229. Las Navas: Desierto y Valles entre Lermilla-Quintanarruz y Valdearnedo

📸 FOTOS:
▶ Las 6 primeras seleccionan aspectos de interés (con descripción al pie).
▶ Las siguientes se ordenan según el itinerario (asociadas a cada 'waypoint').

📝 TEXTO (5 secciones):
▶ Índice IBP de la ruta,
▶ Preámbulo: antecedentes y motivos,
▶ La Ruta: recorrido y dificultades,
▶ Destacado: rasgos sobresalientes, y
▶ Anécdota: hechos curiosos.


INDICE IBP de Dificultad de la Ruta

Para Criterios y Tabla de Interpretación, Ir a:
https://www.ibpindex.com/index.php/es/

El resultado del análisis IBP es de 57 (para Senderismo): dificultad 'Media' para una preparación física 'Media'.

El cómputo del desnivel acumulado de la ruta por parte de IBP es de 389 metros (superior al que estima Wikiloc).


AVISO: ⚠️ ✔ El tramo del km 12,5 al 20,5 (final de la ruta) puede acortarse significativamente. En la última foto del último ‘waypoint’ (número 46) ofrezco una ALTERNATIVA de itinerario y su perfil.


PREÁMBULO

En mitad del verano, el calor no tendría por qué ser noticia. Siempre ha sido así.

Pero no se le puede tomar a la ligera si tienes que caminar varias horas a pleno sol (¡O coger brazados de mies recién segada y apilarlos en morenas!). Sin una sombra.

Venían días de calor. El verano estaba siendo suave; por aquí y hasta ahora. Los entre 30 y 40 grados (de máxima) que se avecinaban, inmediatos, imponían respeto; para caminar.

Este era el último día de los suaves. Las temperaturas previstas oscilaban entre los 14 grados (a las 8 h) y los 24 (17 h). Pero, antes de que se alcanzasen los 21 (a las 13 h), estaríamos ya fuera del ruedo, sentados a la sombra.

La ruta de hoy discurriría por un desierto, el de Las Navas (la renombrada Arizona burgalesa). Tenía que ser para hoy. Más tarde podría ser un infierno.

--“Mira, ¿por qué no lo dejas para más adelante, cuando haga fresco?; ¿o esté nublado?”.

--“Para responder a lo primero (‘fresco’), tendría que salirte ‘por peteneras’. Tendría que argumentar con pasiones: Me encaaanta la zona. ¡Casi 4 meses sin verla…! [1] ¿Y si se acaba (antes de que se vayan los calores)…?”.

Y continúo, para aclarar esto último (y descartar una posible psicosis delirante…):

--“No creo que vaya a evaporarse el terreno. Es, más bien, que enseguida se agostará la (poca) vegetación que aún queda allí a estas alturas del verano. Y más después de la ola que viene. Todo perderá vistosidad. ¡Tiene que ser ya!"

--“Para responder a lo segundo (‘nublado’), hay razones concretas”:

• La luminosidad de un día soleado y despejado es esencial allí para apreciar los contrastes de color en el veteado terreno de las torcas y las cárcavas. Ese es, precisamente, su mayor y más singular atractivo.

• Además, estarían los girasoles. Allí los habría (‘cruza los dedos’…); en el valle del Homino. Ahora estarían en su punto de fulgor. Luego se apagarán. Para apreciar su estallido cromático, también hace falta luminosidad.

No hay más que decir. No sé si he sido convincente…. Tanto como para tanta urgencia.

LA RUTA

Conociendo un poco la comarca (rutas [1], [2], [3], [4], [5]), diseñé la ruta sobre mapa. Sabía que en algún punto haríamos reajustes sobre la marcha, ya que no siempre habría camino.

[1] https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/alto-de-la-mayor-y-valle-de-las-navas-132002656

[2] https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/desierto-de-las-navas-109295724

[3] https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/arconada-105104140

[4] https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/valle-de-las-navas-97654198

[5] https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/desfiladero-del-rio-homino-81420424

Aunque esto dará que hablar (debajo), la ruta diseñada originalmente tenía 14,5 km de longitud y 271 m de desnivel. ¿Por qué terminó estirándose 6 km y elevándose 45 metros?

Eso, más el km adicional que hicimos (antes de iniciar la ruta; no incluido) buscando un paso por el río cerca de Lermilla. Eso, y seis horas de pie…. Todo a su tiempo (‘carne’ de Anécdota).

Partimos del pueblo de Lermilla, aunque Quintanarruz está un poco más cerca. Hubo una razón para gastar ruedas…. Importante, pero, a la postre, despilfarrada (ver Anécdota).

De Lermilla a Quintanarruz (km 2) vamos por la vía verde del antiguo ferrocarril Santander-Mediterráneo. Desde allí, un camino nos sube hasta el km 5,4. Lo dejamos y vamos monte-campo a través algo más de 1,4 km.

