ISLAS CIES-ISLA NORTE O MONTEAGUDO / ISLA DEL MEDIO O DEL FARO-PLAYA LAS RODAS-CAMPING-FARO DE LAS CÍES-FARO DA PUERTA

Marcha realizada el sábado 2 de marzo de 2019
AVISO: Se entiende, que todo aquel que quiera realizar esta misma ruta, asume la responsabilidad que conlleva una actividad no exenta de posibles riesgos o incidentes, en un entorno en el que el sentido común y las circunstancias pueden marcar la diferencia entre pasar un buen día o todo lo contrario.
Las islas Cíes forman parte de un archipiélago situado en la provincia de Pontevedra, pertenecen al concello de Vigo, y se encuentran a cuarenta y cinco minutos en la misma boca de salida de la ría de Vigo, ciudad donde cogimos el barco. Pertenecen al Parque Nacional Marítimo-Terrestre de las Islas Atlánticas de Galicia, junto con las islas de Ons, Sálvora y Cortegada. Las Cíes son un conjunto formado por tres islas: isla Norte o Monteagudo, isla Del Medio o do Faro y Sur o San Martiño, ésta última “privada”, según palabras textuales que utilizaron los guías para describirla. A destacar que como se trataba de temporada baja, los catamaranes tan sólo salen los sábados y con grupos bastante reducidos, si se comparan con la masiva afluencia que se produce, sobre todo en verano. Una de las tres guías que llevábamos, Isabel, nos contó de los problemas que ya el año pasado se produjeron por no tener claramente delimitada la afluencia de visitantes; y así pues nos relató los incidentes que se produjeron algunos días en los que se juntaron en las islas, por un lado los setecientos cincuenta ocupantes que admite el camping, más los dos mil y pico que se acercaban en los barcos.

Nosotros fuimos en la cubierta (más bien descubierta) de arriba, que contando con unas cien plazas, éstas no se llegaron a cubrir, y con la cubierta de abajo (ésta sí cubierta y con cristales) que con ciento cincuenta plazas, estaba casi vacía. Encima tuvimos la suerte de que daban opción para alargar la visita, y a la llegada crearon dos grupos de regreso: uno a las catorce horas (habiendo llegado a las islas a las once y cuarenta y cinco) y el segundo de regreso a las dieciocho horas. Quedándose a ese segundo grupo, da tiempo a recorrer, sin darse mucha tregua, ambas islas; lo que nosotros no llegamos a completar pues nos centramos en la isla del Medio o del Faro, eso sí, no dejando un solo rincón por ver. También aclarar, que los recorridos de la isla Norte o Monteagudo (al que no se puede acceder) no son tan vistosos ni interesantes, pues uno sube y llega muy rápido hasta el Monte do Príncipe, y otro que transcurre por la zona baja y a media ladera llega hasta el faro de Monteagudo, mucho menos elevado y espectacular que los dos que visitamos nosotros; y cuyo recorrido hicieron los del grupo de regreso a las dos.
Una vez llegamos al pequeño embarcadero que hay junto a la playa das Rodas y al antiguo enclave de salazón (al parecer de época romana), y hoy en día restaurante en temporada alta; salvamos el primer tramo de playa y de dunas móviles por una pasarela de madera desde la que ya se divisan, tanto las tres islas, como las dos playas: en la que estamos das Rodas y la playa de Nuestra Señora que se encuentra frente al camping.

Al poco de dejar la pasarela de madera se llega a un cruce señalizado que nos indica, que por la derecha se va hasta el monte do Príncipe o al faro de Monteagudo (por aquí se desvían los que regresan a las dos); mientras que el resto del grupo, y por cierto aún menos numeroso, cogemos por la izquierda, y tras bordear el Lago dos Nenos, que en realidad es una zona que gana la marea alta a la playa das Rodas, en medio kilómetro llegamos hasta una segunda pasarela/puente improvisado y hormigonado que evita el tener que mojarse para acceder hasta la isla del Medio o del Faro. La marea está subiendo, y como el mar está cada vez más enfurecido, algunas olas que han roto metros antes acaban pasando por encima de dicha pasarela. Todo un espectáculo que no hay que perderse, pues estamos justo en la Boca do Lago, y a nuestra derecha tenemos el Alto da Campana, y un poco más allá el Alto de Picón al que nos dirigimos, pues a sus pies se encuentra el camping.

