saleta de Jovellanos (cobijo temporal en 1809, de Gaspar Melchor de Jovellanos), algunos atribuidos a Goya (quien, por cierto, retrató al Cid lanceando un toro en su serie de grabados sobre la tauromaquia). Terminamos la etapa en la Plaza Mayor, junto a la Iglesia Parroquial de San Juan Bautista, del siglo XVI, que contiene un interesante retablo barroco, una talla atribuida a Pedro de Mena y un lienzo de Zurbarán (“Cristo flagelado recogiendo sus vestiduras").
Waypoints
Religious site
3,576 ft
Iglesia de Santa Cecilia (siglo XIX)
De planta de cruz latina y una sola nave, cúpula de gran altura, muros de mamposteria y torre, en la cabecera, de cinco cuerpos decrecientes
Information point
3,560 ft
Panel informativo sobre la minería de Hiendelaencina y la Ruta de los Miradores
Religious site
3,232 ft
Ermita de la Soledad
De planta cuadrada v cubierta a cuatro aguas, destaca en su exterior el pórtico de entrada con viguería de madera y columnas de piedra
Religious site
3,366 ft
Iglesia de la Asunción (siglo XVI)
Gran espadaña al poniente y atrio porticado con las llaves cruzadas, símbolo de la dignidad papal, talladas sobre la piedra clave del arco
Comments (3)
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Me he teletransportadlo al recorrido con tus explicaciones. Gracias.
De eso se trata, Elena
Bien lejos te has ido esta vez, a tierras alcarreñas, tierras del Cid. No lejos de allí hay pueblos muy fríos, uno de ellos es Cantalojas, en la Serranía de Guadalajara. Como siempre un relato impecable, digno de un experto senderista.