En el km 6,8 conectamos con otro camino; hasta las ruinas de Valdearnedo (km 9,7). En ese punto reajustamos los planes. Subimos a los magnéticos (metafóricamente) cerros coloreados situados por encima, y deambulamos por ellos hasta el km 12,5.

Podríamos ya seguir senda hacia Lermilla, hacia el oeste. Pero decidimos explorar y, entre cárcavas (sin sendero alguno), llegamos hasta el río Homino (km 14,7). Tratamos de girar hacia Lermilla, pero algunas torcas profundas lo impiden.

Tomamos (a regañadientes) la dirección opuesta, alejándonos, buscando un paso para cruzar el río. No lo encontraremos hasta el km 16,7. Desde ese punto, enfilamos la vía verde durante casi 4 km hasta el final en Lermilla.

Como AVISO en el primer párrafo de esta crónica, hay una ALTERNATIVA para los km del 12,5 al 20,5. Permite acortar el recorrido total de la ruta en más de 5 km (y rebajar el desnivel en 40 m).

Posibles Dificultades:

Es una ruta para acometer sin planes precisos. Dejándote ir. Donde tus ojos te lleven (“¡ay, esa torca…!”, … “¡ay, aquel cerro…!”, …). Tus pies obedecerán en cada momento a las veleidades de tu amígdala (la otra). ‘A la buena de Dios’.

Sólo sabes que, desde Lermilla o Quintanarruz, tienes que llegar al despoblado en ruinas de Valdearnedo y luego volver, haciendo una suerte de circunferencia. Llenar el alma con seis horas de tu vida.

Sí, pero puedes desorientarte. Algo hay que llevar como soporte de navegación. Nosotros seguimos (más o menos) un plan-guía hasta llegar a Valdearnedo (km 10; mitad de la ruta). La otra mitad fue un ‘despiporre’ (según la R.A.E.).

Esa segunda parte nos divirtió, pero también nos hizo sufrir; eso, durante. Después: gran experiencia de libertad para el recuerdo (ver Anécdota). No se lo aconsejo a todo el mundo.

Técnicamente, el recorrido no tiene exigencias especiales. Sólo requiere un poco de cuidado al subir o bajar por algunas barranqueras. Físicamente, destaca por su longitud (acortable). El desnivel, no siendo elevado, es, sin embargo, ‘rompe-piernas’.

Los primeros 10 km y los 4 últimos son casi todos por camino o vía verde; con buen terreno. Del km 9,8 al 16,8 son cerros o campo a través algo incómodos. (Los campos estaban ya cosechados [o, aparentemente, desechados]).

DESTACADO

Llevábamos varios meses sin saborear visualmente esa tierra descarnada, al albur de la intemperie. Fuertemente erosionada, el viento y el agua han labrado en ella formas extrañas y han extraído colores de sus entrañas. Modelo de ascetismo. Inspiradora.

Elegiré como destacables tres aspectos, según su durabilidad en la escala del tiempo. Uno, casi eterno (el desierto…); otro, intermedio (los pueblos); y un tercero, efímero (los girasoles).

(1) El ‘Desierto’: (entrecomillado)

Los cerros pelados combinan colores rojizos, beige, y níveo; en estratos. Cuando, en primavera o inicio del verano (no era ya el caso ahora), el colorido del terreno se complementa con el de la vegetación, resulta una experiencia visual aun más fascinante.

Pero no es sólo el colorido. Son también las formas de los propios cerros, ahora aristadas, ahora redondeadas. Y, más aun, el de las cárcavas y las ramificaciones de las torcas; y las figuras esculpidas entre los estratos.

Posiblemente, esa terrosidad de colores y formas constituye el atractivo más distintivo de la comarca del Valle de Las Navas. Ella le da un claro aspecto de desierto. Pero no de desierto amorfo u homogéneo. Alberga, en realidad, una gran diversidad.

Es, además, mucho más que un desierto. Las zonas bajas son un vergel de innumerables pequeños valles. Profundas torcas en las barranqueras mantienen la humedad y alimentan una tupida vegetación. Todos esos valles rinden vasallaje al río Homino.

(2) Los Girasoles:

Adentrados ya en el verano, habían desaparecido los vivos tintes de las plantas rastreras (aulagas, etc.) y las flores en laderas y caminos, y los de los campos de cultivo en las medianías.

Sin embargo, aún resistía el verdor de los árboles y arbustos en las torcas. Algunas de estas se hallaban tan tupidas que resultaban impenetrables, insalvables.

Pero ahora la estrella vegetal eran los girasoles. En esta temporada habíamos tenido pocas oportunidades de tocarlos a lo largo de las rutas. Sabíamos por experiencia que aquí se cultivaban, y eso fue un factor más de atracción.

El algunas fincas los girasoles estaban ya suficientemente desarrollados. En plena y lozana juventud. Luminosos, resplandecían al sol en un día azul; bajo la luna (sí, aún despierta). Entre ellos, cara con cara, te olvidas de que existe la del otro mundo; éste.

