Lavern Subirats R4-Coves i Ermites

Iniciamos la jornada algo traviesos, tal vez por el repaso a la actualidad realizado durante el acercamiento en tren. Con un impulso contagioso, llamo la atención hacia un tubo de desagüe bajo la autopista, y enseguida el más ávido de desafios se mete por él, pasando al otro lado, raudos le seguimos, medio agachados y rozando con el techo. Tras saltar la valla medio retorcida, alcanzamos de nuevo la pista desde la que pudimos admirar el majestuoso Massís de Montserrat a nuestras espaldas. Reimos un rato con lo acontecido, quizá porque se nos antoja una ruta fácil y sin demasiados retos. Un letrero de propiedad privada no nos frena, y entramos a la masia que alberga la ermita de la Mare de Déu de Llinda, consiguiendo hermosas fotos como botín. Anda que te andarás, charlando por los codos para amenizar la caminata, llegamos al monasterio románico de Sant Sebastià dels Gorgs, engalanado con un vistoso árbol de navidad, que confiere al conjunto aspecto de postal. Entre viñas y carteles explicativos sobre el tema, paseamos despreocupados hasta la siguiente etapa, Sant Pau d'Ordal, donde una vez elegido por el rey el trono que ocupar, reponemos fuerzas y brindamos con espirituoso pacharán, a los pies de otra hermosa iglésia. Pisamos por fin senderos, a tramos pedregosos, salpicados con barracas de piedra y entre vegetación. Nos recibe el pintoresco entorno de la Cova Miseracs, donde como chiquillos jugamos a escalar con las cuerdas, a explorar cuevas y caminar entre rocas y encinas, hasta que agotamos todas y cada una de las posibilidades de este campo de juego natural, y empezamos a celebrar anticipadamente las refrescantes bebidas que nos esperan. Siendo prudente les recuerdo que debemos seguir adelante concentrados hasta el siguiente punto de interés, La Guardia. Transitando de nuevo entre terrosos senderos y con la arboleda como palio, animamos a nuestro trepador modelo, a subir al vértice geodésico para posar con su inigualable donaire. Aunque requiere cierta ayuda, lo completa con éxito, y entre sonoras carcajadas y alguna suave pulla descendemos corriendo por el sendero, contagiados de nuevo por la travesura del más habilidoso en estas lides. Contenemos el ímpetu, y aunque estamos a poca distancia del punto de avituallamiento, giramos hacia la Font Clara, ubicada en rincón de umbría, que cubierto de verdín, conforma una estampa perfecta para pesebres. El más centrado se adelanta, pide bebidas y ata el tema de la nutrición en el Ateneu de Lavern. Ricos caldos y nutritivas viandas nos sacian apenas y repetimos de postre como niños en una fiesta. El recorrido hasta la estación nos sirve para repetirnos una vez más que debemos empezar a practicar la mesura en el yantar y el beber, aunque la emoción del mundial de Qatar, pronto nos hace olvidar los propósitos de enmienda.