La Maroma desde el mirador Miguel Álvarez: ida por el Alcázar y vuelta por el collado de la Torrecilla.
near Alcaucín, Andalucía (España)
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Trail photos
Itinerary description
Había quedado con Antonio para salir de ruta este jueves y cuando le llamé el miércoles me dijo que no podía, pero que había quedado con Curro el viernes para subir a la Maroma, donde todavía se conservaba algo de nieve. Cuando me comentó las posibilidades y me envió el track, me dio mucho que pensar: llevo algún tiempo instalado en una zona de confort, rutas de unos 12 km., desnivel por debajo de 800 metros y no más de cuatro horas y media de caminata y lo que él me enviaba no se parecía en nada a eso. Decidí probarme y unirme a ellos, en una ruta que resultó ser una de las mejores lecciones de montañismo que se pueden recibir.
Las previsiones eran de tiempo despejado, sin viento y temperatura sobre los 2º de máxima en la cumbre. Salimos desde un apartadero en el camino de los Colmenares, algo más de medio kilómetro antes del mirador Miguel Álvarez y ya se veía que las condiciones no se parecían demasiado a las previsiones. Entramos en el área recreativa el Alcázar por la senda botánica y por ella continuamos hasta el cortafuegos que nos llevará al alto de las Víboras; a mitad del cortafuegos ya estábamos inmersos entre la niebla, que se fue cerrando cada vez más al ascender por el hermoso sendero de mampostería de la cuesta de las Víboras. Llegados a la fuente del Espino paramos para poner una nueva capa de ropa, pues entrábamos en una zona sin resguardo en la que ya encontramos nieve y el viento comenzó a soplar sin obstáculos. Bordeamos así el cerro del Mojón cuyas laderas están salpicadas por algunos rodales de pinos de repoblación, hasta llegar a la Fuensanta. En este tramo y mucho más con nieve, hay que tener cuidado con no confundir el sendero, ya que es muy sencillo tomar un camino equivocado y meterse en el barranco del arroyo de los Tajos.
En la Fuensanta tomamos un refrigerio y ya nos "cargamos" con toda la ropa que llevábamos, pues a partir de aquí se llega pronto al nivómetro que hay en la loma del cerro del Mojón y se entra en una zona sin protección de ningún tipo. Desde este punto ya no pude sacar más que una foto (y no sin esfuerzo ya que era impensable quitarse los guantes), pues el viento y la lluvia comenzaron a azotarnos con fuerza y ambos fueron aumentando de intensidad hasta la cumbre. Tuve que seguir sin gafas y lo único que cabía era seguir los pasos de Antonio, profundo conocedor de esta sierra, en busca del monolito que se encuentra en la cima de la Maroma. Allí la lluvia se convirtió en aguanieve y el viento sopló aún con mayor intensidad, con lo que la sensación térmica podría superar los -5º, así que sacamos un par de testimonios gráficos y emprendimos el descenso.
La idea era bajar por el sendero de Canillas hasta la Proa del Barco y desde allí desviarse a la Torrecilla. Los aparatos que llevábamos sirvieron de poca ayuda; es más, lo único que hicieron fue confundirnos al intentar seguir el track, tanto en el GPS como en Wikiloc. Cuando Antonio se cansó de dar vueltas volvimos al vértice geodésico y guiándose por su conocimiento de esta montaña nos condujo directamente al sendero, Al contrario que en el camino de ida, que discurre por la cara norte, aquí la nieve se terminó en unos cientos de metros y al llegar a la loma de la Capellanía ya no quedaba ni rastro de ella. Seguimos hasta la Proa del Barco, donde abandonamos el sendero de Canillas y nos dirigimos al barranco de la Cueva de Don Pedro, antesala de la loma de la Torrecilla, que nos recibió despejada de niebla, permitiéndonos disfrutar de unas preciosas vistas panorámicas de la costa y de un enorme arco iris.
Comienza aquí un pronunciado descenso por otro bonito sendero de mampostería, que traza un interminable zigzag para sortear el desnivel que nos separa del collado del Aguadero. Durante todo el recorrido disfrutaremos de unas bonitas vistas del pantano de la Viñuela, el boquete de Zafarraya, la sierra del Cabrero y la Torca, hasta llegar a un carril que recorreremos durante algo más de un kilómetro y que dejaremos al ver en el suelo una gran flecha hecha de piedras, que nos indica el inicio del sendero por el que nos introducimos en el pinar de Hoyas Altas. Tras un cómodo tramo de descenso llegamos otra vez al carril del Aguadero, en cuyo margen se asienta el marco de la puerta de una alambrada; cruzando por ahí entramos en una loma, que bajaremos por una senda a penas esbozada hasta el lugar donde habíamos dejado el coche.