(3) Los Pueblos:

Las ruinas de Valdearnedo agonizan entre los zarzales. El camino (nunca hubo carretera) se aferra a las hierbas para no convertirse en polvo. Valdearnedo fue abandonado a comienzos de los años 80 del siglo XX.

Su iglesia románica (siglo XII) es la que ‘mejor’ ha resistido la implacable destrucción, a pesar de sus 900 años. En el interior deslumbran su esbeltez y originalidad arquitectónica y ornamental; lo que queda.

A Quintanarruz y Lermilla sí llega una carretera, que allí muere. Antes pasaba el tren, traqueteando solitario. Hasta había una estación común. Ahora sólo queda una ‘vía verde’, eufemismo sobre el abandono.

Los vecinos no han rendido la dignidad de sus pueblos. En Lermilla, un enorme letrero de letras (sólo letras) quiere resaltar su grandeza. En Quintanarruz, algunos jardines exhiben lúdicos e imaginativos adornos.

Y están sus * Iglesias:

En la de Lermilla, con varios estilos a lo largo de varias épocas, destaca su elegante espadaña de dos cuerpos con tres troneras y dos campanas. Sirve de faro y brújula desde muchos kilómetros, si te pierdes en los cerros.

En la de Quintanarruz (siglo XII) destaca la joya de su pórtico, con siete arquivoltas decoradas con elementos geométricos y vegetales. En los capiteles se distinguen grifos, jinetes, infantes, aves, y una máscara humana.

ANÉCDOTA

Antes de iniciar la ruta, hicimos una comprobación con el fin de asegurar su viabilidad.

Sabíamos que habría que cruzar el río Homino a la vuelta (cerca del final). Así que, antes de poner el cronómetro en marcha, nos desplazamos a pie 400 m más allá de Lermilla, a ver un posible pasadero.

Confirmamos que (en época seca) se podía vadear saltando de piedra en piedra; mojándose las suelas sólo. --“Vale, tranquilos, podemos volver por ahí después, siguiendo el trazado de nuestro diseño previo de la ruta”.

Razón de ser tenía esa prueba preliminar, porque:

Al río Homino se le acaba de unir el de La Molina. Juntos pueden alcanzar un caudal considerable. Aparte de eso, el Homino ha excavado un cauce profundo en muchos tramos, con vegetación impenetrable.

Iniciamos, pues, la ruta confiados; en dirección opuesta al paso del río. ‘Tra, lará, larita…’: “Somos gente fiable, que se anticipa a los posibles problemas; que va dos jugadas por delante…”. Eso nos decíamos. Ilusos.

…‘Ya’…. Para los primeros 10 km (hasta Valdearnedo) seguimos el trazado prefijado. Modositos. Pero allí dejamos el camino y tiramos cerros arriba, encandilados con sus formas y colores. Y ya nada fue como estaba previsto.

Nos llenamos de justificaciones para dejar el plan preestablecido:

• Que si “mira, allá (lejos) se ve la espadaña de la iglesia de Lermilla; no hay pérdida (para volver)…”.

• Que si “por allí (en dirección contraria, alejándonos de nuestro destino) están las cárcavas más bonitas…”.

• Que si “en los próximos días no podremos salir por el calor (aprovechemos ahora; alargando algo esta travesía)…”.

• En fin, que si “esto es precioso (y está alejado como para volver caminando otro día), y ya que estamos aquí…”.

• Etc. etc.

• Y, la ‘red de seguridad’: “total, ya comprobamos antes de empezar que sí hay un paso para cruzar el río cerca de Lermilla…”.

No sabíamos que nos íbamos a meter en ‘una trampa’ de torcas cerradas sobre el río. Llegados a un punto, parecía imposible seguir hacia Lermilla. Tuvimos que encaminarnos justo en dirección opuesta, hacia Arconada (a varios km).

Bordeamos el río, frondoso y profundo, desde el km 14,7 al 16,7, haciendo catas de paso. Infructuosas. Absolutamente inviable. --“¡Anda que si tenemos que llegar hasta Arconada (y luego volver por la vía verde hasta Lermilla…)!”.

Al fin vimos una especie de roderas de vehículo agrícola que bajaban hacia el río. Faltaba saber si era vadeable a pie. …Lo era, saltando de aquí a allí y luego allá,…. Apenas nos mojamos. (El ‘angel de la guarda’; el de siempre).

Subimos a la vía verde. Pero, ¡ay!, aún quedaban casi cuatro km hasta Lermilla. Y había que añadirlos a los que ya llevábamos acumulados. (Y ya sin reservas de agua). …Mas a quién le importaba eso; allí.

Nos dijimos: --“¡Qué suerte! De no haber encontrado ese bendito paso escondido, ¡habríamos tenido que hacer 6 km más entre ida y vuelta desde Arconada (aparte de los 4 que aún faltaban)!”.

Y, además, ¡teníamos una deliciosa temperatura de 21 grados (a las 13:15 h)! ¡Y con brisa!

Contentos. Agradecidos. El que no se consuela es porque no quiere….