Hinojosa del Duque-Cerro del Cohete

Visita a Hinojosa del Duque, bonito pueblo fundado a principios del siglo XIV en el marco de la repoblación realizada por el Concejo de Córdoba en la Comarca de Los Pedroches. El nombre de Hinojosa nos recuerda la abundancia de hinojo en la zona, que le dio a la población su primitivo topónimo: Finojosa del Pedroche; algo más de un siglo después, pasó a depender del Condado de Belalcázar (por donación del rey don Juan II a don Gutierre de Sotomayor) y ya a partir de 1533 pasó a denominarse “del Duque” cuando el V conde de Belalcázar, Francisco de Sotomayor, casó con Teresa de Zúñiga, III duquesa de Béjar (adquiriendo el conde categoría de duque).

Viniendo desde Córdoba por la A-422, aparco en la avenida de Nuestra Señora del Pilar, junto a la Fuente del Pilar de los Llanos, renacentista, que se situaba extramuros de la población, en uno de los descansaderos de la Cañada Real Soriana, siendo durante siglos abrevadero para el ganado y centro de las ferias de San Agustín.

Desde aquí, cruzando por el Paseo de la Constitución y siguiendo por la calle de San Sebastián, llego a la Ermita de San Sebastián, antaño también extramuros, el ejemplo más grandioso en toda la provincia del tipo de iglesias serranas cubiertas. Es de la misma época que la Ermita de Santa Ana, primera parroquia de la villa. Llegó a servir de lazareto para aislar a los enfermos de peste.

Luego por las calles Frailes y el Convento, paso junto al Convento de San Diego (de los Padres Carmelitas, instalados en 1890), fundación franciscana en 1589. Fue colegio y seminario hasta su desaparición, manteniendo su iglesia del siglo XVI (reconstruida finalizada la Guerra Civil).

La calle Corredera, por donde discurre el Camino Mozárabe, desemboca en la monumental plaza de la Catedral, presidida por la Iglesia de San Juan Bautista (conocida como la Catedral de la Sierra, el templo más importante del norte de la provincia). Salvo ser sede episcopal, goza de las mismas prerrogativas que una catedral (sello papal -llaves de San Pedro con la corona- tallado en piedra en las escaleras que suben al coro) a imitación de la Iglesia de San Juan de Letrán de Roma (iglesia más importante de la cristiandad y residencia papal antes de la existencia del Vaticano). Se inició su construcción por Hernán Ruiz el Viejo, maestro mayor de obras del obispado, autor de la bella portada plateresca a manera de arco triunfal (siguiendo el modelo de Siloé para la Puerta del Perdón de la Catedral de Granada). Las obras se prolongaron durante casi todo el siglo XVI, ya bajo la dirección de su hijo, Hernán Ruiz el Joven (después de su muerte se encargó su finalización a Juan de Ochoa, responsable de los últimos cuerpos del esbelto campanario, precedente arquitectónico de la torre de la Mezquita-Catedral de Córdoba, construida diez años después). Por tanto, podemos encontrar en el templo varios estilos arquitectónicos (naves de estilo gótico flamígero, bajo coro románico, artesonado gótico-mudéjar de la nave central, plateresco). La Capilla del Baptisterio (a la izquierda de la portada), es la más interesante, también de estilo plateresco con bóveda vaída y delicada decoración, donde se encuentra el mayor programa iconográfico del templo (ya que el sacramento del bautismo que se oficia en esta capilla está en relación directa con el titular de la parroquia). La iglesia fue declarada Monumento Artístico.

En la misma plaza se levanta la Ermita de la Virgen del Castillo (probablemente sobre el solar de un castillo o torre anterior), cuya construcción comenzó sobre el siglo XV; sirvió de iglesia a un antiguo beatorio o pequeño convento. Su camarín es el mejor ejemplo del estilo barroco existente en la comarca.