En el camping nos dan unos minutos, bien para beber como hacen algunos, bien para comprar un bocata para el camino, como así hacemos otros. Muy pronto volvemos al camino, tras bordear la cafetería del camping y por la parte alta de atrás coger la senda, que entre arbolado se dirige hacia los dos faros. Aunque primero, y poco antes del medio kilómetro pasamos por un edificio de piedra, que aunque ahora aparece como oficina de información del parque, la guía nos cuenta que fue un eremitorio que supuso uno de los primeros alojamientos que tuvo una orden religiosa, que hace mucho tiempo se estableció en las islas. Poco después y tras un par de zetas llegamos hasta una cueva, por la derecha y con una gran roca caída, que siempre y según la guía llegó a estar habitada, pero que por su delicado estado de conservarción se desaconseja visitar. Tras otro par de zetas más y medio kilómetro de ascenso se acaba llegando hasta una especie de colladito/cruce.

En dicho cruce, el camino sigue de frente, pero por la derecha se ve un corto tramo de subida que está pisado y que cogemos para en unos pocos metros llegar hasta un buen mirador en el que se encuentra, lo que llaman la gran roca de granito agujereada. Estamos en el Alto de Picón, y desde aquí se empiezan a tener unas buenas vistas de parte de la costa norte y oeste de las islas, así como de las playas y zona del embarcardero de donde partimos.

En este mirador se ha quedado la mayor parte del grupo con la guía a comer, pero nosotros decidimos bajar hasta el cruce anterior y continuar con el tramo de ascenso que hay hasta el faro de las islas Cíes. Isabel, la guía nos informa de que son unos veinticinco minutos de recorrido con fuerte pendiente, pero para aquellos que están acostumbrados a cosas mucho más serias, tan sólo es un paseíto de poco más de kilómetro y medio de recorrido y tan sólo noventa metros de ascenso, que se hacen en poco más de quince minutos. Ni que decir tiene, que si se viene hasta las Cíes, no hay que perderse las impresionantes vistas que desde este elevado faro, mucho más grande que los otros dos, se tiene de las tres islas. Aquí es donde nosotros nos comemos el bocata, totalmente solos y disfrutando de este impresionante rincón en medio del mar, hasta que al cabo de un buen rato, van llegando algunos de los que también decidieron subir hasta aquí.

Una vez hemos aligerado el peso de la mochila, bajamos hasta un cruce que se encuentra a casi dos kilómetros, siempre cuesta abajo, para por la derecha dirigirnos hasta el otro faro, que se podía ver desde el anterior, y que por su ubicación estamos seguros que las vistas no nos defraudarán. Hasta este otro faro da Porto o del Príncipe el camino es mucho más llevadero y la pendiente bastante más suave, pues salvo el último tramo, ésta apenas si se nota. Desde el cruce hasta el faro supone poco más de un kilómetro y cuarto, que por el sitio en el que está y las vistas que ofrece, también de la isla San Martiño, no hay que perderse. Aquí también echamos un buen rato, y es que el sol que acaricia empieza a ponerse justo frente a nosotros, y el ruido del mar chocando contra los acantilados y las gaviotas que paran de sobrevolarnos nos invitan a disfrutar un poco más de un bonito rincón en el que volvemos a estar totalmente solos.

Tras disfrutar de uno de esos ratos que se te quedan gravados para siempre, hemos preferido echar aquí todo ese tiempo, que tener que volver corriendo, para poder recorrer los otros dos tramos de la isla Norte o Monteagudo, conscientes de que la guía tenía razón y esta parte de la isla es mucho más espectacular que la otra más al norte, y sobre todo teniendo en cuenta que no hay camino en dicha isla Norte, para poder llegar hasta el monte Agudo, y el monte do Príncipe, al parecer se queda bastante bajo de altitud en relación a los puntos a los que hemos llegado. Por ello, retomamos con tranquilidad y solos el camino de vuelta, para disfrutar de una cerveza bien fresquita pero nada barata en la terraza de la cafetería del camping, antes de bajar a la playa das Rodas, y descalzos dar un tranquilo paseo por una arena de lo más fina, formada sobre todo por partículas minúsculas de los minerales que forman el granito (sobre todo el cuarzo y de ahí su color) de todas estas costas, y de paso contemplar algunas gaviotas, cormoranes y una pareja de simpáticos chorlitejos patinegros que durante un buen rato han correteado delante de nosotros y a gran velocidad por esta arena tan fina.