Invernal Alcauca a Maroma 2015

Como la semana pasada nos gustó tanto la Invernal a la Maroma desde El Robledal, decidimos repetir este sábado la subida, pero en esta ocasión desde la Alcauca y acompañado de Manolito. Subiendo por el boquete de Zafarraya comienza a llover y el día está de lo más desapacible. La decepción es grande. Tan grande que hay quien se precipita en proponer alternativas drásticas a la ruta. Tras reflexionar y retornar a la racionalidad decidimos comenzar la senda y llegar hasta donde queramos o podamos sin proponernos metas. ¡¡Ja!! Así comenzamos nuestro caminar a unos 800 metros pasado el área recreativa de la Alcauca en dirección al Alcázar. Encontraremos un carril (hito 001) a la izquierda, con una cadena, que sube fuertemente coincidiendo con un cortafuegos. La rampa es dura mientras acompaña al cortafuegos hasta un punto en donde lo abandona y empieza a llanear (hito 002). El entorno es relajante, con mucha humedad y silencio. Desde que abandonamos el cortafuegos el carril llanea más o menos durante aproximadamente un kilómetro hasta llegar a una curva a la derecha muy cerrada en donde, tras una fuerte rampa de 400 metros, llegamos al hito 003. Aquí coincidimos con el carril que transcurre por el paraje de los Castillones y que viene del Alcazar. Continuamos andando por el carril durante unos 500 metros hasta llegar a la plataforma del Alto de las Víboras (hito 004) donde se haya un nivómetro. La niebla es ya nuestro acompañante y no nos deja ver el paisaje salvo cuando alguna racha de viento deja atisbar el panorama. Comienza el sinuoso sendero de la Cuesta de las Víboras que gana bastante altura con sus innumerables zigzags. Algunos curiosos pinos se retuercen hacia el suelo y después suben. Cuando la arboleda empieza a ralear, la marcha se dulcifica. Estamos llegando a los Llanos de la Fuente del Espino y empiezan a aparecer las primeras zonas de nieve. Unos metros más arriba, junto al sendero, fluye a través de una oquedad la Fuente del Espino. (hito 005). Subimos junto al lecho de la cañada del Espino y, como la nieve ya es la dueña del entorno, decidimos colocarnos nuestros crampones. Mientras estamos en esta tarea aparece un trío de jóvenes senderistas acompañados de un perro. Como no llevan GPS y estamos abriendo sendero en la nieve deciden unirse a nosotros. Son Javier, Susana, Eu y el bueno de Tyson, un aguerrido pit bull gris. Todos juntos continuamos la marcha y, tras pasar un collado (hito 006), dejamos el lecho de la cañada y nos escoramos hacia el sur para rodear el cerro del Mojón. Avanzamos sin dejar de subir hasta llegar a una zona más llana en donde encontramos la Fuentesanta (hito 007). A continuación llegamos al lomo del cerro del Mojón en donde hay otro nivómetro (hito 008). A partir de aquí la cosa se pone seria. La nieve y la niebla hacen competencia por hacernos desistir de lograr nuestro propósito, pero nosotros somos testarudos y, ayudados por nuestro GPS, seguimos ascendiendo sin ver a más de 10 metros. Hundiendo nuestras piernas en la nieve, la ascensión se hace muy ardua pero, de pronto, empezamos a ver pisadas, signo inequívoco de que hemos coincidió por fin con el sendero de la casa de la nieve. Ya se huele la cima. Dicho y hecho. De improviso, surge en medio de la niebla, el punto geodésico (hito 009). Por malo que sea el día siempre hay alguien en La Maroma y esta vez no iba a ser menos. Tres senderistas coinciden con nuestro grupo y nos hacemos las fotos de rigor. No más de cinco minutos estamos en la cima ya que el viento, la niebla y los -1,5 grados no la hacen acogedora. Decidimos volver sobre nuestros pasos, nunca mejor dicho, ya que estos nos ayudarán para el regreso. El viento lo llevamos ahora de cara y es insufrible. Así, llegamos hasta la Fuentesanta donde decidimos parar a comer. Nuestros amigos deciden seguir de manera que los despedimos hasta que volvamos a coincidir por esos montes. Después de avituallarnos continuamos nuestra bajada y, cuando llegamos a la Cuesta de las Víboras, desaparece la niebla y nos deja ver el paisaje que no pudimos disfrutar por la mañana. Por fin, llegamos al coche con una buena paliza en nuestras piernas pero, qué narices, con un subidón de dopamina que no nos lo quita nadie.