Las previsiones eran de tiempo despejado, sin viento y temperatura sobre los 2º de máxima en la cumbre. Salimos desde un apartadero en el camino de los Colmenares, algo más de medio kilómetro antes del mirador Miguel Álvarez y ya se veía que las condiciones no se parecían demasiado a las previsiones. Entramos en el área recreativa el Alcázar por la senda botánica y por ella continuamos hasta el cortafuegos que nos llevará al alto de las Víboras; a mitad del cortafuegos ya estábamos inmersos entre la niebla, que se fue cerrando cada vez más al ascender por el hermoso sendero de mampostería de la cuesta de las Víboras. Llegados a la fuente del Espino paramos para poner una nueva capa de ropa, pues entrábamos en una zona sin resguardo en la que ya encontramos nieve y el viento comenzó a soplar sin obstáculos. Bordeamos así el cerro del Mojón cuyas laderas están salpicadas por algunos rodales de pinos de repoblación, hasta llegar a la Fuensanta. En este tramo y mucho más con nieve, hay que tener cuidado con no confundir el sendero, ya que es muy sencillo tomar un camino equivocado y meterse en el barranco del arroyo de los Tajos.
En la Fuensanta tomamos un refrigerio y ya nos "cargamos" con toda la ropa que llevábamos, pues a partir de aquí se llega pronto al nivómetro que hay en la loma del cerro del Mojón y se entra en una zona sin protección de ningún tipo. Desde este punto ya no pude sacar más que una foto (y no sin esfuerzo ya que era impensable quitarse los guantes), pues el viento y la lluvia comenzaron a azotarnos con fuerza y ambos fueron aumentando de intensidad hasta la cumbre. Tuve que seguir sin gafas y lo único que cabía era seguir los pasos de Antonio, profundo conocedor de esta sierra, en busca del monolito que se encuentra en la cima de la Maroma. Allí la lluvia se convirtió en aguanieve y el viento sopló aún con mayor intensidad, con lo que la sensación térmica podría superar los -5º, así que sacamos un par de testimonios gráficos y emprendimos el descenso.
La idea era bajar por el sendero de Canillas hasta la Proa del Barco y desde allí desviarse a la Torrecilla. Los aparatos que llevábamos sirvieron de poca ayuda; es más, lo único que hicieron fue confundirnos al intentar seguir el track, tanto en el GPS como en Wikiloc. Cuando Antonio se cansó de dar vueltas volvimos al vértice geodésico y guiándose por su conocimiento de esta montaña nos condujo directamente al sendero, Al contrario que en el camino de ida, que discurre por la cara norte, aquí la nieve se terminó en unos cientos de metros y al llegar a la loma de la Capellanía ya no quedaba ni rastro de ella. Seguimos hasta la Proa del Barco, donde abandonamos el sendero de Canillas y nos dirigimos al barranco de la Cueva de Don Pedro, antesala de la loma de la Torrecilla, que nos recibió despejada de niebla, permitiéndonos disfrutar de unas preciosas vistas panorámicas de la costa y de un enorme arco iris.
Comienza aquí un pronunciado descenso por otro bonito sendero de mampostería, que traza un interminable zigzag para sortear el desnivel que nos separa del collado del Aguadero. Durante todo el recorrido disfrutaremos de unas bonitas vistas del pantano de la Viñuela, el boquete de Zafarraya, la sierra del Cabrero y la Torca, hasta llegar a un carril que recorreremos durante algo más de un kilómetro y que dejaremos al ver en el suelo una gran flecha hecha de piedras, que nos indica el inicio del sendero por el que nos introducimos en el pinar de Hoyas Altas. Tras un cómodo tramo de descenso llegamos otra vez al carril del Aguadero, en cuyo margen se asienta el marco de la puerta de una alambrada; cruzando por ahí entramos en una loma, que bajaremos por una senda a penas esbozada hasta el lugar donde habíamos dejado el coche.
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