LA SENDA DE LOS CANTEROS (URB. PATRICIA-PONFERRADA-SAN MIGUEL DE LAS DUEÑAS-URB. PATRICIA) 23/09/12

A pesar de que el pronóstico del tiempo daba lluvia, un grupo de miembros de Huellas de Cabrera de Puente de Domingo Flórez decidimos hacer la ruta que estaba programada para ese día: Pico Colines (2.205 m) desde Torrebarrio en Babia Alta (macizo de Ubiña).
Desde que salimos no paró de llover. Al llegar a San Emiliano, viendo que no cesaba y que el viento soplaba con fuerza, decidimos no hacerla. A cambio, el compañero Valentín propuso regresar a Ponferrada y realizar la “Senda de los Canteros”. Todos estuvimos de acuerdo.
Al llegar a Ponferrada el día había cambiado radicalmente, estaba soleado y caluroso, ¡habíamos acertado! Comenzamos esta ruta, casi lineal, algo tarde (a las 12:15 horas). Partimos al pie de la urbanización Patricia (carretera Ponferrada - Molinaseca), más o menos a un 1 Km de la salida de Ponferrada, concretamente en el puente de barandillas metálicas de color amarillo sobre el río Boeza y justo enfrente de la señal del poste kilométrico “Le-142 km 54” (ver fotos y Mapa Topográfico Nacional de España. Nº 158-IV. Escala 1:25.000 Ponferrada). A la derecha de un pino que hay al lado de la carretera se aprecia un principio de sendero en ligera subida. Para más señas, a la derecha hay unos cascotes de una vivienda derruida. El coche se puede dejar en este lugar o al pasar el puente, fuera del arcén de la carretera, al lado de una explanada con contenedores de basura de la mencionada urbanización Patricia (al fondo de la foto se aprecian nuestros coches).
Pues bien, aclarado esto, prosigo con una introducción sobre esta ruta bien señalizada a excepción de su inicio, que expliqué anteriormente. Se puede realizar con BTT aunque tiene tramos algo expuestos para las bicis. Es una ruta sencilla de ida y vuelta, sin apenas desniveles que salvar, con un sendero bien definido y limpio de maleza y con puentecillos de madera allí donde son necesarios. La senda es de tierra y arena de granito (parece ser que en estos lugares, antiguamente, los “canteros” esculpían la piedra y podemos observar restos de piedra tallada; de ahí el nombre). Al poco tiempo de comenzar la marcha tenemos que extremar la precaución porque hay que cruzar la vía del ferrocarril por un lugar próximo a una curva. El trayecto se hace interesante por su variedad en la vegetación (pequeños bosques de encinas mediterráneas, alcornoques, robles, pinos...), así como por sus buenas vistas sobre el río Boeza. El río baja, en ciertos tramos, ciertamente encañonado y comprimido por las cercanas paredes rocosas y presenta un pequeño embalse en su recorrido. En nuestro caminar lo llevamos a nuestra derecha (al regreso a la izquierda), al igual que la vía del tren aunque ésta cambia de lado a lo largo de la ruta. También cuenta con miradores como el de “Pelayo” (indicado sobre un poste de madera) y con señalización a lo largo del recorrido sobre llamativos postes antiguos del ferrocarril que conservan los aislantes de cristal (lo que nosotros, de jóvenes, llamábamos “cícaras”).
Entramos en San Miguel de las Dueñas y, obligatoriamente, nos dirigimos a contemplar su monumental monasterio. Según Wikipedia, es un “cenobio femenino de la Congregación de Monasterios de Monjas Cistercienses de San Bernardo fundado en el siglo X aunque el conjunto arquitectónico corresponde fundamentalmente a los siglos XVII y XVIII”. Aquí, las religiosas hacen, entre otras cosas, unas deliciosas pastas (lo digo con conocimiento de causa). El gran monasterio está muy bien conservado (al menos exteriormente) y presidido en su entrada por un bello portón de forja. Delante de la puerta principal hay un crucero (cruceiro, en gallego) en piedra tallada. Después de recorrer sus alrededores regresamos para ir a la Fuente Cimera, cercana a San miguel, por lo que nos desviamos de la ruta durante un pequeño tramo. Contemplamos esta señalizada fuente y bebimos agua fresca de su caño de acero inoxidable. En el lateral hay un banco de piedra y unas escaleras con barandilla metálica que ascienden hasta un bosque de robles. A la sombra de estos árboles comimos el bocata y demás viandas para, finalmente, tomar un cafetito con leche y algún chupito de sabroso licor que se dejó deslizar suavemente por nuestras gargantas agradecidas; que nos ofreció amablemente (como siempre) el compañero Valentín. Terminado este imprescindible menester, nos pusimos de nuevo en marcha para regresar tomando, al poco rato, la misma senda de la ida. Esto nos permitió observar de nuevo algunos paisajes que pudieron pasar desapercibidos en la ida y sacar otra vez nuestras cámaras de fotos para inmortalizar el lugar. Por último, llegamos sin novedad al comienzo de esta entretenida ruta. Al pasar de nuevo por Ponferrada nos detuvimos unos minutos en una cafetería (como de costumbre) para tomar unas cañas y refrescos y despedirnos hasta la próxima.
Nuevamente desearos ¡¡buen camino!! Y feliz regreso. Hasta muy pronto.