Salgo de la plaza por la calle de San Agustín y paso al poco junto a la Ermita de San Isidro Labrador, cuya construcción fue costeada por un grupo de labradores de la villa en el siglo XVIII.
Continúo recto hasta que giro a la derecha por la calle de Séneca, por la cual abandono el pueblo a la espalda de la Ermita de San Gregorio. Hay que recorrer unos cinco kilómetros por la Cañada Real de la Mesta, por pista terriza, dejándola por otro camino a la derecha que pasa junto a la alambrada de una finca (por error, entré dentro unos pocos metros al ver la cancela abierta); rodeando la alambrada, conecto con el camino que sube el Cerro Cohete, en cuya cima se encuentran restos de construcciones de la Guerra Civil (para llegar a ellas, hay que saltar una alambrada baja, sin apenas dificultad). En este cerro ya se hallaron fragmentos de cerámica de la Edad del Bronce y lápidas tardorromanas. Durante la guerra, tras la Batalla de Pozoblanco y la posterior contraofensiva, se fortifica esta zona (desde abajo, en el Camino de la Zarza, con trincheras a lo largo de 1200 metros), ante el avance de las tropas franquistas por una comarca muy codiciada por sus recursos minerales y su industria. Tras la toma por los nacionales de La Granjuela, Los Blázquez y Valsequillo y sus alturas en junio de 1938, Cerro Cohete quedó enfrentada a la cadena de fortificaciones de Mano de Hierro, Sierra de la Patuda y Sierra Trapera, en la segunda línea de defensa. Ya a finales de la contienda, en enero-febrero del 39, tuvo lugar la cruenta Batalla de Valsequillo o de Peñarroya (en la que intervinieron 160 000 combatientes) en la que, tras el ataque del Ejército Popular, la contraofensiva nacional, a la que cada vez se añadían más efectivos, dejó el frente en el punto de partida (después de 30000 bajas y de ellas 10000 muertos -8000 republicanos).

De nuevo en el camino, ahora en bajada, paso junto a dos pequeños cortijos antes de continuar por el camino de la derecha, que se mete en un campo de labranza, para luego convertirse en un cortafuegos que baja junto a una alambrada hasta el arroyo del Cohete; sigo algún trecho junto a éste (o por su lecho, con poca agua), aunque el avance se va haciendo dificultoso, por lo que atravieso un campo hasta donde el arroyo conecta con el camino de la Barquera, junto a un puentecito que lo salva (aquí de nuevo hay que pasar por encima de la alambrada para acceder al camino). Quedan unos seis kilómetros por este camino rural hasta entrar nuevamente en la población junto a la Ermita de San Gregorio, la más moderna de las iglesias y ermitas de la villa (restaurada en 1945), que se edificó en el antiguo camino a Sevilla; luce bellamente adornada con macetas.

Continuando por la larga calle de San Gregorio y después por la del Teniente Sanz Perea, llego a la plaza del Duque de Béjar, frente a la imponente fachada del Convento de las Madres Concepcionistas, una de las muchas fundaciones religiosas que realizó la familia de los Sotomayor, en el siglo XVI. Nació de la unión de los dos monasterios de monjas de la villa (uno de la advocación de la Madre de Dios y el otro de la Concepción), consagrándose la iglesia en 1693. Está habitado por monjas de clausura.

Luego, por la calle Brigadier Romero, me dirijo nuevamente hacia la plaza de la Catedral, pasando antes por las de San José y la de San Juan: en ésta se abre la Portada Sur de la Catedral, situada bajo la Torre y frente al pozo de San Juan. Bordeando la iglesia, se encuentra la Portada de la Umbría, que se cree que es la más antigua, con vestigios de la iglesia primitiva de finales del siglo XIII (con elementos arcaizantes de ascendencia románica).

Salgo de la plaza de la Catedral, por la calle Álvaro de Bazán, llegando a la de Santa Ana, donde se levanta la Ermita de Santa Ana, de estilo gótico-renacentista, catalogada como Monumento Histórico-Artístico y BIC, que fue la primera parroquia de Hinojosa: según la tradición, en 1212 aquí celebró un tedeum Alfonso VIII días después de la batalla de las Navas de Tolosa, ya de vuelta a Toledo. Es posible que se construyese con las donaciones de los pastores trashumantes (se la considera prototipo de “iglesia serrana de la Mesta”).

Dejo la plaza por la calle de la Caridad, donde está la parroquia de San Isidro Labrador (en el siglo XIX se colocó interinamente en la antigua capilla del Hospital de Jesús Nazareno, por tener ésta mayor amplitud que la ermita del santo titular).

La calle termina en la Avenida Marqués de Santillana, por la que vuelvo al coche, con el recuerdo de los versos de la afamada serranilla de don Íñigo López de Mendoza (más conocido como Marqués de Santillana), “La Vaquera de la Finojosa”: “Moza tan fermosa
non vi en la frontera, como una vaquera
de la Finojosa...”